Charla realizada el día 28 de febrero en Luján, Buenos Aires, Argentina, en el contexto del II° Campamento Anticapitalista del ¡Ya Basta! y la juventud del Nuevo MAS. La transcripción a texto fue realizada por Luz Licht. Facundo Oque estuvo a cargo de la edición final.
Conflicto en Ucrania: Guerra y revolución en el siglo XXI
Roberto Sáenz
Hola compañeros y compañeras. Se ve que se re bancaron el mal clima. Quiero proponer un aplauso, porque tuvieron buen espíritu militante y también alegría para no acobardarse y no levantar este evento que es de todos ustedes, de está juventud, a pesar de la lluvia. Es hermoso estar hablándoles acá, frente a todos ustedes.
Voy a dividir la charla en tres partes. Voy a hacer una pequeña introducción que tiene algunos desarrollos sobre el contexto internacional. Luego, me voy a dedicar al conflicto y la guerra propiamente dicha. Por último, voy a hacer algunas consideraciones finales vinculadas un al carácter de la época histórica y a la construcción partidaria.
El rostro cada vez más inhumano del capitalismo en el siglo XXI
Primero hay un dato estructural-político que tiene mucho peso, independientemente de cómo lo vaya metabolizando el movimiento obrero y de masas, cómo lo van metabolizando la juventud y las nuevas generaciones. Pero evidentemente va a tener impacto en su experiencia, porque la experiencia de la juventud, de los trabajadores, de las trabajadoras, se forja en relación a su contexto, a su existencia, a lo que viven.
El dato es que el capitalismo se muestra, en este siglo XXI, cada vez más con su verdadero rostro. Marx lo decía en relación su surgimiento, que el capitalismo llega “chorreando lodo y sangre por todas partes”.
A la vez el capitalismo nos vende su relato. Se muestra como posibilidad de consumo, posibilidad de viajar por el mundo, de comunicarse por las redes sociales. Eso, obviamente, tiene un impacto. Todo el mundo quiere tener un nivel de acceso determinado a bienes, a cosas, a viajes, ¿no? Aunque existe una combinación de cosas regresivas con conquistas del desarrollo humano, el rostro del capitalismo se está haciendo cada vez más grave, más dramático. Sus elementos de legitimación se están debilitando y los elementos que hacen a su naturaleza íntima, a lo que significa en definitiva un sistema de explotación, opresión y desigualdad, donde hay ricos y pobres, se hacen más visibles. Este es un dato muy importante del siglo XXI.
Un ejemplo clarísimo es el problema ecológico. Es evidente que en la juventud crece la sensibilidad por la destrucción del planeta. Incluso en un país que estaba a la retaguardia de esa discusión, como Argentina, también ha crecido esa sensibilidad. Porque la desidia de los gobiernos capitalistas genera desastres como que se te queme el 10% de una provincia, como en Corrientes. Hay fenómenos que para la población trabajadora internacional pueden aparecer como naturales, la pandemia del Covid-19, por ejemplo. Un trabajador podría pensar: “¿Qué tiene que ver la pandemia el capitalismo si es un evento natural?”. Pero cuando se quema el 10% de una provincia, ya es más difícil decir que es un puro evento de la naturaleza. El problema de la ecología es una cosa sistémica, un problema que remite al sistema de producción y al metabolismo entre la sociedad humana y la naturaleza.
Otro tema fundamental para las nuevas generaciones, aunque también afecta a las generaciones más grandes, es la precarización laboral. El carácter precario del trabajo en este capitalismo del siglo XXI también es un fenómeno sistémico internacional. No por nada el esfuerzo de poner en pie el SITRAREPA (Sindicato de Base de Repartidores por Aplicación) aunque, por supuesto, hay precarización laboral en todos los sectores. Pero hay una agudización de la condición precaria de la existencia desde el punto de vista laboral, habitacional, de vida, a diferencia de otros momentos el capitalismo.

En definitiva, el rostro cada vez más cruel del capitalismo en el siglo XXI es el de un gran contraste entre lo que el sistema parece ofrecerte como posibilidades de vida y consumo, y las condiciones que objetivamente te ofrece para vivir. Y a estos elementos, ahora se suma un flagelo nuevo que no estaba tan visible y tan presente en nuestro diálogo cotidiano, aunque sí en nuestra elaboración, que es el fenómeno de las guerras.
Vuelve la guerra como fenómeno político
La guerra como tal no se fundamenta en “la maldad intrínseca del ser humano”, ni tiene nada que ver con que el Homo Sapiens se haya impuesto a los Neandertales, cómo sostienen algunas teorías que fundamentan que el hombre es violento desde su origen natural. Eso es una vulgaridad. Las guerras están íntimamente ligadas a la naturaleza del régimen social y no a una supuesta naturaleza humana “maldita” o “agresiva”.
Bajo el capitalismo, en términos generales y en su re-emergencia en el siglo XXI, están vinculadas a la lucha por áreas de influencia y mercados, como indica la teoría clásica del imperialismo de Lenin. El capitalismo es un sistema económico competitivo que super-explota a los trabajadores y trabajadoras y en el que las empresas compiten entre sí, pero también compiten entre sí los propios Estados. Y esta competencia geopolítica, en el marco del capitalismo del siglo XXI, empieza a traducirse en guerras.
Y se trata de guerras en las que se plantea eventualmente el problema del armamento nuclear, problema que se combina con el tema ecológico en un sentido profundo, por su poder destructivo. La humanidad ha puesto en acción fuerzas tan poderosas que, bajo el capitalismo, que es destructivo, que es explotador, pueden salir de su control y generar desastres irreversibles. Lo que es una herramienta -eventualmente discutible- de progreso, como es la posibilidad de manejar la fisión y la fusión nuclear, se transforma bajo el capitalismo en una fuerza destructiva, y en herramienta de lucha por la hegemonía mundial y los mercados. Ustedes quizás son muy jóvenes, pero deben saber que existió Hiroshima y Nagasaki, las dos bombas atómicas lanzadas en la Segunda Guerra Mundial. Es loco volver a estar discutiendo esto en 2022.

Si uno logra explicar, entender y propagandizar el fenómeno, es una muestra de la peligrosidad del capitalismo. Una peligrosidad inminente. Hay que diferenciar evidentemente las que son inminentes de las que son latentes. La percepción de la gravedad en la destrucción ecológica se hace más palpable por el cambio climático que estamos sufriendo año tras año, pero muchos pueden pensar: “bueno, me estás hablando de que la temperatura va a aumentar 3 grados en el 2100. ¿Por qué debería preocuparme si para ese año ya voy a estar muerto?”. No hay una comprensión masiva todavía sobre la gravedad del asunto. La destrucción que puede causar una guerra con elementos nucleares es inminente, inmediata y completamente devastadora. No es una cosa para el 2100. No digo que vaya a haber una guerra nuclear, pero es una posibilidad que empieza a dibujarse en el capitalismo de hoy. Inminencias, ciertos elementos de irracionalidad, y ciertas personalidades peligrosas de algunos líderes políticos.
Un sociólogo bastante reconocido decía en los ’90: “en este momento es más fácil imaginarse el fin del planeta que el fin del capitalismo”. Esa asociación entre la guerra y la destrucción del planeta es la que aparece en las distopías y en las películas de ciencia ficción. Quizás es más difícil pensar en el fin del capitalismo, porque no hay todavía un horizonte de vida superador, pero cada vez es más posible ver el carácter destructivo e inhumano del capitalismo cuando hay guerras y amenaza nuclear. Es más factible, aunque también hay operativos ideológicos para que no se vea. Como tomar a Putin de chivo expiatorio para culparlo de todo. Putin es una lacra, pero Biden también. Los medios pro-yanquis te dicen “Putin qué agresivo, qué malo que es«. «Biden, en cambio, qué bueno, qué democrático que es”.
Es una experiencia distinta, materialmente distinta, la que se forja en un capitalismo que tiende a verse como algo que “chorrea lodo y sangre por todos sus poros”, a la que se forja en un capitalismo legitimado. Décadas atrás veníamos más bien de un capitalismo legitimado. Un capitalismo que parecía que te daba oportunidades (aunque ya había precarización). Después, vino la caída del muro, la disolución de la URSS, la crisis de alternativa socialista. Entonces, el discurso hegemónico que nos impusieron fue: “bueno, como no hay alternativa al capitalismo hay que conformarse con el capitalismo”.
Pero ahora, al conformismo mediocre, el capitalismo le está pateando el trasero. La nueva situación golpea las conciencias. La gente dice: “qué pasa, me dijeron que hay una guerra ¡¿Cómo una guerra?! ¡¿Qué guerra?! En Ucrania. Ah, ¡pero queda lejísimos!”. Claro, de Argentina puede ser que quede lejos. Todavía está arrancando el año, e incluso cuesta que se entiendan problemas nacionales como el de la deuda externa. Aunque, al mismo tiempo, lo de la deuda es una abstracción. En cambio la guerra sensibiliza más, porque se ven cadáveres, destrucción, refugiados, crisis humanitaria.
Putin está intentando invadir Ucrania con pocos muertos. Pero la dinámica de la guerra es difícil de controlar. Caen las bombas y Ucrania tiene el antecedente de la explosión de la central nuclear de Chernobyl, que fue un desastre. Es un país que depende en un 60% de energía nuclear. Tiene otras centrales nucleares en actividad. Un país en guerra, con centrales nucleares en el medio, puede ser catastrófico.

