“Una crisis orgánica remite al hecho de que, tal como está organizado, el régimen de acumulación, el régimen político y la forma de Estado que le son propios ya no van más; se debe ir a un nuevo punto de equilibrio, lo que se resuelve en el marco y por intermedio de una crisis. La categoría funde tanto el plano económico-estructural como el específicamente político en uno solo. Se trata de un “todo orgánico” cuyo ámbito temporal podría colocarse dentro del de etapa o ciclo histórico” (…)”
(Ciencia y arte de la política revolucionaria)
Texto levemente editado del último informe del autor de esta nota al CC del Nuevo MAS.
La coyuntura argentina, segunda parte. Primera parte: Argentina: el país del vértigo sin fin
La primera definición que hay que dar es que el “operativo Milei” está en terapia intensiva. No sabemos ya exactamente si este mentiroso y provocador profesional fracasó o no; tampoco en qué punto pretende la burguesía argentina –e imperialista, que no tenemos que olvidar que está presente, Trump y el FMI mediante– que quede el péndulo político en la Argentina. Aunque, por lo que se pudo apreciar luego del discurso mentiroso de Milei jugando al “gatito mimoso” que no es, bastó para que bajara un poco los decibeles en la forma para que TN saliera a defenderlo incondicionalmente. Feinmann y todos sus acólitos que defienden a esta lacra social en los medios, se expresaron atacando a nuestros jóvenes compañeros y compañeras, como Baltasar Lapeña del Nacional Buenos Aires y Violeta de Filosofía y Letras; el ¡Ya Basta! es la principal agrupación estudiantil de la izquierda hoy en la Argentina, y protagonista de la toma de las facultades en estos días.
- El péndulo político de un país en crisis
El péndulo político y social del país quedó en un punto que no sabemos exactamente cuál es, entre el giro ultra reaccionario de agosto de 2023 y el 7 de septiembre de 2025. Quedó en algún punto intermedio, porque el país es desigual, porque las elecciones son una expresión distorsionada de la lucha de clases, porque la votación de octubre no va a ser mecánicamente igual a la de septiembre: hay otras mediaciones y otros actores y, además, con el mero cambio de gestos de Milei (en el país, porque ¡en Paraguay fue el mismo sorete de siempre!), los grandes medios salieron a defender y respaldar su política de ajuste brutal.
El dato, en cualquier caso, es que el péndulo político y social se corrió una serie de grados a la izquierda de como veníamos; ¡ese dato duro de la realidad, no hay periodismo ensobrado que pueda esconderlo!
En realidad, no es solamente un resultado electoral en frío, sino un resultado “caliente”, no al estilo de una rebelión popular pero sí con una voluntad electoral activa que se expresó contra el ajuste. Se pasó de una voluntad activa que se expresó reaccionariamente a favor del ajuste en el 2023, a un consenso social mayoritario ofensivo –ofensivo en el terreno de la conciencia, no de las acciones– contra el ajuste fiscal.
Esto remite a otra cosa más profunda y que señalamos en nuestra última nota (“Argentina: el país del vértigo sin fin”, izquierda web), que es el vértigo político-electoral de un país en crisis que no encuentra un equilibrio, y que es parte de un mundo también en crisis y polarizado, por lo que no sería correcto dar por muerto ya a Milei: Milei es un eslabón débil de una cadena más fuerte que es la extrema derecha mundial de Trump, Bolsonaro y compañía. El país corre de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, y no logra salir de la encerrona de su crisis orgánica (nuestro Manifiesto Anticapitalista para la Argentina, en izquierda web, programa para nuestra campaña electoral sin parangón en el resto de la izquierda, por no hablar de la falta total de programa del peronismo, explica esta situación de manera profunda).
