Gaza: dos años después del 7 de octubre

Dos años de genocidio, dos años de resistencia heroica de un pueblo martirizado, dos años en el centro de la situación política mundial.

Hace dos años, la incursión de Hamas en Israel desde Gaza conmocionó al mundo. La cuestión palestina, de un día para el otro, volvía al debate internacional con una fuerza casi sin precedentes desde la Segunda Intifada.

La propaganda sionista se encargó de propagar las atrocidades de ese día por todo el planeta, y le agregó una montaña de agregados, de inventos, de mentiras. El mundo entero sabía que iba a haber una respuesta. La opinión pública internacional, mayoritariamente, se había volcado en favor de Israel. La narrativa de que la entidad sionista se estaba defendiendo, de que su violencia y su brutalidad eran autodefensa, había ganado peso.

Pero la dramática realidad se terminó por imponer. Hoy, las imágenes de la destrucción completa de Gaza -de las personas, de los hogares, de los monumentos, de las escuelas, de los hospitales- se han impuesto a la narrativa sionista. Las amplias masas del mundo miran con horror lo que saben reconocer como un genocidio, y sus simpatías están del lado del martirizado pueblo palestino.

El activismo y la movilización contra el genocidio son el movimiento de solidaridad y lucha internacional más importante desde el rechazo a la Guerra de Iraq, sin dudas. Y tal vez el más grande y sistemáticamente movilizado desde el movimiento contra la Guerra de Vietnam.

Es altamente significativo que el sionismo, que empezó teniendo de su lado a la opinión pública mundial y a todas las fuerzas políticas del imperialismo tradicional, se encuentre hoy tan absolutamente en minoría. Las campañas de victimización y de difamación, de acusación de «antisemitismo» de todos los que rechazamos su «derecho» al genocidio, no surten ya ningún efecto. No cambian la opinión de absolutamente nadie. El sionismo se ha puesto en evidencia a los ojos del mundo entero. Y su legitimidad ha sido tal vez definitivamente puesta en jaque.

En estos momentos se desarrollan las negociaciones «de paz» a partir del ultimátum de Trump a Hamas. Ya no se discute en las mismas condiciones de rendición absoluta de hace una semana. De las negociaciones podría salir un verdadero acuerdo de paz, y no uno de rendición absoluta y esclavización incondicional del pueblo palestino (que eran las condiciones exigidas por Trump originalmente).

El pueblo palestino ha sufrido un golpe durísimo en Gaza. Es obvio que a esta altura todo acuerdo futuro es uno de desesperación, de agotamiento y de supervivencia. Pero la causa palestina tiene una legitimidad internacional que no tenía antes. En cambio, Israel viene de un «triunfo» militar con la destrucción casi completa de Gaza pero su «causa», su legitimidad internacional, está duramente golpeada. Tal vez ha perdido su legitimidad definitivamente, y ya no pueda nunca más usar los horrores del Holocausto como legitimación para sus crímenes.

El 7 de octubre y Hamas

Las atrocidades del 7 de octubre obligaron a explicar qué estaba realmente pasando. Rápidamente, dijimos lo que había que decir: que nuestro apoyo a la causa palestina era incondicional. La responsabilidad en esta barbarie, incluidas las muertes de civiles israelíes, es de Israel y de nadie más que Israel.

Las comparaciones históricas sirven a veces para entender muchas cosas. Imaginemos que en un gueto judío -marginado, segregado, hambreado y sistemáticamente violentado por los nazis- surge un grupo armado con una ideología sumamente reaccionaria. Por más nefastas que sean sus ideas, nace con el objetivo de resistir a los ocupantes con las pocas armas que tiene a su alcance. Imaginemos que ese grupo realiza una incursión violenta sobre población civil con muchas víctimas inocentes.

Y se acaba la imaginación y vamos a los hechos. Es exactamente eso lo que pasó el 7 de octubre del 2023. Gaza es un gueto rodeado por muros, alambrados y tropas. Su población está constantemente bajo control militar. Las detenciones, los asesinatos y las violaciones de las tropas sionistas son algo cotidiano no hace dos años sino hace 78 años. Cuando hay un Estado racista, de segregación racial y de genocidio, de un lado; y un pueblo víctima de la segregación racial y el genocidio, del otro, la responsabilidad de la violencia siempre es del opresor, y nuestra posición siempre va a ser la de defender al oprimido.