Se tiende a hacer una experiencia con el capitalismo tal cual es, donde los elementos de legitimación subsisten, pero se van horadando. Por ejemplo, con el movimiento ecológico hay una deslegitimación del capitalismo que se expresa en una juventud muy sensible al tema. Las jóvenes generaciones son más sensibles, porque tienen una mirada más largo plazo que el trabajador, que quizás está más urgido por las necesidades cotidianas. Entonces, se suma el tema de la guerra, que presenta sus dificultades para verlo como un problema del capitalismo, porque el que invadió es Putin y no Biden todavía. Pero también está la pandemia, ustedes fíjense, se van juntando varios temas.
A pesar de que todavía hay poco recorrido, el siglo XXI comienza a adquirir una densidad histórica mayor. Es como que hay años y momentos que dejan huella histórica y otros que no. Lógico, todavía falta la huella de la revolución. No alcanza con la huella objetiva, falta la subjetiva, falta la reacción humana de los trabajadores y las trabajadoras para cambiar las cosas.
El regreso de la historia
Eduardo Feinmann y Jorge Lanata, dos periodistas de derecha con mucho renombre en Argentina, se reían del Campamento anticapitalista, lo ridiculizaban. Pero si te nombran, aunque sea para el chiste, es porque hay alguna preocupación. Así como crece la extrema derecha, también hay tendencias de crecimiento de la extrema izquierda (como se le dice en Francia) o de la izquierda roja, revolucionaria, como se dice en Argentina. No extrema en el sentido de estar desligada de las masas, pero sí de ser revolucionarios, anticapitalistas, que queremos cambiar el sistema.
Hay un debate interesante reflejado en un artículo en el que salió Manuela Castañeira (referente del Nuevo MAS). Es sobre Argentina, aunque un poco refleja la dinámica del mundo. El artículo, en relación a la política argentina, dice que hay dos grietas. Está “la grieta” entre Macri y Cristina, entre el capitalismo más reaccionario pero todavía mainstream (no extrema derecha) y los progresistas, que ahora más bien son fatalistas, porque están justificando el brutal ajuste diciendo que no hay ninguna alternativa más que acordar con el FMI. Pero también hay otra grieta, la grieta ideológica que crece porque las interpretaciones planas o despolitizadas del mundo ceden ante una mayor politización y se tiende a una mayor reflexión sobre los asuntos generales. Por la extrema derecha crecen los supuestos libertarios como Javier Milei, y por izquierda o extrema izquierda también avanzan partidos como el nuestro.
Es interesante entenderlo. Si hay más ideología, más representaciones del mundo críticas, de derecha y de izquierda, es porque hay más reflexión sobre los problemas políticos, sociales, públicos. Hay una franja de la sociedad donde se comienza a dejar la costumbre de ocuparse sólo de las preocupaciones cotidianas.
Antes era común que entre los trabajadores se escuchara: “Nunca fui a una marcha”, porque veníamos de una sociedad muy despolitizada. Esto está comenzando a cambiar. Lo vimos con el movimiento de mujeres, en la Marea Verde no eran todas militantes. Ese fue un elemento que cristalizó una politización importante alrededor de un punto, no de una globalidad de cosas, sino de lo en inglés se conoce como one single issue (movimiento con una sola demanda). Lógico, todavía estamos lejos de otro tipo de politización más global, cuya última expresión masiva ocurrió en el mundo a inicios de los años ´70. La representación era más estilo: “soy de izquierda revolucionaria, quiero cambiar el mundo”. Todavía estamos lejos de una conciencia que abarque todo: ecología, mujer, precarización laboral, guerras.
Ahora hay marchas contra la guerra, muchas progresivas y otras discutibles. Marchar en Berlín contra la guerra es progresivo pero hay que rechazar el rearmamento de Alemania. Conviven las dos cosas. El imperialismo yanqui se hace el distraído y está aprovechando para rearmarse, porque el idiota de Putin invadió Ucrania de una manera muy poco pensada desde el punto de vista táctico – estratégico. En Berlín no son tan comunes las marchas grandes. Alemania todavía paga la derrota de la revolución. Aunque parezca loco decirlo, la clase obrera alemana todavía paga de asesinato Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht en 1919, más la nefasta experiencia con Stalin y el estalinismo.
La grieta ideológica expresa un nivel mayor de politización relativo respecto al anterior período, aunque partimos de un nivel bajo, de cierto apocamiento a lucha de clases en las últimas décadas. Aunque hubo rebeliones, hay límites subjetivos, como el desconocimiento de la historia y la geografía, conscientemente utilizado y fomentado por el capitalismo.
En las generaciones anteriores se vivía con una conciencia histórica mayor. Por ejemplo era normal que alguien dijera: “mi abuelo estuvo en la Guerra Civil Española de 1936-39. Y me contaba cómo fue la cosa, qué fusil utilizaban, cómo armar una bomba Molotov”. En esta generación, objetivamente, no son normales esas experiencias. No hay contemporaneidad con la historia. Pareciera que la historia se hace a nuestras espaldas o que no hubiera historia en absoluto.
Para entenderlo un poco más conceptualmente, la nueva situación reabre la historia, la contemporaneidad, y con ella empieza a haber más conciencia histórica. Una tapa de la revista estadounidense Time decía: “el retorno de la historia”. La comprensión de que sí hacemos la historia con nuestras acciones, con hechos que dejan huella y que son eventualmente -para bien o para mal- transformadores, crece.

