
Ayer lunes el Presidente Alberto Fernández se reunió con la cúpula de la CGT en la Casa Rosada. Se trató de la primera reunión entre ambas partes desde el mes de mayo. En el encuentro la CGT reivindicó su apoyo al gobierno de Fernández, quien dijo sentirse «agradecido» con los dirigentes sindicales.
También participaron otros representantes del gobierno, como el Ministro de Trabajo Claudio Moroni y el Ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. La reunión se extendió durante casi tres horas.
Durante la misma los dirigentes sindicales ratificaron no sólo su apoyo sino también su «pertenencia» al gobierno. Todo esto a pesar de que durante los últimos dos años creció la pobreza y se desplomó el salario real.
Asimismo, Fernández manifestó que le daba «tranquilidad» tener el apoyo de la central sindical. Además les confirmó un giro de $7.000 millones para las obras sociales, una promesa realizada en mayo pero que todavía el gobierno no había cumplido.
Ambas partes calificaron el encuentro de «fructífero» y «cordial», mientras se desgarraban en elogios entre sí. Lo llamativo (pero para nada sorprendente) fue que la reunión transcurrió como si no habría temas realmente urgentes que discutir respecto a la situación de la clase trabajadora.
En la Argentina de hoy todos deben tener un trabajo. El trabajo dignifica y junto al salario son las poleas de transmisión que garantizan la escala social ascendente.
Una Argentina con mas inversión, mas trabajo y más producción. Allí está la vida que queremos.
— Alberto Fernández (@alferdez) August 31, 2021
Desde la pandemia hasta hoy, debido a la inflación, el salario real viene en picada, tocando mínimos históricos en casi dos décadas. Sin embargo, gobierno y CGT acordaron en abril de este año un Salario Mínimo, Vital y Móvil muy por debajo de la línea de pobreza: apenas $29.000 a partir de septiembre.
Además, el otro dato significativo del mundo del trabajo a la salida de la pandemia es el aumento de modalidades de trabajo más precarias y ataques contra los derechos laborales por parte del empresariado, que les sería imposible de aplicar sin la complicidad de los propios sindicalistas traidores y el Ministerio de Trabajo.
El gobierno y la burocracia cegetista comparten su discurso de que lo importante es que haya «más producción» y «más trabajo». Pero esas palabras son una cáscara vacía cuando todos se cuidan especialmente de no decir ni una palabra del salario y las condiciones laborales. Con esas ausencias, el discurso de «más producción» sólo puede significar más ganancias para los empresarios.
Lejos de discutir la situación real de la clase trabajadora, la reunión funcionó fundamentalmente como una señal política de apoyo de cara a las elecciones, a pesar de que por haber quedado excluidos de las listas del Frente de Todos algunos auguraban resquemores entre la cúpula sindical y el oficialismo.






