Brasil: una situación política adversa que combina peligros y posibilidades

Ante un escenario de incertidumbres, inquietudes y cables expuestos arriba y abajo, quien controla la situación política del comienzo del año es el Centrão.

“(…) [Los reformistas] pierden de vista el hecho de que estamos en un período de reversibilidad dialéctica: una serie de acontecimientos que se inclinan demasiado hacia un lado pueden saltar abruptamente al otro, pasando de la extrema derecha a la extrema izquierda”.[1](Sáenz, Roberto)

Artículo de Esquerda Web Brasil

Comencemos con un acontecimiento político importante de principios de este año: el cambio de presidencias de la Cámara Federal y del Senado, un cambio que es meramente formal, ya que la orientación política (el contenido asignado a las presidencias de las cámaras) sigue siendo la misma. Arthur Lira (PP-AL) deja la Presidencia de la Cámara a Hugo Motta (RP-PB), quien ya habló abiertamente sobre la posibilidad de amnistía para los golpistas, y Rodrigo Pacheco (PSD-MG) se la entrega a Davi Alcolumbre (UB-AP), cambiando seis por media docena. Con votaciones históricas desde la redemocratización, Motta y Alcolumbre fueron elegidos con casi total apoyo político de sus países de origen: desde el PL de Bolsonaro hasta el PT de Lula.

Aunque se trata de un grupo poco cohesionado en relación a una identidad político-programática, de carácter sobre todo fisiológico [Nota de la traducción: término usado en portugués para describir una forma de acción política determinada por el intercambio de favores o beneficios, una forma de corrupción] –pero también extremadamente reaccionario– y sin liderazgo ni inserción orgánica con bases sociales, en la superestructura el Centrão es quien tira del carro. Con guiños tanto al lulismo como al bolsonarismo, este es el campo político que parece apropiarse cada vez más del tablero institucional. Hay poca o ninguna dificultad para mover sus piezas. Vamos a ver.

En los últimos años, este sector, que en última instancia define toda la agenda y aprobación del legislativo nacional, ha ganado un peso sin precedentes, lo que plantea nuestra primera pregunta: ¿hay un cambio en el sistema político brasileño? Formalmente, obviamente no, pero en la práctica (objetivamente), al conseguir hacer de buena parte del Estado su propiedad privada, nos parece que la primera e importante definición es que hoy estamos mucho más cerca de un semipresidencialismo reaccionario de hecho que del presidencialismo formalizado en nuestra Asamblea Constituyente, aunque haya tomado la forma de una coalición después de la dictadura (la forma causal del salto cualitativo que hoy expresa nuestra definición de cambio en el sistema político brasileño).

En 2015, las enmiendas parlamentarias individuales (aquellas fuera de los gastos obligatorios), impuestas por los diputados y senadores al Presupuesto de la Unión, comenzaron a pagarse de manera obligatoria. En 2019 se crearon las enmiendas del ponente del presupuesto, el llamado presupuesto secreto. Ambos mecanismos abrieron la puerta al control de una parte importante del dinero del país por parte de ese campo parasitario que fue fortalecido tanto por todos los gobiernos del PT como por los de derecha y su ala extrema, particularmente por el bolsonarismo. Aunque el lulismo y el bolsonarismo son hoy polos opuestos del movimiento de masas, en una polarización asimétrica en la que la extrema derecha es el campo de mayor dinamismo político (que moviliza a las masas en las calles, toma iniciativas políticas, dejando al lulismo como campo reactivo), el Centrão es, sin embargo, la expresión más directa de la clase dominante brasileña, su interlocutor político, el campo que mejor media sus intereses con todas las instituciones del Estado burgués.

Para darnos una idea de la apropiación privada de gran parte del Estado por parte del Centrão, hoy, de todo el presupuesto libre de la Unión, aproximadamente el 20% queda en el Congreso. Se trata de recursos que no pasan por ningún tipo de control ni transparencia y por ello, no en vano, se les bautizó como “enmiendas secretas”. Siendo, entonces, su apropiación privada, la utilización de tales recursos contempla esa misma naturaleza y ha hecho del Centrão en la última década, debido a la falta de movilización en las calles como producto de la desarticulación consciente de las movilizaciones por el lulismo, un campo sin oposición política social y que hoy gobierna el 62% de los municipios nacionales.