Vuelvo con lo que decía de la ecología. Hay posiblemente una mayor percepción de que lo que haga o dejo de hacer significa algo. En Europa puede ser se exprese en el ecologismo individual, el reciclaje, separar la basura; porque todavía hay mucho del fenómeno de las cooperativas, de la individualidad. Es progresivo, pero hacés eso y después la Shell y la Petrobras siguen contaminando el océano Atlántico ¿Qué grado hay de comprensión de que la acción transformadora tiene que ser colectiva?
Pero las cosas que están ocurriendo empujan para ese lado, hacia la necesidad de organizarse colectivamente para transformar las cosas. Eso también aplica para todos los compañeros y compañeras que están acá en el campamento por primera vez, que dicen: “no me pierdo el Campamento Anticapitalista ni loco, porque así me subo al tren de historia”. Lógico, es una lucha, es un camino difícil, hermoso, apasionante, pero es duro. Romper con las inercias en la cabeza de los trabajadores no es fácil, es un arduo trabajo. No pasa solo por un problema de la conciencia, también están las exigencias de la vida cotidiana como obstáculo a una conciencia mas global, histórica, colectiva. Hay que trabajar, mantener a la familia, los hijos. Además, entre los trabajadores es más difícil, porque el ámbito de la familia tradicional suele ser más conservador que los que frecuenta la juventud.
La suma de los problemas que acumula el capitalismo en el siglo XXI cuestiona la idea del fin de la historia. Cuestionan la idea de que “lo que ves es lo que hay y no se puede cambiar”. La historia trae otro concepto, trae el concepto de que esto que hay puede cambiar. Hay una frase tomada desde el punto de vista revolucionario, desde Hegel, Marx y Engels, que dice: “todo lo que existe está condenado a perecer”. Dicho de manera no mecánica, sugiere que todo tiene su lado positivo y su lado negativo. La dialéctica de la negatividad es fundamental porque es la fuerza transformadora que se opone a lo que hay. La dialéctica negativa del capital y el capitalismo es la clase obrera, los trabajadores, la juventud. O como decían de las mujeres, que son «el negro» del mundo, el «lado B» del mundo, entendiendo que no hay un solo lado A, el de los varones. También vale si lo pensamos respecto a la población de color, las diversidades, los oprimidos, etcétera.
Los conflictos de intereses en el capitalismo, llegado cierto punto, se resuelven de manera violenta
Ahora, vamos a este tema nuevo: hay una guerra. El problema es dar cuenta a partir de dos o tres elementos y entender el carácter de la guerra, es decir, de qué se trata esta guerra.
Un tema importante para entender las guerras, es que el capitalismo se constituye con dos elementos fundamentales: economía y Estados, no sólo economía. El capitalismo llega constituyendo el mercado interno y Estado Nacional frente al antiguo régimen. Frente a la fragmentación de la producción en feudos, surge el capitalismo como Estado Nacional. La economía nacional constituye un Estado Nacional. Surge la moneda nacional. Luego vino la globalización atravesando fronteras, y con ella todo el cuento de Toni Negri y el Imperium, que decía que se acabarían los Estados.
El comienzo de esta guerra es la reafirmación de que los estados beligerantes que expresan intereses capitalistas distintos y contrapuestos no desaparecieron, y eso nos remite a la teoría de Lenin del imperialismo. Porque la economía capitalista es una economía de competencia entre capitalistas y entre Estados que, llegando a determinado punto, se resuelve de manera sangrienta, con guerras.
Por la misma razón por la cual no hay manera de resolver sin sangre, es decir sin revolución social, el problema de la explotación del trabajo humano. La solución es radical. Lucho por el salario, lucho por el empleo, pero para dejar de ser explotado, para que dejen de existir trabajadores híper precarizados repartiendo en una bicicleta o moto mientras el dueño de Rappi anda en un Mercedes Benz, o viaja con Elon Musk a Marte, se requiere de una revolución social, no se resuelve pacíficamente. Bueno, para cambiar el statu quo entre Estados por las áreas de influencia, en un punto, pasa lo mismo.
El teórico de la guerra C. Clausewitz decía: “las guerras son la continuación de la política por otros medios”. Con el ejemplo de la lucha de clases se puede graficar esto. Somos revolucionarios porque no confiamos en la idea de que «el patroncito es bueno», sabemos que si no hacemos huelgas, cortes de calles, piquetes, no vamos a avanzar en nuestras conquistas. Con cualquier gobierno capitalista pasa lo mismo, si no te plantás, no conseguís nada. Necesitás realizar acciones directas. Pero no solamente eso, hay que ganar la conciencia, hacer política, tener figuras públicas, construir un movimiento político revolucionario que cuestione y quiera cambiar las cosas de fondo.
La lucha de clases trasladada al plano de la guerra es guerra civil, no guerra entre Estados. Pero todo conflicto en un sistema de explotación y opresión llegado un punto solo se puede resolver de manera radical.

Y acá solo menciono un elemento que es muy específico y general: que en la crisis de Ucrania se expresa un intento de reordenar las fronteras nacionales de manera sangrienta. En un punto, la invasión del sátrapa de Putin es una respuesta a la acción del sátrapa Biden, que extiende fronteras incorporando a todos los países a la OTAN. Eso no justifica ni hace bueno a Putin en nada, es una porquería insigne. Es un conflicto interimperialista, además de un conflicto por la autodeterminación del pueblo ucraniano.
Lucha de clases, guerra y política
Volviendo a la idea de la guerra, se trata de un conflicto entre Estados resuelto de manera sangrienta, no diplomáticamente, aunque siempre la diplomacia juegue un papel.
Un conflicto entre Estados, subproducto de la competencia por los mercados y por el territorio, resuelto de manera sangrienta, es una guerra. Toda guerra es un conflicto por los límites o fronteras, por los mercados, etcétera, resuelto de manera sangrienta. También hay guerras progresivas o emancipatorias. No somos pacifistas. Queremos la paz, pero cuando se acabe la explotación. Por ahora queremos la guerra de clases, porque sin ella no habrá hay paz para los explotados.
Hay distintos tipos de guerra. La guerra más cotidiana es la lucha de clases, que no es un enfrentamiento permanente directo como si fuera un choque entre dos ejércitos en campo abierto que se enfrentan hasta destruirse. Sino que se expresa como lucha sindical y política contra la explotación. A veces con movilizaciones callejeras, a veces con mediaciones institucionales. Una lucha por conquistar leyes laborales, derechos políticos o democráticos, como la lucha por el derecho al aborto, por poner un ejemplo.
Si hay movilizaciones o acción directa, es porque la vía diplomática no alcanza. Pero la lucha de clases es la guerra básica del capitalismo, la guerra cotidiana entre el trabajo asalariado y el capital, entre explotados y explotadores. Como en la frase de Marx en el Manifiesto Comunista que dice: “la historia de las sociedades no es más que la historia de la lucha de clases”. No hablamos de la prehistoria donde no había clases, ni de la verdadera historia (emancipada) de la humanidad que arrancaría con el fin de las clases sociales. Hablamos de la historia tal cual la conocemos. La lucha de clases cotidiana es una forma de guerra entre clases. Esa lucha, desde el punto de vista de los explotados, es progresiva.
A veces, esa lucha se transforma en guerra civil. Se hizo la Revolución Rusa en 1917. En ella, Lenin, Trotsky, los obreros y los Soviets tomaron el poder. La toma del poder fue incruenta. Se ganaron a las más amplias masas y Kerensky salió corriendo, se escapó. La Revolución Rusa fue tan política, su apoyo por parte de las masas era tan abrumador, que la toma del poder fue sin derramamiento de sangre. En octubre del ´17 no hubo miles de cientos de muertos. Donde hubo muertos fue en la guerra que empezó al día siguiente, porque 21 naciones imperialistas rodearon Rusia para derrotar a la revolución.

Los líderes de los países capitalistas tomaron conciencia del peligro que representaba la Revolución Rusa y empezaron a atacar, aunque con ciertos límites sobre los que no me puedo explayar ahora. Esa guerra revolucionaria, con un bando compuesto de explotados y oprimidos y otro representando a los capitalistas y grandes terratenientes, se llama guerra civil. Desde el punto de vista nuestro es revolucionaria, y es contrarrevolucionaria desde el punto de vista de los explotadores. Es la lucha de clases, la lucha contra la explotación y opresión resuelta de manera sangrienta. ¿Queremos ser sangrientos?, no. Pero sabemos que el enemigo va a ser sangriento.
La Comuna de París, a comienzos de 1871, fue una guerra civil en la que hubo 30 mil fusilados. Una lección de los capitalistas a la clase obrera para que no se le vuelva a ocurrir tratar de emanciparse. Hay fotos de las tumbas de los comuneros en el cementerio llamado Père Lachaise, es hermoso y ojalá puedan ir. Miren esto de que pareciera no haber historia. Vas al cementerio y en la tienda de souvenirs, preguntás por el Muro de los Federados donde mataron a los últimos comuneros y te dicen “¿qué?”. “No, acá nada más está Jim Morrison, el cantante de los Doors”. Bueno, también está el Muro de los Federados y te perdiste una parte de la historia. Esa fue una guerra civil progresiva. La guerra revolucionaria de la ex URSS de Lenin y Trotsky contra la Rusia Blanca también fue una guerra progresiva.

