Argentina: un país a la deriva

A diez días de las elecciones del 26/10.

“(…) cuando todos los que rodeaban al zar estaban abatidos, abrumados y estremecidos, sólo él daba muestras de sangre fría. «¿Qué es esto?» –se preguntaba uno de sus generales en la intimidad–, «¿Una entereza inmensa, casi inverosímil conseguida a fuerza de disciplina? ¿Fe en la determinación divina de los acontecimientos? ¿O, simplemente, falta de discernimiento?”

Trotsky, Historia de la Revolución Rusa

Leer más sobre la situación argentina: Argentina: el país del vértigo sin fin y Un país atrapado en una crisis orgánica

La situación del gobierno está en un subibaja emocional –y real– desde hace meses. Los factores objetivos de este subibaja se multiplican por cuatro: a) el ajuste fiscal, eje del “programa económico” de Milei, ha perdido toda legitimidad social y la economía está sumida en una crisis devaluatoria y de posible default a la vez;[1] b) la crisis política crece casi sin freno: nadie sabe si Milei podrá completar su mandato (aun si el régimen político en pleno y el peronismo quieren que, sí o sí, llegue a 2027); por eso hay un display de alternativas puestas sobre la mesa (que van desde el juicio político, la destitución, hasta una posible Asamblea Legislativa), si es que la crisis política lo hace inevitable; c) la crisis social es dramática con los salarios hundidos, la precariedad de la vida de las y los trabajadores y la juventud en general y, ahora para colmo, golpeando a pleno el flagelo de los femicidios, lo que hace que en caso de ser derrotado electoralmente el gobierno y de devaluación de la moneda, sea imposible descartar el desborde por abajo que el régimen quiere evitar; d) la suma de escándalos de corrupción al estilo de la vieja y nueva “casta política” es demoledora; muestra a cielo abierto el carácter de este gobierno: un gobierno de lumpen-burgueses hundidos hasta el cuello en lo más marginal de la economía ilegal (ver el caso Libra, sumado al 3% de Karina, sumado al narco diputado Espert y todo lo demás).

La crisis orgánica –estructural, global, económica, social, del régimen de partidos, de régimen de acumulación, de inserción en el mundo, etc.– de la Argentina es tan enorme, su derrumbe económico-social tan colosal, el fracaso de su clase dominante tan fabuloso, que el régimen político terminó dándole el gobierno al sector más lumpen que haya gobernado nunca la Argentina –además de los militares, que de todas maneras no son exactamente eso, aunque tuvieran elementos lúmpenes como Galtieri y otros–, y así les está yendo. Macri y Bullrich saltando al barco de la LLA antes de la segunda vuelta en 2023, es la mejor expresión del vértigo de esta improvisación que, si no puede sacar al país de la crisis orgánica, puede seguir destruyéndolo.

Los límites y alcances del “rescate”

En este marco se ubica el viaje de Milei a Washington. La reunión con Trump no salió como se esperaba: Trump, como todos saben, condicionó su “apoyo” a la Argentina a que Milei gane las elecciones, cuando todo el mundo sabe que LLA está de capa caída, por decir lo menos… En provincia de Buenos Aires se encamina a una nueva derrota groso modo por diez puntos, y a nivel nacional un escenario plausible es que también sea derrotado, así que el tembladeral continuará (aunque el subibaja emocional siga detrás de cada una de las declaraciones de los funcionarios del gobierno trumpista).

El viaje a EEUU oscureció más de lo que aclaró. El gobierno lo pensaba como un viaje triunfal para recibir una asistencia directa de Trump, además de firmar otras cuestiones, y se volvió con una sensación de desasosiego: “si perdés las elecciones, nuestro gobierno no va a apoyar a la Argentina”, le dijo Trump a un Milei que está al borde del abismo.

