Este artículo es una versión actualizada frente a las nuevas tensiones cambiarias y la corrida contra del dólar de un artículo aparecido tras los primeros síntomas de crisis económica por la derrota de Milei en la Provincia de Buenos Aires.
Milei y Caputo reventaron la macro para llegar a octubre, y no llegaron ni a septiembre. Ahora la derrota electoral retroalimenta la crisis económica que se venía cocinando. Devaluación, endeudamiento impagable y recesión son el cuadro de un gobierno fracasado.
Paliza en el mercado cambiario y bursátil
El dólar se disparó hoy y osciló entre $1470 y $1473,50. Ya hay una corrida contra el peso: los números del dólar tocaron el techo de la banda acordada por el gobierno con el FMI. El Banco Central (¿no lo iban a quemar?) tuvo que intervenir y empezó a usar los pocos dólares que tienen para calmar a las bolsas y evitar una catástrofe mayor. Ya están usando los dólares del préstamo del FMI para venderlos baratos y sostener con alambres un esquema económico resquebrajado.
Tras la paliza electoral que recibió el gobierno, este lunes el Merval cayó un 0,7% en pesos y casi un 1,4% en dólares, tras derrumbes del 13 y 16% una semana atrás. Las acciones que lideraron las pérdidas fueron Transener (-4,7%); Metrogas (-3,1%); Banco BBVA (2,6%).
No le fue mejor a los bonos soberanos en dólares. El Bonar 2025 cayó un 6,4%, el Bonar 2039 un 6,1% y el Global 2046 un 5,8%. Yendo a las letras en pesos, las LECAPs cayeron entre el 3,8% y el 4,75%. Las BONCAPs cayeron hasta el 4,7% y las BONTAMs hasta un 2,8%.
Hoy, el «Riesgo País» (el índice por excelencia de los capitalistas de las finanzas, alcanzó los 1200 puntos. Es un número de claro síntoma de crisis.
Deuda y reservas al rojo vivo
La jodita de las tasas pre elección podría salirle muy cara al gobierno. Las tasas del 75% de la última licitación ya le sumaron 2 billones de pesos al pasivo total por la alta rentabilidad de los acuerdos que el gobierno convalidó. Vale mencionar que las tasas de interés en cuestión son al menos el triple de la inflación proyectada para el año en curso.
No debería haber mayores problemas para que el gobierno licite la deuda en pesos que vence esta semana. Pero la acumulación de deuda en pesos sigue siendo alta. Y el desplome en la demanda de pesos puede dificultar progresivamente el rollover de la deuda en moneda argentina, generando una inmensa bola de nieve de deudas, tasas y encajes.
La situación de la deuda en dólares es mucho más aguda. La mañana posterior a la paliza electoral el riesgo país se disparó hasta los 1.100 puntos. El número es altísimo. Sobre todo porque, al flexibilizar el cepo, Milei dijo que buscaba llevar este índice hasta alrededor de los 400 puntos. Hoy la cifra es casi el triple y subió 100 puntos solo entre el viernes y el lunes.
El salto del riesgo país responde a que todo el mundo sabe que la acumulación de reservas es inexistente. El gobierno viene dilapidando dólares para el reparto entre los especuladores mientras le induce una recesión a la economía nacional. Y el efecto 7S sobre la cotización del dólar podría llevarse puesto el cortísimo poder de fuego que el Tesoro decía tener para intervenir sobre la «flotación» de la divisa. A día de hoy, el Tesoro tiene uno USD 1.200 millones líquidos que podría usar para intervenir. Pero es la misma cantidad de dólares que se le vencerán en deuda externa en octubre. Los números no dan.
No hay que ser genio ni economista para notar que el gobierno no tiene los dólares que necesita para pagarle al Fondo Monetario ni a cualquier tenedor de deuda en moneda extranjera. Con la tendencia actual, estará cada vez más lejos de tenerlos. Por eso varias firmas financieras extranjeras se apuraron a levar anclas y elevar el consejo a sus pares. Morgan Stanley, por ejemplo, ya anunció que desrecomienda tomar posiciones en bonos argentinos. Tanto Morgan como Wells Fargo señalaron lo obvio: el peso está «presionado» hacia una devaluación que el Tesoro no puede contener aún si dilapida más dólares para intervenir. Lo propio hizo la JP Morgan, que ya le había dado malos pronósticos a Milei hace algunas semanas. Según la financiera, la derrota de Milei el último domingo es «una señal de que la prima de riesgo político podría extenderse en el tiempo».
Y, a pesar de que el gobierno intente fingir demencia, no puede olvidarse que de aquí a enero vencen uno 6.800 millones de dólares en deuda. De ese monto, unos USD 2.500 millones son con organismos internacionales como el Fondo. Esa deuda está más mediada por la política y habrá que ver cuánto llora Milei para que el FMI alargue la sobrevida de su gobierno. Otros USD 4.300 millones responden a bonos Globales y Bonares que están en manos de acreedores privados.
Eso sin contar los 3.000 millones adicionales que el gobierno debería acumular en reservas según el acuerdo con el Fondo. Una cifra que ya fue rebajada descomunalmente (por un monto de USD 5.000 millones) en la última negociación.
Hay que tener en cuenta, además, que el panorama aparece atrasado respecto a las tendencias actuales, motorizadas por el derrumbe electoral del gobierno. Si la situación era crítica antes del 7S, ahora es explosiva. Todas las estimaciones son hacia el declive: «Las reservas netas van a profundizar su ‘rojo’; nuestra estimación es que al 31/10 van a estar en los -u$s10.000 millones, tal como las mide el Fondo«.
¿A quién le van a ir a rezar?
