Transcurrieron veinte y dos meses desde que Israel lanzó su ofensiva militar contra Gaza. Inicialmente, el gobierno de Netanyahu la presentó como una “acción defensiva” en respuesta a los hechos del 07 de octubre de 2023.
De esta forma, el sionismo trató de legitimar el ataque con el derecho internacional, encubriendo los 75 años de brutal ocupación colonial que precedió la acción desesperada de Hamas. Durante algunos meses, Netanyahu tuvo éxito en vender al mundo la invasión al enclave como una “guerra justa”, cuando en realidad se trataba de una masacre contra un pueblo sin Estado ni ejército.
A estas alturas de la historia, la imagen de Israel está profundamente deteriorada a nivel internacional, pues a todas luces lo que realiza en Gaza es un genocidio. El mundo entero está presenciando en tiempo real un acto de barbarie planificada, es decir, la aplicación de métodos racionales para fines irracionales.
Por su escala y el grado de violencia, el único punto de comparación es el genocidio cometido por el nazismo en la Segunda Guerra Mundial. Esto da cuenta de la magnitud histórica de lo que está en curso: es un hecho disruptivo que parece anunciar una nueva era de los extremos en el siglo XXI.
A continuación, abordaremos la barbarie de Gaza en tres actos: la ocupación colonial, el genocidio y la hambruna.
Acto primero: Ocupación colonial
“El mundo colonial es un mundo en compartimientos (…) El mundo colonizado es un mundo cortado en dos. La línea divisoria, la frontera está indicada por los cuarteles y las delegaciones de policía”.
Los condenados de la tierra. Frantz Fanon.
Desde sus orígenes en 1948, Israel surgió como un Estado colonial y opresor con relación a la población nativa palestina, el cual fue impuesto por medio de una brutal limpieza étnica a manos de las milicias paramilitares sionistas (con el apoyo del imperialismo occidental).
La “Nakba”, término árabe que significa catástrofe y es empleado por los palestinos para recordar los trágicos eventos de 1948, se saldó con la expulsión de 750 mil personas de sus tierras y el asesinato de otras 13 mil.
De acuerdo a Omer Bartov, un historiador israelí y especialista en el Holocausto, desde los años treinta el sionismo empleó el término “transferencia” para referirse a la expulsión de los palestinos de sus tierras y enviarlos fuera de los territorios colonizados (ver “Solíamos pensar que lo que hicieron los rusos en Chechenia era terrible, pero lo de Israel en Gaza no tiene precedentes en el siglo XXI”).
Esto lo expuso en su momento el líder sionista Josef Weitz, quien durante muchos años se desempeñó como director del departamento de colonización de la Agencia Judía. En una anotación de su “Diario” en 1940, expuso sus ideas de limpieza étnica sin tapujos: “La única solución es una Palestina, o al menos una Palestina Occidental [al oeste del río Jordán] sin árabes… y no hay otro camino que transferir todos los árabes desde aquí a los países vecinos, transferirlos a todos: ni una aldea, ni una tribu deben quedar.” (ver Palestina: 60 años de limpieza étnica).
En otras palabras, Israel es un caso contemporáneo de colonialismo de asentamiento, cuya lógica consiste en suplantar la población nativa con la implantación de una población foránea. La única forma de llevar a cabo una limpieza étnica es mediante el uso sistemático de la violencia extrema, pues de lo contrario es imposible expulsar enormes cantidades de personas de sus tierras originarias.
Para entender esta idea mejor, es pertinente revisar la obra de Frantz Fanon. En Los condenados de la tierra, sostiene que la violencia de los colonizadores tiene por objetivo lograr la “deshumanización” del pueblo colonizado, es decir, transformar a los oprimidos en “animales”. El mundo colonial, agrega, implica la “negación sistemática del otro”, es una forma de violencia “total, difusa, permanente y mundial” (ver Fanon y la psicología de la opresión y la liberación)
A lo anterior, agreguemos que Israel cuenta con la particularidad de ser un Estado sin Constitución, debido a su negativa de auto-imponerse fronteras que limiten su expansión colonial, tal como sucede en estos momentos en Gaza y Cisjordania (ver ¿Por qué Israel no tiene constitución?).
Todos estos rasgos del sionismo se radicalizaron en el último período. El gobierno de Netanyahu pasó de la extrema derecha al fascismo, como parte de su proyecto por construir el “Gran Israel” o el “Estado de Judea”, lo cual solamente puede llevarse a cabo liberando al máximo todas las pulsiones colonialistas y racistas contenidas en la ideología sionista.
