Después de las elecciones en la Provincia de Buenos Aires

Categórica derrota de Milei: las razones del voto castigo

La calle puso la agenda que derrotó a Milei en las urnas.

La derrota de Milei en la Provincia de Buenos Aires vino demasiado rápido y fue demasiado dura para el oficialismo. Nadie sabe cómo se recuperarán de semejante paliza. Si se recuperan.

El propio Milei y la conducción de LLA había aceptado como un hecho que las elecciones provinciales iban a ser casi plebiscitarias. Ninguna de las elecciones provinciales de este año había tenido ese contenido, ni siquiera las de la Ciudad de Buenos Aires de mayo. Por eso también tuvieron una participación más alta de la esperada, y bastante más alta que todos los comicios anteriores del 2025. Porque más gente pensó que se definían más cosas.

Nadie tiene ninguna duda: la categórica derrota en la Provincia de Buenos Aires es una derrota de Milei y su proyecto de gobierno. No de sus candidatos, no de una táctica electoral, no de un malestar pasajero. No. Es el mileísmo como tal el que acaba de ser golpeado.

Vuelan por todos lados los análisis interesados. El mileísmo señala con el dedo al aparato del PJ y los intendentes (como si acabaran de descubrir su existencia), la minoría de LLA a Karina Milei y Pareja, los analistas de La Nación a las formas del presidente y la poca voluntad de acuerdo. Todo esto es cierto, pero son condimentos del picante plato principal.

Poco se está hablando del candidato «libertario» en la principal sección electoral de la Provincia de Buenos Aires, como si realmente a nadie le importara. Fue él, ni más ni menos, quien dio una de las explicaciones más realistas de la derrota: «Mi mamá es jubilada, tiene 91 años y no llega a fin de mes”. Esa es la explicación del ex policía Bondarenko de su derrota: la política económica de Milei, de la fuerza política a la que representó en las elecciones del 7 de septiembre. Por una vez, lo podemos tomar en serio.

La derrota electoral de Milei y la crisis política

Milei necesitaba a toda costa un triunfo. En este caso, ganaban si no perdían por tanto. Y perdieron por tanto y por bastante más. Una diferencia del 13% estaba entre los peores escenarios posibles, y fue el que se concretó.

La Provincia de Buenos Aires es por lejos el distrito más importante del país, y la elección que acaba de pasar es sin duda una señal de anticipación de cómo se comportará en octubre.

Con la derrota, es mucho lo que se ha puesto en riesgo para el gobierno de Milei. Su futuro está en juego porque se puso plenamente en evidencia que no tiene los atributos necesarios del poder, no tiene con qué imponer su programa económico.

Milei no tiene en sus manos ni resortes fundamentales de los poderes de la democracia burguesa ni un movimiento social de masas que se imponga a la institucionalidad. Respecto a la institucionalidad de la democracia capitalista, su precaria situación ya se había puesto al desnudo con las derrotas parlamentarias y los fallos en contra de sus DNU del Poder Judicial. Lo más parecido a un «movimiento social» que tiene en su haber es la tropa de trolls de Twitter con miles de likes boteados. Del  fenómeno de la juventud de derecha ya no queda casi nada. Bastó una lucha universitaria para terminar con esa mentira.

En contraste, el gobierno de Macri tenía un fuerte respaldo en el Poder Judicial, una gruesa representación parlamentaria, aparatos políticos tradicionales como la UCR, el poder de provincias y municipios, el «movimiento social» construido en torno al «conflicto del campo» del 2008, el apoyo de franjas más que tradicionales de la clase dominante. Y aún así fracasó.

No por nada, algunos de los interesados en que Milei gane las elecciones, como La Nación, le venían recomendando que amplíe su base de apoyo, que haga más alianzas, que sea menos confrontativo con potenciales aliados. Le aconsejaban que se tome en sus manos más herramientas de poder. Pero decidió jugarse a todo por su proyecto de LLA puro violeta, comandado por su hermana, y acaba de recibir un golpe que podría (quién sabe) ser definitivo.

Pero todo esto remite a las condiciones necesarias para que Milei pueda imponer su proyecto económico, social y político. Lomas de Zamora fue el lugar de la puesta en escena de cuestionamiento a todo ese proyecto como tal.

No se puede vivir del relato. Nadie come macroeconomía. O, más precisamente, nadie come números macroeconómicos dibujados con medidas desesperadas. Los dos índices económicos reales de «triunfo» del gobierno venían siendo la baja de la inflación y la contención del dólar. Pero eso se logró con destrucción de la actividad y del consumo. Nadie se cree el verso de las 12 millones de persones que salieron de la pobreza. Además, cada vez más franjas de la clase capitalista veía con malos ojos que se los arruinara para sostener el castillo de naipes de la «macro». Y los posibles aliados políticos le empezaron a dar la espalda al gobierno, que solamente les escupía en el ojo.