Hay que poner en correspondencia las definiciones que hicimos en 2023 con las de 2025, y puede ser que expresen que la burguesía está fracasando. La burguesía ejercitó una administración de las relaciones de fuerzas heredadas del 2001; tuvo la hipótesis de derrotar esas relaciones de fuerzas, e incluso cuestionar hasta cierto punto las que vienen de 1983, dos años atrás; el régimen operó hacia la derecha de manera feroz, mientras el resto de la izquierda se adaptaba al levantamiento del cierre electoral en agosto de dicho año; ¿y ahora adónde estamos?
Hubo una etapa de contención a partir del Argentinazo, pero las etapas de contención transcurren sin acumulación capitalista; entonces vino un intento reaccionario de derrotar las relaciones de fuerzas del 2001 para poner al país en condiciones de acumulación capitalista. Acumulación capitalista versus relaciones de fuerzas: las dos cosas juntas no funcionan; ¿y cómo se le encuentra la cuadratura a este círculo? (La crisis de acumulación capitalista es feroz; la avenida Corrientes es una avenida de la década del 60, no tiene un solo edificio nuevo, es una decadencia total, vivimos en el pasado. En eso la Argentina se parece a Cuba, vivimos en el siglo XIX y estamos en el XXI.)
Ahora Jorge Liotti, editorialista de La Nación, titula “Entre el punto de inflexión y el punto de no retorno”, lo que se puede traducir así: hipótesis A, Milei logra reafirmarse, lo que sigue siendo el plan de trabajo de la burguesía, que salió masivamente a apoyar su hipócrita y cínico discurso del lunes 15/09;[1] hipótesis B, fracasa, cae y viene otra cosa. Quizás con el resultado de octubre haya una definición.
El vértigo electoral expresa un país en crisis orgánica que oscila demasiado. Hubo un desplazamiento muy fuerte del voto reaccionario al voto castigo. La sociedad encontró esas cosas que no quiere que se toquen, que tienen una tutela colectiva. El Estado, desde el punto de vista económico, es de cartón pintado y no garantiza nada; pero desde el punto de vista social, colectivo, resulta que sí había cosas que tutelaba, aun con la decadencia del país. La sociedad encontró algunas cosas que sí le preocupan y que vencieron al “egoísmo social”; pasaron al frente de la sociedad cuestiones que estaban en la retaguardia de la sociedad, como la discapacidad, cientos de miles de personas con chicos discapacitados que tenían una cierta asistencia social (y que el gobierno, en su presupuesto provocador para 2026, sigue desfinanciando).
La universidad pública argentina es una conquista, una de las pocas universidades de masas en el mundo, que es gratis. En este sentido, el “atraso argentino” es positivo, porque la UBA tiene 300 o 400 mil estudiantes, y la Universidad de San Pablo, en un país de 220 millones de habitantes, tiene 60 mil. La ley de desarrollo desigual y combinado de Trotsky se aplica a full a la situación argentina, aunque en nuestro caso los elementos avanzados son en materia de la estructura social y cultural del país; económicamente, es un país de retaguardia, aunque cuenta con un campo moderno y una clase obrera de importancia que no se puede menospreciar[2]. En la salud también hay instituciones señeras, como el Posadas o el Garrahan, si las comparamos, por ejemplo, con EE.UU., donde toda la salud es privatizada.