La respuesta corta a esta pregunta es la misma de siempre: al FMI. Ese parece ser el único santo que le queda a Milei. Ya perdió la banca de las financieras privadas, ya perdió la confianza de los especuladores financieros locales, ya perdió la confianza de la burguesía política y, último pero crucialmente importante, ya perdió la credibilidad ante la mayoría de la sociedad.
A 48 horas del 7S el gobierno dice que mantendrá las reglas de juego actuales hasta las elecciones nacionales. Pero, aún si eso sucede, ya todo el mundo da por descontado que Milei deberá renegociar el plan económico que firmó con el Fondo hace menos de 6 meses (y que ya renegoció una vez para rebajar la meta de reservas). Es evidente que el gobierno no logrará sostener las bandas de flotación cambiarias actuales. Tampoco logrará alcanzar (ni siquiera remotamente) las metas de reservas pactadas.
Hasta ahora el FMI ha hecho todo lo posible para mantener a Milei a flote. El apoyo del imperialismo al proyecto de salvajismo capitalista del mileísmo es categórico. Pero no parece que eso le alcance para sostener la «estabilidad» de la economía.
De hecho, la estabilidad dejó de ser tal hace un buen rato. Lo que va del año fue un constante atar con alambres para llegar a octubre. Pero el salvavidas del Fondo no le alcanzó al oficialismo para sostener las variables macroeconómicas. Y las demenciales tasas de interés y la intervención del Tesoro no le alcanzaron siquiera para llegar a septiembre. El gobierno montó un «plan» desesperado para aguantar algunos meses. No sólo no lo logró, sino que en el transcurso de la desesperación se las arregló para destruir cualquier atisbo de estabilidad macro.
Las tasas están por las nubes. La deuda en pesos se acumula monstruosamente. Los vencimientos de deuda en dólares están muy por fuera de las capacidades de pago del país. El dólar se calienta y no está claro que Milei logre contener la devaluación hasta octubre.
Son varios los economistas que marcan un fuerte error de cálculo en el mileísmo. Destruyeron todas las variables de la macro con el único objetivo de atrasar la devaluación para frenar un rebote de la inflación, el tótem del relato oficialista. Pero Milei apagó el fuego con nafta. Le impuso una descomunal presión recesiva a la economía que podría estar haciéndole más daño al relato que algunos puntos de suba en el IPC.
La recesión como telón de fondo
Solo en julio la actividad industrial cayó un 2,3% y la construcción un 1,8%. En los últimos 12 meses la industria acumula una caída del 1,1%. Es decir que el último desplome ya se comió la supuesta «recuperación» de la que se vanagloriaban Milei y Caputo hace solo un par de semanas. La construcción muestra todavía una suba interanual del 1,1%. Una cifra extremadamente humilde para la construcción, que está en la base de la actividad económica.
Si se miran los números desglosados de este año salta a la vista el curso netamente recesivo de la economía. «Al observar el derrotero de la industria desde inicio de este año, se puede ver que en enero cayó 1,4%; en febrero subió 0,1%; en marzo volvió caer (4,1%); en abril y mayo tuvo dos subas idénticas (2,5%); en junio bajó 1,2%, y en julio, como se dijo, cayó 2,3%. En el caso de la construcción, ese sendero arrojó las siguientes variaciones: -1%, 1,9%, -3,6%, 5,1%, -1,8%, 1,1% y -1,8%, respectivamente«. Ambos ítems cayeron durante 4 de los primeros 7 meses del año.
Si se miran las estadísticas por rama la recesión se anuncia todavía más fuerte. Según el Índice de Producción Industrial Manufacturera (IPIM) del INDEC rubros como Automotores y Textil cayeron un 9% y 5,5% respectivamente.
Además, el desplome en la actividad cae sobre un piso bajísimo. La construcción está un 21% abajo de 2023 y caerá mucho más. No quedan muchas otras posibilidades teniendo en cuenta que el presupuesto para obra pública cayó un 70% interanual y un 52% sólo en lo que va del año.
«Hay sectores que están muy golpeados, con niveles de producción lejos del promedio que exhibieron en el período 2016-2023: insumos textiles (-30,5%), metalmecánica (-24,1%), metales básicos (-18%), caucho y plástico (-16,4%)». De conjunto, la actividad industrial tuvo su peor julio desde 2019.
Por si queda alguna duda de que ya se concretó la recesión que Milei decía haber dejado atrás, basta escuchar a los empresarios:
«La proporción de empresas que esperan recortar el empleo [es decir, despedir empleados] en los próximos tres meses (agosto, septiembre, octubre) de la encuesta del IPIM está en niveles de abril de 2020 (32,3% de las empresas elevadas)«. La expectativa de despidos por enfriamiento de la economía es igual al que había en lo peor de la cuarentena pandémica. Y esto fue antes de que comenzara lo peor de la crisis autogestionada de Milei con una suba demencial de las tasas que llega al 75%.
Más allá de los cálculos electorales y de los infinitos tecnicismos de los analistas financieros, los efectos del plan económico mileísta sobre la economía real pueden generar estragos de largo alcance. Milei lleva menos de dos años en el gobierno y ya probó el fracaso de su gestión. La derrota electoral del domingo fue una derrota de su plan de gobierno como un todo.
Si Milei se ganó semejante repudio y abandono con lo hecho en estos dos años, ¿cuánto daño puede recibir cuando la recesión auto generada por la política de tasas altas se traduzca en hechos visibles? ¿Qué pasa si se desatan olas de despidos en la industria? Los analistas afines al gobierno ya llaman la atención sobre la aparición de conflictos fábrica por fábrica en el interior del país, a veces sin el aval de la burocracia sindical. Una vez más (como suele hacerlo) Milei se nubló con los números y las estadísticas, olvidándose de los datos de la realidad: si el gobierno golpea a la sociedad, la sociedad puede responder con un golpe aún más fuerte.