Para escribir una poesía
que no sea política
debo escuchar a los pájaros.
Pero para escuchar a los pájaros
hace falta que cese el bombardeo.
Marwan Makhoul, poeta palestino
Desde que Israel rompió unilateralmente la tregua el 18 de marzo anterior, impuso un bloqueo total a la Franja de Gaza, impidiendo el ingreso de cualquier tipo de ayuda humanitaria al territorio.
Como era predecible, al cabo de pocas semanas esto se transformó en una catástrofe para los 2,2 millones de gazatís. Las imágenes de los cuerpos de niños famélicos al borde de la muerte por inanición, consternaron a la opinión pública y aumentó el aislamiento internacional de Israel.
El hambre como arma de guerra
Debido al aumento de la presión internacional, las fuerzas de ocupación sionistas se vieron obligadas a realizar algunos gestos simbólicos para no perder el respaldo de sus aliados históricos.
Por este motivo, desde el 27 de mayo comenzaron a implementar un sistema de entrega de “ayuda humanitaria”, permitiendo el ingreso a “cuenta gotas” de camiones con alimentos. No obstante, se trató de una maniobra publicitaria para profundizar sus planes de limpieza étnica y colonización de Gaza.
Ahora, los alimentos llegan por medio de convoyes protegidos por el ejército de ocupación sionista y son distribuidos por la “Fundación Humanitaria para Gaza” (GHF, por sus siglas en inglés), un nombre de fantasía para encubrir que se trata de un grupo de mercenarios estadounidenses.
Dicha fundación es la encargada de administrar tres puntos de reparto de ayuda, hasta los cuales tienen que desplazarse una vez por semana los más de dos millones de refugiados que habitan en la Franja.
La justificación para esto es impedir que Hamas se apropie de los recursos y mantenga sus redes de distribución, limitando su capacidad de financiamiento y de reclutamiento.
Sin embargo, con las pocas semanas que lleva de funcionamiento queda claro que su fin es concentrar territorialmente a los palestinos en Gaza y, de paso, someterlos a una tortura con tal de entregarles algunos pocos alimentos para no morir de hambre.
Es decir, ya no se trata solamente del peligro de morir por los bombardeos, sino que también está latente la muerte por falta de alimentos y el permanente martirio para acceder a un plato de comida cada tanto.
Además de las filas kilométricas, desde que comenzaron a funcionar los centros son recurrentes las masacres cometidas por los agentes de la HGF o del ejército israelí. Bajo la ocupación sionista, hacer fila para conseguir un plato de comida es una causa potencial de muerte.
Al momento de escribir esta nota, se contabilizan un total de 163 personas asesinadas durante la entrega de alimentos, mientras que 1.495 resultaron heridas. El martes pasado (10), por ejemplo, fue una de las jornadas más sangrientas hasta el momento. Según la información brindada por el Ministerio de Sanidad gazatí, ese día fueron asesinadas 36 personas y hubo 208 heridos.
Por otra parte, con este mecanismo Israel avanzó con sus planes para expulsar a la ONU del territorio gazatí. Esto tiene su importancia, porque desde 1949 la entrega de ayuda humanitaria estuvo a cargo de la “Agencia de las Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Próximo” (UNRWA, por sus siglas en inglés).
La existencia de esta entidad es muy incómoda para el sionismo, pues fue creada en 1949 luego de la “Nakba”, la primera diáspora palestina. Debido a esto, Netanyahu y el gobierno israelí atacan insistentemente a la UNRWA, porque es una institución formal cuyo nombre y objetivo recuerda que hubo una limpieza étnica que permitió la fundación del Estado colonial de Israel.
Por todo lo anterior, estos “centros de distribución de alimentos” son un eufemismo para denominar a los campos de concentración que creó el sionismo en Gaza. Son métodos abiertamente fascistas, los cuales hacen parte de la lógica de limpieza étnica y genocidio que persigue el actual gabinete sionista.
La radicalización del gobierno sionista
Ian Kershaw es uno de los principales historiadores del nazismo y sus estudios son muy útiles para comprender la evolución de la barbarie nazi.