Son todas áreas no mercantilizadas, o parcialmente mercantilizadas, que no están sometidas a la ley del valor, conquistas que vienen de la segunda posguerra. También las hay en Francia, donde cayó el primer ministro porque quisieron sacar dos feriados en el año –Macron ya retrocedió, pero puede retroceder porque es de centro-derecha, no es Milei, que no puede retroceder–. Por definición, las conquistas del Estado benefactor, del cual quedan jirones, significan áreas desmercantilizadas o parcialmente mercantilizadas, porque al atender necesidades sociales, no se basan en criterios estrictos del mercado, de la ganancia capitalista; como la línea de demarcación entre el trabajo necesario y el trabajo excedente, también la línea de demarcación entre lo mercantilizado y lo no mercantilizado expresa las relaciones de fuerzas, sobre la base de condiciones materiales determinadas.[3]
En Argentina, la sociedad le puso la agenda a la elección de septiembre; la plaza le puso la agenda al Congreso, y el Congreso le puso la agenda a Kicillof, que no hizo campaña tampoco con eso. Pero la gente no votó por la provincia ni lo votó a Kicillof, aunque él diga la ridiculez mentirosa de que “se legitimó mi gestión”: ¡qué tu gestión, la gente votó discapacidad, el Garrahan, educación, los jubilados! Por eso el gobierno quedó tan asfixiado, porque quedó muy minoritario su relato, aunque en lo inmediato “salió del paso” con el discurso cínico y mentiroso del lunes pasado.
Milei está debilitado porque no logró consolidarse, lo cual es raro, porque en el mundo sí se “estabiliza” la extrema derecha. Bolsonaro puede tener condena pero tiene una fuerza de masas; el trumpismo también, lo mismo que el Front National, pero Milei no. Lo que tiene, por ahora, es el apoyo del régimen aunque le ponga límites en estos momentos: ¡es impactante cómo los editorialistas de los medios escritos más importantes dicen una cosa y su reproducción por los canales de TV es mucho más descaradamente mileísta! ¡Son la guardia pretoriana de esta rata inmunda, como se vio en el maltrato de Feinmann a Baltazar!
Una segunda definición es que hay dos importantes mediaciones. Una es que el gobierno todavía no cedió, más bien en el fondo se reafirmó, y falta octubre para hacer una evaluación de conjunto (la concentración educativa que está ocurriendo en estos momentos es enorme, pero sin desborde). Milei todavía no está derrotado, a pesar de la derrota electoral. Otra mediación es el peronismo, porque al gobierno le fue muy mal y al peronismo muy bien. Eso es distinto que en 2001, cuando a todos les había ido mal y hubo una rebelión contra el régimen; ahora el Congreso es el que “frena” a Milei, la cosa es “pro régimen”, es un fenómeno distinto, que marca un límite al desborde anticapitalista; deja mucho en el terreno del “progresismo” –no todo: hay un espacio para el anticapitalismo, aun cuando cuesta mucho pasar del progresismo al anticapitalismo–.
Y hay una tercera mediación que son los gobernadores. No hubo mucha especulación con Villarruel, la especulación para una eventual Asamblea Legislativa es Schiaretti. Hubo una reunión de los gobernadores donde dijeron “superávit fiscal y superávit social”; ¿cómo se hace para lograr las dos cosas si el país no crece hace quince años? Ridículo.
Entonces, el escenario es de una crisis global: económica, social y política; pero por ahora no hay un escenario del tipo del 2001. El arbitraje lo hace el régimen político, sobre todo el Parlamento, con su mecanismo de veto, contraveto, y en el medio tratar de negociar.
Hay que ver si, en lo inmediato, la lucha de clases mete la cola, pero es difícil: sólo escuchar a Kicillof repetir una y mil veces “las urnas” en su discurso, da una idea de cómo se ubica el peronismo. Sin embargo, hay que ver qué pasa si al gobierno le va muy mal en octubre. Pero la elección de octubre no va a ser igual que la de septiembre, puede que sea más de tercios desiguales, porque en el interior del país el peronismo es débil; en Córdoba va a ganar Schiaretti. Es probable que LLA tenga un 30%, el peronismo un 40% y un 20% la liga de los gobernadores. Pero la elección de tercios anterior fue con el ajuste legitimado, y ésta es con el ajuste deslegitimado.
