Israel es un Estado paria

El significado del abucheo a Netanyahu en la ONU y la ola de reconocimientos del Estado palestino

Israel gastó el “crédito del Holocausto” y cada vez más sectores de la población mundial lo perciben como el lado agresor y genocida. Parte de la lucha contra el genocidio pasa por profundizar el aislamiento del Estado sionista, consumando su condición de paria en el escenario mundial. Hay que expulsarlo de todos los ámbitos políticos, deportivos y económicos a nivel internacional.

Este viernes (26), el primer ministro sionista Benjamín Netanyahu fue abucheado cuando se prestaba a iniciar su intervención en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Aproximadamente un 80% de las delegaciones se retiraron del auditorio, en protesta contra el genocidio que Israel ejecuta contra el pueblo palestino en Gaza. Una escena poco común –por no decir inédita- en la ONU, un escenario donde las formas y rituales de la diplomacia burguesa suelen imperar independientemente del contexto político. Este gesto por arriba denota el enorme repudio mundial que hay contra Israel por abajo, el cual se transformó en un paria en el escenario internacional.

Este episodio da cuentas de un fenómeno que ya es apuntado por muchos analistas, a saber, que Israel gastó el “crédito del Holocausto” y cada vez más sectores de la población mundial lo perciben como el lado agresor y genocida.

De hecho, hace pocos días, la Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre los territorios palestinos ocupados de la ONU, declaró que Israel cometió cuatro de los cinco actos genocidas definidos en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio. En palabras de la presidente a la Comisión, Navi Pillay, “es evidente que existe la intención de destruir a los palestinos de Gaza mediante actos que cumplen los criterios establecidos en la Convención sobre el Genocidio”.

Este paso de víctima a victimario, es lo que explica que Israel se esté convirtiendo en un Estado paria a nivel internacional. En cuestión de pocos meses, una ola de países europeos y de otras regiones del mundo se distanciaron de Tel Aviv y se pronunciaron por el reconocimiento de un Estado palestino. Entre los casos más significativos, se encentran Irlanda, España, Noruega, Eslovenia y, más recientemente, Francia y el Reino Unido.

¿Qué impacto tiene el reconocimiento de un “Estado palestino” por parte de varios de los gobiernos europeos? Por un lado, es sintomático de la enorme presión que emana desde la sociedad civil. El repudio al genocidio es de masas en muchos países, como reflejó la huelga en Italia o las protestas en España que interrumpieron la Vuelta Ciclística. También, genera presión al gobierno fascista de Netanyahu, el cual abiertamente se posiciona a la defensiva y se ve obligado a explicitar que está en contra de cualquier tipo de reconocimiento de un Estado Palestino, incluso tratándose de un pseudo Estado tutelado por ellos como fuerza colonial.

Por otra parte, no podemos obviar se trata de reconocimiento en los marcos de los acuerdos de Oslo. Dicho de forma más clara, es una posición diplomática que reconoce la existencia de Israel como Estado colonial y plantea la existencia de un mini-Estado palestino sin viabilidad alguna.

Es más, el informe From economy of occupation to economy of genocide (De la economía de la ocupación a la economía del genocidio), elaborado por la relatora de la ONU Francesca Albanese, es bastante crítico de dichos acuerdos (aunque sin romper con la solución de los dos Estados), pues consolidaron la expoliación económica de los territorios ocupados “institucionalizando de facto el monopolio de Israel sobre el 61 % de los recursos en Cisjordania (Área C). Israel se beneficia de esta explotación, mientras que a la economía palestina le cuesta al menos el 35 % de su PIB.”

Asimismo, es interesante escuchar lo que opinan las voces palestinas. En una mesa redonda organizada por Al Shabaka (The Palestinian Policy Network), varios analistas palestinos expusieron sus críticas a esta ola de reconocimientos diplomáticos del “Estado” palestino en Europa. Diana Buttu, por ejemplo, destacó como inquietante que el reconocimiento de los europeos “sigue atrapado en la lógica de las negociaciones bilaterales”, algo que considera errado porque promueve la idea de que los palestinos “deben negociar todos los aspectos de su libertad, como si la liberación tuviera que ser siempre condicional, gradual y mediada por su colonizador. Esa es la lógica en la que seguimos atrapados”.

Más contundente aún, es la posición de Yara Hawari, quien califica el reconocimiento como una “distracción” y llamó a centrar la presión en exigir que “los Estados reconozcan el genocidio antes que reconozcan un Estado palestino”, dado que eso tiene implicaciones más reales para presionar a Israel a detener la masacre.

Además del genocidio en Gaza, el gobierno de Netanyahu cruzó muchas líneas rojas en los últimos dos años, incluyendo el bombardeo de varios países de la región y, por tal motivo, comenzó a ser percibido por los Estados árabes como un “rogue state” (Estado canalla). Tras atacar a Irán de forma súbita, hace unas semanas Israel atacó a Qatar, un aliado de los Estados Unidos que, incluso, tiene una base militar norteamericana en su territorio. El motivo fue asesinar a la delegación negociadora de Hamas que reside en ese país, el cual asumió el rol de mediador con la milicia palestina a solicitud de Estados Unidos desde hace varios años.

Lo anterior encendió las alertas en la región, pues cada vez más Israel se reafirma como el “matón” del Medio Oriente, que no tiene pudor alguno en cometer actos de terrorismo de Estado para hacerse valer por la fuerza. Una fórmula muy arriesgada que, aunque pude depararle algunos éxitos momentáneos, es poco redituable a largo plazo. Una cosa es ser un matón, otra diferente es ser un hegemón que genere consenso en torno a su liderazgo regional.

Parte de la lucha contra el genocidio pasa por profundizar el aislamiento de Israel, consumando su condición de paria en el escenario mundial. Hay que expulsarlo de todos los ámbitos políticos, deportivos y económicos a nivel internacional, evitando así que se normalice que un Estado colonial y genocida “limpie” su imagen participando en competiciones internacionales o suscribiendo acuerdos comerciales con otros países.

Israel es un Estado colonial, supremacista y genocida. No se puede reformar; tiene que -¡y merece!- ser destruido. La liberación del pueblo palestino es una de las grandes tareas para la emancipación de la humanidad en el siglo XXI.

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