Pero también la lucha por la autodeterminación de los pueblos -como Ucrania- es progresiva. En la Primera Guerra Mundial hubo 20 millones de muertos, en la Segunda 50 o 60 millones. Guerras europeas y además internacionales, son ejemplos de lo que es una guerra regresiva. Las masas obreras no tenían bando propio en la primera guerra mundial. En la Segunda estuvo la derrota de Hitler, tuvo algunos matices. Las guerras regresivas son guerras donde las potencias capitalistas mandan a los trabajadores como carne cañón al frente a matarse por intereses ajenos a los explotados y oprimidos.
Esa es la mitad de la guerra o conflicto potencial hoy en Ucrania, la parte regresiva. Luego, hay otra mitad que si es progresiva, aunque compleja. La primera mitad es la escalada entre Rusia – que es un país imperialista y capitalista de Estado- y los Estados Unidos. Parece delirante que estemos hablando de eso, pero hay teóricos -incluso marxistas de nivel, respetables- que dicen que lo de las guerras interimperialistas quedó caduco por la globalización. Y uno les dice una cosa simple, que no puede quedar caduca la guerra si siguen en pie el capitalismo y sus Estados. Si un sistema es de explotación, desigualdad e injusticia, va a haber conflictos permanentemente. Porque hay compañeras, compañeros, trabajadores, trabajadoras en el mundo entero que van a resistir, que van a enfrentar a esa situación. Y entre los capitalistas también se enfrentan y se matan por los mercados, también tienen conflicto entre ellos.
Si ustedes estudian un poco más en profundidad el capitalismo, verán que es un sistema competitivo de explotación de los trabajadores y competitivo entre los propios capitalistas. No es un sistema de cooperación y solidaridad como sería el comunismo. Marx dice que el comunismo es un sistema de productores asociados. Hubo comunismo primitivo en la historia de comunidades precapitalistas, pre-feudales, pre-régimen social antiguo. En las comunidades realmente ancestrales que estudia la Antropología. Y aunque había un montón de problemas y había algunos elementos de opresión, no había clases. Había conflictos y demás, pero no conflictos de clase, aunque tampoco había tanto desarrollo de las fuerzas productivas, en fin. La humanidad pasó por todo este recorrido, en parte necesariamente, antes de llegar a las sociedades divididas en clases y al capitalismo.
Mientras haya explotados y oprimidos va a haber conflictos, guerras, etc. Y también las a a haber mientras haya capitalistas que compitan entre ellos por los mercados y el control de áreas geopolíticas, y que no les importe la población que está sufriendo la guerra, como en el caso de Putin, Biden y la OTAN.
La guerra actual, un conflicto “no pautado”
La llamada “guerra fría” entre la URSS y Estados Unidos en el siglo XX estaba controlada, había pactos que se respetaron cuando terminó la Segunda Guerra Mundial. Conceptualmente se llamaba conflicto pautado. Pautado en el sentido de que regían ciertas leyes y acuerdos entre los bandos beligerantes.
En este conflicto que estamos viviendo actualmente, un conflicto para cambiar las fronteras geopolíticas, no hay pautas claras. La pauta clara es la amenaza de la destrucción nuclear del enemigo, pero está meneándose el tema, y es delicado. Sería exagerar en una charla decir que hay peligro de guerra atómica, aunque existe como peligro potencial.

La OTAN avanzó sobre Rusia y Putin quiso poner un freno al avance invadiendo Ucrania. ¿Cuáles son las pautas ahí? Claro que hay algunas pautas, incluso para Putin. Por ejemplo, no entró a Kiev. No fue por la resistencia, eso es una exageración. Lo que pasa es que el régimen de Zelenski no se derrumbó. No entró en Kiev porque el costo de vidas humanas hubiera sido astronómico y eso le hubiera quitado toda la legitimidad. Hubiera sido regalarle la legitimidad a Estados Unidos y la OTAN, que se muestran como democráticos frente a la agresividad de Putin, al que, en algunos medios pro-EEUU, le dicen Putler (en alusión a Hitler). No hay guerra sin política, sin intentar ganar el apoyo de la población de tu país, etcétera.
A ese nivel, este conflicto es un conflicto interimperialista entre Rusia y la OTAN. Putin, aunque enfrente a EEUU, no es progresivo, lleva la guerra a la capital de Ucrania. Pero lo que expresa el ex-humorista Zelenski es el capitalismo neoliberal puro y duro. Ni Putin, ni Biden, ni Zelenski, proponen una perspectiva emancipadora. Putin amenaza con activar sus armas nucleares. Pero también hay una doctrina militar que dicta: »escalar para desescalar’. Todo siempre es más contradictorio. La realidad tiene varias caras, aunque no compramos ninguna teoría y estamos muy lejos del terreno de los acontecimientos.
Ahora, el lado de Estados Unidos, muy calladito la boca, desplaza tropas a los países Bálticos, a todos los países que son frontera con Rusia. A Letonia, Estonia, Lituania, Bulgaria, Rumanía, Polonia. Que no se pinte la cara de bueno Biden, porque la crisis empezó por sus provocaciones desde el punto de vista geopolítico. La crisis arranca porque la OTAN acorrala a Rusia. Putin por un lado, Biden y la OTAN por el otro, ambos bandos son enemigos de la clase obrera.
El complejo problema de la autodeterminación
Ahora, hay otra guerra y otro conflicto que progresivo y legítimo: la lucha por la autodeterminación del pueblo ucraniano.
La autodeterminación es una tarea democrática que está muy ligada a la lucha contra el imperialismo. Es un reclamo que no es de clase, pero sin embargo la clase obrera debe abrazar como propio.
En el caso ucraniano, esto es dificilísimo, porque estuvo el rol histórico nefasto que jugó el estalinismo. Pero, aún siendo difícil -desde el punto de vista revolucionario, obrero y socualista- las causas progresivas son nuestras causas.
Todo el mundo se solidariza con el pueblo ucraniano porque a nadie le gusta ver que están invadiendo un país. Ahora, Ucrania es un mosaico contradictorio y complejo. Tiene tradiciones estalinistas, e incluso tradiciones obreras y bolcheviques sanas, hasta tradiciones de extrema derecha, de atraso del campesinado, de vínculos con el nazismo, de pogromos de la población judía. Un mosaico complejo.
Pero hay una señal importante para ubicarse, por lo menos desde la izquierda revolucionaria, que es que Putin habla, y dice que Ucrania no es un país independiente y no tiene derecho a nada. Y hace una referencia en contra de Lenin, diciendo: “Ucrania es un invento de Lenin, que quería reventar Rusia”.
Y es verdad que Lenin defendió la autodeterminación de Ucrania. Lenin quería una Federación Socialista libre de todos los pueblos de Rusia, libre y no forzada. Lenin ya decía antes de la revolución de 1917 que Rusia y el zarismo son una cárcel de pueblos. Tomaba el problema nacional no solamente el tema obrero, el problema campesino, el problema de la mujer. Tomaba las demás opresiones aparte de la explotación obrera.
Putin critica a Lenin, habla de Kruschev – que fue un burócrata con rostro más humano que vino en los´50-´60, y, como gesto, le regaló Crimea a Ucrania – y no nombra a Stalin. Porque Putin reivindica a Stalin. A quien fue el enterrador de la Revolución Rusa. Hago una digresión. En el año 26-27 cuando empieza la pelea de la Oposición de Izquierda, en un debate acalorado Trotsky le dice a Stalin: “vos sos el enterrador de la revolución”, cuando éste ya controlaba todo el aparato del partido. Pero Trotsky era revolucionario y, obviamente, no se iba a callar.
Dos guerras en una
La guerra por la autodeterminación es progresiva, pero tiene una dificultad muy grande, es su dirección. Zelenski, un hombre de 44 años que llega al gobierno de Ucrania viniendo de hacer un programa cómico en la televisión (su partido lleva el nombre de ese programa).
Si bien llegó al gobierno con un programa de paz, Zelenski pidió el ingreso a la Unión Europea y a la OTAN. Entonces, hay un lío, porque en el apoyo a la pelea justa contra la invasión, que nosotros acompañamos, no se puede perder de vista una pelea más grande. El conflicto que puede transformarse en una guerra interimperialista. Hay una complejidad, la guerra de ucraniana son dos guerras en una.
Hay que tener la capacidad de apreciar en cada momento concreto el carácter de la guerra. La guerra nacional por la autodeterminación es progresiva, la defensa de Ucrania ante Rusia es progresiva. No podemos estar con Putin como si Rusia fuera un Estado obrero, es un estado capitalista. Y aún si fuera un Estado obrero estaría mal la invasión, porque estaría pisoteando los derechos nacionales de los ucranianos. La política revolucionaria sana busca convencer a los distintos, a los campesinos, a las nacionalidades, para ganarlos a la causa revolucionaria.
La globalización, el traspaso por parte de la economía de las fronteras -que es un fenómeno estructural del capitalismo del siglo XXI-, no acabó con los Estados. En el contexto actual del imperialismo, están los dos fenómenos: la vuelta las guerras interimperialistas y también las batallas legítimas, progresivas, por la autodeterminación nacional.
Para terminar este punto me voy a remitir a Lenin. Hay un tercer tipo de guerras que son regresivas, las llamadas guerras fratricidas. ¿Qué es la guerra fratricida?, es como la guerra de pobres contra pobres pero entre Estados dependientes, como Argentina-Chile o Chile-Perú o Chile-Bolivia, para hablar de la región que conocemos.
En las guerras fratricidas sí es pertinente plantear la paz. Aclaro, en las guerras entre una nación oprimida y una imperialista, o en una guerra por la autodeterminación, no. En estos casos, evidentemente planteamos que se emancipe el pueblo oprimido, que triunfe y, si después se firma la paz con esas condiciones, buenísimo. En las guerras interimperialistas el planteo clásico es el de transformar la guerra militar en guerra de clases, aunque ahora les pueda parecer abstracto.
Lenin señalaba una experiencia revolucionaria de la Primera Guerra Mundial, la confraternización en el frente entre los soldados, que eran obreros y muy jóvenes. Soldados franceses y soldados alemanes se daban la mano, jugaban al fútbol. El evento es conocido como la “Tregua de Navidad” de 1914. Tan regresiva era la guerra imperialista que los casos de confraternización eran condenados con fusilamiento por parte de los jefes de los dos bandos.