Esto no niega –aunque le agregue ciertas condicionalidades– la idea que escribimos en notas anteriores de que Milei es el eslabón débil de una cadena más fuerte, que es la extrema derecha internacional. Eso explica algunas cosas. Por ejemplo, que la solidaridad entre los gobiernos de extrema derecha a nivel internacional y la pulseada geopolítica con China, hagan que las cosas sean más directamente políticas y menos institucionales.

Es cierto que la personalidad de Trump agrega imprevisibilidad a los desarrollos, como se acaba de ver: en Trump no está demasiado claro dónde termina lo público y comienza lo privado de su propio ego.

Podemos afirmar con Trotsky, cuando comentaba las características del zar Nicolás II, aunque en cierto modo “a la inversa” con respecto a Trump pero en el mismo sentido con Milei: “Confiamos en que nuestro estudio pondrá de relieve, en parte al menos, dónde termina en la personalidad lo personal –por lo general, mucho antes de lo que a primera vista parece– y cómo muchas veces las «características singulares» de una persona no son más que el rasguño que dejan en ella las leyes objetivas” (Historia de la Revolución Rusa).[2]

Cuando Scott Bessent dice que EEUU “interviene, y es el que más rápido lo puede hacer”, esto es un arma de doble filo: puede intervenir como puede no hacerlo según el capricho del momento. Eso es lo que se ha apreciado en el subibaja de estas últimas semanas: Bessent promete el oro y el moro, que coloca escasos 100 millones de dólares vía el Santander para comprar pesos días atrás y vuelve a hacerlo al cierre de esta nota, que afirma que “esto es un buen negocio para EEUU porque vende dólares caros y los recomprará baratos”, y horas después Trump condiciona colonialmente la “ayuda” a la Argentina a un factor que Milei no puede garantizar: ganar las elecciones.[3]

Esto incluye el carácter no institucional de la supuesta “ayuda”, lo que es una marca en el orillo del gobierno de Trump. Cuando EEUU compra directamente pesos por medio del Banco Santander, o cuando se hace un acuerdo directo de intercambio de monedas tipo SWAP (algo que todo el mundo sabe que tiene la Argentina también con China, y que el gobierno de Trump quiere que Argentina deje de tener, una muestra más de coloniaje que además es delirante: ¡China es el segundo mercado de exportaciones argentinas!), lo que está ocurriendo es una forma de intervención inédita: directa, política, de país a país, lo que es otra expresión colonial. ¡Trump sienta a sus “alumnos” en la Casa Blanca, sean Zelensky, Netanyahu, el jefe de la OTAN o Milei, y les hace advertencias y admoniciones cual emperador zamarreando a su virrey!

Las intervenciones del FMI ocurren, claro, pero tienen reglas y plazos institucionales; es una entidad multilateral que tiene que tener aprobación de todos sus socios para intervenir en un país. No tiene esa capacidad de respuesta tan inmediata que puede tener un gobierno, que, además, interviene de manera distinta de lo habitual: muy directamente política (caprichosamente según el color del “intervenido”). Pero esto tiene una reversibilidad: ¡la falta de institucionalidad del operativo explica lo que ocurrió ayer y puede ocurrir mañana! ¡Te pongo y te saco la zanahoria de la boca a gusto y piaccere según mi capricho!

Frenando en una ladera muy resbalosa

Así y todo, y a pesar de su condicionalidad, la ayuda de Trump y Bessent a Milei es el principal punto de apoyo de un gobierno hoy en día odiado por la mayoría de la población: si en la segunda vuelta de 2023 sacó el 56% de los votos, hoy araña escasamente el 30%; un derrumbe electoral de proporciones que lo muestran como lo que es: un gobierno extremadamente minoritario no solamente en las cámaras y las provincias, sino a nivel del voto popular.