La población gazatí está compuesta mayoritariamente por los descendientes de personas expulsadas de sus tierras. Ahora, tienen prohibido pisar lo que antes eran sus hogares, sus vecindarios, sus ciudades y sus pueblos. Son zona exclusiva de ciudadanos israelíes. Los palestinos están, de hecho, sujetos a un régimen de segregación racial.

No debería ser algo tan difícil de entender. Por ejemplo, el diario La Nación de Argentina lanzó un artículo-documental de lamento por los dos años del 7 de octubre. Resaltó que algunos de los rehenes y los muertos por la incursión de Hamas eran argentinos. Escriben que algunos de ellos eran activistas «por la paz». Por supuesto que las muertes de inocentes son algo completamente horrible, lamentable. Pero detengámonos dos minutos a examinar la información. Personas que nacieron en otra punta del globo vivían ahí, y tenían plenos derechos ciudadanos a vivir y poseer tierras y hogares. Y los gazatíes, que nacieron y vivieron toda su vida ahí, que llevan generaciones y generaciones viviendo allí, no tienen ningún derecho a esas tierras y hogares. Y para asegurar eso son rodeados por cercos y alambrados, y diariamente están en la mira de un fusil.

Esa en ese contexto, y en ningún otro, que nace Hamas. Su ideología es repugnante, «se trata de un grupo fundamentalista religioso ultra reaccionario, neoliberal, con fuertísimos componentes de antisemitismo y una visión extremadamente conservadora del Islam» (Los debates en la izquierda alrededor de la causa palestina y Hamas). Pero es un grupo nacido de la voluntad de emancipación de un pueblo brutalmente oprimido, y son su principal brazo armado. Su sentido de existencia es la liberación nacional de Palestina.

Poner el eje en Hamas, pedir su desarme como condición necesaria de toda paz, es decir que las víctimas de la segregación racial, de la opresión, tienen que desarmarse frente a una potencia opresora armada hasta los dientes. Poner como condición de la paz que las víctimas se desarmen y los victimarios sigan armados hasta los dientes no es deseo de paz, es deseo de triunfo sin consecuencias de la opresión colonial, racista y genocida.

Gaza, dos años de genocidio en cifras

Y se atreven a negar que haya un genocidio en curso. Mientras la propaganda sionista miente en todo el mundo, ministros del gobierno israelí dicen descaradamente la verdad. Tanto Ben Gvir como Smotrich han proclamado su objetivo de colonizar Gaza.

Y no son solamente los miembros más radicalizados del fascismo sionista en el gobierno. A principios del 2025, Donald Trump presentó como «propuesta» para Gaza el desplazamiento de sus más de 2 millones de habitantes. Lo hizo con Netanyahu presente, con su aprobación. El desplazamiento de un pueblo entero como «salida» a un conflicto, la erradicación de su gente y su cultura de un territorio, la propuesta abierta de destrucción, tiene nombre: se llama genocidio. Fuente: sana.sy

Masacres y los arrestos arbitrarios

67.173 palestinos asesinados. 20.000 niños, 1.670 profesionales médicos, 140 miembros de la defensa civil y 254 periodistas. Esta es la cifra oficial de muertes confirmadas. Podrían ser muchas más: miles siguen enterrados bajo los escombros.

9.500 palestinos de Gaza están desaparecidos.

640 palestinos murieron de hambre y desnutrición, incluidos 154 niños.

39.022 familias fueron masacradas por el ocupante israelí, incluyendo 2.700 familias exterminadas y borradas del registro civil, y 6.020 familias exterminadas, dejando solo un superviviente.

169.780 heridos y lesionados.

Más de 6.700 han sido arrestados desde el inicio de la agresión, incluyendo 362 profesionales médicos, 48 ​​periodistas y 26 miembros de la defensa civil.

Destrucción y ocupación: vivienda e infraestructura

2,1 millones de palestinos fueron desplazados. La totalidad de los gazatíes se vio obligada a abandonar sus hogares.