Por eso el ‘no a la guerra’ no se dice automáticamente y en cualquier caso. Se plantea la derrota del bando opresor o la derrota del imperialismo. En un ejemplo simple, un conflicto de trabajadores y trabajadoras, no decís “paz con el patrón”, decís “satisfacción de los reclamos”, después negocias lo que podes negociar, salarios, etc.
Esto no quiere decir que la consigna de paz en muchos casos no sea progresiva. Es progresivo que en Alemania marchen por la paz y que, aparte de criticar a Putin y defender a Ucrania, deberían criticar al nuevo gobierno de Olaf Scholz. Nuestro programa es más profundo, es más radical. En el caso de Ucrania hay una complejidad, porque ahí la consigna democrático independiente tiene que ser una consigna que no implique la ida del país a integrar la OTAN, porque el gobierno pide entrar a este tratado militar imperialista. Para ver el trasfondo militarista de esta historia, Alemania, desde su unificación tras la caída de Muro de Berlín, envió por primera vez apoyo armamentístico y llevó la participación en el PBI de la industria militar al 2%. Como Alemania tiene un PBI de 5 billones de dólares, llevó su presupuesto militar a 100 mil millones de dólares. Paradójicamente, es el doble que el presupuesto de Rusia, que está venido abajo desde muchos puntos de vista.
Puede que resulte abstracto, pero la idea sería la de que se viene una escalada militarista. Nosotros estamos en contra de ese militarismo imperialista, en eso estamos con otra figura que todos conocen que es Rosa Luxemburgo, quien fue emblema en la denuncia del militarismo imperialista. Vuelven discusiones de 1914 – y dijimos que estamos a 28 de febrero de 2022 – discusiones actualizadas, pero a la vez muy clásicas.
Ucrania tras el desastre del estalinismo
Nuestra sensibilidad con Ucrania se agudiza por toda la complejidad y contradicciones de su historia. Es un país con 55 millones de almas y que tiene a la tercera ciudad del área otrora zarista, que es Kiev. En Ucrania hubo dos desastres muy grandes bajo el estalinismo. La Revolución con Lenin le había dado a Ucrania un montón de derechos nacionales.
La nacionalidad se conforma con otros condimentos más allá de las clases, que se conforman en la relación antagónica entre explotados y explotadores. Las nacionalidades comprenden elementos que unifican a personas de diferentes clases, elementos culturales como el idioma, la religión, etc. Una cosa cercana, para ilustrar, es la bronca en Bolivia de que todos los presidentes anteriores a Evo Morales -un reformista – no hablaban ni aymara ni quechua, que son los idiomas originarios de la población (que en Bolivia es mayoritariamente originaria).
Sánchez de Lozada, un presidente de los años 2000, hablaba en inglés, no se le entendía nada. Cuando éste cae, asume un tipo llamado Carlos Mesa. Durante la rebelión popular del 2003, las direcciones indigenistas reformistas lo apoyaron para evitar el caos. En una ocasión, se le puso al lado un dirigente aymara radicalizado, pero antisocialista, Felipe Quispe, está ya fallecido. Lo apoya – no para buscar un gobierno indígena, mucho menos obrero – y da un discurso en quechua, criticándolo, aunque diciendo que hay que apoyarlo. Mesa sonreía frente a la multitud congregada de 50 mil personas, sin entender lo que decía este dirigente campesino, mientras todos se reían de él.
En Ucrania, la lengua es más parecida al ruso, pero el problema subsiste. La población no puede ir a escuelas donde se hable su idioma. También está la religión, hay mucha gente en Ucrania que profesa una fe cristiana que no es la católica oficial del Vaticano. No respetamos a las instituciones opresoras religiosas, pero sí el aspecto de los sentimientos de la gente, los trabajadores, del pueblo, y su derecho a tener sus creencias.
Todo eso se respetó entre los años 1920-1930 con la Revolución Rusa. Después vino Stalin y aplastó los derechos nacionales de los ucranianos. Y rusificó el país pisoteando la cultura local. La intelectualidad se alejó de la URSS girando a la derecha. Después estuvo la Colectivización Forzosa, que obligó de manera mecánica, sin desarrollo de las fuerzas productivas y de forma violenta, a los campesinos a trabajar en granjas colectivas. Eso terminó en una hambruna que causó 6 millones de muertos. Hecho histórico conocido como Holodomor, que quiere decir exterminio por hambre en ucraniano.

Como producto de eso, la pequeña burguesía y la alta burguesía nacionalista se hizo simpatizante Hitler. En los años ´38 y ´39, Trotsky expresó la idea de una Ucrania soviética, socialista e independiente de Rusia. Entonces, cuando se quiere analizar la situación desde la izquierda, no se puede no comenzar por el problema del imperialismo, pero en todos los países del Este europeo hay que medirse con el balance del estalinismo, de la pudrición burocrática de nuestra revolución. Fue una contrarrevolución que se valió del fusilamiento de la clase obrera y a una generación de revolucionarios. Nosotros, de sacar esas lecciones, no nos podemos desentender, aunque no sea el eje de la charla de hoy.
La posición de los socialistas revolucionarios frente al conflicto
Como desarrollamos, hay dos guerras superpuestas. Por un lado, el conflicto interimperialista, y por el otro está el derecho de los ucranianos a defenderse. Por eso hay que tener cierto cuidado al tomar una posición.
Las consignas son las que hemos expresado en nuestros materiales: «No a la guerra en Ucrania», «Fuera Rusia y la OTAN de Ucrania», «Fuera las tropas rusas, por la autodeterminación del pueblo ucraniano». Puede ser que en las próximas declaraciones que circulen cambie el orden de las mismas dependiendo un poco de las circunstancias, pero la estructura y nuestra posición se basa en esas tres consignas.
Decimos ‘no a la guerra’ porque estamos rechazando una guerra interimperialista y la invasión, que son regresivas. Podríamos agregar una consigna que no está, porque escribimos el miércoles la declaración (previo a la invasión rusa) que diga «defensa de la resistencia del pueblo ucraiano» o algo así, con los cuidados del caso, sabiendo que Putin acaba de hacer que todos los ucranianos miren al imperialismo occidental, porque hay una invasión.
Hay muchos compañeros y compañeras socialistas en la resistencia ucraniana que publican videos diciendo: “no entienden nada los militantes occidentales”. O envían un “mensaje a la izquierda occidental” donde advierten: “no se crean que Putin es bueno”.
A nivel internacional, conviven dos sentimientos. En las masas hay sensibilidad con Ucrania, con el pueblo que sufre la guerra y la invasión. En cambio, en los aparatos de todas las corrientes populistas se sostiene que “Putin es progresivo” porque “enfrenta al imperialismo estadounidense”.
Nosotros empatizamos con el sentimiento de las masas frente a la invasión de Putin, pero no nos olvidamos del imperialismo occidental. Los responsables de la guerra son los dos bandos imperialistas. Aunque Putin la desencadenó, el análisis marxista va más lejos que eso, son dos porquerías que se pelean a expensas de las masas. Ninguno de los dos bandos es progresivo.
Lo que sí es real, es que parece más astuto el bando occidental, más medido que Putin, que pasó de cero a cien, bravuconeando con la amenaza nuclear. Cualquier persona que empieza a luchar sabe que pasar de cero a cien no conviene. Eso indica que algo está mal si desde el comienzo jugas todas las cartas. Tampoco nos creemos los versos de la prensa occidental que compara a Putin con Hitler. El problema es que Putin quiso impactar con un enorme despliegue militar para que el gobierno de Ucrania se rindiera y las Fuerzas Armadas se pasen de bando. Esa estrategia, hasta ahora, no funcionó, y eso le trae un problema enorme: o retrocede, o tiene que ir a una escalada brutal.
Acá estamos hablando de una guerra contra la invasión que es progresiva y de un conflicto imperialista terrible, que si escala, escala y escala, corre riesgo de transformarse en una guerra nuclear.
¿Hacia una época de guerras, crisis y revoluciones?
Hay una última definición, y es que estamos regresando una época de guerras, crisis y revoluciones. Ojo, guerras y crisis hay, pero revoluciones todavía no, esa es la contracara. Lo objetivo está desarrollándose cada vez más pero el aspecto subjetivo, en tanto experiencia, organización independiente, conciencia de la clase obrera y la juventud, viene muy atrás. Y esto sucede, entre otras cosas, porque seguimos pagando un costo histórico – en la experiencia de los oprimidos, los trabajadores, trabajadoras y la juventud – por el fracaso y la burocratización de las revoluciones del siglo XX.
Hasta la década del ´60, la mayor parte de la juventud era castrista, guevarista, era algo común. Más allá de que ese modelo burocrático de guerrilla sin acción de las masas no es nuestro modelo de revolución, la adhesión de miles de trabajadores a estas ideas expresaba otra subjetividad. Por ejemplo, yo conocía compañeros obreros de la fábrica Ford que se hicieron guevaristas. No creo que hoy encontremos un obrero guevarista, más allá de que alguno use la remera del Che, o que encontremos un obrero comunista, es muy difícil, quien lo haga merece un premio. Aunque subjetivamente estemos más atrás, estos sacudones de un mundo que explota, que oprime, que hace guerras, que destruye el planeta, hacen a la otra definición importante: el reinicio de la experiencia histórica.
Que se trata de esto mismo, un montón de jóvenes que están en un Campamento Anticapitalista, que le estamos mojando la oreja a los dinosaurios como Feinmann y Lanata. Eso significa que hay algo fermentando entre la juventud. Obviamente, también hay trabajadores y trabajadoras que están acá presentes. Es el fermento de elementos de conciencia anticapitalistas en las nuevas generaciones o en las generaciones no tan nuevas. A eso lo llamamos recomienzo de la experiencia histórica, y está vinculado a este reinicio de la historia.