El segundo reaseguro del gobierno es que el peronismo no está “listo” para asumir; no quiere hacerlo antes de tiempo porque debe estar preparado para garantizar la suprema responsabilidad que le otorgaría nuevamente la burguesía: gobernabilidad y adaptación a las reformas que ésta quiere. La agenda parlamentaria se la dio la calle, pero otra cosa es un programa integral, máxime cuando viene de un gobierno como el de Alberto, que tampoco tenía un programa propio.[4] En realidad, la cosa es más profunda: programa económico propio propiamente dicho, el peronismo no lo tiene desde hace décadas. Nació como un movimiento nacionalista burgués que empalmó con el boom de la segunda posguerra, y cuyo programa era el desarrollo autocentrado y la construcción de una burguesía nacional en pleno siglo XX, cuando ya esto era imposible…[5] Imaginémonos que el mismísimo Perón fracasó en esto y que su última presidencia, en la primera mitad de la década del 70, estuvo marcada por la hiperinflación, el desborde obrero y popular y la Triple A…

Menem se embarcó en la primera ola neoliberal, y los Kirchner llevaron adelante una suerte de “estatismo de cartón pintado”, con concesiones mínimas como los planes sociales frente al Argentinazo, pero no avanzaron un centímetro en encontrar una nueva forma de acumulación capitalista para el país.[6] Alberto careció totalmente de programa, y el peronismo podría subtitularse como “un partido –el mayor y casi único partido patronal del país– en busca de un programa”, cuando hay cero espacio para veleidades del tipo de “un programa burgués independiente” (a pesar de los dichos, ¡Kicillof de soviético no tiene ni el gramo de tierra que pueda haber en su zapato!).

La tercera apoyatura del gobierno es que el régimen político –que tanto operó a su favor dos años atrás– tampoco quiere que Milei salga antes de tiempo. El régimen oscila de izquierda a derecha y de derecha a izquierda dependiendo de las circunstancias; le dio su apoyo a Milei en 2023, un mamarracho peligroso que soñaba con un régimen bonapartista. ¡Pero ocurrió que a Milei no le dio la nafta para su trasnochado intento por las relaciones de fuerzas que persisten en el país! (ya volveremos sobre este factor clave). Además, el personal de la “clase política”, la casta en las palabras de Milei (en una reinterpretación reaccionaria del ¡Que se vayan todos! del 2001), léase los diputados, senadores, gobernadores, intendentes, concejales, el Poder Judicial, incluso los periodistas de medios burgueses señeros como La Nación y Clarín, TN, ¡se dieron cuenta de que se quedaban sin laburo en un escenario así! De ahí que una de las piedras de toque de la crisis de los gobernadores con Milei haya sido que no les gira fondos a las provincias.

Todo esto torció las cosas de vuelta al redil: Morales Solá vuelve a insistir hoy en su editorial en que quiere que Milei se transforme en “un gobierno normal”, que es más o menos como pedirle la cuadratura del círculo a este adefesio.

De cualquier manera, esta última etapa, tan mala para Milei, hizo que el régimen empezara a oscilar, a dudar; al menos comenzó una purga del gobierno con los casos de Spagnuolo y Espert, un cierto arbitraje que, aunque en estos momentos lo hace más el Congreso, puede tener también como protagonista a la Justicia, como se aprecia en el caso de Cristina presa.

El régimen democrático burgués, en su versión más reaccionaria pero sin dejar de serlo, como se aprecia en muchos lugares del mundo, funciona así: cuando el Poder Ejecutivo luce devaluado, debilitado, el arbitraje lo hacen el Poder Legislativo o el Judicial, sea hacia la derecha, como en Brasil con Temer y Bolsonaro, o levemente a “izquierda” ahora con Milei. Argentina y Brasil han sido buenos ejemplos de esto en los últimos años, con oscilaciones hacia un lado u otro. Claro que las oscilaciones son más grandes en la Argentina por ser un país menos orgánico que la potencia vecina. Volver de San Pablo a Buenos Aires actualmente es como para ponerse a llorar: ¡la mayor ciudad de Brasil parece futurista al lado de la capital argentina, clavada arquitectónicamente y en otros aspectos en la década del 60 del siglo pasado! Otra demostración del fracaso de una clase capitalista que pretende seguir gobernando el país sin invertir un peso en él.[7]

