En la madrugada del 13 de junio, Israel atacó sorpresivamente a Irán con una serie de bombardeos dirigidos contra objetivos militares, altos mandos militares y científicos a cargo del programa nuclear.
Así dio inicio la “Operación León Naciente”, cuyo objetivo inicial es acabar con el arsenal militar y las capacidades nucleares iraníes. No obstante, en los últimos días Netanyahu dio señales de que sus verdaderas intenciones es forzar un cambio de gobierno, es decir, someter por completo a la nación persa, aunque eso implique realizar una (¡otra!) masacre humana.
Antecedentes inmediatos del conflicto
A lo largo de los últimos años, Irán sufrió varios ataques por parte de Israel y los Estados Unidos. Por ejemplo, en enero de 2020 y durante la administración de Donald Trump, un dron estadounidense asesinó en Bagdad a Qassem Soleimani, uno de los principales generales de la Guardia Revolucionaria. En noviembre de ese mismo año, la Mossad (nombre de la inteligencia sionista) asesinó a Mohsen Fakhrizadeh, quien hasta ese momento era el principal científico a cargo del proyecto nuclear iraní.
Asimismo, en abril del 2021, Irán acusó a Israel de bombardear una planta subterránea de enriquecimiento de uranio ubicada en Natanz, lo cual estuvo cerca de provocar una catástrofe socio-ambiental.
Ante todos esos ataques, el régimen de los ayatolás juró venganza contra los sionistas y los Estados Unidos, pero sus respuestas no pasaron de acciones a pequeña escala y, en la mayoría de las ocasiones, ejecutadas a través de sus “proxys” en la región (principalmente de Hezbollah en Líbano). De hecho, desde que llegó al poder en 1989, el ayatolá Ali Khamenei se enorgullecía de haber alejado los conflictos de las fronteras iraníes.
Pero esto cambió en 2024. El 1 de abril de ese año, Israel bombardeó la embajada de Irán en Damasco, Siria, una provocación abierta para desatar una guerra. Los iraníes, por su parte, respondieron unos días más tarde con un ataque que calificaron como “prudente”, el cual fue coordinado previamente con la administración estadounidense (en ese momento liderada por Joe Biden).
En vista de esto, fue una acción mediáticamente impactante, pero militarmente ineficaz con tal de no provocar una guerra con Israel. Sin embargo, marcó un punto de quiebre en las tensiones entre ambos Estados, pues fue la primera vez que los iraníes realizaron un ataque militar directo contra Israel.
A raíz de esto, los analistas militares comenzaron a hablar de que el ataque sentó un “nuevo paradigma”, pues Irán rompió las suposiciones de Israel sobre el “umbral de riesgo” con que se manejaba hasta entonces. Es decir, se estaría pasando del uso de métodos de disuasión indirectos a una confrontación directa entre ambos Estados.
Visto retrospectivamente, aunque la provocación sionista de 2024 no desató una guerra en ese momento, si fue funcional para el gobierno de Netanyahu y su narrativa belicista, dentro de la cual Irán es presentado como el principal peligro existencial para el Estado sionista.
Los cientos de misiles y drones iraníes que surcaron los cielos de Israel la noche del 13 de abril de 2024, jugaron a favor de esa retórica anti-iraní. Un capital político que Netanyahu supo administrar y utilizar a su favor cuando tuvo la oportunidad.
Un ataque “preventivo” para desatar una guerra
Esto nos lleva hasta la actualidad. El gobierno de Netanyahu lanzó un ataque que tomó por sorpresa a los gobernantes y la cúpula militar iraní. Aunque las insinuaciones de guerra crecían desde el bando sionista, los ayatolás suponían que los ataques comenzarían únicamente si no fructificaban las negociaciones sobre el acuerdo nuclear con los Estados Unidos.
Pero Netanyahu no opera con esta misma lógica. Encabeza un gobierno que se radicalizó en los últimos meses y que pasó de la extrema derecha al fascismo. Por este motivo, inició con la “Operación León Naciente” antes de que empezara la última ronda de negociaciones, programada para el domingo pasado (15). Un raciocinio muy convencional y poco adecuado en medio de una situación internacional marcada por eventos disruptivos y caóticos (favorecidos por el factor Trump).
Así, los sionistas demostraron estar a tono con la lógica del “nuevo mundo” que está surgiendo, donde se están resquebrajando los antiguos consensos y, en consecuencia, los conflictos tienden a dirimirse por la vía de la fuerza.
Para muestra, un botón. Netanyahu declaró que los ataques tenían un carácter “preventivo”, pues su objetivo era impedir que los iraníes se hicieran con la bomba nuclear. En otras palabras, inició una guerra sin que mediara un ataque armado u acción hostil directa en su contra, lo cual faculta el uso de la “legítima defensa” según el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas.