Entonces, tenemos un factor desestabilizador, que es el gobierno y sus acciones provocadoras: aunque cambie las “formas” por unas semanas, ¡el contenido no cambia porque son unos mentirosos profesionales! Y dos factores estabilizadores, que son el peronismo y los gobernadores. ¿El gobierno está acabado? Opinamos que aún no. Hay que tener en cuenta que Milei es un agente de Trump y el FMI, y Bolsonaro en lo inmediato va a ir preso pero eso no niega que el bolsonarismo goce de buena salud. Trump es muy agresivo, pero no le está yendo bien: quiso parar la guerra en Ucrania, no paró; quiso disimular un poco lo de Netanyahu, no lo logró. EEUU es un aprendiz de brujo, le pegaron un tiro al fascista Charlie Kirk. Allí hay más tradición de crímenes políticos, pero no hay un solo EEUU, hay muchos, es un país con una polarización terrible. La polarización es un dato categórico de la realidad mundial.
- La dialéctica entre el parlamento, las formas soviéticas y el partido
La cuestión es que en camino a octubre va a haber campaña electoral, no se ve venir un Argentinazo antes de octubre. Se viene un procesamiento legislativo y electoral de la crisis argentina, con un diálogo con la plaza (plaza-palacio). El procesamiento no es sólo social, es también político. Hay calle, lucha de clases, pero la mediación parlamentaria y electoral es enorme, y un cerco que nos dificulta progresar es que el partido no tiene parlamentarios. Hay una oportunidad de romper ese cerco en octubre, y esa es la cosa: porque con la porquería antidemocrática de las PASO (¡de las cuales el FITU es el gendarme más consecuente!), en octubre nunca estuvimos desde el 2009. ¡Ahora se nos abre esa oportunidad! y, encima, en medio de una crisis descomunal, lo que se aprecia en cómo estamos irrumpiendo en los medios con el ¡Ya Basta!
Se abrió un debate estratégico sobre el futuro del país: ¿qué hay que hacer con la Argentina? Arrancamos del salario de dos millones, pero vamos a un debate de fondo sobre el capitalismo. Una ubicación totalmente distinta de la del FITU. Le preguntaron a Bregman cuál es el problema de la Argentina, y contestó que es “el FMI”: es una ubicación igual a la del peronismo, Cristina dice lo mismo (reduccionista, no anticapitalista, aunque el Fondo es obviamente un problema). Bregman dice “dos diputados más”, Cristina dice cuatro, es la misma lógica. Y no, el problema de la Argentina es el capitalismo como totalidad, que fracasó. Y el primer problema popular es el salario; Kicillof no habló del salario ni de la precarización laboral, porque sería afectar la relación capital-trabajo.
Nosotros tenemos armada la campaña. Y esta crisis va a octubre de cabeza, porque octubre va a definir las proporciones relativas de cada fuerza en la negociación burguesa de qué hacer con la Argentina. Los gobernadores proponen a Schiaretti; el peronismo no sabe todavía si es Kicillof o Cristina. La otra fuerza es el gobierno, y la cuarta el movimiento de masas.
La campaña es muy de aparato, pero tenemos una oportunidad de renovar a la izquierda en la provincia de Buenos Aires con Manuela Castañeira (¡Del Caño ya aburre! ¿Cuándo va a ir a laburar?).[4] El problema del partido no es político, es organizativo, de administración de nuestras fuerzas y nuestro “aparato”. Lo de renovar a la izquierda tiene que estar, tenemos que perforar en el voto de izquierda. Y, también, votos de la CC, radicales, del PS, que no tienen candidaturas y pueden simpatizar con la figura de Manuela, además, obviamente, de votos peronistas. Organizativamente nos queda grande la campaña, aunque hay que buscar las mil y una formas de capilarizarla; pero atención, que nunca puede descartarse un “cisne rojo” (la combinación de determinismo y “azar” es parte de la dialéctica tanto en la naturaleza como en la sociedad).