El 90% de los edificios, en particular los residenciales, fue completamente destruido. Algunos lo llaman «domicidio»: el sionismo no quiere que le queden a los palestinos lugares para vivir.

La ocupación lanzó 200 mil toneladas de explosivos sobre las viviendas de Gaza.

Más del 80% del territorio se encuentra bajo control sionista.

Israel bombardeó 136 veces la zona de Al-Mawasi, que afirma ser una “zona humanitaria segura”.

268.000 unidades de viviendas fueron completamente destruidas, y 148.000 unidades quedaron gravemente destruidas, dejándolas inhabitables.

153.000 viviendas fueron parcialmente destruidas.

288.000 familias palestinas se encuentran sin hogar.

125.000 tiendas de campaña fueron completamente desgastadas de un total de 135.000.

2 millones de civiles han sido desplazados en repetidas ocasiones debido a la política de desplazamiento forzado.

293 centros de refugios han sido atacados por el ocupante.

Salud

2,142 millones de casos de diversas enfermedades infecciosas (como mínimo) como resultado del desplazamiento forzado.

38 hospitales y 96 centros de salud destruidos.

197 ambulancias atacadas.

788 ataques contra instalaciones, vehículos, personal y cadenas de suministro del sector de salud.

Vivienda, Desplazamiento Forzado y Refugio:

268.000 unidades de viviendas fueron completamente destruidas, y 148.000 unidades quedaron gravemente destruidas, dejándolas inhabitables.

153.000 viviendas fueron parcialmente destruidas.

288.000 familias palestinas se encuentran sin hogar.

125.000 tiendas de campaña fueron completamente desgastadas de un total de 135.000.

2 millones de civiles han sido desplazados en repetidas ocasiones debido a la política de desplazamiento forzado.

293 centros de refugios han sido atacados por el ocupante.

Hambre y negación de ayuda y tratamiento:

Han pasado 222 días desde que Israel cerró por completo todos los cruces fronterizos hacia la Franja de Gaza.

650.000 niños corren peligro de muerte debido a la desnutrición, el hambre y la escasez de alimentos.

40.000 recién nacidos y menores de un año corren peligro de morir de hambre por la falta de leche de fórmula.

El ocupante ha impedido la entrada de 120.000 camiones con ayuda humanitaria y combustible a la Franja.

47 bancos de alimentos y 61 centros de distribución de ayuda fueron blanco de los ataques israelíes como parte de su política de hambruna.

Israel atacó convoyes de ayuda y envíos humanitarios en 128 ocasiones.

Israel impide la salida de más de 22.000 pacientes que necesitan tratamiento fuera del enclave.

5.200 niños requieren evacuación médica urgente para salvar sus vidas.

Israel impide la entrada de tratamientos vitales, poniendo en peligro la vida de 350.000 personas con enfermedades crónicas.

Lugares de culto y cementerios:

835 mezquitas fueron completamente destruidas y otras 80 parcialmente destruidas.

Tres iglesias fueron atacadas por la ocupación en más de una ocasión.

40 de un total de 60 cementerios fueron destruidos.

2450 cuerpos fueron robados de los cementerios.

Las fuerzas israelíes excavaron siete fosas comunes dentro de hospitales, de las cuales se recuperaron los cuerpos de 592 palestinos.

Infraestructura e Instalaciones Públicas:

725 pozos centrales de agua fueron destruidos y puestos fuera de servicio por la ocupación.

Más de 5.000 kilómetros de redes eléctricas y 2.285 transformadores fueron destruidos por los ataques israelíes.

Más de 700.000 metros de redes de agua, un número similar de redes de alcantarillado y más de 3 millones de metros de carreteras y calles fueron destruidos por la aviación israelí.

208 sitios arqueológicos y patrimoniales fueron atacados.

Pérdidas económicas de todos los sectores

70 mil millones de dólares es el total de las pérdidas primarias directas de la guerra genocida.

5 mil millones de dólares pérdidas del sector de la salud.

4 mil millones de dólares pérdidas del sector educativo.

28 mil millones de dólares pérdidas del sector de la vivienda.