Actualmente, el choque con este campo – así como con el bolsonarismo – ocurre desde arriba, exclusivamente con el poder judicial (otra parte de la burocracia estatal y representante de la porción de la burguesía que busca la normalización del régimen) que de manera amistosa “exige” alguna transparencia, pero que de ninguna manera pretende desmontar esa apropiación privada del Estado por parte de ese campo fisiológico y reaccionario. En otras palabras, aquí es necesario apuntar otra definición importante: en relación al Centrão, el poder mediador, como en el caso de la extrema derecha que veremos más adelante, su “contrapunto”, se limita a sólo otro brazo del Estado burgués, en el que el sujeto capaz de imponer frenos y derrotas categóricas en ese campo parasitario – los trabajadores y oprimidos – es descartado por el lulismo para no tener que enfrentar a la clase dominante del país. Sin embargo, creemos que es importante una definición más: a pesar de su identidad vinculada al fisiologimo, podemos decir que hoy el Centrão no se satisface con esa posición, quiere cada vez más ejercer el poder y, de hecho, viene logrando una importante y reaccionaria transferencia del poder ejecutivo a su dominio. Pero, por ahora, se enfrenta a la dificultad de establecer un polo político orgánico, un programa y una figura nacional que pueda realmente constituir un tercer polo alternativo tanto al lulismo como al bolsonarismo.

El fortalecimiento del Centrão – grupo de partidos de derecha que se formó durante la formulación de nuestra Constitución para bloquear avances democratizadores en un contexto marcado por el fin de la dictadura y el ascenso del movimiento de masas – expresión particular de nuestra cartografía política en comparación con otros países, no puede ser considerado un rayo de luz ni un obstáculo para el éxito del actual gobierno Lula-Alckmin. Por el contrario, como se ha dicho antes, no es más que una consecuencia de la adaptación del orden por parte de la izquierda al “juego” institucional. Al tomarlo como un hecho consumado, como actor intermediario de la realpolitik, el lulismo no sólo se involucró en ese juego, sino que también impulsó políticamente al Centrão en todas sus dimensiones. Lula y el PT no son rehenes de nada más que de sus propias políticas y traiciones sistemáticas a los trabajadores y los oprimidos.

La hipertrofia sin precedentes del Centrão y su crecimiento, que lo hace capaz de apropiarse de forma casi monopolística de la maquinaria “pública” de forma privada, florece a partir de la siembra de la izquierda del orden, punto. Las quejas del lulaismo y de las fuerzas que capitularon ante ese campo, como el PSOL, de que estamos ante el “peor congreso de la historia”, y por tanto no podemos avanzar políticamente, son exclusivamente llanto cínico, nada más que eso. Permanecen de rodillas ante la institucionalidad pura y simple y no pueden mirar por otra ventana que no sea el interior de las instituciones del orden burgués y sus actores; todo lo exterior es descartado en nombre de una defensa abstracta de la democracia y la “gobernabilidad”. Por eso, en un escenario de múltiples crisis (económica, social, política, ambiental, etc.), no pueden hacer lo más mínimo ante el avance del reaccionarismo de Bolsonaro y de la derecha organizada en torno al Centrão.

Un gobierno frágil frente a la burguesía y la extrema derecha, pero agresivo frente a los trabajadores

Por primera vez en el gobierno Lula-Alckmin, una coalición burguesa que intenta normalizar el régimen (cada vez más alejada de su objetivo), su evaluación negativa supera a la positiva.[2]. Si en 2023, al inicio del mandato, el gobierno tenía un 40% de evaluación positiva contra un 20% de evaluación negativa, hoy la situación es al revés: para el 37% de los entrevistados, la gestión de Lula es negativa, mientras que el 31% la ve como positiva, “una caída histórica”, según una de las principales figuras políticas del PT, José Dirceu.