El hecho es que hoy, más allá de cómo lo viva la población, que lo odia y lo quiere ver fuera del gobierno después del 26/10, en el terreno de los “factores de poder” el gobierno está algo menos “terminado” que después de septiembre, cuando resbalaba sin tener de dónde agarrarse. Hoy encontró una rama –aunque algo jabonosa– de donde agarrarse con la intervención de EEUU, y media rama con el posible gabinete con Macri, que dijo que después del 26 está dispuesto a sentarse a discutir. Esto le pone, entre muchísimas comillas, un resbaloso piso al derrumbe del gobierno, cuando la expectativa era –y todavía es, ¡el escenario cambia a cada hora!– que se terminaba; una reciente encuesta de Suban Córdoba y Asociados muestra de manera palmaria que la gente quiere que Milei se vaya, cosa que se aprecia a simple vista en nuestra actividad de campaña en los cuatro puntos cardinales del país.

No hay “rescate” para las contrarreformas

Es obvio que hay un operativo de rescate del gobierno. El domingo 26/10 se vota, pero a partir del lunes 27 empieza a jugarse otro partido. Un nuevo partido que va a depender, en primer lugar, de cómo le vaya electoralmente al gobierno y también va a dar la pauta de hasta qué punto quedará modificado y qué perspectivas tendrá para sostenerse. El camino hasta el 2027 es larguísimo para los parámetros argentinos (¡un país en crisis permanente!), y si la situación social sigue deteriorándose, el movimiento de masas puede meter la cola (las relaciones de fuerzas)[8] y mandar todos los planes de gobernabilidad al tacho.

En este caso, si se produce un desborde popular, no hay rescate que salve a Milei, porque este “rescate” es contra el pueblo argentino; el gobierno ya empezó a boconear las contrarreformas laboral y jubilatoria cuando ni siquiera el ajuste fiscal tiene legitimidad alguna.

EEUU sale por arriba a rescatar a un gobierno que por abajo es odiado. Y que, como podemos anticipar sin lugar a dudas, va a cristalizar su condición de minoría en las elecciones. Como ya señalamos, el 56% de noviembre de 2023 fue un espejismo; la realidad del mileísmo –para colmo sumando al PRO que volatilizó todo su apoyo electoral– araña escasamente el 30-35%. La cuestión es si, en estas condiciones, puede reconstruir un consenso parlamentario que le dé sobrevida

La primera mitad del gobierno de Milei tuvo la lógica del ajuste y de “bajar la inflación”. La segunda parte debería tener la lógica de las contrarreformas; por lo menos debería meter una, y no es fácil (la CGT está durmiendo la siesta eterna, pero si este tema toca alguno de sus intereses, a su controladora manera se va a despertar). En Francia, por ejemplo, los primeros ministros caen uno atrás del otro (se le cayeron varios a Macron en pocas semanas) porque el problema es el ajuste: hay un choque contra la pared del ajuste; no tienen legitimidad el ajuste de Macron, ni el de Milei. ¿Cómo le van a dar legitimidad? El rescate de Bessent no sirve para eso.

¿Qué sentido tiene en los próximos dos años el gobierno de Milei? Ese es el partido que empieza el lunes 27. Lo del sentido es importante. El sentido del gobierno de Alfonsín fue retornar a la democracia burguesa después de la dictadura, que había que ver si funcionaba; económicamente le fue muy mal, pero la instalación del régimen funcionó, incluyendo la reabsorción institucional de un cierto desborde ocurrido por la rendición en Malvinas.

El sentido del gobierno de Menem fue conducir el primer choque de la Argentina con las reformas neoliberales, e impuso una serie de estas reformas.