Y otra cosa fundamental: organización y construcción partidaria. Hay que organizarse para pelear. El laburante y la laburante se tienen que organizar para pelear por sus reivindicaciones, pero no alcanza solo con eso. Hay que organizarse en partido. Organizarse en un partido significa organizarse de manera política. Si querés luchar, no podés pelear solo o sola. Si querés transformar el mundo, tenés que organizarte y pelear en forma colectiva, y pelear en forma colectiva es pelear en forma política, porque la política remite a lo colectivo y eso es organizarse en partido. Por eso nosotros construimos nuestro partido, el Nuevo MAS, el ¡Ya Basta!, la corriente internacional Socialismo o Barbarie. Porque la lucha espontánea de las masas trabajadoras, populares, juveniles es como la forma inicial de la lucha, y es progresiva, pero no alcanza, hace falta conciencia y organización. Entonces por eso hacemos este campamento, por eso construimos el partido. Porque las peleas son colectivas y porque los enemigos están organizados, compañeros.
En eso hay una relación de espejo, digamos. Si el enemigo está organizado y vos estás desorganizado, perdés. No son términos independientes, son términos que están presentes en una unidad, elementos contradictorios en unidad. No hay explotadores sin explotados, es obvio. No hay tampoco transformación social si los enemigos están armados hasta los dientes con armas nucleares y vos no tenés ni un escarbadiente para luchar. Tampoco te alcanza con una colección de escarbadientes, necesitamos algo más. Entonces, necesitamos construir las organizaciones revolucionarias que puede ser que sí, que se llenen de compañeros y compañeras en tanto crezca la conciencia. Porque la consciencia se forja, no sólo porque subjetivamente construimos organizaciones de vanguardia, sino porque esa organización de vanguardia confluye con un sentimiento que tiende a radicalizarse en las masas. Esto es lo que les preocupa a los Feinmann y los Lanata, que haya alguna corriente de radicalización de los actores jóvenes o de los trabajadores – lo que es un poco más difícil – y confluyan estos dos términos. El término más objetivo, dialécticamente se verá o no, pero te lo puede traer la propia lacra del sistema, por su agresividad. El término subjetivo lo tenemos que construir nosotros.
Recomendaciones de textos para profundizar en el debate
Lo último: hay que estudiar. No solo de la facultad. Lo que les recomiendo, vinculado a esta charla, son textos clásicos para poder profundizar. No me traje los títulos, pero son muy accesibles los escritos de Lenin. Él decía algo muy interesante y, es que «el marxismo es una ciencia y se requiere que se la trate como tal«, hay que dedicarse y estudiar.
Los textos de Lenin de entre 1914, 1915 y 1916 tienen títulos parecidos sobre las guerras, el carácter de la guerra, etcétera. Incluso si profundizan, están los debates dentro del campo revolucionario internacionalista con Rosa Luxemburgo. Para entender Ucrania, son de fácil acceso los textos de Trotsky que publicamos en el Suplemento semanal de IzquierdaWeb, “Por una Ucrania Soviética de obreros y campesinos, unida, libre e independiente” es uno. También está: “Las relaciones entre repúblicas soviéticas: Rusia y Ucrania” de Christian Rakovsky. Sientan una posición que sigue teniendo vigencia.
También están las notas de Lenin, los escritos sobre dialéctica son brillantes pero complejos, sirven para profundizar en el método, en el materialismo dialéctico. Bueno, Lenin y Trotsky han escrito artículos, también pueden leer algunas cosas nuestras, en fin. Anoten la palabra dialéctica.
Pregunta:- ¿Cómo es que uno hace política con guerras, levantamientos que son tan lejos de la Argentina? ¿Cómo uno lo lleva al diálogo del día a día para poder llevar esa política revolucionaria a un compañero de estudio, de trabajo, etc?
-Estando lejos o estando cerca, con la guerra es difícil hacer política. En la Primera Guerra Mundial se dividieron todas las naciones imperialistas, y dividieron a toda la clase obrera. Los partidos socialistas capitularon ante cada burguesía nacional. Es una guerra regresiva, está claro. El fervor patriótico hizo que, al principio, los internacionalistas que estaban contra la guerra imperialista, como Lenin, Rosa, Trotsky, etc, fueran tan minoritarios que decían «cabemos en un sofá«. Y no hablamos de corrientes de vanguardia, como somos hoy. Eran corrientes de masas, estaban acostumbrados a otro movimiento obrero y socialista. Los Congresos de la Internacional Socialista eran enormes, dirigían sectores de masas.
En este caso, sin detenernos en Latinoamérica, que es más difícil, más de propaganda, la guerra despierta las conciencias. Lenin decía “aprovechemos la guerra y la educación que viene de ahí, para aprender a combatir”, por eso también estaba en contra de las consignas pacifistas.
Un historiador narraba cómo funciona la guerra, por ejemplo, en el caso de Francia, donde muchísimos pibes, varones de ese país, venían del campesinado. Al principio, viajando en el tren atravesando el país para ir al frente, quedaban realmente impactados al ver las ciudades, descubrían el mundo. Iban con fervor patriótico diciendo “esta guerra es una pavada, la ganamos en tres días”. Después, cuando ves que a tu compañero lo fusilan por jugar a la pelota con el enemigo, cambia la cosa.
Dicen los ucranianos tomaron de rehén a un soldado ruso de 18 años, y el soldado decía “Ah, no, yo no venía a la guerra, venía a un ejercicio militar nada más”. La guerra está atravesada por la política -salvo que hagas una guerra con comandos tipo SWAT, con ejércitos exclusivamente profesionales- porque cuando se movilizan tropas con 100 mil personas, estás movilizando a las masas, con sus problemas y sensibilidades. Bueno, Lenin dice; «en Europa en 1916 se abrió una situación revolucionaria«. De los textos de Lenin del 1916 a 1917 se dio un salto muy rápido. Porque las condiciones de vida se ponen tan dramáticas que impactan en la cabeza de la gente.
Hay marchas masivas a las que hay que ir, con alguna delimitación crítica respecto a la OTAN, pero hay que ir. Están realizándose en Europa, en Berlín, y en otros lugares. En Argentina, la política tiene un elemento más de propaganda anticapitalista, es verdad. La propaganda es parte de la acción política constructiva del partido, y con esa sensibilidad política que surge en muchos jóvenes, aprovechamos para construir la organización, para explicar el anticapitalismo, etc. Se pueden hacer acciones de solidaridad, lo más concreto es que se trata de una acción más de propaganda política. Si fuera un enfrentamiento por la autodeterminación más clásico, no tan confuso como el de Ucrania, podríamos – aunque no es tan mecánico- mandar algunos reclutas a combatir y tener la experiencia, aunque sea un salto muy grande para las generaciones actuales. También hay que tener consciencia de que a veces la realidad te choca y tenés que despertarte.
Por ahora, lo más real es una actividad de propaganda política. Pero la izquierda en Argentina está creciendo, nuestro partido está creciendo, y, por la representación del mundo desde la izquierda, aunque todavía no haya radicalización, intentamos nutrir el debate desde el punto de vista de la izquierda frente al centro político burgués y la extrema derecha (que es un peligro), así como construir nuestro partido.
– Un compañero que se está acercando, nos contaba que una amiga ucraniana le decía que allá se están organizando bandas fascistas nacionalistas. Y la preocupación que nos trasladaba era que uno dice desde la corriente internacional: “autodeterminación de los pueblos” pero si hay bandas fascistas, dos bandos imperialistas, ¿cómo plantearlo? necesitás incluir matices.
Bueno, nuestro planteo tiene matices, justamente por eso tiene matices. Hay discusión entre los compañeros de la corriente porque, cada uno tiene una presión nacional distinta y todavía no pudimos hacer una reunión. Nuestro planteo tiene matices porque, si bien defendemos el derecho a la autodeterminación, lo hacemos a sabiendas de todo esto. Hay grupos fascistas, pero no estamos en Ucrania para saber cómo es la composición química exacta en la resistencia, qué peso tienen en la resistencia los grupos fascistoides. Hay una mujer que hizo toda una explicación a la izquierda occidental por las redes y con un texto que hicimos circular, donde ella explica aún con todas las contradicciones, por qué se suma a la resistencia. Porque también hay una exageración donde se cree que todo el mundo es fascista allá y, eso no es así, está exagerado.
¿Cómo es exactamente? No sé, mentiría, porque no estamos en Ucrania. Tenemos un contacto, un conocido del SITRAREPA, un repartidor ucraniano del que llegó un audio, pero habría que escucharlo un poco. Va a haber que viajar, hay que ser responsables. Pero, si vos me decís que toda la resistencia ucraniana es fascista, estás mintiendo. Tampoco es toda de izquierda.
Ucrania convive con el derrumbe de la alternativa socialista todavía. Por eso hay matices y nos preguntamos, por ejemplo, ¿en qué medida puede ser que se transforme la resistencia ucraniana en brazo ejecutor del imperialismo? Es un problema eso, porque le están mandando armas de todas partes el imperialismo. ¿Hasta qué punto esa resistencia es progresiva y expresa un sentimiento genuino de autodeterminación y, hasta qué punto se transforma en una herramienta directamente imperialista? Bueno, Lenin discutía con Rosa eso, por un lado, y con Kautsky, por el otro. Porque Rosa Luxemburgo tenía un criterio obrerista, no veía el derecho a la autodeterminación de los pueblos, le parecía que todos los derechos de las nacionalidades dividían a la clase obrera. Lenin decía otra cosa más profunda y materialista de la realidad, “tenemos que permitir que los problemas nacionales se satisfagan para unir a la clase obrera”. “Permitir la autodeterminación primero, para lograr la unidad genuina después, porque si no vas a convivir todo el tiempo con una unidad forzada”.