Otro dato llama la atención y sigue la misma tendencia. También a principios de 2023, cuando se les preguntó sobre el trabajo específico que estaba realizando Lula, el 56% dijo que lo aprobaba, mientras que el 28% lo desaprobaba. Hoy la desaprobación llega al 49% y la aprobación al 47%.[3]. Pero lo más llamativo de estos datos son los sectores que hacen que la inversión ocurra: a) la evaluación positiva del gobierno cayó un 7% (del 67% al 60%) en la región Nordeste, bastión electoral de Lula que determinó su victoria frente a Bolsonaro en 2022; b) El 47% de las mujeres hoy desaprueba al gobierno, un aumento del 3% en comparación con julio de 2024; c) una caída del 8% en la aprobación entre el estrato social más pobre, aquellos que ganan hasta dos salarios mínimos.

Antes que nada, metodológicamente es necesario señalar lo obvio para evitar cualquier análisis que escape a la concreción de la realidad y desemboque en subjetivismos derrotistas de corte oportunista, como el caso de Valerio Arcary (dirigente de Resistencia-PSOL): el procesamiento de la experiencia de las masas con este gobierno liberal-social es la única base que se refleja en los datos presentados anteriormente.

Por eso aquí ya aborrecemos cualquier tipo de narrativa elitista de que las masas no entienden de política o cosas por el estilo: “los pobres no saben votar”. Todo lo contrario, es a través de un procesamiento objetivo de la realidad y de quienes la conducen políticamente, es decir, Lula y su gobierno, que las masas expresan sus valoraciones y establecen posiciones (convicciones). Es claro que hasta cierto punto se trata de un proceso al que es imposible escapar de los factores subjetivos (ideológicos) que también inciden en la realidad, una polarización político-ideológica, sin embargo, que no existe en las nubes.

Dicho esto, podemos intentar acercarnos a algunas razones que expliquen la tendencia actual y la delicada situación del gobierno, que por su propia naturaleza –BURGUESA- de clase y política, así como por las presiones objetivas de la realidad internacional y nacional, no podía escapar tarde o temprano.

Los medios burgueses, después de consultar a una serie de analistas políticos, construyen una tesis principal para explicar la caída de la popularidad de Lula y su gobierno: la caída del poder adquisitivo (consumo), especialmente de alimentos, y los impuestos a las importaciones de bienes (bienes de consumo) sumado a la crisis de Pix, lo que refuerza la idea de un problema casi exclusivamente de comunicación gubernamental (lo que rechazamos categóricamente) en contraposición al hecho de que Lula 3 esté imponiendo un programa con medidas muy duras contra los trabajadores. Un programa que invierte sus factores: los elementos liberales se superponen a los sociales, a diferencia de los dos primeros mandatos de Lula, cuando gozaba de condiciones objetivas mucho más favorables en la época para implementar políticas de compensación social.

En nuestra evaluación, no nos parece que el cambio en la valoración de Lula y su gobierno sea meramente un fenómeno circunstancial. Sin embargo, la caída del poder adquisitivo de los sectores más pobres, así como una acción que alterna entre un abstencionismo cobarde como un guiño al Centrão y a la clase dominante e incluso posiciones reaccionarias como el caso del voto en contra del derecho al aborto de menores víctimas de violación, no podía dejar de resultar en la tendencia actual en cuanto a la evaluación del Poder Ejecutivo y su líder.

En otras palabras, los ejemplos citados anteriormente dejan claro que el gobierno y su programa combinan medidas de ataque económico y una “indiferencia” consciente hacia las agendas democráticas. No es exagerado decir que Lula 3 continúa la agenda económica de sus predecesores, Temer y Bolsonaro, aunque de forma camuflada o con una mayor división de la dosis del veneno neoliberal. En un claro fraude electoral, Lula no sólo mantiene todas las contrarreformas de los gobiernos pasados sino que las complementa o actualiza.

