Los monstruos son reales, y los fantasmas también: viven dentro de nosotros y, a veces, ellos ganan.
Stephen King
Un poco sobre la autora y su estilo
Mariana Enriquez es una escritora, periodista y docente argentina nacida en 1973, Buenos Aires. Actualmente, es reconocida internacionalmente como una de las voces más potentes de la literatura contemporánea en lengua española.
Su obra se inscribe dentro del terror, aunque lo trasciende al incorporar una profunda crítica social, una sensibilidad política y una estética que combina lo gótico con lo urbano.
Enriquez construye su narrativa desde los bordes de la sociedad, desde las zonas más marginadas y, a partir de esto, construye un mundo en el que el horror tiene una base real. Su literatura no busca representar lo marginal como exotismo, sino como centro de una experiencia humana que ha sido históricamente silenciada. En este sentido, su escritura se inscribe en una tradición que podríamos llamar “realismo gótico latinoamericano”, donde lo monstruoso no es lo fantástico, sino lo social.
Su estilo no se limita a denunciar las desigualdades: las encarna, les da voz y las muestra en su sentido más crudo y extremo. Los personajes no son sujetos abstractos construidos a partir de un mundo irreal, sino que son cuerpos atravesados por la violencia estructural. La pobreza, la represión o el abandono institucional, la misoginia: todo aparece en sus textos como parte de una atmósfera opresiva que no necesita fantasmas o monstruos para inquietar.
Mariana no escribe desde la distancia analítica; por el contrario, hace una inmersión personal que utiliza el horror cotidiano para hacer que el lector quiera avanzar al siguiente párrafo para comprender que pasa a continuación. Así, logra construir un mundo tan cautivantemente espantoso por la sutileza con la que inyecta estas dosis de horror; los sentimientos de indignación, asco o incredulidad, son comunes mientras se lee sus relatos.
Si bien sus escritos poseen elementos fantásticos, su habilidad de recorrer la línea entre lo real y lo fantástico hace que cada uno nos deje un gusto amargo en la boca y preguntándonos que acaba de pasar.
Sus relatos y, específicamente sus cuentos, poseen una prosa cruda y sin adornos, pues no utiliza palabras bonitas para transmitir lo que quiere decir. Combina frases cortas, imágenes potentes y una cadencia que genera tensión. Al mismo tiempo, los silencios y lo implícito se ven encuentran a menudo, generando la atmósfera de tensión y la sospecha de lo que no es dicho.
Enriquez no se limita al terror clásico, sus textos mezclan el cuento urbano, la crónica, el ensayo y se pasea entre estos estilos con placentera comodidad, utilizándolos como recursos para esa construcción que hacen de esta autora una adicción. En obras como «Las cosas que perdimos en el fuego” o «Nuestra parte de noche», el terror se entrelaza con la historia política argentina, la memoria de la dictadura, el ocultismo y la espiritualidad popular.
El horror como denuncia
Como venimos relatando, su literatura no busca provocar miedo por el miedo mismo, busca revelar el horror que habita en lo cotidiano, en lo íntimo, un horror con connotación política que se encuentra atravesado directamente por la crisis y la barbarie del sistema en el que se encuentran insertos sus personajes.
En este sentido para encarnar un poco de lo que es esta autora, tomemos como ejemplo su última novela “Como desaparecer completamente”, la cual originalmente fue publicada en 2004 y recientemente reeditada. En esta, Enriquez despliega una narrativa que se aleja del terror sobrenatural para sumergirse en el horror de lo cotidiano, el que habita los márgenes de la sociedad argentina post-crisis del 2001.
Siendo de sus primeras novelas, es una pieza clave para comprender la evolución en su estilo de escritura y su voluntad por retratar las vivencias de les marginades, sin endulzar ni victimizar estas experiencias. Es una novela que nos permite ver desde sus primeras obras una poética del dolor, la exclusión y la desesperanza.
En esta obra, Enríquez usa una prosa directa, sin ornamentos, no busca embellecer el sufrimiento de los personajes, sino retratarlo y exponerlo con crudeza. El lenguaje es visual, vivido para el lector y se apoya en una estética punk, que atraviesa tanto la construcción de los personajes como la atmósfera general del relato. Las referencias musicales (clásicas en las obras de Mariana, pues es una gran fan y consumidora del rock), no son meros guiños culturales, sino parte de una sensibilidad que se rebela contra la normatividad y la indiferencia; Radiohead, Patti Smith o Nick Cave, son algunas de las influencias musicales que la autora imprime en su obra
En la historia nos encontramos con Matías Kovac, un adolescente que vive en una villa del conurbano bonaerense, rodeado de la precariedad, violencia, abandono y desesperanza. La narración se sostiene en su mirada fragmentada, en su cuerpo tensionado por el dolor físico y emocional, en su impotencia frente a la imposibilidad de salir de su realidad cotidiana y en su deseo de desaparecer frente a la falta de una perspectiva o alternativa para vivir, posee un profundo deseo de huir de una existencia que lo margina y lo silencia.