Ahora, la resistencia ucraniana: ¿en qué medida empieza a ser brazo directo del imperialismo occidental? ¿qué día empieza a serlo? bueno, por eso la posición es cuidadosa. Por eso decimos que no vamos a marchar a la embajada de Rusia solamente. Hay que tener ciertos cuidados porque ese mosaico es Ucrania, al igual que Polonia, la Alemania unificada, Francia – aunque de una manera menos trágica – Rusia misma, son hijas de acontecimientos como las guerras, revoluciones y contrarrevoluciones del siglo XX.
Hay una cosa que dice el historiador Enzo Traverso, que es muy buena: «la consciencia en la ex URSS, o mejor dicho, Rusia, en Ucrania y todos los países del Este, es una conciencia dividida». No tiene cómo integrar lo que fueron conquistas de la revolución – que luego fueron vaciadas y deformadas por el estalinismo, pero hasta cierto punto subsistieron – y la guerra antifascista, que fue progresiva – su conducción estalinista fue nefasta, pero guerras como la guerra contra el nazismo desde Rusia tuvieron un carácter popular progresivo más allá de los desastres causados por el Ejército Rojo burocratizado. Con los desastres y la memoria del estalinismo, la memoria de las hambrunas, del holodomor, con los fachos ucranianos, etc. Es difícil integrar todas esas cosas.

Por ejemplo, Stepan Bandera era un genocida de ultraderecha que fue reconocido como héroe nacional en Ucrania siendo un aliado directo de los nazis. Llegó incluso en agosto- septiembre de 1941 a participar de la Masacre de Babi Yar. Porque la historia, lamentablemente, es así, es revolución y contrarrevolución. Ahí se fusilaron 30 mil personas de origen judío en una noche. Entonces, todo eso es Ucrania. También es real que la región del Donbass, en Lugansk y Donetsk es una región históricamente con gran peso obrero, y también es real que están las bandas fascistas de Putin. Porque Putin no es de izquierda, no es soviético, no es socialista. Es capitalista y tiene bandas fascistas. Hay bandas fascistas de los dos lados. Aparentemente el Donbass está copado por las bandas fascistas de Putin, entonces es complejo. Este panorama es la herencia de la complejidad del siglo XX. Ese tipo de complejidad no lo tenemos acá en Latinoamérica, tenemos otras complejidades, pero no esas.
Pregunta:- Hoy nombraste en la charla el rol de los medios de comunicación, cómo se produce el tratamiento del tema vía redes, donde dicen “Putin es el malo”. Teniendo en cuenta también lo lejos que nos queda la guerra, como ocurrió con la pandemia que parecía lejos y después nos alcanzó. Y, acá en Argentina hay un sector de los medios progres que nos dicen que el desarrollo de la guerra en Ucrania nos podría favorecer en algún sentido con el acuerdo con el FMI. ¿Qué opinas?
-Son dos preguntas en una. Sobre la primera pregunta: es más contradictorio todo. Obviamente que hay campañas de información y de desinformación. Hay un artículo bueno de Thomas L. Friedman, editorialista del New York Times, que está hablando de la radical novedad de la guerra. Estamos viendo una guerra por las redes sociales transmitida en directo, es lógico que la van a transmitir de una manera determinada. En la Segunda Guerra Mundial la gente la escuchaba por radio. Acá hay una guerra, con lo regresivo del monopolio de los medios de comunicación y lo progresivo que también tienen, dialécticamente, las redes sociales. Todo el trato de la información es complejo, siempre hace falta un receptor crítico compañeros. No te van a dar la información desde una perspectiva socialista y revolucionaria. Siempre van a estar los operativos de los medios de comunicación, como el inmenso operativo de que ‘Putin es un monstruo’ -que lo es- y de que ‘Biden es un señor inglés’.

Al mismo tiempo, las marchas contra Putin en Rusia son progresivas. Estaba aplastado el pueblo en Rusia, nadie esperaba que ocurrieran movilizaciones así. Y vemos todo en vivo y en directo. Sea el momento histórico que sea, el receptor tiene que ser crítico. Es la definición de ideología de Marx en “La ideología alemana”, donde decía que «las ideas de la sociedad son las ideas de la clase dominante».
Pero, ojo, porque las ideas de la clase dominante no son las únicas que están en la cabeza de la gente. Gramsci transmitía una idea muy rica, decía que “en la consciencia trabajadora, popular, juvenil también, hay ideas falsas y verdaderas”. La conciencia obrera, para tomar un ejemplo clásico, es una mezcla de elementos de consciencia falsa y verdadera. Eso es contra la idea de aparatos ideológicos del Estado de Althusser y toda la idea de que las masas trabajadoras son como una caja boba que los llevan a donde quieren, no es así. Porque uno escucha lo que le dicen y hace su propia experiencia. La consciencia es una suerte de ensalada rusa, es mucho más rico entenderla como una mezcla informe de cosas falsas y verdaderas, no solo cosas falsas. Lógico, los medios capitalistas van a meter todo lo falso y uno tiene que contrapesarlo con todo lo verdadero, críticamente.

