«Nos vemos en la obligación de anunciar la disolución de nuestra organización bajo una enorme presión política» decía la dirigente socialdemócrata Chan Po – ying en conferencia de prensa. «Estoy convencida de que, a esta altura, ‘un país, dos sistemas’ se ha convertido en ‘un país, un sistema'» agregaba citando la fórmula estandarizada por Den Xiaoping para describir el régimen especial establecido en Hong Kong luego de 1997.
La isla, previamente colonia británica, tiene una larga tradición democrática que pervivió en sectores de la población. Durante la última década hubo muestras de que el amplio movimiento social democrático seguía vivo en la isla. La «Rebelión de los Paraguas», en 2015, estuvo seguida por la ola de movilizaciones de 2019 que, el gobierno chino, caracterizó de sediciosas y amenazantes al régimen de Beijing.
Ese mismo año, los partidos «pro rebelión» obtuvieron alrededor del 85% de los escaños en las elecciones censitarias de la isla. Quedó claro que el movimiento democrático hongkonés era una mayoría social abrumadora contra el oficialismo del PCCh, apoyado en Hong Kong por los partidos de la derecha neoliberal.
La desarticulación de dicho movimiento comenzó a operar con la pandemia y la llegada, justamente, de la Ley de Seguridad Nacional. Su sanción desató una constante persecución contra la oposición política hongkonesa. Al día siguiente de su firma, se efectuaron 300 detenciones contra activistas y militantes.
En 2023, el gobierno del PCCh llevó a juicio a 47 referentes opositores. Para esto explotó los beneficios de dicha ley. La misma permite acusar de sedición o traición en servicio del extranjero a cualquier persona que critique la línea oficial del gobierno chino.
Un país, un sistema
La Ley de Seguridad Nacional estuvo acompañada por la sanción de un tutelaje mucho mayor de Beijing sobre Hong Kong. Hasta la pandemia, las elecciones hongkonesas eran censitarias, pero permitían algún tipo de juego de representación política, al menos formalmente. Cuando esos mínimos mecanismos censitarios reflejaron la abrumadora mayoría de los reclamos democráticos entre la población de la isla, el PCCh empezó a cercenarlos.
Ahora todos los candidatos que se presenten deben ser aprobados como «patriotas» por el gobierno central. Para cubrir ideológicamente el cierre, el PCCh impuso restricciones sobre el ámbito cultural. Se revisaron los libros de texto de la escuela hongkonesa para garantizar también una «educación patriótica».
La disolución de la Liga de los Socialdemócratas corona el cierre de los partidos opositores. El año pasado se disolvió el Partido Cívico. En febrero de este año hizo lo propio el Partido Demócrata, el mayor agrupamiento de la oposición y el ganador claro de las elecciones de 2019.
No es de extrañar el apuro de Beijing por cerrar (todavía más) el ya limitado régimen político hongkonés. El PCCh está muy interesado en aumentar la homogeneidad interna, mientras la situación mundial preanuncia mayores choques geopolíticos y la cuestión taiwanesa planta incertidumbre en el futuro inmediato. La disolución de la oposición legal marca un hito en el cierre interno de Beijing y en la represión del movimiento hongkonés.
Lo cual no significa que, el movimiento expresado en 2014 y 2019, quede definitivamente enterrado por quedarse sin representación electoral. La oposición legal hongkonesa (cívicos, demócratas y socialdemócratas) no estaba compuesta por partidos revolucionarios ni necesariamente fieles a los reclamos que planteó la rebelión contra Beijing.
Si lograron hacerse abrumadoramente mayoritarios en términos de representación, fue porque dieron expresión a cuestiones más profundas: el aberrante sistema del PCCh, la santa alianza de la burocracia y los grandes capitalistas nacionales (a veces encarnados por las mismas personas). La cuestión democrática permanece como un tema pendiente para el régimen chino, que mantiene a casi una quinta parte de la población mundial bajo el unicato burocrático.