4 mil millones de dólares pérdidas del sector industrial.

4.5 mil millones de dólares pérdidas del sector comercial.

2.8 mil millones de dólares pérdidas del sector agrícola.

3 mil millones de dólares pérdidas del sector de las telecomunicaciones e internet.

2.8 mil millones de dólares pérdidas del sector de transporte.

1.4 mil millones de dólares pérdidas del sector de energía eléctrica.

6 mil millones de dólares pérdidas del sector de servicios y municipios.

Un cuestionamiento histórico al proyecto colonial sionista

La propaganda sionista quiere presentar su proyecto como el de la «autodeterminación del pueblo judío». Ese es el principal argumento para la acusación de «antisemitismo»: los que rechazan el sionismo tendríamos la posición de que todos los pueblos deberían poder tener su propio Estado, menos los judíos.

Los judíos venían de sufrir muchos siglos de opresión y segregación… en Europa. Todos los casos de conquista de la independencia y la autodeterminación de los pueblos fue enfrentándose a un ocupante, a una metrópoli, a un opresor. Cualquier intento de presentar a los palestinos como «opresores» de los judíos es una mentira mal intencionada para justificar algo que no tiene absolutamente nada de emancipatorio: el sionismo es un proyecto colonial.

Los movimientos de liberación nacional en Europa, en la misma época en la que nació el sionismo, eran los de comunidades con tradiciones culturales, idiomas e identidades propias que exigían su autogobierno. Para que los polacos pudieran tener su propio Estado no fue necesario el desplazamiento masivo de población polaca pasando por encima de otra ya residente. Y la mayoría de esos movimientos de liberación no eran excluyentes: las leyes y constituciones laicas y emancipatorias del siglo XIX en su enorme mayoría le reconocen el derecho a naturalizarse a un extranjero, o no hacen distinción entre grupos religiosos.

El sionismo es algo muy distinto. Un proyecto de Estado puramente judío, que necesita desplazar en masa a la población originaria, que tiene que forzar una mayoría étnica pura de manera artificial, que necesita para existir que no exista otro pueblo. Eso no es autodeterminación, es etno-nacionalismo, es racismo, es supremacismo, es colonialismo. Son todas cosas que luego le dieron forma al fascismo.

La Primavera de los Pueblos de 1848 fue uno de los momentos más emblemáticos de ascenso de los movimientos nacionales de emancipación en Europa. En esa revolución se expresaron masivamente y con las armas en la mano la voluntad de autodeterminación y derechos democráticos básicos de los pueblos oprimidos por el Antiguo Régimen, incluidos los judíos. Del otro lado, los enemigos de esos movimientos tenían identidades muy claras: las monarquías y las potencias nacionales opresoras de los pueblos polaco, húngaro, checo, judío, etc.

El sionismo vino a proponer aliarse con los referentes del Antiguo Régimen. Creía que los movimientos por igualdad de derechos no iban a ningún lado, no tenían futuro, y decidieron aliarse explícitamente con las potencias, con los monarcas, con los antisemitas. Sí, con los antisemitas, con los que tenían un objetivo en común: echar masivamente a todos los judíos de Europa.

El sionismo dijo desde el principio que era un proyecto colonial. Todo lo demás es mentira. El fundador del sionismo, Theodor Herzl, planteó las cosas explícitamente. El plan que esbozó él para el movimiento sionista en su libro El Estado judío era el de crear una Company o Society según el modelo de la Compañía Británica de las Indias Orientales para lograr la «colonización» de un territorio. Era completamente explícito. Y Herzl no es un marginal: su cuadro presidió la sesión de declaración de «independencia» de Israel.

Pero el más brutalmente honesto de los sionistas fue Zeev Jabotinsky, el fundador del «sionismo revisionista». Las organizaciones encabezadas por él estuvieron entre las principales milicias, inspiradas en el fascismo italiano, que luego implementaron el desplazamiento masivo de palestinos en 1948, la Nakba. Fue su movimiento el que luego se convertiría en el Likud, el partido de Netanyahu.