En otras palabras, hacía mucho que venían crujiendo la situación social, la económica y la política. Bastaba que una hiciera síntesis con otra para que las tres crisis se mostraran como lo que son: una sola y misma crisis. Tenía que pasar algo que le pusiera fin a la paciencia de millones. Algo que sacara a la gente del hundimiento en la crisis personal e individual, que la hiciera ver que hay muchos en la misma situación y le permitiera encontrar culpables. Los audios de Spagnuolo sonaron lo suficientemente fuerte para desatar la avalancha. Abrieron una crisis política que no termina. El ajuste perdió toda legitimidad. Ya no era un sacrificio momentáneo en aras del futuro. Era, entre otras cosas, un robo a los discapacitados para que Karina tenga su 3%.

La crisis es tan profunda que hasta formas clásicas del régimen político argentino fueron puestas en jaque. El país pasó del presidencialismo extremo al semi-parlamentarismo con la acumulación de una derrota tras otra del gobierno en el Congreso.

El peronismo triunfa recogiendo la agenda de la calle

Algunas voces en el peronismo quieren sacar como balance que su triunfo en la provincia se debe a «la gestión de Axel». Semejante análisis se pasa de interesado a inventor de la realidad. Si se acepta que Milei sufre esta derrota porque la gente vive mal, debería ser una cosa obvia y tangible lo que haga Kiciloff para evitarlo o amortiguarlo. Deberían existir en la discusión pública, al menos un poco, los motivos por los que el triunfo electoral tiene algún mérito propio. Pero no hay nada, absolutamente nada.

El debate nacional está hace meses dominado por los reclamos de discapacidad, de los trabajadores de la salud, de los jubilados. Es la calle, la movilización, la que puso la agenda de oposición a Milei. No fue el personal político el que logró imponer las condiciones de la derrota del oficialismo. Fue la organización de la fuerza de la «sociedad civil» existente en Argentina con toda su tradición sindical, estudiantil, etc.

El peronismo operó para desinflar esos reclamos. Son el principal partido del país, están al frente de la CGT y no tuvieron ningún rol significativo de ningún tipo en organizar a los jubilados, la lucha de discapacidad, los reclamos en salud. Pero una vez que la calle puso su agenda por su cuenta en la escena nacional, una vez que impuso su debate por fuerza propia, el peronismo lo aprovechó para llevarlo al Congreso y ser la cara institucional de movimientos con los que tuvieron poco y nada que ver. Fue la agenda de la calle, apropiada por la principal organización política del país, la que logró derrotar políticamente a Milei. El Congreso por su cuenta, peronismo incluido, solamente nos había dado la aprobación de la Ley Bases. Ni Kiciloff ni nadie más en el peronismo tienen ningún programa ni agenda alternativa.

En su discurso de triunfo, Kiciloff quiso volver al discurso de que fueron «las urnas» las que le pusieron un freno a Milei. Por supuesto que sería ridículo negar la importancia de los resultados electorales, que mostraron al gobierno en clara minoría. Pero las urnas por su cuenta, y el peronismo por su cuenta, solamente podían dar frustración, decepción y resignación. Es lo que venía pasando con todas las elecciones anteriores, y la baja participación.

Lo que estaba en debate públicamente, los motivos tangibles por los cuales se podía ver que era necesario derrotar a Milei eran las jubilaciones, los discapacitados, los hospitales. Y la que puso esa agenda fue la calle. Querer mandar de nuevo a la gente a su casa después de votar es despejarle el camino al gobierno para que se pueda recuperar.

La izquierda y la crisis política

En medio de la crisis política abierta, que estuvo lejos de toda rutina, la izquierda hizo una elección rutinaria. No son ciertas las afirmaciones de supuestos «triunfos». El FITU retuvo dos bancas provinciales y perdió (hasta ahora) sus concejales con dos puntos porcentuales menos que en elecciones pasadas. Entre otras cosas, su insistencia con seguir dividiendo sigue siendo un tiro en el pie.

Eso puede cambiar hacia octubre. «¡Masivo voto castigo contra Milei!» dijo Manuela Castañeira, referente del Nuevo MAS, tras conocerse los primeros números de las elecciones.  «Fuerza Patria, casi sin propuestas, recoge la justa bronca popular contra el gobierno ajustador y coimero. En octubre la elección puede ser un cachetazo nacional y para empujar esa posibilidad es que me postulo a Diputada Nacional. El salario mínimo de 2 millones tiene que estar en la agenda del Congreso de la Nación, y desde ahí también presionaremos por la unidad de la izquierda.»

Se ha abierto una crisis política. La izquierda tiene la responsabilidad de ser una voz de los reclamos de la calle para golpear al gobierno. Las campañas rutinarias y autorreferenciales no sirven para nada. Tenemos que ser voceros de los reclamos populares, de las necesidades más profundas de millones, como el salario. Hacia octubre, la agenda puesta por la movilización se puede convertir en organización, y puede ser una enorme oportunidad para la izquierda.

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