Néstor Kirchner reabsorbió el Argentinazo sin reprimir, encontrando una forma institucional burguesa de hacerlo. Con Cristina ya se pone todo más gris con la derrota frente al campo. Macri venía a hacer la segunda generación de contrarreformas neoliberales, y fracasó. Fernández, ¿qué sentido tuvo? Ninguno, salvo legitimar la deuda de Macri con el fondo…

Y ahora Milei: ¿qué sentido va a tener si no es avanzar con las contrarreformas? Ya rifó la legitimidad del ajuste fiscal, ¿cómo va a darles legitimidad a las contrarreformas?

Eso es lo que se juega en esta segunda parte de su mandato, si es que llega a completarlo. Y esa es la lógica del rescate de EEUU y, también, de la gobernabilidad que le brinda el régimen político al gobierno: que no se pierda el sentido de lo que Milei venía a hacer, porque en cualquier caso de reemplazo de Milei, la cosa va más para la izquierda.

Casi que hoy hay que recordar lo que venía a hacer dada la magnitud de su crisis, lo que de momento de ninguna manera logró: venía a derrotar las relaciones de fuerzas heredadas tanto de 1983 como del 2001, como para poner a tono a la Argentina con el mundo (¿qué mundo?, bueno, eso es una discusión que no nos entra acá, porque es un mundo en combustión donde la pulseada de la polarización entre la extrema derecha y el “anticapitalismo”, por así decirlo, no está resuelta. Ver “La era de la combustión”).

El discurso inaugural de Milei de espaldas al Congreso Nacional no fue un puro show como creyeron algunos: Milei configuró un verdadero peligro y no un simple “gatito mimoso”, como rutinariamente afirmó Myriam Bregman. La escenificación del protocolo, el DNU 70/30, la Ley Bases, los choques con la vanguardia en el Congreso durante toda la primera mitad de 2024, el medio-paro-general de la CGT en enero de ese mismo año –borrándose después hasta hoy al ver asegurados su intereses y para que no entre en la liza la clase obrera–, la reivindicación de la dictadura militar, el discurso de odio hacia las mujeres y la comunidad LGBTT, el intento de asalto a la educación y la salud públicas, en discapacidad, etc., todos estos elementos fueron un intento bonapartoide que colapsó; su colapso no puede ocultar su carácter ni las comparaciones superficiales que hicieron corrientes epidérmicas como el PTS, cada vez más superestructuralizado, de que se trataba simplemente de un “nuevo Menem”. Menem logró una serie de contrarreformas neoliberales y, en cierto modo, se instaló en el clima de retroceso mundial creado por la decantación hacia la derecha de la caída del Muro de Berlín, pero en ningún momento se le ocurrió cuestionar el régimen democrático-burgués; en ese sentido, fue un gobierno normal. Milei no: es un adefesio que fue frenado por el movimiento de masas, y secundariamente por sus contradicciones con la clase política, sectores de la burguesía, etc. Especialmente, repetimos, por todo el espesor de la “sociedad civil” riquísima que caracteriza a la Argentina. En primer lugar, su movimiento obrero, pero también su movimiento de mujeres y LGBTT, y su juventud. Pero fue, y quizás vuelva a serlo –dependerá en última instancia de la lucha de clases nacional e internacional–, un peligro mientras siga en el gobierno. ¡Por esto mismo habría que echarlo a patadas ya y no esperar, como quiere el peronismo, a 2027!

Hay que tener en cuenta además la doble cara de este tipo de gobiernos “bonapartoides”: alimentan la guerra de todos contra todos entre los sectores populares, los elementos de resentimiento social, y sus figuras principales pueden ser payasos lúmpenes como es hoy Milei, o monstruos antisociales lúmpenes como las figuras históricas del fascismo (que de todos modos combinaban clásicamente ambas caras).