Actualmente, se estima en siete millones la población palestina en la región, la cual se encuentra distribuida en tres grandes zonas y sometidas a diferentes formas de ocupación colonial, cuyo grado de violencia varía según los casos.
En primer lugar, están los “árabes israelíes”, que representan a los casi dos millones de palestinos que viven dentro de Israel y que constituyen aproximadamente un 20% de la población. Son los descendientes de los 150 mil palestinos que lograron permanecer de sus tierras a pesar de la Nakba.
Son considerados ciudades de segunda clase, pues cuentan con menos derechos que la población judía. Por ejemplo, en 2018 se aprobó la “Ley Básica sobre el Estado-nación”, que establece el “asentamiento judío” como un “valor nacional”. Además, establece que solamente el pueblo judío tiene derecho a la autodeterminación nacional en Israel. A esto podemos agregar las leyes inmobiliarias, las cuales favorecen el acceso a la propiedad para la población judía, una medida que refuerza la segregación territorial (ver Lo que esconde el término “árabes israelíes”).
En segundo lugar, están los tres millones palestinos que residen en Cisjordania. Actualmente, esta población está bajo un constante asedio por parte de los grupos de colonos, cuyo objetivo es apoderarse por completo de estas tierras, a las cuales denominan como Judea y Samaria.
Desde hace décadas viven bajo un régimen de apartheid, sometidos a limitaciones de movimientos y segregación territorial. Además, últimamente son cada vez más recurrentes los pogromos por parte de los colonos, los cuales actúa como milicias paramilitares que cuentan con el apoyo del ejército sionista. Desde enero de este año, 40 mil palestinos en Cisjordania fueron desplazados y, hace poco, se anunció la creación de 22 nuevos asentamientos de colonos. La situación de Cisjordania fue bien retratada en el filme “No other land”, el cual recibió el Oscar como mejor documental en 2025.
Por último, están los dos millones de palestinos en Gaza. Su condición es la más extrema y se agravó en los últimos dos años. Pasaron de vivir en la “prisión a cielo abierto más grande del mundo” y de no ser reconocidos como ciudadanos, a ser cuestionados abiertamente cuestionados como seres humanos, lo cual tiene su expresión más extrema en el genocidio.
“Estamos imponiendo un asedio total a Gaza (…) ni electricidad, ni comida, ni agua, ni gas, todo cerrado (…) Estamos luchando contra animales y actuamos en consecuencia”, fueron las palabras que pronunció el ex ministro de Defensa de Israel, Yoav Galant.
Actualmente, el 75% del territorio gazatí está bajo control militar del ejército de Israel y, según anunciaron varios medios de prensa internacional, las intenciones de Netanyahu es apoderarse de la totalidad del enclave en las próximas semanas.
Acto segundo: Genocidio
“Para escribir una poesía que no sea política,
Debo escuchar a los pájaros,
Pero para escuchar a los pájaros,
Los bombardeos deben cesar”.
Marwan Makhoul
Por definición, un genocidio son los actos cometidos deliberadamente para destruir, total o parcialmente, a un grupo étnico o nacional específico. En el caso de Gaza, no hay dudas de que eso es lo que está en curso. Las cifras no dejan lugar a dudas: a esta altura, se calcula en 60 mil las personas asesinadas, entre las cuales se incluyen más de 17.000 niños, y la cantidad de heridos ya superó los 145 mil.
Es tal el grado de barbarie desplegado por Israel, que el tonelaje de bombas lanzado sobre Gaza es mayor al que fue arrojado sobre las ciudades alemanas durante la Segunda Guerra Mundial.
“No están librando una guerra, sino una campaña de destrucción. Así que incluso llamarla guerra es totalmente inapropiado”, aseguró Omer Bartov, el historiador israelí que citamos previamente.
En su análisis, el gobierno de Netanyahu expresó intenciones de genocidio desde el inicio de la invasión militar, pero profundizó sus acciones a partir de mayo de 2024, cuando las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) entraron en Rafah y desplazaron a cerca de un millón de personas a la zona de Al-Mawasi, un área que ya había sido devastada y localizada junto al mar. Esto dejó en claro que su intención era expulsarlo del territorio o condenarlos a morir de hambre, como lo está haciendo ahora.
Asimismo, sostiene que el ejército de Israel muestra un patrón claro de destrucción para tornar a Gaza en una zona inhabitable. Es decir, el genocidio no se mide solamente por el número de víctimas, sino que también implica la destrucción del tejido social y cultural del grupo atacado.