Su ensayo «El muro de hierro«, altamente célebre en la historia del sionismo, es perfectamente claro. Primero afirma que sus objetivos son «pacíficos» para después decir muy abiertamente no cree que se puedan lograr por «medios» pacíficos. Polemiza con los sionistas que pretenden quedarse con Palestina a través de acuerdos con fuerzas políticas en La Meca o Bagdad, diciendo que:

«Palestina seguiría siendo para los palestinos no una zona de frontera, sino su lugar de nacimiento, el centro y la base de su propia existencia nacional. Por lo tanto, sería necesario llevar a cabo la colonización contra la voluntad de los árabes palestinos…»

En el ensayo, llama también a los palestinos la «población nativa» del lugar. Su propuesta es crear un «muro de hierro» que no puedan cruzar, y despojarlos así por la fuerza del «centro y base de su existencia nacional». Se le pueden reprochar muchas cosas al fascista de Jabotinsky, pero no falta de sinceridad. Su movimiento, Betar, adoptó las camisas y el saludo fascista. Uno de los principales ejemplos a seguir para él, según el mismo ensayo que estamos citando, es el de la colonización de Estados Unidos, con la consiguiente aniquilación de los indígenas. Es el mismo ejemplo a seguir que pone Hitler en Mein Kampf para su proyecto de colonización de Europa oriental, el Lebensraum.

En julio del 2023, en un homenaje a Jabotinsky, Benjamin Netanyahu dijo públicamente: «Cien años después de que el ‘muro de hierro’ fuera estampado en los escritos de Jabotinsky, seguimos implementando con éxito estos principios». Todavía no había pasado el 7 de octubre. Nada comenzó el 7 de octubre.

El genocidio en curso es la evolución natural del proyecto sionista como tal. Ponerle el nombre «emancipación» a la segregación racial y las masacres no cambia los hechos. Es, de hecho, una cosa clásica de la propaganda genocida: los nazis también decían que estaban defendiendo los derechos de los alemanes. La mentalidad genocida funciona así, es la creencia de que la propia supervivencia es imposible si no se extermina a otro.

El proyecto colonial sionista llegó demasiado tarde pero sigue en curso. Si las fronteras nacionales en su forma moderna terminaron de consagrarse entre el siglo XIX y XX, los movimientos de colonización se dieron mayoritariamente entre los siglos XVI y XVIII. Hablamos de colonización en su formato de exterminio y reemplazo de la población nativa como en Norteamérica, no de conquista y reducción a la servidumbre, como en el Imperio Español (aunque obviamente también hubo exterminio, mucho).

El sionismo es una aberración histórica. Pero ha logrado sostenerse, entre otras cosas, por el apoyo de las principales potencias imperialistas (sobre todo Estados Unidos desde hace décadas) y por la legitimidad de la causa por la liberación del pueblo judío tras los inenarrables horrores del Holocausto. El sionismo ha hecho uso de esta carta, y por demasiado tiempo ha logado convencer a mucha gente de que el rechazo al sionismo es antisemitismo.

Pero se le terminó su legitimidad. La movilización internacional del 7 de octubre fue la de amplias masas en defensa del pueblo palestino en todos los costados del planeta.

Incluso hemos presenciado acontecimientos históricos, como la hermosa huelga general en Italia contra el genocidio. El activismo de base obrero y juvenil impuso un vuelco a la situación política italiana con una paro político de solidaridad internacionalista.

La presión popular es tan potente que algunos aliados históricos y fundamentales del sionismo han tenido que torcer sus posiciones diplomáticas. El gobierno francés pasó de querer prohibir las manifestaciones en defensa del pueblo palestino por «antisemitas» a reconocer un Estado Palestino.

Se trata de algo muy básico: desde las revoluciones burguesas del siglo XIX, cosa vigente en nuestra época, todo derecho individual y democrático está atado a la condición de «ciudadano». Sin ciudadanía de ningún tipo, nadie reconoce legalmente tu existencia. Y los Palestinos, bajo el régimen de apartheid israelí, son no ciudadanos: no tienen ningún derecho.

El reconocimiento de un «Estado Palestino» es reconocer… que los palestinos son personas. La propaganda sionista que dice que hacer semejante cosa es una «recompensa para el terrorismo» es la propaganda de un gobierno fascista. No quieren aceptar otra cosa que la deshumanización completa de los palestinos.