La voluntad de la autora es la de mostrar lo insoportable de lo cotidiano con una perspicaz capacidad de no caer en el morbo o la victimización. Mariana no busca redención ni esperanza, no busca retratar un mundo de fantasía en el que, de manera maravillosa, ocurre un milagro divino que lo resuelve todo. No quiere generar falsas ilusiones en el lector, tampoco hay héroes o villanos, sino personas.
Mariana no busca ser moralista y predicar lo que está bien y lo que está mal; de hecho podríamos decir que hasta se burla de esta ambivalencia, ya que narra a seres humanos que hacen lo que pueden para encontrar una salida frente a los momentos desesperados que atraviesan. Ella retrata la realidad de su protagonista de una manera que expresa el sufrimiento, la desesperación y la crisis social con una profundidad que interpela al lector.
La novela es, ante todo, una denuncia. Enriques convierte el cuerpo de Matías en un campo de batalla donde se alojan las consecuencias de una violencia estructural: el abuso sexual, la negligencia familiar, la precariedad económica y la descomposición social. Los distintos escenarios en los que se inserta la obra, el barrio, la familia, la escuela e incluso la religión, son todos espacios que le dan la espalda al protagonista; en lugar de contener y proteger al sujeto, se revelan como espacios de opresión o abandono.
El terror que recorre esta obra es, no desde el discurso explícito, sino desde una experiencia encarnada; las voces y pensamientos de Matías, sus miedos e inseguridades, su deseo por desaparecer, construyen un terror real que tiene como base fundacional la pobreza, la droga, la corrupción y, principalmente, la indiferencia.
“Cómo Desaparecer completamente”, un título que no es solo una expresión de deseo del protagonista, sino una alegoría de lo que significa vivir en los márgenes: ser invisible, no ser escuchado ni tener lugar del que sentirse parte. Desaparecer también como una forma de resistencia, de negarse a aceptar una vida que no ofrece dignidad. La novela plantea que la desaparición, en algunos casos, no es una elección, sino una consecuencia de un sistema que expulsa y deshumaniza.
La escritura como resistencia
Lo verdaderamente notable en la obra de Mariana Enriquez, es su capacidad para interpelar al lector desde lo más profundo, llegando a sentir empatía por les personajes. A través de finales abiertos, desprovistos de conclusiones cerradas y explicaciones, Enriquez nos invita a reflexionar sobre los límites entre la ficción y la realidad. La pregunta que inevitablemente surge al concluir la lectura de sus relatos -¿Esto que acabo de leer podría suceder?- encuentra una inquietante respuesta afirmativa: sí, sucede.
Desde sus cuentos breves hasta sus novelas más extensas, Enriquez construye un universo narrativo donde el horror no proviene de lo sobrenatural, sino de lo social. En textos como “Metamorfosis”, incluido en su más reciente antología “Un lugar soleado para gente sombría”, la autora retrata cuerpos en conflicto con la idea de envejecer, la maternidad y con un sistema que impone normas de belleza, evidenciando cómo la subjetividad es moldeada- y muchas veces violentada- por estructuras de poder invisibles, pero persistentes.
Su mirada crítica se intensifica en obras como “Nuestra parte de noche”, donde el terror se articula en múltiples capas: por un lado, el culto esotérico de una élite obsesionada con la inmortalidad y el poder; por el otro, el trasfondo histórico de la última dictadura militar argentina, cuyos horrores se entrelazan con los del relato fantástico.
Enriquez no sólo denuncia, sino que expone cómo el poder económico y político opera sobre los cuerpos y las memorias, generando monstruos reales que exceden cualquier ficción.
La crítica social en su literatura no se limita a momentos aislados ni diálogos circunstanciales. Por el contrario, constituyen el eje vertebral de su obra. El horror, en manos de Enriquez, se convierte en una herramienta política: una forma de visibilizar aquello que el discurso dominante oculta, de cuestionar lo que se ha naturalizado, y de abrir espacios para pensar lo que podría ser de otro modo.
En este sentido, su narrativa nos convoca a reflexionar sobre la necesidad de una cultura que no solo representa los horrores y la barbarie que genera este sistema capitalista, sino que los desmonte, los denuncie y los reescriba. Enriquez nos recuerda que la literatura puede ser un acto de resistencia, una forma de reconstruir lo que ha sido destruido, y una invitación a imaginar una sociedad distinta, más justa, sin opresión, más humana.