Al respecto de esto, hace unas semanas circularon datos impactantes sobre el grado de destrucción de la infraestructura en la Franja. Entre el 53% y el 71% de los sitios históricos fueron destruidos o resultaron severamente dañados por los bombardeos. Se trata de edificaciones con siglos de antigüedad, como la Gran Mezquita Omarí, construida en el siglo XIII; o el Museo Cultural Al-Qarara, el cual preservaba objetos que databan del 4000 a.C. ¡El culturicidio es una parte del genocidio!
Según un reporte de la ONU, la reconstrucción de Gaza tomaría catorce años de trabajo ininterrumpido y la remoción de más de 30 millones de toneladas de escombros, lo cual tendría un costo aproximado de 40.000 millones de dólares.
Estos datos no dejan duda sobre el genocidio planificado por parte de Israel, cuyo fin es expulsar a la población gazatí del enclave y colonizarlo.
Acto tercero: Hambruna
“Si pudiese encerrar a todo el mal de nuestro tiempo en una imagen, escogería esta imagen, que me resulta familiar: un hombre demacrado, con la cabeza inclinada y las espaldas encorvadas, en cuya cara y en cuyos ojos no se puede leer ni una huella de pensamiento”.
Si esto es un hombre, Primo Levi
Por último, nos queremos referir al aspecto que está generando mayor consternación a nivel internacional: la hambruna. Las imágenes que proceden de Gaza son espeluznantes, al grado que encajan a la perfección con el epígrafe que Primo Levi escribió al respecto de su experiencia en los campos de exterminio nazis.
Al momento de escribir esta nota, se contabilizan 154 personas muertas a causa del hambre, de los cuales 89 son niños. Además, el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, denunció que uno de cada tres habitantes de Gaza pasa sin comer durante varios días.
Por otra parte, es importante tener presente que, en situaciones de hambruna extrema, muchísimas de las muertes se producen por causa de otras enfermedades, las cuales se tornan mortales por la debilidad de los organismos y del sistema inmunológico.
Alex de Waal, considerado una de las principales autoridades en materia de hambrunas, declaró en una entrevista reproducida por La Nación que desde “la Segunda Guerra Mundial no ha habido caso de hambruna tan minuciosamente diseñada y controlada como la de Gaza”.
Es decir, se trata de una catástrofe provocada deliberadamente. Esto coincide con lo que señalamos al principio: en Gaza el sionismo está desarrollando un acto de barbarie planificada.
A su criterio, existen todas las condiciones logísticas y materiales para poner fin a la hambruna en curso. Es más, denuncia que hay miles de camiones con ayuda humanitaria al otro lado del puesto fronterizo de Rafah, pero que no pueden entrar porque Israel se los impide. “Lo único que hace falta es que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dé la orden y todos los niños de Gaza podrían estar desayunando mañana”, declaró de Waal.
Además, apunta que la “hambruna es tanto la experiencia del cuerpo consumiéndose como la experiencia colectiva de deshumanización, de desgarrar el tejido social”. Esto significa que es un fenómeno con consecuencias biológicas y sociales: bajo las condiciones de hambre extrema, la desesperación provoca una ruptura de los vínculos de solidaridad entre las personas, imponiéndose la lógica del sálvese quien pueda. No sólo se mata a las personas, también se desmantela a la sociedad.
Esta es la lógica subyacente en el sistema de “ayuda humanitaria” que opera la Fundación Humanitaria de Gaza (FHG), administrada por mercenarios estadounidenses en alianza con el ejército de ocupación sionista.
“Si la gente llega temprano y se acerca a los puestos de control, les disparan para alejarlos. Y si llegan a tiempo, pero son demasiadas personas, comienzan las estampidas y también les disparan”. Con estas simples palabras, Aitor Zabalgogeazkoa de Médicos Sin Fronteras, expuso la irracionalidad que impera en los “centros de distribución de alimentos”.
Desde que entraron a funcionar el 27 de mayo pasado, se transformaron en un engranaje central de la barbarie planificada que implementa el gobierno fascista de Netanyahu en el enclave. Anteriormente, la ONU y las ONG distribuían la ayuda humanitaria a través de una “red” de 400 puntos a lo largo del territorio, donde con dificultades atendían a los dos millones de gazatís.
La FHG, por su parte, cuenta con cuatro centros de distribución. “Son cuatro sitios del tamaño de un campo de fútbol, rodeados de puestos de vigilancia, montículos de tierra, alambre de púas, que cuenta con un solo punto de entrada y otro de salida, con numerosas vallas. Para cualquiera, esos lugares traen reminiscencias dramáticas de los campos de exterminio”, agregó el funcionario de la ONG.