Quedan así muy claros los límites de la «solución de dos Estados». La igualdad legal de todas las personas es, al menos en los papeles, algo muy básico para la mayoría de los Estados contemporáneos. Reconocer «dos Estados» es reconocer al Estado de Israel, cuyo proyecto es el de un «Estado judío». En última instancia, en él solo tienen derecho pleno de ciudadanía quienes ese Estado reconoce como étnicamente judíos. Todos los demás son ciudadanos de segunda… o forzados a ser «minoría» siendo sujetos a la condición de no ciudadanos. Así se sostiene la «mayoría judía» del etno-nacionalismo sionista: forzando artificialmente a la mayoría a la condición de minoría dispersa y despojada.

La «paz» de Trump y Netanyahu

La masacre ha vuelto revulsivo al proyecto sionista, pero éste a la vez ha dado un enorme paso en su voluntad de exterminio. La destrucción de Gaza es total. Israel quería hacer de la Franja un lugar en el que sea imposible vivir. Pero, contradictoriamente, el pueblo gazatí sigue de pie: las condiciones iniciales del ultimátum de Trump y Netanyahu están de hecho descartadas. Todo sigue en disputa. La causa Palestina sigue de pie pese a la hambruna, las masacres y la destrucción.

Cuando fue lanzado, decíamos que: «El ‘plan’ para Gaza presentado por Trump y Netanyahu en conferencia de prensa no es un alto al fuego, no es un acuerdo de paz, no es un ‘plan’. Es un ultimátum que dice, con otras palabras: ‘o se dejan colonizar y esclavizar o nos consideramos liberados y con motivo para masacrarlos’. Como si necesitaran excusas.»

Y afirmamos también que: «Se dice que Hamas está ‘evaluando’ el ultimátum. Si llegaran a aceptar, no sería un ‘acuerdo’ sino una confesión de agotamiento completo, de que el genocidio sistemático, la hambruna y la desesperación llevaron a los gazatíes al punto de aceptación de la colonización y la esclavitud como única alternativa.»

La respuesta de Hamas fue inteligente: aceptó las exigencias fundamentales con las que podía ceder y abrió negociaciones sobre todo lo demás. Aprovecharon que no había consenso absoluto entre Washington y Tel Aviv.

Es que el imperialismo yanqui necesita de Israel para defender sus intereses en Medio Oriente, e Israel necesita del padrinazgo del imperialismo; pero Israel y el imperialismo yanqui no son lo mismo.

Para Estados Unidos, podrían haber llegado a un estado de equilibrio aceptable en Medio Oriente. Asestaron duros golpes a sus principales enemigos regionales, y la correlación de fuerzas les es ahora favorable. Para ellos podría ser que, por ahora, es suficiente. Pero no lo es para Israel: Netanyahu tenía el objetivo explícito de exterminar definitivamente al pueblo gazatí como tal. Contra todas las recomendaciones militares, había ordenado una ofensiva «definitiva» días antes del anuncio del acuerdo.

Netanyahu tiene la presión interna de que su gabinete y su aparato de seguridad están dominados por la presión extremista de la avanzada colonial. Ben-Gvir y Smotrich tienen por base social a los grupos de colonos, que viven sus días cotidianamente oprimiendo y expulsando palestinos en Cisjordania. Y que quieren hacer lo mismo en Gaza.

Hay una grieta abierta entre Estados Unidos e Israel, y en esa grieta se filtró la posibilidad de un acuerdo de paz. Intentar avanzar todavía más en territorio gazatí puede ser para Estados Unidos una jugada riesgosa que les haga perder lo ganado con los golpes dados a Irán y Líbano. Las razones son simples: la movilización popular internacional es un factor de presión siempre presente para el gobierno de Washington. Tienen interés en evitar un vuelco anti colonial y antiimperialista en la situación internacional. El gobierno de Tel Aviv, en cambio, la presión que siente es precisamente la de los colonos radicalizados.

En estos momentos se desarrollan las negociaciones, con final abierto. Pero, con o sin acuerdo, nada se termina acá, todo sigue abierto.

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