El FITU acumula elementos crecientes de desgaste; dialogan con el clima de época, que es posibilista, pero se desgastan porque no satisfacen las expectativas. Las expectativas no se pueden satisfacer si no es revolucionariamente, pero el crecimiento evolutivo de un diputado más otro diputado, desengaña. La lógica profunda del FITU es socialdemócrata, porque no alerta nada y sólo pide más diputados; no está mal en sí mismo pedir ser elegidos, lo que está pésimo es nunca alertar simultáneamente que la respuesta no puede estar en el parlamento sino en la calle.
La lógica socialdemócrata se expresa en todo. Si no se problematiza lo “atrapados” que estamos en un régimen democrático burgués estabilizado, es un problema. Y el FITU no problematiza nada. El PTS tiene su “hipótesis estratégica” en la idea de un “Cordobazo del siglo XXI”, pero esta hipótesis está desligada de su práctica cotidiana: todo en el aparato, vaciamiento militante por la base, militancia excesivamente digital y no material, redonda negativa a rotar nuevamente a los lugares de trabajo, vivir como políticos profesionales de la superestructura, vivir de los fondos de las elecciones y el aparato, y todo así. Se trata de cuestiones complejas que no pueden resolverse con un “gesto izquierdista” y que cualquier organización que tenga diputados tiene que afrontar. Pero lo que parece ausente en su reflexión es que todo aparato genera sus propias necesidades, y eso es lo que hay que problematizar. Hemos escuchado a su dirigente poner alertas en los congresos del PTS, sólo para que al instante siguiente sigan por el mismo camino de sutil adaptación en el que venían… ¿Para qué tanta reflexión sobre la estrategia si la verdadera estrategia es puramente electoralista?
Nuestro partido no tiene esa lógica, y si conquistamos diputados tampoco vamos a tener esa lógica (eso no significa que vayamos a hacer gestos “izquierdistas” ridículos), que es una lógica “subjetivista” en realidad: mi ombligo es el “mundo”, no estamos atados a ningún criterio siempre que beneficie a nuestra secta; se parece mucho a una lógica estalinoide. Nosotros, que no somos objetivistas, tampoco somos subjetivistas: nos movemos con parámetros y criterios objetivos.
Para un partido revolucionario, las cosas se integran con dos componentes: lo objetivo y lo subjetivo. Lo subjetivo es la construcción del partido, los esfuerzos permanentes, las generaciones que se renuevan; las condiciones revolucionarias no las podemos generar nosotros, se tienen que dar, no creás condiciones revolucionarias con “dos diputados más”… Sin embargo, es imprescindible tener diputados, representaciones, para ir a un salto partidario: ¡son un paso obligado hacia un partido con mayor influencia!
Lenin afirmaba que “el congreso es una cueva de bandidos”. Y efectivamente lo es. Y por eso estamos estratégicamente por la “construcción soviética”: el poder dual.
Pero los parlamentos también son una caja de resonancia de la sociedad, distorsionada, claro está, pero no hay por ahora otro ámbito de representación que no sea esa cueva de bandidos. Distorsionadamente, expresa las presiones sociales. Y, en el escenario argentino, es más progresivo que el bonapartismo fallido de Milei, quien, recordemos, dio su discurso inaugural de espaldas al Congreso (un gesto bonapartista que sólo las relaciones de fuerzas impidieron que fuera más allá):[5] hablamos de un “mundo en combustión” con un peso fuerte de la extrema derecha. Al parlamento hay que superarlo por la izquierda, no por la derecha.
Nosotros tenemos la campaña armada, tenemos la figura de Manu, tenemos el programa anticapitalista de los dos millones de pesos, tenemos todo el perfil. El tema es que tenemos que girar a la campaña electoral, y eso no es fácil. No hay campaña electoral clandestina; hay redes y de todo, pero también hay que agitar en los barrios y la calle (capilarizar la campaña).
