
Sin dejar de ser un caso muy complejo y que ha sensibilizado a la opinión pública, queremos volcar acá algunos de los interrogantes que plantea el fallo de cadena perpetua con agravantes para los cinco principales imputados y 15 años de cárcel para los otros tres (nos vamos a dedicar al fallo en relación a los cinco primeros).
Adelantamos para que quede claro que nuestra posición es favorable a la condena de los jóvenes que cometieron este asesinato aberrante. Sin embargo, la falta de contexto del mismo y los excesos que el fallo contiene, alimentan una lectura y aprovechamiento desde la derecha del aberrante asesinato de Fernando Báez Sosa.
La falta de contexto
Lo primero que salta a la vista es la falta de contextualización del hecho. Los medios, Burlando (el abogado de la familia Báez Sosa) y los medios en general, se han encargado de presentar los hechos de manera aislada como si se tratara de bárbaros asesinos a ser condenados, sin ir más lejos en el análisis…
La lógica punitivista es evidente cuando no se cuestiona ni el negocio de la noche ni el ambiente del rugby, ni ninguna determinación social que pudiera dar marco y permitir analizar los hechos desde un punto de vista más amplio.
Esto pibes asesinos no pudieron surgir de la nada: se nutrieron en un ambiente social de clase más alto que el de Fernando, pero que tampoco puede ser analizado de manera aislada. Formalmente cuando realizaron el asesinato eran ya personas imputables (a partir de los 18 años hay imputabilidad penal); sin embargo, y sin quitarles por ello responsabilidad personal tampoco, se forjaron en un ambiente social que de suyo es machista, racista, segregador y violento que es, en gran medida, el ambiente del rugby en general. Claro que no se puede acusar al deporte social, pero sí al contexto de clase en el cual se desarrolla al menos en la Argentina, que ha dado lugar sobradamente incluso a la condena social y deportiva del capitán de Los Pumas, Pablo Matera, un par de años atrás.
En este ambiente las riñas son moneda común, lo mismo que mostrar a los jugadores como “machos” que se agarran a las piñas con cualquiera y comportamientos por el estilo que no parecen haber entrado en las consideraciones, o si lo estuvieron en un primer momento, en esta última etapa desaparecieron de escena. Existen responsabilidades de los mayores por los comportamientos en este “mundo”, responsabilidades de las instituciones que lo gestionan que no aparecieron para nada en el fallo ni entre el periodismo de los medios mayoritarios (más bien el operativo parece ser el opuesto: ¡indultar al mundo del rugby de los hechos!).
En segundo lugar, brilla por su ausencia la responsabilidad de los empresarios de la noche que lucran con la juventud. Todo el mundo sabe que se limitaron a sacar del boliche a los violentos y punto final; no se hicieron cargo de nada más. En los boliches en Villa Gesell, Mar del Plata, Bariloche, CABA, AMBA y todo el país el comportamiento de los empresarios es el mismo: lucrar con la juventud y manejarse con una irresponsabilidad completa en relación a lo que les pasa dentro y fuera de sus negocios, lo que consumen o lo que sea. No se trata de que pretendamos otorgarle a estos empresarios cualquier tutela sobre el desarrollo de la juventud, lejísimo estamos de ello y nuestra concepción es de la autodeterminación libre de la misma, pero tampoco creemos que se pueda permitir que estos empresarios sanguijuelas puedan liberarse de culpa y cargo.
Quitar del medio toda determinación “ambiental” es parte del punitivismo. Es decir: el derecho penal es concebido como algo que tutela individuos completamente por fuera de todo contexto social, con lo cual, lo que se hace, es quitarle toda responsabilidad al sistema y a quiénes lo regentean o se benefician con él; se trata de una concepción “troglodita” de la sociedad donde, precisamente, la sociedad y sus determinaciones no existen y sólo existen individuos… en este caso degenerados.
