Incertidumbre, incertezas y elecciones

Lo que dejó la Plaza del 18

Luego de semanas centradas en el fallo proscriptivo contra CFK, vuelven los reclamos por el salario y las manifestaciones de la crisis económico-social, mientras la coyuntura se encamina hacia las elecciones. La izquierda tiene el desafío de dejar de lado las mezquindades de aparato para abrir un canal unitario alternativo a Milei y al kirchnerismo.

Argentina es un barquito en medio de una tormenta mundial. Mientras la coyuntura internacional -reaccionaria- se deteriora al calor de nuevos eventos guerreros en Medio Oriente con el ataque de Israel y EEUU a Irán, al tiempo que prosigue el genocidio en Gaza; la proscripción a CFK volvió a mostrar las costuras de un país atravesado por una profunda crisis orgánica. En una editorial anterior[1] nos dedicamos al carácter del fallo de la Corte Suprema, en lo que sigue nos ocuparemos de la dinámica que abrió dicha resolución.

Un manotazo reaccionario del régimen…

La larga crisis que atraviesa el país proviene de la irresolución acerca de cuál es su ubicación en el mercado mundial.

Económicamente, Argentina es un país con una economía mediana, con algunos sectores con una fuerte competitividad, pero en general con un tejido productivo más atrasado y menos competitivo que, sin embargo, está anclado en las ciudades, dándole un carácter industrial y urbano a su población.

Si el menemismo logró insertar al país en el mundo construido alrededor del Consenso de Washington, provocando una derrota, desindustrializando el país y generando niveles inéditos de desocupación y pobreza, el Argentinazo mediatizó ese proceso, “desenganchándolo” durante dos décadas de la dinámica internacional, en tributo a las reivindicaciones más sentidas de ese levantamiento popular. Esta fue la tarea que asumieron los Kirchner, en su intento por “normalizar”, otorgando una serie de concesiones para reinstitucionalizar y reabsorber la rebelión. La resultante es una ubicación y un tejido social plagado de contradicciones. Esto es lo que se intenta empezar a resolver con el fallo proscriptivo de la Corte Suprema de Justicia.

A partir de allí, hubo unos largos 20 años que atravesaron distintos momentos: la “mediación light” kirchnerista, un frustrado intento del macrismo -puesto en cuestión con las jornadas del 14 y 18 de Diciembre del 2017-, y el “pantano” del gobierno de Alberto Fernández –que no solucionó ningún problema estructural, al tiempo que desmoralizó al amplio arco progresista-. De ese marasmo, que incluye elementos de crisis de representación política, fragmentación social y precarización laboral, surge el mileísmo.

Milei, montado en una de las tendencias de la situación internacional como es el de las extremas derechas, se presenta como el frontman de la burguesía para dar un rumbo en dos terrenos: el económico y el político.

Desde el punto de vista económico, intenta saldar estratégicamente la crisis orgánica del país insertando a Argentina en una deriva neoliberal extrema (aun cuando el mundo se empieza a fragmentar con la vuelta de los imperialismos territorializados y un mayor peso de la política sobre la economía). La burguesía de conjunto acuerda con las reformas planteadas (laboral, jubilatoria, tributaria, etc), aunque hay dudas sobre los “costos” de la misma, dado que los sectores del agro, los extractivistas más vinculados a empresas transnacionales, los industriales en su variada gama, no “entran” de la misma manera en ese esquema, lo que desata una puja por la plusvalía extraída sobre el sudor y la sangre de los trabajadores, al tiempo que Milei no es representante directo de ninguno de esos sectores, sino más bien de un tipo de capitalismo financiero parasitario lumpen, como se vio con el caso Libra.

Políticamente, Milei encarna un intento de normalización reaccionario, que juega al filo del régimen político, sin todavía haber podido desbordarlo. Pero más profundamente, lo que está en juego es si posee la capacidad de imponer una derrota sobre los trabajadores que reconfigure de manera definitiva las relaciones entre las clases.

En estos dos terrenos, se encuentra a mitad de camino, y son varios los interrogantes de los mercados alrededor de si logrará su cometido.

… Que abrió una ventana de incertidumbre

Estas cuestiones estructurales son las que están detrás del fallo proscriptivo a CFK. Es la intención de anular electoralmente a un sector del peronismo reformista light que, sin embargo, no se congracia con la burguesía. Pero a pesar de todo, la jugada contra Cristina trajo pocas definiciones; más bien abrió un mundo de interrogantes.

Recapitulemos un poco: el año comenzó con el gobierno de Milei desestabilizado a partir del discurso de Davos, que puso en marcha una inmensa movilización el 1F contra el ataque a las diversidades sexuales, pero reflejando un malestar generalizado que se extendió a lo largo de los meses de marzo y abril alrededor de una economía desfondada y una situación social muy deteriorada. La movilización de los jubilados del 12 de marzo, apoyados por amplios sectores, donde se generó un “escenario de guerra” en Congreso contra las fuerzas represivas, fue un llamado de atención que despertó las alertas de la burguesía y el imperialismo. La movilización masiva del 24 de Marzo fue otra expresión de una dinámica ascendente de acciones de masas contra el gobierno.

La premura del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional fue un puntal para que esto no se desbordara, lo que semanas más tarde fue acompañado con el triunfo de Adorni en las elecciones legislativas de CABA que, aun con la baja participación electoral y un módico resultado, lo ubicó como ganador. Nuevamente, el gobierno parecía tener el control de la coyuntura, mientras se sentaba a esperar que llegaran las elecciones para ratificarse.