Estamos acostumbrados a dar, y a no pedir; tenemos que aprender a pedir voto. El PTS es al revés: es una secta que pide y no da nada. Nuestro perfil es poco “leninista”, es, erróneamente, más de Marx, que no tenía una idea madura de partido: “los comunistas nos distinguimos solamente porque levantamos los intereses generales del proletariado”. Eso está bien, pero es insuficiente. Lenin, sin darse cuenta del todo, daba otra definición: la conciencia “natural” de la clase obrera es conciencia burguesa, no socialista, por lo cual las organizaciones socialistas no surgen espontáneamente de su propia lucha y organización; entonces hace falta el partido, que va contra esa “corriente natural”. El partido se construye habitualmente a contracorriente salvo en los momentos revolucionarios. No había concepto de partido en Marx, era como Rosa, espontaneísta. Nosotros tenemos una idea demasiado “ingenua” de partido, demasiado comunista, y está bien, pero no estamos en el comunismo todavía, ni siquiera estamos en la transición: ¡estamos en la sangre y el lodo cotidianos del capitalismo y la lucha de tendencias –que son una mugre estalinista–, y para chapotear en la sangre y el lodo hay que subirse un poco más al pony! Eso no lo sabemos hacer.
Por ejemplo, algo elemental: tenemos que aprender a pedir el “maldito” voto. El otro día Bregman fue a hablar de su libro a la Facultad de Sociales, y como el libro no dice nada, no dijo nada. No habló de la transición, ni del problema de la plusvalía estatizada, ni de las leyes de hierro de la guerra civil, ni de la ciencia y el arte de la insurrección, ni de por qué el arte vinculado al oficio y a la práctica es un concepto importante en el marxismo… Hizo stand up con “los que no transamos en el parlamento” (¡cosa a verificar, porque transaron varias veces!), yo, yo y yo, vótenme. Parecía Kicillof con lo de “las urnas, las urnas”. Cuando terminó, nadie preguntó nada, aplausos, y se fueron de la facultad.
Nuestro concepto de partido es demasiado comunista, y eso es un problema, porque el comunismo es una etapa y la revolución es otra muy distinta. Tenemos indiscriminadas las leyes de la revolución, de la transición y del comunismo, y las leyes se aplican con matices; son momentos diversos de la experiencia de la clase obrera, y las acentuaciones también son distintas. En el camino a la revolución, en el camino de la sangre y el lodo, el piquete de ojo y las maniobras, la acentuación del partido es muy importante; hay una dialéctica entre partido y clase, pero, hasta cierto punto, el partido arrastra y no puede dejar de arrastrar a la clase junto a la vanguardia. Esa mecánica no la tenemos bien agarrada, porque nos dedicamos mucho al balance del estalinismo, y eso está bien, pero las leyes de la revolución, la transición, el socialismo y el comunismo no se combinan exactamente igual. Repitamos una y mil veces: las leyes de la revolución son las de la sangre y el lodo, ¡y hay que construir el partido, porque si no lo construimos las y los revolucionarios, no lo construye nadie! ¡Y para construirse, este partido tiene que hacerse más autobombo, creérsela más, hacer más “marketing”! Inclinar la vara es una de las leyes de la dialéctica, porque no hay posición neutral, todo es un campo de tensiones contrapuestas (el filósofo checo Karel Kosic hacía apreciaciones agudas respecto de que todo punto de vista tiene un elemento de “unilateralidad” porque es la acentuación de un aspecto).
Quién arrastra a quién es muy importante, lógicamente en un diálogo entre la clase y el partido; en algunos momentos es la clase la que arrastra al partido: en la revolución, el partido, aunque sea revolucionario, suele quedar detrás de los desarrollos de las masas, que son cien veces más concretas que los militantes políticos. Pero en muchos otros, el partido arrastra a la clase. Ese es el concepto de Lenin, y no lo tenemos del todo agarrado; tenemos mucho más el de Marx, de autoemancipación. Tenemos el concepto de ayudar a la clase y jugarnos por la clase, y por supuesto que es sano; pero seamos un poquito más malos, porque nos cuestan más las leyes de la revolución que las de la transición, y tenemos que entender las primeras un poquito más. Ahora para las elecciones, más adelante será para la insurrección, cuando venga.