Su marco fiscal, por ejemplo, no es más que un nuevo tope de gasto que conducirá a una deshidratación categórica de los servicios públicos esenciales para los explotados y oprimidos. Además, además de esto, el gobierno presentó a finales del año pasado un paquete fiscal verdaderamente maligno y de carácter antiobrero. Los ataques fueron numerosos y violentos, empezando por la restricción del acceso al BPC y el aumento de la burocracia para acceder a la Bolsa Família.

Pero eso no es todo. Para cumplir con las metas fiscales que impone el marco fiscal para garantizar el pago de la deuda pública (proveniente del refinanciamiento de intereses con bancos y empresas privadas), los impactos sobre el salario mínimo serán dramáticos: “La consecuencia de esta nueva fórmula será una caída gradual y creciente del salario mínimo; Por ejemplo, en 2025 el salario mínimo sería R$ 1.515 (R$ 6 menos que el estándar actual) y en 2030 R$ 1.926 (R$ 94 menos). Esta caída del poder adquisitivo de los salarios es muy significativa en un país donde el 70% de los trabajadores gana hasta dos salarios mínimos (¡alrededor de 65 millones de personas!) y, de estos, el 35,63% gana hasta un salario mínimo” (Artavia, Victor, 2024).[4]

La agenda neoliberal del gobierno también incluye privatizaciones con financiamiento directo a través del BNDS (Banco Nacional de Desarrollo). Este tipo de privatizaciones se están produciendo en varios puntos cardinales del país, pero uno de los grandes beneficiados por la transferencia de fondos públicos para privatizar servicios públicos es Tarcísio de Freitas, que recibió más de R$ 1.000 millones para subastar escuelas estatales al sector privado.

Y como guinda de un pastel bastante amargo, no podemos olvidarnos de recordar el monto sin precedentes destinado al agronegocio el año pasado a partir del Plan Safra (un sector cuya producción está vinculada al mercado externo y no al abastecimiento nacional, además de ser el principal responsable de los incendios que tomaron todo el país el año pasado y de la catastrófica crisis ecológica), ¡más de R$ 400 mil millones! Si bien la agricultura da ganancias, la canasta básica alimentaria consume hoy más del 50% del salario mínimo y los más pobres dejan entre 30% y 40% de sus ingresos para comprar alimentos. Y ante eso, tenemos una respuesta escandalosa y extremadamente cínica de Lula: “Si usted va al supermercado (…) y sospecha que un determinado producto es caro, no lo comprará. Mira, si cada uno tiene esa conciencia y no compra lo que le parece caro, quien lo venda tendrá que bajarlo para venderlo, porque si no se echa a perder”.

No hay duda de que Lula trabaja impecablemente para la clase dominante brasileña (es la representación ejecutiva de esa clase), y no como su jefe, como equivocadamente afirman sus compañeros del PSTU. Pero es necesario poner sobre la mesa otro problema: el resultado de la política de este gobierno hacia la extrema derecha.

La primera definición es que utópicamente, para normalizar el régimen democrático burgués y enfrentar al bolsonarismo, el lulismo se apoya única y exclusivamente en la negociación de cargos y en la burocracia judicial como sujeto que debe o no determinar el castigo a Bolsonaro y los golpistas. Una posición condescendiente que, a lo largo del ciclo histórico de amnistía a golpistas, asesinos y torturadores, jugó un papel central en la elección de Bolsonaro y su intento de golpe. Ya sabemos, una vez más, que tal posición prepara un resultado desastroso, porque no es posible castigar a los golpistas y contener a la extrema derecha sin salir a las calles con un programa con medidas anticapitalistas. Un resultado que, con la elección de Trump y la continua ofensiva de la extrema derecha internacional y nacional (recordemos los resultados electorales del año pasado), tendrá graves consecuencias para los de abajo, aunque la última palabra la dé la lucha de clases y no la aritmética parlamentaria basada en cálculos cínicos, cretinos y oportunistas.