Bajo estos criterios de guerra “preventiva”, el gobierno sionista desató una guerra que combina la sofisticación con la brutalidad. Con esto nos referimos a dos cosas.
Por un lado, empleó sofisticados métodos de contrainteligencia durante meses para infiltrar drones y explosivos en territorio iraní, lso cuales activó el día del ataque para neutralizar las defensas aéreas de la Guardia Revolucionaria y elevar la efectividad de sus ataques. Así, consiguió matar al líder de los Guardianes de la Revolución, al jefe del Estado Mayor del Ejército y a varios de los principales científicos del programa nuclear.
Por otra parte, Netanyahu dio vía libre para el bombardeo de las plantas de enriquecimiento de uranio, una acción criminal que puede desencadenar una catástrofe nuclear con consecuencias inmensurables. Aunado a esto, está bombardeando centros urbanos de Teherán y hasta un canal de televisión, alegando que son emplazamientos utilizados con fines militares por el régimen.
Por si esto no bastara, Netanyahu volvió a amenazar con asesinar al ayatola Khamenei, principal figura política del régimen iraní y está planteando que es posible imponer un cambio de gobierno. Esto indica que está dispuesto a ir hasta el fondo en la guerra y no tiene previsto negociar un cese al fuego con Irán.
Por eso, no es un dato menor que llame a la población de Teherán a evacuar la ciudad. Se especula que Israel posee noventa bombas atómicas y, dada la brutalidad del actual gabinete fascista que gobierna ese país, no se puede descartar que se aventuren a lanzar una bomba sobre Irán. Hace unos años esto podía sonar como una locura, pero tras ver la barbarie que desató el sionismo en Gaza, es una probabilidad a tomar en cuenta.
En suma, los sionistas demuestran que no tienen ninguna precaución a la hora de lanzar sus ataques contra Irán. Un reflejo de lo envalentonado que está la pandilla de fascistas que gobiernan Israel, que, además, cuentan con mayor apoyo para esta guerra, dado que el grueso de la población israelí compró la narrativa de que Irán es el principal peligro existencial del Estado sionista
Por otra parte, no se puede dejar de señalar que Israel continúa con el genocidio del pueblo palestino. Aprovechándose de que la atención mundial está colocada en el conflicto con Irán, las fuerzas de ocupación sionistas están incrementando la violencia en los “centros de distribución de alimentos”, un eufemismo con que los israelitas se refieren a los tres campos de concentración que instauraron en la Franja de Gaza. Este martes (17) asesinaron a 59 palestinos e hirieron a otros doscientos, cuyo “crimen” fue acudir por comida para no morir de hambre.
Irán: una sub-potencia regional e independiente
Irán es una sub-potencia regional que, producto de la revolución de 1979, conquistó su independencia política ante el imperialismo estadounidense, aunque adoptó un régimen autoritario y ultraconservador que no constituye una alternativa emancipatoria para los sectores explotados y oprimidos.
Según un estudio elaborado por el economista iraní Djavad Salehi-Isfahani, después de que los Estados Unidos salieran del acuerdo nuclear y reinstauraran las sanciones, el régimen iraní comenzó a hablar de una “economía de resistencia”, cuyo eje es vincular al país con la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) o los BRICS.
No obstante, los iraníes tienen muchos problemas para comerciar internacionalmente por las restricciones bancarias que les fueron impuestas, además de que no consiguen fomentar una producción y exportaciones diversificadas. El país depende de las exportaciones de petróleo, principalmente hacia China, a cuyo mercado se destina el 90% del hidrocarburo iraní.
Visto lo anterior, Irán combina muchas fortalezas y debilidades. Por un lado, es una potencia energética y tiene una fuerte tradición cultural en la región; también, cuenta con un pasado imperial que alimenta su orgullo nacional y aspiraciones hegemónicas (además, nunca fue colonia formal de ninguna potencia europea). Por otra parte, presenta muchas debilidades estructurales, particularmente en su economía.
Para ilustrar lo anterior, veamos algunas comparaciones entre Irán e Israel. Por ejemplo, el país persa tiene una población de 87 millones de habitantes y posee enormes yacimientos de hidrocarburos, pero su Producto Interno Bruto (PIB) es de 415 billones de dólares, muy por detrás de los 520 billones de Israel, cuya población es de 10 millones de habitantes y cuenta con un territorio setenta y cinco veces más pequeño.
Esta asimetría se extiende al plano militar, donde Israel posee una clara superioridad en cuanto a armamento de alta tecnología (ayudado enormemente por el imperialismo norteamericano). De acuerdo a un reportaje de la BBC, el Estado sionista gastó 19 billones de dólares en defensa en 2022, mientras que Irán invirtió 7,4 billones.