- Ciencia y arte de la política revolucionaria
La de octubre, ¿es una elección de medio término o es una “asamblea constituyente” que termina en una asamblea legislativa? Dependerá de los desarrollos de estas semanas. Una elección de medio término no se hace pensando en un cambio de gobierno; una asamblea legislativa es un instrumento burgués para cambiar el gobierno. ¿Qué se está votando?, ¿los miembros de la próxima asamblea legislativa para elegir un nuevo gobierno? Se vota si Milei sigue o no sigue, y si ante la posibilidad de que Milei no siga hablan de Schiaretti, es una asamblea legislativa, porque el vicepresidente no es Schiaretti, es Villarruel.
En fin, como dijimos, esto dependerá de la dinámica de la crisis. En septiembre, a nadie le importaba qué cargos se votaban; ahora, la reacción de esa mujer que reconoció en el micro a uno de nuestros candidatos y se le abalanzó: “¡Sos candidato, decime en qué te puedo ayudar!”, significa algo. Octubre es una elección muy particular, es una elección que puede reemplazar al presidente, y como se jugaron tanto a Milei, también reemplazaría el proyecto; y bueno, una elección que reemplaza al presidente y al proyecto, es una asamblea constituyente, donde se abre más el juego, donde tiene mucho más peso el programa.
Tiene elementos de “constituyente” porque si el gobierno no sigue, formalmente hay que sostenerlo hasta el 2027, o buscar una solución de emergencia si no les da para llegar. Argentina no es Francia, donde salió Sarkozy por los medios a decir que se elija otro primer ministro y listo, que “no hay antecedentes en la V República de que caiga un presidente”, que “Macron no puede caer, tiene que terminar su mandato”. Acá la burguesía tampoco quiere que caiga el presidente, pero no tiene la misma convicción, porque saben que es Argentina, no pueden jugarse todo a un número, aunque en lo inmediato, tras el discurso presidencial, todo el mundo volvió a alinearse en que hay que sostener a Milei.
Como sea, es una elección más interesante, y justamente es la que también le abre al partido la oportunidad de un “cisne rojo”. La campaña tiene que tener otra capilaridad. ¿Qué quiere decir? En primer lugar, que no es una campaña solo para la juventud. Pero también que hay que destacar en la línea de frente del partido a la gente que es más “real” y que nos permite hacer una campaña distinta. Por ejemplo, los compañeros que quieran recorrer los barrios. Hay que conseguir autos destartalados con una bocina que recorran algunos barrios haciendo propaganda por Manuela Castañeira.
Además, el cartel debería ser “Manuela Castañeira al Congreso”, porque nuestro programa ya es archiconocido: hay un periodista hablando del “índice MC”, el índice Manuela Castañeira como índice del salario mínimo. Hay que trabajar para instalarlo como una estadística, aprender a hacer autobombo. Y en todas las provincias, empujar y agarrarse de la figura de Manu. Hay elementos de objetivización de Manu; el salario es uno de ellos, como en su momento fue el derecho al aborto y ahora puede ser el índice MC.
Capilarizar la campaña quiere decir ir más allá de nuestros límites. ¿Cómo llegamos a los barrios profundos de La Matanza y a otros lugares? Hay que hacer campaña en los barrios. Podemos empezar con las estaciones, pero la campaña en serio hay que hacerla en los barrios. Hay que organizar la campaña, tenemos que dedicarnos a lo que más nos cuesta que es organizar; hay cosas que se organizan por arriba y otras por abajo, organizar la capilaridad, es decir, poner en acción todo elemento que nos ligue a más amplios sectores, y poner todos los “patitos” atrás. Todo elemento que nos lleve a los barrios hay que explotarlo. Lo que es “retaguardia partidaria”, pasa a la vanguardia. La cosa es aprovechar todo elemento que nos lleve al movimiento de masas.