Por lo tanto, desde el discurso electoral de “presupuesto pobre”, “los topes de gastos son para quien no tiene planes para el país”, “picanha y cerveza”, “sin amnistía”, en fin, el gobierno liberal-social de Lula-Alckmin, en la forma del frente amplio burgués, hace precisamente lo contrario. En nombre, una vez más, de la defensa demagógica de una democracia abstracta (un discurso que penetra exclusivamente en sectores progresistas de la clase media), entrega todo lo que pide la burguesía y da la espalda a lo que necesitan los trabajadores y los oprimidos. Y así, parece olvidarse que al extender la alfombra roja a los de arriba, como ocurrió en el segundo mandato de Dilma, la extrema derecha (con o sin Bolsonaro) también podría volver a desfilar por ella.

Dadas las tensiones generadas en la situación política, el país podría volver a virar hacia la derecha, especialmente si Bolsonaro y los golpistas no son enviados a la cárcel como un logro independiente del movimiento de masas en las calles, especialmente con la victoria de Trump y la ofensiva en curso. Por lo tanto, el papel del lulismo y sus satélites políticos no hace más que allanar el camino para este giro al optar por no enfrentarse a la clase dominante, sino, por el contrario, servir como su representación política.

El oportunismo derrotista del PSOL

“(…) la tarea de la vanguardia es, ante todo, no dejarse arrastrar por la ola reaccionaria: hay que nadar contra la corriente. Si una relación de poder desfavorable impide mantener una posición victoriosa, al menos hay que mantener las posiciones ideológicas, porque expresan la costosa experiencia adquirida en el pasado. Los tontos considerarán esta política “sectaria”. Esta es actualmente la única manera de prepararnos para una nueva ola inmensa que vendrá con la marea”. (Trotsky, 1936.)

La correlación de fuerzas entre las clases sociales no cambió con la elección de Lula, eso es un hecho. Pero la derrota electoral de la extrema derecha implicaba una situación mucho más favorable para lograr ese cambio. El problema es que la relación entre el parlamento y la calle tampoco se ha revertido, en la que el primero sigue siendo la apuesta exclusiva de sectores otrora combativos como el PSOL y su dirección, haciéndose eco de la desmovilización consciente del lulismo. Este coro se basa en un argumento derrotista (que hay una derrota histórica de la clase trabajadora en el país) para justificar el oportunismo de este partido: “No hay espacio simétrico disponible para un discurso de izquierda antisistémico. Un discurso antisistémico sería oponerse al gobierno de Lula. La “prueba del pudín” es que las organizaciones que radicalizaron su agitación contra Lula son invisibles. Este espacio no existe, porque la relación social de fuerzas se ha invertido. Estamos en una situación ultra defensiva en la que la confianza de los trabajadores en sus organizaciones y en su propia capacidad de lucha es muy baja. “Las expectativas se han derrumbado” (Arcary, 2024)[5].

En vista de lo anterior, es necesario destacar el papel traidor desempeñado por el PSOL, partido de base y miembro de Lula 3. Por un lado, su dirección mayoritaria, encabezada por Boulos, Erika Hilton, Ivan Valente, Pastor Henrique Vieira y corrientes que salieron del campo del marxismo revolucionario, como Resistência e Insurgência (las primeras nunca estuvieron), que, para capitular ante el amplio frente burgués de Lula-Alckmin, utilizan sistemáticamente las mencionadas elaboraciones derrotistas y, por tanto, unilaterales sobre una situación muy difícil en la que descartan cualquier perspectiva de buscar apoyo de los sectores más dinámicos e históricos que demuestran grandes reservas de movilización para enfrentar a la extrema derecha y las dificultades actuales.