De ahí que no sorprenda el abismo que existe entre sus fuerzas aéreas, siendo que los sionistas poseen 340 aeronaves de combate, como cazas F-15, F-35 (estos pueden escapar del control de radares) y helicópteros de ataque rápido. Por su parte, Irán tiene 320 aeronaves, pero en su mayoría son de los años sesenta, como los F-4, F-5 o F-14 (¡este último fue el que se utilizó para filmar Top Gun en 1986!). Debido a su antigüedad, hay dudas sobre la capacidad de combate de varios de esas aeronaves, pues es difícil conseguir piezas de repuesto.
En el único rubro donde Irán tiene ventaja, es con relación a su programa de misiles y drones, desarrollado desde los años ochenta durante la guerra con Iraq. Pero es una ventaja relativa, dado que Israel tiene alrededor de noventa ojivas nucleares (es una estimativa no oficial, pues los sionistas tienen una política de ambigüedad con respecto a su arsenal nuclear).
Por todo lo anterior, no consideramos que Irán sea una potencia regional, pues tiene muchas debilidades estructurales con respecto a Israel y otros Estados árabes (como Arabia Saudita o Egipto). Desde nuestra perspectiva, es más atinado caracterizarlo como una sub-potencia que todavía es políticamente independiente del imperialismo tradicional, incluso de China que es su principal social comercial en la actualidad, pero no dicta su política externa de ningún modo.
Lo anterior se está confirmando en el campo de batalla, pues cada día que pasa queda clara la superioridad militar del ejército de Israel. Esto no quiere decir que Irán esté indefenso; por el contrario, consiguió sobrepasar la “Cúpula de Hierro” y varios de sus misiles impactaron en territorio israelí.
Pero su capacidad ofensiva y defensiva es mucho menor que la de los sionistas, los cuales cuentan con el respaldo militar de los Estados Unidos y con una industria militar propia bastante avanzada. A todas luces, Israel está a la ofensiva y el régimen de los ayatolás está a la defensiva, inclusive buscando la mediación de países árabes con los Estados Unidos para detener a Netanyahu.
Aunado a su debilidad militar y económica, el régimen iraní está profundamente desgastado. En los últimos años enfrentó protestas muy fuertes, pues hay todo un sector de la población que no soporta las imposiciones retrógradas de los ayatolás. Un ejemplo de esto, fue la rebelión que estalló en setiembre de 2022, producto de la muerte de la joven Mahsa Amini tras ser detenida por la policía de la moral por no cumplir con las normas exigidas por el gobierno.
Con relación al tema nuclear, Irán efectivamente tiene condiciones para hacerse con la bomba atómica. Se estima que en mayo los iraníes contaban con 408,6 kg de uranio enriquecido al 60%, lo que corresponde al 90% del material necesario para construir una bomba.
Además, parece que los bombardeos israelíes no tienen la capacidad para destruir las plantas de enriquecimiento de uranio subterráneas, para lo cual ocuparían de un tipo de misiles que los Estados Unidos, hasta ahora, rehusaron de proporcionarles.
En vista de lo anterior, su programa atómico está herido, pero no neutralizado. Más importante aún, la agresividad del gobierno fascista de Netanyahu está provocando un efecto contrario, pues más sectores del régimen iraní se están decantando por hacerse con a bomba para disuadir futuros ataques de Israel. De acuerdo a Kelsey Davenport, experta de Arms Control Association, los “ataques israelíes hicieron retroceder a Irán a nivel técnico, pero políticamente lo acercan a las armas nucleares”.
Apoyamos críticamente a Irán contra el ataque militar de Israel
Ante la guerra en curso, defendemos críticamente a Irán porque es un Estado políticamente independiente del imperialismo tradicional.
Lo anterior no significa que apoyemos políticamente en lo más mínimo al régimen de los ayatolás, al cual caracterizamos como una repulsiva autocracia teocrática, reaccionaria y burguesa, que es contraria a la emancipación de los sectores explotados y oprimidos. Es más, nos oponemos férreamente al gobierno de Irán y estamos por su derrocamiento revolucionario por las masas, en la perspectiva de refundar el país desde abajo, es decir, a partir de los intereses y reivindicaciones de la clase obrera, la juventud y los sectores populares.
Pero no somos imparciales cuando se trata del enfrentamiento militar entre una nación políticamente independiente con un Estado colonial, racista y genocida como Israel, que, además, cuenta con el apoyo incondicional del imperialismo estadounidense.
La liberación del pueblo iraní del régimen autoritario de los ayatolás no puede venir desde afuera, mucho menos de la mano de un gobierno fascista como el de Israel que, al mismo tiempo que apela por la “liberación” de Irán, no tiene reparo en llevar a cabo un atroz genocidio contra el pueblo palestino.