Para aprovechar el posible “cisne rojo”, hay que seguir las leyes de una campaña electoral. Hay cosas que van a seguir dependiendo de la política, porque no tenemos ese “doble” aparato (el partido cotidiano y el “legal”). Pero hay que acercarse más a lo que es una campaña electoral, y con la política hacer la diferencia.
No vamos a tener especialización electoral si no tenemos votos. Toda organización genera necesidades propias. Nuestra organización, ¿qué necesidades genera? Hacer política, militar, construir por la base, lucha de clases; no generamos mecánicamente espacios organizativos electorales porque no tenemos muchos votos ni representación; si los tuviéramos, se nos plantearía inmediatamente de manera concreta. Entonces, hay que cerrar esa brecha, y el puente es la política y la “idealidad” avasallando la materialidad de las cosas. Ese puente tiene elementos materiales e ideales, es inevitable.
Pero así es todo en política revolucionaria. La toma del poder es una ciencia y un arte: ¿qué quiere decir eso? El elemento científico, fundamental, es hasta dónde llegás con la previsión; la creatividad, el arte, es del orden de la intuición, de transformar la realidad, donde la idea se vuelve materialidad. A Lenin le pidieron garantías de que el poder “se iba a poder tomar”, y Lenin dijo que no hay garantías; hay que tirarse a la pileta –por supuesto, haciendo previsiones de las relaciones de fuerzas materiales–. Pero hay un elemento de imprevisión, ¡porque nuestra propia acción es parte de la ecuación!
Trotsky decía que la planificación es una ciencia y un arte, porque el plan es una previsión que, al mismo tiempo, se corrige en el momento mismo de la aplicación. En nuestro caso, habrá que largar la campaña e iremos corrigiendo a medida que avanza.
Hay una oportunidad porque la gente va a ir a votar masivamente, porque la elección está ahí a la vuelta de la esquina, y puede haber una asamblea legislativa que elija un próximo presidente –salvo que Trump le traiga una carretilla de plata; pueden pasar esas cosas porque existe la extrema derecha mundial–.
Si realmente hay una asamblea legislativa, es lo más parecido en la Argentina a una asamblea constituyente. Cuando habló Zamora en la Asamblea Legislativa, lo escuchó todo el país; fue a fines del 2001, sesionó durante varios días y eligió a varios presidentes.
En suma, vamos a una campaña distinta de las que hemos hecho, y tenemos que dotarnos de las herramientas para llevarla adelante a la altura de las circunstancias.
[1] Esto no quiere decir que todos los sectores patronales lo apoyen: el sector de la construcción está a los gritos porque el gobierno, en su nuevo presupuesto para el 2026, sigue hundiendo la obra pública.
[2] Estas son conquistas que la burguesía viene atacando al menos desde la dictadura militar, pero que son duras de roer.
[3] Salud y educación ingresan, por definición, en este tipo de criterios, razón por la cual Milei las ataca. Otra cuestión son las condiciones generales de la acumulación capitalista, que son adelantos de inversión que en una primera etapa no dan ganancias, pero que hacen a la productividad general de la economía. Milei tampoco se quiere hacer cargo de esto, por eso abandona las rutas, por ejemplo, y cualquier otra inversión estratégica del Estado.
[4] La vida de políticos profesionales de la mayoría de las figuras del FITU es un elemento profundo de adaptación. La rotación no puede ser que uno sucede al otro en los cargos, eso es una deformación: ¡la rotación es volver a laburar!
[5] Parte del rutinarismo del FITU es tomarse todo a la joda, como la expresión oportunista de Bregman de definir a Milei como “gatito mimoso”, que sigue repitiendo de manera pedante. Adaptación es también sacar un “libro” que no es un libro sino puro marketing electoral (carece de cualquier idea original).