La distribución de alimentos en estos centros es totalmente insuficiente. Se calcula que diariamente reparten entre 10 y 12 mil bolsas de ayuda. Para empeorar las cosas, solamente distribuyen raciones secas y no entregan leche de fórmula ni alimentos especializados necesarios para tratar los casos de desnutrición.
Esto último es de suma importancia, pues, como apunta de Waal, en determinado punto del camino las hambrunas tienen su propio impulso y se intensifican, ante lo cual es necesario hacer un esfuerzo adicional y específico para detenerlas. Esto significa que no se trata solamente de entregar más alimentos, sino de seleccionar el tipo de nutrientes y tratamientos especializados, principalmente para los casos de niños desnutridos.
Por otra parte, para evitar ataques con coches bombas (al menos eso es lo que dicen), los puntos de distribución de la FHG están ubicados a varios kilómetros de los centros de refugiados, por lo que los palestinos se ven forzados a caminar largas distancias para acceder a la ayuda.
Lo anterior es un desafío físico, con más razón para una población debilitada por el hambre y casi dos años de bombardeos. Pero las dificultades no acaban ahí. Cada bolsa pesa alrededor de 20 kilos, por lo que solamente los hombres en buen estado físico tienen capacidad de acceder a la ayuda.
En vista de esto, el acceso a la ayuda humanitaria es una competencia de vida o muerte, donde solamente los más fuertes tienen alguna posibilidad de conseguir comida y no morir de hambre. Las personas más débiles y vulnerables no tienen ninguna posibilidad de acceder a los alimentos.
¿Hasta donde podrá llegar Israel?
El gobierno de Netanyahu dejó en claro que no tiene límites internos. Ya cruzó un “umbral de la barbarie”, a partir del cual se tornó abiertamente fascista y liberó las tendencias más extremistas que estaban latentes en el proyecto colonial sionista.
Cuenta a su favor con un enorme poder de fuego y el apoyo incondicional del gobierno de Donald Trump. Asimismo, presenta una ventaja muy asimétrica con respecto a sus contendientes regionales, lo cual envalentona aún más a los sectores más radicales y expansionistas del sionismo.
Por otra parte, Israel afronta dificultades estratégicas. Por un lado, a nivel internacional cada día está más aislado, al grado de que peligra en transformarse en un Estado paria. Muestra de esto, es la creciente ola de críticas proveniente de sus antiguos aliados en Occidente, muchos de los cuales anunciaron que reconocerían a Palestina como Estado, con el fin de revivir los acuerdos de Oslo.
Desde nuestra parte no comulgamos con esta política, pues legitima la ocupación colonial de Palestina al postular la existencia de dos Estados (además no tiene viabilidad alguna, como ya declaró el gobierno sionista). Pero no deja de ser un hecho sintomático que muchos países, incluyendo algunos del G-7, se pronuncien críticamente contra las acciones que comete Israel en Gaza.
Como apuntó Omer Bartov, todo parece indicar que a Israel se le está acabando el “crédito del Holocausto”, gracias al cual gozaba de cierto margen de impunidad en sus acciones contra los palestinos, pues se presentaba ante el mundo como una víctima de los nazis. De hecho, el historiador Enzo Traverso llegó a definir al Holocausto como una “religión civil”. Pues bien, parece que esto llegó a su fin. La barbarie del sionismo encendió las alertas a nivel internacional.
Junto con esto, el autoritarismo de Netanyahu y la falta de rumbo estratégico en Gaza, abrió debates entre las diferentes vertientes coloniales del sionismo. Los sectores moderados no ven con buenos ojos la barbarie extrema que despliega el actual gobierno y, por el contrario, quieren volver al status quo colonial anterior.
Esto no significa buenas noticias para los palestinos. De acuerdo a una encuesta publicada por el diario Haaretz, el 82% de la población israelí se declara a favor de la de la expulsión de los palestinos de Gaza. En otras palabras, la lógica de la “transferencia” persiste en la enorme mayoría de la población colonial.
En este marco, es fundamental rodear de solidaridad internacional a la causa palestina, profundizando el desprestigio del proyecto colonial sionista y exigiendo que se incremente el aislamiento internacional de Israel, similar a como sucedió con Sudáfrica durante los años finales del apartheid.
Israel es un Estado colonial, supremacista y genocida. No se puede reformar; tiene que -¡y merece!- ser destruido. La liberación del pueblo palestino es una de las grandes tareas para la emancipación de la humanidad en el siglo XXI.