Sin embargo, apareció un nuevo elemento que no estaba en los planes de nadie: el fallo proscriptivo dinamizó nuevamente las cosas, reposicionó a CFK en el centro de la escena política durante semanas, y la movilización a Plaza de Mayo del 18 de junio reunió cerca de 200 mil personas que se juntaron a rechazar la proscripción, a exigir la libertad y a manifestarse globalmente contra la política del gobierno. Fue la escenificación de una oposición político y social al gobierno, con una cantidad de asistentes que ninguna otra fuerza -menos que menos el mileísmo- es capaz de movilizar.

De conjunto, la movilización fue progresiva. El peronismo dio un volantazo horas antes, girando de la “entrega” en Comodoro Py, a una marcha al centro político del país. Desde el Nuevo MAS, junto a nuestra compañera Manuela Castañeira, la asumimos como una instancia de unidad de acción por los derechos democráticos de una parte de la población, contra el manotazo reaccionario del régimen, y contra el plan de guerra de Milei, movilizándonos críticamente con nuestra consignas: abajo la proscripción, libertad de CFK, paro general de la CGT y las CTAs para derrotarlo.[2]

Simultáneamente, la estrategia del peronismo es respetar la institucionalidad a como dé lugar, orientando electoralmente la nueva centralidad adquirida. Como dijo Wado de Pedro, voz autorizada de CFK: “La primera condición para el próximo gobierno debe ser ‘Cristina libre’”.

Para esto cuentan con dos factores de importancia: por un lado, un gobierno que pisa todas la variables económicas para sostener una baja inflacionaria que es su principal capital político y que está fuertemente amparado por el FMI que, en estos días, visita el país para “revisar” el acuerdo. Este acuerdo de mecha corta, hipoteca el futuro en función del presente, pero en lo inmediato genera una sensación de estabilidad artificial. Por otro lado, la abierta traición de la CGT, juramentada a no llamar a ninguna medida de lucha mientras acepta paritarias por el 1% mensual en sus gremios, y que recientemente se sentó a través de Gerardo Martínez en el Consejo de Mayo con el gobierno y las patronales para, entre otros puntos, impulsar una reforma laboral.

De esta manera, el régimen de conjunto, con sus matices, se orienta a las elecciones, que tienen una primera importante parada el 7 de septiembre en la Provincia de Buenos Aires, y el 26 de octubre en las nacionales.

Con la mayoría de los actores operando para ese lado, sin embargo, en este terreno también vuelven las incertezas, que se deberán medir de acuerdo a los volúmenes electorales que obtenga cada fuerza: ¿Milei va a poder consolidar su proyecto? Si es así, ¿en soledad, o con una coalición  -con el PRO- que le dé espalda parlamentaria para institucionalizar las reformas que pretende? ¿Cómo saldrá el peronismo, y en particular el kirchnerismo, con su recobrado protagonismo? ¿Presenciamos los estertores del proyecto kirchnerista o Milei es solo un interregno? Como expresa un analista burgués: “El poder político de Milei probablemente sea refrendado en las elecciones, pero la sustentabilidad del proyecto libertario también dependerá de la administración que haga de esa transición entre la ruptura del viejo régimen y el surgimiento de una nueva matriz económica que sea percibida socialmente como sostenible e inclusiva. Esa es la tensión mayor que subyace detrás del balcón de Cristina y de los tuits de Milei; detrás de las urnas y de los indicadores de empleo y consumo. En definitiva, si la Argentina transita el camino de la reconstrucción o incuba su próxima crisis” (Jorge Liotti, La Nación, 22/6/25).

O dicho en el lenguaje de la lucha de clases: la Plaza de Mayo del 18 de junio expresó las dificultades de la burguesía para imponer su agenda política e institucional, y la incertidumbre de que este pleito se dirima electoralmente en 2025/27.

Por el triunfo de las luchas en curso, y la puesta en pie de una alternativa unitaria de la izquierda

Mientras subsisten estos interrogantes de fondo, vuelven a la primera plana una serie de conflictos y procesos de vanguardia: la lucha del Garrahan, los residentes de la Provincia de Buenos Aires, el Astillero Río Santiago, entre otros. Éstos tienen básicamente motivaciones salariales, ante la destrucción de las condiciones de vida que quiere operar el mileísmo en complicidad con las burocracias sindicales, pero expresan también cuestiones más sentidas como el resguardo de la salud pública. Parte de esto también es la Marcha de Antorchas convocada por el Frente Sindical de las Universidades Nacionales al Palacio Pizzurno para este jueves 26, por el salario docente y nodocente, y el presupuesto universitario.

También están pendientes de resolución parlamentaria una serie de proyectos de ley con cuestiones caras a los de abajo: la moratoria previsional, el financiamiento para discapacidad, el financiamiento universitario, entre otros.

El Nuevo MAS, junto con la juventud anticapitalista ¡Ya Basta!, que viene de realizar su Primer Plenario Nacional con la asistencia de más de 800 delegados y que apuesta a constituirse como la principal corriente juvenil de la izquierda del país, se juega al apoyo y el triunfo de todas estas luchas.

A su vez, nos preparamos para intervenir electoralmente para ofrecer una salida anticapitalista ante la ruina en la que nos quiere sumir el mileísmo y el fracaso del kirchnerismo para resolver los problemas del país. En los próximos días estaremos haciendo un llamado al FITU a dejar las mezquindades de lado y confluir en una alternativa de independencia de clase.

[1] Ver “Un ataque político reaccionario” de Roberto Sáenz.

[2] En nota aparte en esta edición polemizamos con el abordaje vergonzoso del FITU frente a la movilización (ver “Café con CFK sí, unidad en las calles contra la proscripción, no”).

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