Esta semana se confirmó lo que ya era un “secreto a voces”, a saber, que el gobierno fascista de Israel planeaba apoderarse de la totalidad de la Franja de Gaza.
Actualmente, un 75% del territorio está bajo control directo de las “Fuerzas de Defensa de Israel” (FDI), pero la cifra aumenta a un 86% al incluir las zonas bajo órdenes de evacuación.
De acuerdo al premier sionista, el nuevo plan “no tiene como objetivo ocupar Gaza, sino desmilitarizar Gaza”, y, como suele alegar cada vez que anuncia una escalada en la campaña de devastación, sostuvo que es “la mejor forma de terminar la guerra y la mejor forma de terminarla rápido”.
De concretarse esta nueva ofensiva, el ejército israelí tomaría control de la Ciudad de Gaza -la mayor concentración urbana del enclave- y de los campos de refugiados que funcionan en Al Mauasi. Esto forzaría el desplazamiento de decenas de miles de personas y, además, dificultaría aún más la distribución de alimentos.
Posteriormente, sintetizó los pasos que seguirá: “En primer lugar, desarmar a Hamas. En segundo lugar, liberar a todos los rehenes. En tercer lugar, desmilitarizar Gaza. En cuarto lugar, Israel ejercerá un control de seguridad preponderante. En quinto lugar, una administración civil pacífica no israelí”.
Junto con esto, Netanyahu señaló que no piensa ceder el control de Gaza a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), a la cual acusó de educar a los niños de Cisjordania con los mismos libros que utilizaban en Gaza, con el fin de adoctrinarlos en el asesinato de judíos.
En otras palabras, la banda de fascistas que gobierna Israel no quieren darle legitimidad a ninguna institución que represente al pueblo palestino, incluso a la dirigencia traidora de la ANP que reconoce a Israel como Estado y, de hecho, actúa como una fuerza colaboracionista con la ocupación colonial.
Aunado a esto, fortalecer a la ANP como interlocutora va a contramano del proyecto expansionista del “Gran Israel” o el “Estado de Judea”, cuyo objetivo es anexarse de los territorios de Cisjordania.
En sintonía con este plan, el primer ministro sionista se opuso nuevamente a la creación de un Estado palestino y, haciendo gala del cinismo que caracteriza a los genocidas, responsabilizó al pueblo oprimido palestino del “conflicto” –léase opresión colonial- que sufren: “La verdadera razón de la persistencia de este conflicto no es la ausencia de un Estado palestino, sino la persistente negativa palestina a reconocer al Estado judío dentro de cualquier frontera (…) Darles un Estado independiente con todos los lujos es invitar a una guerra futura, y a una guerra segura”.
Por otra parte, el anuncio de esta nueva ofensivo cayó como un balde de agua fría entre la población gazatí, la cual resiente el agotamiento físico y mental de veintidós meses de muerte, destrucción y hambruna.
“Nos dicen que vayamos al sur, luego que volvamos al norte, y ahora quieren enviarnos de nuevo al sur. Somos seres humanos, pero nadie nos escucha ni nos ve”, declaró Maysa Al Shanti, una mujer de 52 años y madre de seis hijos.
Por su parte, Sabrine Mahmoud declaró que no pensaba abandonar su hogar nuevamente: “No volveremos a vivir otro desplazamiento. Nos fuimos de Ciudad de Gaza durante un año entero y soportamos la peor humillación. No repetiremos ese error (…) Que destruyan la casa sobre nuestras cabezas”.
Este pareciera ser el estado de ánimo entre la población de la “Ciudad” (convertida en escombros) de Gaza, algo que constató Aseel Ghaben, una periodista que reside en ese lugar, quien asegura que muchas personas confiesan que “prefieren morir en sus casas con dignidad que llevar una vida humillante”.
A lo interno de Israel, el anuncio de Netanyahu polarizó aún más el clima político, en una nueva demostración de las profundas grietas políticas que atraviesan la sociedad de los colonos.
Por un lado, los sectores más a la extrema derecha de su gabinete lo acusaron de “rendirse ante los débiles”, porque no declaró que iría a ocupar permanentemente Gaza. “Quiero toda la Franja de Gaza, la transferencia [de su población] y la colonización”, señaló el repulsivo ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir.
Por otra parte, desde la oposición moderada –aunque sin dejar de ser colonial- se opusieron a la medida del gobierno, porque implicará movilizar a 430 mil reservistas más, justo en momentos donde el cansancio de la campaña militar está pasando una elevada factura entre los reservistas, como demuestra al aumento de la tasa de suicidios entre los soldados licenciados.
No se puede perder de vista que esta es la “guerra” más larga en la historia del Estado sionista, producto de una estrategia consciente del gobierno de Netanyahu por imponer un definición de éxito inalcanzable, con lo cual puede justificar la continuidad de la invasión y el desarrollo del genocidio.
Por último, en las últimas horas se denunció el brutal asesinato de cinco periodistas del medio árabe Al Jazeera, los cuales estaban en su tienda debidamente identificados. De acuerdo a las fuerzas de ocupación sionistas, uno de los periodistas, Anas al-Sharif, de ser “comandante” de Hamas y, por ello, procedieron a su asesinato.
Todo lo anterior comprueba que el sionismo se radicalizó en los últimos dos años, liberando las tendencias más extremistas que contiene todo proyecto político de ocupación colonial. Es necesario redoblar los esfuerzos internacionales para convertir a Israel en un Estado paria e incrementar la presión política y económica para detener el genocidio sobre el pueblo palestino.