Es decir, dada nuestra caracterización de una nueva etapa del capitalismo, en la que todos los elementos que condicionan el desarrollo histórico se acentúan en dramáticas contradicciones, etapa que reimpulsa la época de las guerras, las crisis, la colonización, la barbarie, pero también las revoluciones, estos sectores se apoyan única y exclusivamente en los elementos reaccionarios de la realidad y, así, concluyen, desestimando la ciencia y el arte del marxismo revolucionario, que no hay nada que se pueda hacer más que consolidar filas con el lulismo y su burocracia arriba y abajo. Dicen que es un cargo necesario en las actuales circunstancias: “sería un error pasar a la oposición al Gobierno. Una posición de oposición impondría una crítica inflexible, lo cual sería imperdonable. No hay posibilidad de que la izquierda “supere” al gobierno de Lula. “En oposición al gobierno, la extrema derecha ocupa todo el espacio político” (Arcary, 2024)[6]. Por lo tanto, lo que realmente explica la degeneración política de estas corrientes es la capitulación ante el reformismo y la ruptura con los principios innegociables del axioma del movimiento obrero frente a las presiones objetivas de la realidad. Un proceso que culmina en la desorientación política y termina en la desmoralización. Fueron arrasados por la adaptación al régimen cuando perdieron de vista la dialéctica de la lucha de clases.

Por otro lado, tenemos corrientes minoritarias dentro de este partido: el caso del MES. Una corriente que históricamente tiene su política marcada por un zigzag de posiciones y que hoy dice defender un PSOL “independiente” y “anticapitalista”. Lo cierto es que esta corriente es una de las principales razones del giro oportunista del PSOL. Bajo la justificación de elegir parlamentarios, por temor a que el PSOL solo no lograra superar la cláusula barrera para tener acceso a recursos de los fondos electorales, fue a la derecha de las citadas corrientes en la votación en la que se definió una federación partidaria con Rede, un partido burgués. Ellos afirmaron cínicamente en esa oportunidad que: “(…) sostenemos que es un paso adelante que se haya formado la Federación con Rede (…) [porque] estar en la federación liderada por el PT sería un paso adelante en la integración del PSOL al proyecto petista de ‘reanimar la Nueva República’, colocaría a esa federación como parte integrante del posible gobierno Lula-Alckmin, y al PSOL como participante de un gobierno de carácter burgués. Éste es el punto positivo de la federación con la Red”.[7]

Bueno, hoy el PSOL no sólo está federado con un partido burgués, Rede, sino que también es la base y parte del gobierno liberal BURGUES de Lula-Alckmin. Pero lo que más nos sorprende son los argumentos que nunca se basan en ninguna perspectiva estratégica de la lucha de clases, se limitan exclusivamente a los cálculos electorales de intereses oportunistas.

También en 2022, asumieron la misma posición del sector mayoritario en las elecciones al apoyar la candidatura de Lula de manera acrítica y oportunista. Además, establecieron unidad política directamente con el PT para la carrera por la alcaldía de Porto Alegre el año pasado, lo que contradice el pasaje citado anteriormente sobre esta organización. Lo cierto es que intentan pintarse de rojo, pero no son más que una expresión complementaria del oportunismo de los sectores mayoritarios. De lo contrario, ya habrían roto con el partido. Pero, al parecer, el peso del aparato (su adaptación parlamentaria) siempre prevalece en la ecuación política de esta organización táctica y oportunista.

Por eso, el PSOL, en su conjunto, no asume las responsabilidades que nos corresponden a nosotros, a nuestra generación que enfrenta una época de extremos (de lo extraordinario) y al desperdiciar todo su capital político, empuja a su base y a la juventud no sólo a la capitulación (deshonestamente forjada) ante los peligros y posibilidades de la lucha de clases, sino a la desmoralización. ¡Y no hay nada más dañino para la lucha de los marxistas revolucionarios que la desmoralización!

Los desafíos para la izquierda socialista independiente y la posibilidad de un cambio radical

Pasemos ahora a las bases sociales. Para empezar, es importante resaltar que los procesos de lucha de clases en nuestro país son lentos debido a una serie de factores que combinan la dimensión continental de nuestro territorio así como una serie de elementos históricos y políticos que no desarrollaremos aquí. Pero, contradictoriamente, también por sus dimensiones geográficas, sociales y económicas, es un país en el que si la lucha de clases estalla, ésta tiende a adquirir dimensiones históricas y relevancia internacional: puede conducir y desencadenar procesos de subversión más allá de nuestras fronteras.[8]

Si a finales del año pasado asistimos a un fuerte fortalecimiento del Centrão y a una peligrosa recuperación de la extrema derecha tras las elecciones municipales como un fracaso directo de la estrategia de conciliación de clases, también pudimos ver una contratendencia expresada en la generalización del debate y de importantes luchas por el fin de la jornada de trabajo 6×1, hecho que empujó momentáneamente a la extrema derecha a la defensiva. O la lucha constante de las mujeres que encarnó una victoria importante, aunque parcial, contra el proyecto de ley contra la violación.