Esa idea es importante para conectarla con otra, con la idea de autoemancipación de los trabajadores, que es profunda y filosófica. Y esto no es sin partido, sin lucha, sin organismos, pero para el marxismo la idea es que la emancipación es una autoemancipación. Sos protagonista de tu liberación, es una idea muy profunda. No es que alguien te emancipa y ese es el balance del siglo XX. Si otro viene y dice “yo te emancipo, vos tranquilo”, como el rol de las burocracias, no funciona eso.
El punto de vista del marxismo clásico de la izquierda revolucionaria, de Marx y Engels, pero también de Lenin, de Trotsky, de Rosa, es este concepto que es tan profundo y nadie entiende en la izquierda. Todo el trotskismo argentino, el PO, el PTS, tiene un sesgo estalinófilo. No entienden el concepto de autoemancipación, de automovimiento que está muy vinculado a la dialéctica. Las cosas tienen automovimiento, es decir, un movimiento que no es mecánico ni externo, es orgánico, interno. Ahora, interno respecto a la clase quiere decir, con lucha de tendencias, con partidos, con revolución, con organismos de poder, etc. No es como decía John Holloway “cambiar el mundo sin tomar el poder”, eso es imposible. Para cambiar el mundo hay que tomar el poder. Pero la clase obrera tiene automovimiento, no se trata con una hoja en blanco donde los revolucionarios desde afuera escriben el guión, hay una interrelación con la clase. Esa es la primera parte.
Después, el acuerdo con el FMI es un lío bárbaro, es otro problema con la izquierda, porque muchas corrientes no quieren movilizar. Se amparan en el hecho de que Cristina -el kirchnerismo- no moviliza y, obvio, hay que evocar el frente único. Lenin y Trotsky dicen que el frente único es llevar a los reformistas a las patadas para que se movilicen, no es que los llamamos y nos sentamos a esperar. Ahora, hay crisis. El Senado es un lío bárbaro, no están los votos para aprobar el acuerdo. ¿Esto quiere decir que van a llamar a movilizar? no. Lo quieren resolver de manera burguesa los K. La burocracia no convoca a la movilización porque tienen miedo que los desborden, porque hay crisis. Cristina sí está especulando con que se pueda replantear el acuerdo ahora que está la guerra en Ucrania, pero avisémosle que por el momento a Putin le está yendo mal en la guerra, está en una encrucijada. Obvio, esto cambia todo el tiempo, no quita que se vea mal. Como hay crisis, los K ven una oportunidad para patear el tablero, aunque Cristina fue pícara y salió con declaraciones contra Putin. Dijo: “nosotros en 2014 votamos por la independencia de Ucrania”. “No es como dice Juntos por el Cambio, que estamos a favor de Putin”. Aunque en su composición del mundo hay un imperialismo bueno y un imperialismo malo. El imperialismo malo es EE.UU para ellos.
Pero Bolsonaro es amigo de Putin y Trump también. Este último aprovecha – aunque la burguesía yanki no lo siga – y alimenta el relato de ultraderecha frente a Biden, que tiene un discurso más bien democrático-burgués. Lo de la guerra puede jugar un papel. En Argentina estamos viviendo una doble situación de crisis. Por un lado, producto de la situación internacional de crisis, no mirar al mundo sería de nacionalistas descerebrados, y a la vez hay una crisis particular nacional. Alberto Fernández abre las sesiones parlamentarias y no tiene -por ahora – el acuerdo con el FMI, eso es un elemento de crisis. Después puede ser que lo cierre, sobre todo si no hay lucha de clases. No se mueve una mosca todavía en Argentina, ojo. Es el lío que tenemos en el mundo también, hay bajo nivel de lucha de clases. Eso beneficia a los líderes burgueses, porque hacen todo tipo de canalladas y al final van a las elecciones con todo contenido, controlado. Todavía no hay nadie que entienda lo de la deuda, entonces es un lío, que es un elemento que juega a su favor. Pero el hecho de no tener cerrado el acuerdo y su pelea con Juntos por el Cambio, más la pelea interna, les hace crisis.
Pregunta:- ¿Es una cuestión de principios del marxismo revolucionario defender la autodeterminación de Ucrania, aún sabiendo que existen esos matices en el movimiento ucraniano, habiendo grupos facistas, etc?
-Es de principios, si. Lo que no quiere decir que sea acrítico, son dos cosas distintas. Es como en la caída del muro ¿era de principios defender las movilizaciones contra el muro? Sí, lo era, porque el muro era una separación de las fronteras, de la libertad de las personas, de las familias, que no beneficiaba en nada a la causa del socialismo. Ahora, cayó el muro y fue todo para la derecha porque por la izquierda no había ninguna alternativa. Acá tenes un peligro similar. El problema de la autodeterminación es de principios, porque hay una opresión. Pero, al mismo tiempo que es una defensa incondicional, no es sin lucha política.
La pelea política es para que la lucha por la independencia de Ucrania se procese a través de algún ámbito democrático de decisión. En caso de que fuera neutral de la OTAN, eso sería progresivo. En ese caso, pelearíamos a brazo partido por la decisión de ser autónomos, sin entrar a la OTAN. En las condiciones concretas de Ucrania hoy, se puede decir que queremos una Ucrania socialista y obrera independiente, sí, pero no podemos decir que solo la defendemos si es obrera y socialista, ahí estaríamos condicionando nuestro apoyo, no sería un apoyo incondicional. Pero se trata de apoyarla, luchando en contra de que haya una deriva fascista o de ida con la OTAN.

Decimos que nuestro apoyo es incondicional porque hay opresión y desde ese punto nos plantamos frente a lo macro. Ahora, en el próximo renglón rechazamos a la OTAN y decimos que queremos una Ucrania socialista. Pero se formula de manera tal que no digas: “Ucrania socialista o nada”, porque no se trata de condicionar ese apoyo en caso de que el proceso no llegue al socialismo como queremos.
Como la perspectiva del socialismo aún es difícil, al menos declaramos nuestra intención de pelear por una Ucrania independiente, porque tomamos la precaución de ver hasta dónde es independiente y no brazo ejecutor del imperialismo. Ahí hay un debate con Rosa Luxemburgo, cuando dice que en la época imperialista toda lucha nacional es siempre una lucha entre potencias. Lenin dice que no, que eso es falso. Antes de la guerra imperialista, entre 1900 y 1914 la lucha por la autodeterminación nacional no era una lucha directamente interimperialista e incluso después de la Primera Guerra Mundial hubo un montón de guerras nacionales que no eran interimperialistas. Debatía también con Kautsky que decía que Alemania tiene derecho a defenderse por su lado, que Rusia se defienda por su lado, como si fueran luchas por su derecho nacional cuando en realidad hablamos de dos potencias imperialistas. Una estafa, eso es guerrerismo de las potencias imperialistas.
Por eso están bien las preguntas, porque hay que tener cuidados, y tenemos esos cuidados. Incluso en las luchas tras la caída de la ex URSS, la lucha de Bosnia y Hersegovina, Kosovo, por el derecho de autodeterminación frente a Serbia, ex Yugoslavia. Pero en los ´90, Rusia estaba mal, aunque EE.UU un poco intervino, no había ningún factor de guerra interimperialista ahí. Era más fácil la posición de defender Kosovo el derecho a su autodeterminación. Acá hay complejidad, lo que no quiere decir que no veamos que hay un elemento de opresión nacional y sino no podríamos sensibilizarnos con la pelea contra la invasión. No podemos solo excusarnos con que está la extrema derecha, porque entonces no podés solidarizarte ni un poquito. Nuestro programa propone una pelea contra la invasión que sea independiente.
Lo primero acá es entender, como decía Marx, que nada de lo humano nos es ajeno. Hay un zarpazo de opresión y hay un montón de ucranianos y rusos que tienen un sentimiento progresivo, son muchos más que los fachos, compañeros. Por eso tiene un lío bárbaro Putin. Las marchas contra la invasión en Moscú son progresivas y no trabajan para la OTAN. Sin embargo, existe el peligro de que caigan en manos de la OTAN, sí. Si pensamos en un programa de transición, estaríamos por la neutralidad de Ucrania. Que paradójicamente es lo que pide Putin, pero lo hace invadiendo el país, un poco raro ese pedido de neutralidad. Entonces, en ese tipo de circunstancias hay que ser muy finos respecto a la política. Humildemente, en general tratamos de serlo. Hay que tener esa delicadeza para ser revolucionario.
El tema de hoy fue la guerra y el abordaje de las guerras tiene esa complejidad. Además de que nos saca de lo cotidiano y nos instala en un contexto más universal, más rico, más diverso. Bueno, independientemente del carácter de vanguardia, de propaganda de nuestras corrientes, se muestra la importancia de tener una corriente internacional revolucionaria que nos lleguen mensajes de los compañeros. Por ejemplo, de París, que nos dan una perspectiva o visión más internacional de los asuntos. Una mirada universal en el sentido de que no es de miras estrechas. La mirada del socialismo revolucionario debe ser ancha de miras.