Lógicamente, lejísimos estamos de los años 30, la medianoche contrarrevolucionaria del siglo pasado, como opina un marxista brasileño al que criticamos habitualmente y también muchos intelectuales marxistas europeos o yanquis, monotemáticos con el “ascenso de la extrema derecha” (¿estamos en una “Era de la combustión” como señalamos nosotros, o en una “Era de las catástrofes” como opina el marxista inglés Callinicos?).[9] ¡Bueno, el ascenso de la extrema derecha ocurre en un mundo polarizado donde las relaciones de fuerzas no están resueltas! ¡Despiértense! ¡Todavía recordamos a algunos “marxistas” hablando de la “derrota histórica en la Argentina”! ¡Ahora están escondidos debajo de la cama!

Una polarización electoral atenuada

En lo inmediato, el desbarranque del gobierno parece haberse frenado, aunque las cosas cambian a cada rato.[10] El proyecto bonapartoide del gobierno, a priori, fracasó; el tema es si podrá reinventarse como un gobierno de derecha más “normal” (algo dudoso; si se le suelta la cuerda, Milei es Milei, no le vemos gran flexibilidad táctica).

En lo inmediato, la cuestión es cómo se traduce todo esto electoralmente.

Daría la impresión de que Milei obtuvo un “cierto respiro táctico”, y que a los mileístas les volvió un poco el alma al cuerpo. De ahí que coseche el voto de la clase media cheta a la que no le importa nada más en su vida superficial y alienada que consumir y viajar a Miami; de ahí también que en algunos barrios chetos como Belgrano, CABA, haya habido provocaciones de mileístas en la actividad pública: en la multitud de actividades que estamos realizando el clima general es magnífico, de mayor politización e interés que en otras elecciones, pero en algunas de ellas han aparecido provocadores afirmando que votan a Milei de manera agresiva.

De cualquier manera, Milei se encamina nacionalmente a un empate agónico o a una derrota, y el peronismo (e incluso el FITU), aparecen con un techo: hay un 20% de indecisos dando vueltas, alguna parte de los cuales podrían venir a nuestra campaña anticapitalista desde diversas proveniencias.

La polarización que se expresa por arriba entre Frente Patria y LLA es una polarización atenuada que no supera el 70% con suerte; luego está la “liga de los gobernadores” promediando nacionalmente un 10%, y luego todas las demás listas –donde ninguna tercia demasiado–. Los sueños del FITU de ser tercera fuerza son eso: sueños electoralistas de una secta donde el único partido que hace campaña –¡poco militante y bien de aparato!– es el PTS, mientras que el resto de sus integrantes está en huelga de brazos caídos. El periodista Diego Shurman le preguntó divertido a Bregman sobre la unidad de la izquierda y Bregman se puso extremadamente nerviosa, tratando de negar que la izquierda está dividida, mintiendo, diciendo que el NMAS “no quiere la unidad” cuando en realidad son ellos los que no la quieren; incluso afirmando, para cubrirse, que “la unidad no es tan importante”… (Efectivamente, la unidad electoral es táctica, pero en sus palabras podría sonar como “teléfono para el PO”, que ya le entregó todo su honor al PTS a cambio de magros porcentajes de dinero y cargos.)[11]