A esto se suma la acusación de Bolsonaro y otras 36 personas por el intento de golpe de Estado y la detención de Braga Netto, exministro y candidato a vicepresidente de Bolsonaro, así como de otros tres militares y un policía federal por la operación “Contragolpe”. Y, aparentemente, la PGR de hecho aceptará la denuncia contra Bolsonaro en el próximo período, hecho que coloca responsabilidades históricas a la izquierda socialista en el consecuente enfrentamiento con la extrema derecha en el país.

Hoy, mientras escribimos este documento, estamos asistiendo a una verdadera lección de cómo el movimiento indígena, en unidad con los habitantes ribereños, es capaz de plantear demandas y, al mismo tiempo, demostrar voluntad de lucha. La lucha contra un proyecto de ley que imponía sumariamente la enseñanza a distancia a pueblos indígenas y comunidades ribereñas, negando su derecho a la educación, fue derrotada (¡una victoria con V mayúscula!) después de una ocupación de más de 20 días de la Secretaría de Educación, un bloqueo de la BR-163 y una huelga de profesores. Pero el PSOL se niega a sacar lecciones de procesos como éste. Por el contrario, la ministra Sônia Guajajara (PSOL) hizo una declaración pública encubriendo la situación en un intento de conciliar con el gobierno reaccionario de Helder Barbalho (MDB).

En otras palabras, la realidad siempre es más rica de lo que parece a primera vista, tiene más desviaciones y nos ofrece más alternativas de las que pensamos en una primera observación. Y para valorar esto es necesario trascender la superficie de las cosas y llegar al corazón de la cuestión, teniendo en cuenta las contradicciones que toda realidad tiene siempre y encontrando en ellas los fundamentos de la acción. Y aquí viene el problema de las orientaciones políticas.

Si por un lado ya hemos presentado el papel jugado por la izquierda del orden, por otro tenemos a la izquierda socialista independiente que, además de su pequeño tamaño (incluida nuestra propia organización), si no hace sonar la alarma y supera, sobre todo, su política sectaria y economicista, renunciará a intervenir con mayor relevancia en la lucha de clases y sus desarrollos. ¿Y qué significa superar el sectarismo y el economicismo? En primer lugar, romper con el aislamiento autoproclamado rescatando tácticas de la tradición del marxismo revolucionario que organizaciones como el PSTU y el MRT (veremos cómo se desarrolla el PCBR) se han negado a utilizar durante mucho tiempo como unidad de acción, incluso con sectores gubernamentales. En segundo lugar, superar un desarrollo político guiado exclusivamente por ejes económico/sindicales, dejando de lado causas democráticas como, por ejemplo, vincular la lucha para acabar con la escala 6×1 con la lucha por la prisión de Bolsonaro y todos los golpistas.

Hay una serie de tareas planteadas a nuestra generación, a aquellos que no hemos abandonado la bandera del marxismo revolucionario, es decir, la dialéctica de la reversibilidad de las relaciones de fuerzas sociales, principalmente porque no estamos ante ninguna derrota histórica. Y hoy, la más importante de ellas, sin fragmentar nuestras consignas (nuestras reivindicaciones), pasa por lograr un castigo categórico al golpe de Bolsonaro en las calles. Si la dirección de la burocracia de Lula, seguida por el PSOL, impide y aborta la vanguardia de las masas de movilizar su base social de trabajadores para no chocar con la burguesía, nosotros de la izquierda independiente debemos sistematizar demandas a los sindicatos, movimientos sociales y organizaciones estudiantiles para la construcción de un plan nacional de lucha, bajo la más amplia unidad de acción en las calles, para arrestar a Bolsonaro, a todos los golpistas y expropiar a sus financiadores: poner fin al ciclo histórico de amnistía a los golpistas que, si no se materializa, tarde o temprano rehabilitará a la extrema derecha en el poder.

