Algunos se sorprenderán con lo que estamos por decir: One Piece es probablemente la pieza de ficción más popular del mundo en este momento. No es para todo el mundo, es un animé. A más de uno le bastará saber que tiene esas cosas típicas de un animé, como un personaje gritando el nombre de un golpe mientras da el golpe, para no verlo nunca. Pero la presencia de la bandera de los Sombrero de Paja en las protestas de todo el mundo ha despertado un poco más de curiosidad.
No será para todo el mundo, pero sí es para muchos. Muchísimos, en realidad: su creador (Eiichiro Oda) ya es el octavo autor de ficción más vendido de toda la historia, superando ampliamente nombres como Tolstoi o Stephen King. El primer puesto lo tiene William Shakespeare, y el segundo, Agatha Christie. Además, tiene el récord Guinness del autor de comic más vendido de la historia. Con más de 1.145 episodios del animé y 1.161 capítulos del manga (comic japonés), hace ya 28 años que comenzó su historia, que todavía se sigue desarrollando.
¿Por qué entonces su bandera es la bandera de las protestas? A primera vista, su historia es sumamente simple: es una historia de aventuras sobre el protagonista y su tripulación pirata, que buscan un tesoro legendario. 28 años después, todavía no se sabe qué es ese tesoro, el One Piece. Esa revelación va a ser uno de los momentos más importantes de la cultura popular de esta generación. Lo que sí se sabe es que ese tesoro no es un cofre con joyas y monedas de oro. Hace mucho que está claro que el despótico gobierno mundial teme que alguien lo encuentre.

La narrativa de su enorme y fantástico mundo, lleno de personajes absurdos, se fue volviendo más y más política. En sus arcos narrativos, One Piece ha abarcado temas como el racismo, la esclavitud, la represión, el autoritarismo, la desigualdad, el oscurantismo…
Entraremos brevemente en terreno de ligeros spoilers. En un punto de la historia (hay que haber visto más de 200 capítulos), los Sombrero de Paja tienen que recatar a una de sus compañeras del gobierno mundial. Es en ese punto que se sabe que ella es la única superviviente de un pueblo víctima de un genocidio. Y que fueron masacrados por haber sido un pueblo de arqueólogos, que por sus conocimientos de historia tenían información que el gobierno mundial no podía tolerar que nadie supiera. Y, con su propaganda, el gobierno los demonizó. En momentos como ese es normal preguntarse: ¿no era esta una historia simple de aventuras, de piratas y tesoros?
El enemigo permanente es la Marina, una policía internacional del mar. El gobierno mundial está encabezado por los Nobles Mundiales, que están completamente por encima de la ley y tienen el derecho a poseer esclavos. En una de sus historias más recientes, One Piece introdujo también (maravillosos) personajes trans. Hay cosas en las que se pasa de las alusiones para entrar en el terreno de lo completamente explícito: además de los piratas, el gobierno mundial tiene de enemigo al Ejército Revolucionario, que usa banderas rojas y su barco de llama Granma.
Y, a lo largo de su historia, los Sombrero de Paja no han parado de derrocar gobiernos en las islas a las que han ido a parar. Todo esto se combina con una narrativa brillante y emotiva, además de completamente absurda. Es una experiencia común para la mayoría de los fanáticos de One Piece haber llorado desconsoladamente muchas veces (de alegría, de tristeza, de las dos cosas a la vez).

Otra experiencia común, completamente transversal, es haber comenzado One Piece porque alguien se puso muy intenso: «miralo, avanzá un poco, y vas a ver, dale una oportunidad, no lo vas a poder creer». Esta nota es lo mismo, pero un poco más despersonalizado.
En estas condiciones, y dada su inmensa popularidad, la pregunta no es por qué la «Generación Z» adoptó como bandera la de los Sombrero de Paja. La pregunta es: ¿cómo no se iba a convertir esta historia en emblema de las protestas de esta generación?