Este martes (22), la Rada Suprema (parlamento ucraniano) aprobó una ley presentada por Volodímir Zelensky que elimina la autonomía de la oficina anticorrupción (conocida como Nabu) y la subsume al control del Poder Ejecutivo. Ahora, la fiscalía general (bajo influencia de la presidencia) podrá decidir discrecionalmente qué casos de corrupción merecen ser investigados. La medida generó movilizaciones de miles de personas en las grandes ciudades del país, especialmente en la capital Kiev.
Es la primera vez desde el comienzo de la invasión rusa en 2022,, que la población ucraniana realiza movilizaciones importantes contra el gobierno de Zelensky. Ya desde las horas previas a la votación, comenzaron a congregarse miles de personas en distintos puntos de la capital, especialmente frente a la residencia presidencial. La composición de las movilizaciones fue mayoritariamente joven, con presencia estudiantil, e incluyó también a sectores de ex – combatientes. Diversas figuras del ámbito cultural e intelectual se pronunciaron también contra la ley.
En Kiev participó incluso el alcalde de la ciudad, Vitali Klitschko. El gobernante local pertenece al partido europeísta de centroderecha UDAR. Una muestra más de que la unidad nacional cerrada alrededor de Zelensky está resquebrajada. El malestar interno se suma ahora a la inestabilidad geopolítica impuesta por Trump, que parece mover el suelo bajo los pies de Zelensky.
Malestar entre los euro aliados
Marta Kos, comisionada de Ampliación de la Unión Europea, criticó la ley impulsada por Zelensky. «El desmantelamiento de las salvaguardas sobre la independencia de Nabu son un serio retroceso» declaró públicamente. Es historia conocida que la entrada de Ucrania en la UE está condicionada por el bloque euro al avance «de la lucha contra la corrupción». Tanto analistas como la propia UE dejaron en claro que la rendición del Nabu deja a Ucrania por detrás de cualquier estándar de transparencia aceptable para el bloque euro.
Varios socios europeos salieron a criticar la medida de Zelensky este miércoles. Entre ellos Francia, Alemania y Suecia. Voceros de Ursula von der Leyen, dijeron que la comisionada europea le pidió «explicaciones» a Zelensky luego de transmitirle sus «fuertes preocupaciones» por el desmantelamiento de la oficina anti corrupción. El ministro europeo del gobierno francés, Benjamin Haddad, instó al gobierno ucraniano a dar marcha atrás con la ley. Lo mismo hizo el comisionado de Defensa de la UE, Andrius Kubilius. «En tiempos de guerra, la confianza es fácil de perder con tan sólo un error de liderazgo», declaró en una suerte de advertencia profética contra Kiev.
Zelensky optó por defender la medida, aduciendo que busca «limpiar las oficinas anticorrupción de influencias rusas» supuestamente infiltradas. Una excusa más bien ridícula, que expone la cada vez más acuciante falta de maniobrabilidad del Ejecutivo.
Las movilizaciones coronan el desgaste de Zelensky en un escenario de extrema incertidumbre
Este miércoles comenzó una nueva ronda de negociaciones de paz entre los gobiernos ruso y ucraniano, hospedado nuevamente por el gobierno de Erdogan en Estambul. La primera reunión duró apenas una hora y expuso la extrema formalidad de la negociación. La delegación ucraniana volvió a proponer un alto al fuego incondicional de 30 días, que los delegados rusos rechazaron.
Funcionarios ucranianos señalaron el carácter más ultimatista que negociador de la delegación rusa, que también rechazó la posibilidad de un encuentro cara a cara entre Putin y Zelensky. El ultimatismo de Putin ya es conocido. El ruso no se baja de sus pretensiones anexionistas, subordinando cualquier acuerdo a la anexión definitiva del Donbás (Dónetsk y Lúgansk). En las últimas semanas llegó a hablarse de intenciones rusas de extenderse hasta Járkiv, la segunda ciudad más poblada de Ucrania.
A esta altura es ya evidente que Zelensky atraviesa un período de constantes turbulencias desde la asunción de Trump. Los vaivenes en la orientación trumpista son brutales. Comenzó su gestión humillando públicamente a Zelensky y explicitando sus intenciones de partir Ucrania por la mitad para entregarle un pedazo en bandeja a Putin. Ahora, la falta de colaboración desde el lado ruso obligaron a Trump a desplazarse discursivamente con el falso ultimátum que, en realidad, le da vía libre a la agresión rusa durante casi dos meses más. Y la reanudación en el envío de armamento yanqui a Ucrania ahora está mercantilizada como una operación comercial más a través de la UE.
La inestabilidad congénita del factor Trump no actúa sobre el vacío. Se suma al evidente desgaste que pesa sobre Zelensky tras casi cuatro años de invasión. La sociedad ucraniana da signos de agotamiento. Lo mismo sucede en el plano militar, con falta de recursos humanos para sostener el frente desde casi el comienzo de la guerra.
Si bien hubo un momento de marcada unidad nacional alrededor de Zelensky al comienzo de la guerra, ese momento parece haber terminado (o estar en vías de terminar). No tanto por los choques discursivos entre Zelensky y la oposición, sino centralmente por las crecientes expresiones de descontento por parte de la población ucraniana.
Vale la pena recordar que, previo a la invasión rusa, Zelensky llegó a la presidencia en 2019 como un outsider. Un comediante televisivo que ganó las elecciones con un discurso anti establishment y sobre todas las cosas anti corrupción. La victoria de su partido Servidor del pueblo se paró sobre el proceso social que eyectó por el aire al ex presidente pro ruso Yanukovich, conocido como Euromaidán, así como sobre el rechazo popular a los escándalos de corrupción de Poroshenko, reconocido oligarca ucraniano y presidente de 2014 a 2019. Fueron varias las consignas y testimonios de las movilizaciones que comparaban el desmantelamiento de la Nabu a las estructuras de poder de Yanukovich.
¿Cuál será la extensión y efecto de las movilizaciones sobre la situación política ucraniana y la coyuntura bélica? Difícil decirlo cuando estas movilizaciones parecen no haberse cerrado definitivamente. Lo seguro es que la presencia de la población ucraniana en las calles suma un alto grado de inestabilidad a la ya frágil situación del gobierno. Zelensky está asediado: al este la invasión rusa, al oeste la desconfianza europea, en ultramar las maniobras imperialistas de Trump… y dentro de Ucrania un creciente descontento que podría estallar si se abren grietas en la gastada unidad nacional.
Mucho menos claro está todavía cuál será el signo político de dichas movilizaciones. La población ucraniana vive hace 4 años una incursión bélica que amenaza (por enésima vez en su historia) su derecho a la autodeterminación nacional. Zelensky confió todas sus posibilidades al padrinazgo del imperialismo occidental (tanto de la UE como Estados Unidos) que ven a Ucrania como una zona de influencia por la cual competir. Ahora que Trump negocia la tierra ucraniana por kilómetro cuadrado, algo podría despertar en la conciencia de la población.