Este movimiento, además de nuestras propias iniciativas, corresponde también a una de las batallas más progresistas e importantes de nuestra clase: la lucha por acabar con la jornada laboral de 6×1 sin reducción de salario. El potencial de esta bandera es incuestionable (quizás su dimensión sea aún apenas medible), pero de nuevo, el camino táctico hacia su conquista también es diferente entre nosotros y el reformismo. Sabemos que las iniciativas en el parlamento son insuficientes y, una vez más, la única apuesta del PSOL y del Movimiento IVA (quizás un nuevo tipo de burocracia). Sin embargo, no podemos ser sectarios ante las iniciativas desde arriba, pero si éstas no están guiadas por el objetivo de impulsar la lucha de los trabajadores y los oprimidos a las calles, no llegarán a nada.

No sólo eso, es necesario convencernos de la necesidad de otra táctica fundamental en nuestra tradición: el frente de izquierda. Es imprescindible cristalizar un frente entre organizaciones socialistas revolucionarias, bajo ejes y banderas comunes, para que podamos formar un verdadero bloque de oposición al gobierno Lula-Alckmin así como para enfrentar a la extrema derecha. Un frente que garantiza la autonomía política de cada organización, pero que unifica fuerzas para la acción conjunta y cotidiana en los lugares de trabajo y estudio donde actuamos.

Aquí, como un intento de diálogo con las nuevas generaciones, señalamos una lección fundamental: la realidad siempre ofrece alternativas siempre que sepamos evaluarla adecuadamente, no como un “paquete cerrado”, sino dialécticamente. En otras palabras, ni derrotismo oportunista ni complacencia sectaria bajo la tesis de la inevitabilidad histórica del socialismo. Debemos enfrentar la realidad tal como es, por dura que sea, y apoyarnos en los elementos más dinámicos de la lucha de clases como forma de poner la realidad a nuestro favor, bajo nuestras fuerzas e intereses.

Y así, finalmente, además de los apuntes más tácticos hechos para la actual situación política, nosotros desde la corriente Socialismo o Barbarie entendemos que frente a los desafíos más inmediatos, así como los más históricos, es necesario refundar la izquierda revolucionaria en el país. Es necesario extraer lecciones estratégicas del siglo XX que aún no han sido asimiladas por los líderes políticos, y es por ello que, para contribuir a esta tarea histórica, estamos lanzando el trabajo en el próximo período.“El marxismo y la transición socialista: Estado, poder y burocracia”por Roberto Saenz. Una obra erudita, sobre un debate inevitable, sin dejar de ser militante: una obra forjada a partir de dos décadas de análisis crítico de toda la tradición del marxismo revolucionario y la militancia política internacionalista como parte de la construcción de Nuevo Mas y de la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie que invitamos a todos a estudiar y leer cuando esté disponible.

[1]https://esquerdaweb.com/balanzo-del-ix-congreso-del-nmas-el-partido-revolucionario-y-la-nueva-era-de-los-extremos/

[2]https://www.cnnbrasil.com.br/politica/que-es-la-negativa-del-gobierno-lula-ultrapassa-positiva-pela-1a-vez/

[3]Ídem.

[4]Un paquete de ajuste neoliberal y antiobrero – Esquerda Web Notícias

[5]https://esquerdaonline.com.br/2024/09/09/analisis-de-coyuntura/

[6]https://esquerdaonline.com.br/2024/09/24/lo-que-esta-en-disputa-con-el-gobierno-lula/

[7] https://movimentorevista.com.br/2022/04/psol-aprueba-la-federación-con-la-red-de-lucha-por-la-independencia-del-psol-sigue-em-aberto/

[8]https://esquerdaweb.com/brasil-después-de-bolsonaro-notas-sobre-una-sociología-politica/

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