En fin, Bregman también defendió las PASO como “ordenador electoral”. Su adaptación al régimen es tan insensible que ni siquiera se da cuenta de lo que dice: ¿desde cuándo los revolucionarios defendemos que las elecciones burguesas sean un “factor ordenador”?… En realidad, lo que les preocupa es que nuestro partido se construya y saque votos. Que nos construimos como una de las principales fuerzas políticas de la izquierda argentina ya es un hecho, y no hay nada que puedan hacer el PTS o el FITU para evitarlo, salvo ir desesperadamente a las piñas cuando ven que nuestra militancia los desborda (¡y nos acusan de violentos a nosotros cuando son 4 contra 1, que caraduras!). Que obtengamos votos o no, depende más de elementos de aparato e imprevisibilidad, dado que partimos de un piso más bajo que el FITU. Sin embargo, ¡en determinadas circunstancias la política puede mover montañas! Y esto es lo que aterroriza al FITU. ¿Por qué negarse a lo que les propusimos, que fue un acuerdo de 5×1 en las representaciones, que fueron las proporciones de las elecciones de 2021 en las mismas categorías? Bregman, Del Caño y todo el FITU se amparan en la supuesta impunidad del aparato, un aparato que podría quedar desnudo el 26, se verá, para negar la realidad de lo que ocurrió: nos propusieron un “acuerdo” humillante de 10×1 en las representaciones que, evidentemente, era para que no pudiéramos hacer campaña, y eso es inaceptable para nuestro partido. Desde el 2011, venimos defendiendo nuestro derecho a hacer política independiente y lo seguiremos defendiendo sin descanso hasta imponerle una derrota al FITU; es decir, una unidad en serio.

Una enorme campaña anticapitalista

La realidad es que contra viento y marea, sin cargos ni aparato, sólo a fuerza de política y de enorme militancia, nuestra compañera Manuela Castañeira se transformó en una de las tres figuras principales de la izquierda; el ¡Ya Basta! crece como la principal referencia de la juventud anticapitalista; incluso instalamos el anticapitalismo como santo y seña de identidad de la izquierda; estamos instalando otras figuras, etc., y cómo nos vaya electoralmente en las elecciones, será una circunstancia.

Y sin embargo, ¡tenemos enorme entusiasmo porque la campaña vuela! Los volanteos en las estaciones, los “autos bochincheros” en los barrios del GBA y demás provincias, la campaña en los subtes y trenes, los carteles media vía pública, séxtuples, espectaculares, los avioncitos de El Pájaro voceando “Manuela Castañeira al Congreso”, la multitud de programas con Manu, la campaña en Córdoba con Julia, Juan Cruz de recorrida por Bahía Blanca y Mar del Plata, el súper trabajo con las redes de Manu con un joven equipo partidario híper militante, las expresiones de enorme creatividad de nuestra militancia y un larguísimo etc., incluyendo las campañas en el resto del país, la instalación de Ayelén en La Pampa, el “bartender anticapitalista” en Entre Ríos, etc., muestran la enorme vitalidad militante de nuestro partido.

En síntesis: se trata de unas elecciones especiales sin PASO que a lo que menos se parecen es a unas elecciones normales de medio término: estamos entre unas elecciones plebiscitarias del oficialismo y la posibilidad de que todo termine en una Asamblea Legislativa o, como sostenemos nosotros y sería mil millones de veces más democrático, una Asamblea Constituyente en la cual presentaremos nuestro programa anticapitalista.

La oportunidad electoral que se nos ha abierto es grande, aunque no haya todavía elementos de radicalización política hacia la izquierda. ¡Nos quedan diez días para echar el resto en una nueva campaña electoral que ya es histórica para nuestro partido y nuestra joven militancia!


[1] Un plan económico no puede consistir en un mero factor independiente como el ajuste fiscal. En realidad, lo fiscal es un factor dependiente sobre todo de la productividad agregada de la economía. Un país puede estar endeudado y si hay inversión y crece, la proporción de la deuda se reducirá en relación con el PBI. Eso es lo que ocurrió, por ejemplo, en los EEUU a la salida de la Segunda Guerra Mundial. Por lo demás, un superávit fiscal en pesos en la Argentina, no es la gran cosa, porque el gran déficit es de generación de divisas y eso, amén de la fuga de divisas, reenvía al mismo problema: la falta de productividad agregada de la economía argentina que le permita estar superavitaria en divisas. Este es un problema de fondo que no podemos desarrollar acá, pero reenviamos a nuestro Manifiesto Anticapitalista para la campaña electoral, que tiene largamente desarrollados estos tópicos.

