La viralización de las imágenes producidas por IA con “estética” o “estilo” estudio Ghibli despertó debates y polémicas, principalmente alrededor del excesivo consumo de agua y el daño al medio ambiente, y de los derechos de autor.
Desde la primera perspectiva, el debate gira alrededor del daño ecológico. Desde una posición, el consumo de estas imágenes estaría mal porque su producción genera un gasto de agua y un daño al planeta. Desde otra posición se pueden responder dos cosas: que siendo así tampoco deberíamos consumir o usar un montón de cosas cuya producción daña el medio ambiente, y que el problema no es el consumo, el problema es la forma de producción por medio de la explotación de los seres humanos y de la naturaleza.
El segundo debate también tiene una posición desde la cual estaría mal el uso de estas imágenes, porque representa un robo, un uso no autorizado de imágenes creadas por un estudio que además está en contra de estas tecnologías. La condena a la IA por violar los derechos de propiedad intelectual se mete en un debate complejo… y si no profundiza en él pisa el palito de defender la propiedad privada…
En ambas se puede agregar que tanto el daño ambiental como el “robo” son a beneficio de los empresarios dueños de las mega empresas detrás de la inteligencia artificial.
No es mi intención entrar en ninguno de los dos debates. Por el contrario, quiero proponer un debate alrededor del arte y la creatividad, de los límites de la IA y, por sobre todas las cosas, una defensa del estudio Ghibli (y de la creatividad, y de la humanidad).
¿Ghibli versus IA?
Studio Ghibli se fundó en 1985 por Hayao Miyazaki e Isao Takahata, dos artistas, animadores y guionistas, que tenían además una trayectoria de defensa de los derechos de los trabajadores de la animación. El estudio se dedica al cine de animación, un género por lo general asociado a las “películas infantiles”, y con poca atención por parte de la crítica y la academia. Sin embargo, Ghibli desafió varios límites, haciendo mundialmente conocidas películas japonesas, y mostrando que la animación puede tratar temáticas profundas, emocionar también a los adultos, e incluso ser desgarradora.
El estudio defiende con nostalgia la animación 2D, las ilustraciones hechas a mano fotograma por fotograma, y frente a eso, la producción en masa imagen tras imagen de la IA parece burda, opuesta. Pero no es solo el poder de una imagen bella lo que Ghibli representa. En sus películas se abordan temáticas de gran profundidad. Por un lado, Miyazaki como director destaca por la elaboración de personajes femeninos fuertes y complejos, desde mucho antes que eso se hiciera generalidad en la industria audiovisual. Literalmente desde su primera película, “El Castillo en el Cielo”, estrenada en 1986. Por otro lado, las películas abordan la problemática ambiental, con posiciones claras acerca de la defensa de la naturaleza, y sembrando el debate acerca del rol de la humanidad (una misma peli pasa del odio a los humanos a mostrarlos como quienes pueden salvar el mundo). En las películas de Studio Ghibli, la naturaleza es un personaje en sí mismo (o, a veces, muchos personajes con intereses diferentes y relaciones complejas entre si). Muchas películas cuestionan el desarrollo desmedido de la tecnología para mero provecho de unos pocos privilegiados, empalmando con la polémica en torno a las IA. Además, hay fuertes críticas a la guerra y al imperialismo, empezando también con una de las primeras películas del estudio, desgarradora, “La Tumba de las Luciérnagas”. Por último, es destacable en muchas de las películas el rol de la solidaridad y la auto-organización por abajo. Son los lazos, el afecto, la empatía, lo que suele salvar a los personajes y muchas veces al mundo que los rodea.
Pero además, las películas muestran al mundo muchos rasgos de la historia y la cultura japonesa, y tienen muchos niveles de significado. Cada película tiene muchas historias: La historia para les niñes, la historia que se ve a simple vista, la historia para los más grandes, la historia para quienes leen entre líneas y por detrás de la metáfora, la historia de quienes conocen sobre la cultura japonesa, y la historia que los propios japoneses pueden leer en esas obras. Son películas que se pueden volver a ver y al hacerlo encontrar nuevos significados, antes ocultos o pasados por alto.
Películas como “Mi vecino Totoro”, “El Viaje de Chihiro” o “El Castillo Vagabundo” condensan la historia personal de sus realizadores, la historia, mitología y creencias de la comunidad en las que son producidas, y posiciones sobre el mundo y sobre la sociedad actual, y de ese encuentro surge una síntesis, una historia que funciona, una serie de imágenes hermosas que puede emocionar hasta los huesos. La IA, por ahora, está a años luz de hacer eso.
La IA no puede, por ahora, rescatar las subjetividades que hay detrás de cada producción artística, no puede imprimirles alma. No puede, por ahora, repito, crear una historia con muchos niveles de significado, que sea algo más de lo que se ve a simple vista. La IA, por ahora, solo puede procesar una serie de imágenes (que no creó, que no le son propias) y producir una imagen con una determinada “estética”. Y para colmo, si lo hace muchas veces seguidas, se calientan sus motores, se derriten sus procesadores y gasta millones de litros de agua para enfriarse.
La IA es una creación humana, como todas las pelis de Miyazaki, como el Studio Ghibli. Y como toda creación humana tiene inmensas potencialidades. Pero no puede generar de la nada, no puede crear sin lo que la humanidad le da. Y por tanto, su destino, bueno o malo, liberador o destructivo, está atado a lo que pase con nosotres, con los humanos, con las luchas que demos, con todo lo demás que lleguemos a crear.
¿La humanidad versus las máquinas?
Entonces ¿Está mal subir mis fotos en estética Ghibli? ¿O preguntarle cosas a chat GPT? No, no está mal. Pero puede estar bien, además, ir a mirar las pelis de Ghibli, emocionarse un rato y ver que no es lo mismo… que no es ni remotamente lo mismo, que no tiene nada que ver lo que puede crear la IA, con lo que pueden crear los artistas humanos. Y en el mismo sentido, puede estar bien preguntarse, antes de preguntarle a Chat GPT, si tenemos algo propio que decir al respecto.
Entonces ¿Está claro que Ghibli le gana a la IA? Si medimos en capacidad creadora, sí, sin dudas. Si medimos, con la medida del capitalismo, en ganancias, no tanto
¿Y está claro que la humanidad le gana a las máquinas? Hay una falsa batalla, porque las máquinas, por ahora, siguen manejadas por humanos. Y si las máquinas destruyen el medio ambiente o dañan la salud de las personas… no son “las máquinas” el problema, son sus dueños, los capitalistas que deciden sobre ellas.
La capacidad creadora de la humanidad tiene pocos límites, para bien y para mal. Y si queremos que sea para bien hay que hacer algo y, como Miyazaki en su juventud, como los personajes de Ghibli, tejer lazos por abajo, organizarnos.