Explica que el plan inicial de los nazis era relocalizar geográficamente a los judíos europeos en otros países, pero que con el tiempo se percataron de que esa idea era virtualmente imposible. Asimismo, sostiene que el régimen experimentó una “radicalización” paulatina durante los años treinta y en la Segunda Guerra Mundial, cuyo desenlace fue la “solución final” (La dictadura nazi, 2013; Hitler, 2019).
Por todo lo anterior, el historiador inglés concluye que cualquier plan de desplazamiento de una población nativa contiene la idea del genocidio, aunque al inicio no esté conscientemente asumida o expuesta.
Estas dos ideas, la radicalización del régimen y la relación desplazamiento/genocidio, son pertinentes para comprender el accionar del gobierno de Netanyahu desde que comenzó la masacre en Gaza. En el transcurso de los últimos veinte meses (octubre 2023-junio 2025) el gabinete israelí pasó de la extrema derecha al fascismo.
Como informamos en otro artículo (ver Gaza: Israel intensifica la masacre y avanza en sus planes de limpieza étnica), desde mayo del presente Israel comenzó la “Operación Carros de Gedeón”, que, a su vez, se inscribe en el plan “Fase 3: La captura completa de Gaza”. Esta ofensiva tiene por objetivo asegurar el control y ocupación colonial de amplias partes de la franja.
Para tal fin, las autoridades militares sionistas ordenaron el desplazamiento forzoso de cientos de miles de palestinos hacia el sur del territorio y, desde entonces, hablan con más contundencia de permitir la “emigración voluntaria” de quienes deseen abandonar Gaza. De hecho, el gobierno israelí continúa buscando terceros países para que acojan a los palestinos que quieran migrar.
Estas palabras, en boca de un sionista fascista, solo pueden significar una sola: van a transformar la vida cotidiana de los palestinos en un infierno para que “libremente escojan” abandonar los campos de concentración.
En vista de lo anterior, no hay duda de que el gobierno de Netanyahu se radicalizó en los últimos dos años y está liberando sus tendencias genocidas. Es imposible relocalizar una nación entera de su territorio original sin el uso de formas extremas de violencia. ¡Limpieza étnica y genocidio riman con barbarie!
Para no dejar lugar a dudas, basta con revisar las declaraciones del ministro de Finanzas de Israel, Bezalel Smotrich. Es uno de los principales ideólogos del uso del hambre para acabar con el pueblo palestino. Desde el inicio de la invasión declaró que Gaza sería “totalmente devastada” y, en reiteradas ocasiones, dijo que la ayuda humanitaria solo debía entregarse si los rehenes eran liberados (ver Israel “won’t commit suicide”, says the government’s ideologue). Es decir, bajo esta lógica es “válido” matar de hambre a toda una población con tal de conseguir un fin militar.
Además, es un representante directo de los colonos sionistas, el sector más radical del sionismo. Recientemente, fue sancionado por varios países europeos por incitar a la violencia de los colonos contra los palestinos, ante lo cual respondió que impulsaría nuevos asentamientos y que ahora es el mejor momento para esto.
El fracaso de los dos Estados
El gobierno de Israel no tiene intención por detener la masacre contra el pueblo palestino, particularmente en la Franja de Gaza. Actúa de forma impune, pues cuenta con el apoyo político y militar del imperialismo estadounidense, particularmente tras la llegada de Trump a la Casa Blanca.
Esto quedó claro con el secuestro en aguas internacionales de Greta Thunberg y los demás activistas que viajaban en el Madleen.
En el caso de los gobiernos liberales europeos, en los últimos meses comenzaron a diferenciarse de Israel y, hasta esta semana, impusieron algunas sanciones a Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir, los dos ministros más radicales del gobierno.
Por otra parte, insisten en la “solución” de los dos Estados, una política que solamente sirvió para dividir a la resistencia palestina contra la ocupación colonial y que el sionismo aprovechó para avanzar con el desarrollo de más asentamientos coloniales.
La liberación de Palestina del yugo sionista e imperialista es una de las principales tareas de la humanidad en este siglo XXI. Esto no será posible con la propuesta –reaccionaria e inviable- de los dos Estados. Palestina será libre, socialista, democrática y no racista, o no será.