[2] Ponemos comillas en relación a la personalidad de Trump porque en todos los casos las personalidades se moldean en contextos determinados, aunque puedan re-actuar creativamente sobre ellos.

[3] Como escribimos en nuestro texto “La era de la combustión”, volvimos a un tipo de imperialismo que combina los rasgos heredados de la globalización, es decir, la segunda era del liberalismo, con los de los imperios coloniales, la era previa al imperialismo moderno.

[4] Parte de esto es que hayan legitimado la deuda con el FMI que les dejó Macri; como fuerza institucional, en realidad les preocupa la deuda, pero respetan a pies juntillas al Fondo con el verso de que es una “institución multilateral”.

[5] Los países dependientes lo son porque sus burguesías llegaron tarde a la revolución burguesa, la que ocurrió en el pasaje de los siglos XVII al XVIII y no después. Para esa época, la Argentina ni siquiera existía como país independiente. Como lo señala la interpretación más sencilla de la revolución permanente de Trotsky, las tareas nacionales del país sólo pueden ser resueltas por la clase obrera y no por el nacionalismo burgués. Sin olvidar que al peronismo le queda lo burgués pero ningún nacionalismo que no sea de cartón pintado.

[6] La bisagra fue la crisis con el campo en 2007 y 2008, cuando capitularon asquerosamente a los productores agrarios (La rebelión de las 4 x 4).

[7] No toda la burguesía argentina, o establecida en la Argentina, es parasitaria; esto sería una exageración completa. Pero la negativa de toda ella a invertir un peso en las condiciones generales de la acumulación capitalista, es decir, en inversión pública de infraestructura, es escandalosa. Es verdad que es un síntoma de época en todo el Occidente capitalista, de ahí las lágrimas de cocodrilo en la comparación de EEUU o la UE con China: una resultante de la larga etapa neoliberal.

Pero el derrumbe de la Argentina en materia de infraestructura, servicios, modernidad tecnológica, etc., no tiene comparación, más allá de que, debido a la inmensa riqueza de su movimiento de masas, el nivel cultural y de politización sigue siendo alto para la media mundial.

De ahí también la importancia de la izquierda trotskista en nuestro país, que sigue siendo el lugar donde es más posible que nuestra tradición política, el socialismo revolucionario, vuelva a hacer historia si asume la contemporaneidad del siglo XXI.

[8] A la Argentina, como país en crisis permanente, siempre la apreciamos como la disparidad entre una estructura social moderna, asalariada, urbana, culturalmente por encima de la media, con tradiciones “europeas” (dicho sin eurocentrismo), con una estructura de clases todavía “límpida”, es decir, sin motivaciones religiosas que “encastran” todo, y una infraestructura económica, un nivel de fuerzas productivas cada vez más atrasadas, con la salvedad del campo (la pampa húmeda super avanzada) y, también, ¡con un entramado industrial que sigue siendo de importancia! Donde más atrasa el país es en infraestructura, debido a varias razones, entre ellas el eterno endeudamiento con el FMI que se lleva la parte del león de la recaudación del Estado, la plusvalía estatizada.

[9] La realidad actual contiene ambas cosas, pero todo análisis marxista es interesado y destaca la cara más dinámica de la realidad, sin por ello caer en el objetivismo idiota que caracterizó a parte importante del trotskismo en la posguerra debido a una teoría falsa tanto de la revolución como de la transición (la crisis final de la llamada Liga Internacional de los Trabajadores, LITICI, está vinculada precisamente a esto: a su incapacidad orgánica de sacar lecciones de la experiencia histórica).

[10] La cosa cambia no solo todos los días, sino a cada hora: en las últimas 24 horas Milei pasó de la gloria a hundirse por las declaraciones de Trump y ser nuevamente salvado por nuevas declaraciones de Scott Bessent.

[11] Lo del PO es tremendo. Le entregó al PTS toda su independencia política; son muertos en vida, porque entregaron lo que es más importante en un militante o una corriente política: sus posiciones.

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