Debilidades jurídicas
No somos especialistas en Derecho penal, pero sí hemos escuchado opiniones de abogados, jueces y fiscales sobre el fallo. Ninguna duda que estamos frente a un aberrante homicidio doloso; es decir, un asesinato no casual (como podría ser cuando un automovilista pisa sin quererlo a un peatón, un caso de homicidio culposo), sino un asesinato donde se podía entrever que la persona víctima de los hechos podía terminar muerta. Un asesinato doloso es algo muy grave y es lo que cometieron los 8 acusados (sea de manera material directa o indirectamente).
Sin embargo, la clave está en los agravantes del caso. Es decir, sin agravantes la pena ya era de 25 años de prisión, pero para estos casos existen una serie de alternativas como el buen comportamiento y otras, que permiten excarcelaciones antes de cumplir toda la condena. Según entendemos, el Derecho penal argentino plantea que si se suman dos agravantes la pena se extiende a 35 años de cárcel, sin opciones de excarcelación alguna.
Precisamente, en este fallo se sumaron dos agravantes. El primero, no obtuvo objeciones y se aprecia a simple vista sólo viendo los videos del caso: alevosía. Que existió alevosía es evidente porque a Fernando se lo pateó hasta la muerte en el piso con una saña injustificable. Sin embargo, el problema está en el segundo agravante: premeditación. Esto, realmente, no está probado y es lo que lleva más lejos la pena. Una de las tres juezas señala que la premeditación está en el hecho que el grupo actuaba en Zárate como patota en muchos casos anteriores y esto es verdad: un comportamiento bestial y deleznable en el que nadie parece haber reparado en su momento (ni la institución del rugby a la que pertenecían, ni sus familias, ni nadie).
Sin embargo, esto no justifica la idea de premeditación para matar. Acá vale una comparación porque a Robledo Puch, asesino serial histórico de la Argentina preso desde 1972 se le dio la misma pena que a los 5 rugbiers condenados a perpetua y, sin embargo, este caso es incomparable con el de él, que mató una docena de personas en un raid dramático.
Sin embargo, es precisamente este agravante de premeditación el que facilita esta condena que aparece como “excesiva” en el sentido que aparece como “reparatoria” del daño del asesinato de Fernando pero falla completamente en cualquier intento de “reeducación” de los asesinos.
Aprovechamiento por derecha
Un tercer elemento de importancia es el marco político en el cual opera el fallo. Vemos una intención de girar hacia la derecha las cosas. En un primer momento la lectura podía ser más por la izquierda enjuiciando el mundo del rugby o destacando el hecho que la golpiza brutal seguida del asesinato fue hecha por jóvenes más de clase media contra un joven proveniente de sectores populares; un evento social clasista por así decirlo.
Sin embargo, este ángulo logró ser política y mediáticamente desplazado por una lógica puramente punitivista, donde estamos frente a 8 monstruos sin explicación y donde actor central es un abogado como Fernando Burlando que es una personalidad de los más oscura y siniestra que ahora pretende postularse como candidato a gobernador en provincia de Buenos Aires en las listas de Milei…
Los antecedentes de Burlando son los de haber defendido lo indefendible: desde defensor de “Los horneros” asesinos del fotógrafo José Luis Cabezas, pasando por el Rafa Di Zeo (barrabrava de Boca), los gerentes de la empresa Skanska (acusados de pagar coimas al funcionaros públicos durante el gobierno de Néstor Kirchner), HASTA Juan Darthes, acusado de abuso sexual a una menor de edad.
Ahora aparece “lavándose la ropa” con el caso de Fernando. Sin embargo, sus declaraciones van en el mismo sentido derechista de siempre cuando alega que “una justicia blanda no es justicia” o cuando enarbola un tipo de concepción del derecho donde el garantismo no existe (garantismo por referencia no solo al castigo a los delincuentes sino, también, a la búsqueda siempre difícil de su reeducación[1]).
Casos como el de Fernando o los de las dos madres del caso Dupuy se viene utilizando en el verano para inclinar las percepciones hacia la derecha, pero sin embargo casos claros como el femicidio de Lucía Pérez tienen mucha menos prensa y se entiende: cuestiona el orden establecido y la justicia misma desde la izquierda, cuestiona el patriarcado existente.
Es evidente que casos como estos son muy complejos; indirectamente políticos. Además, está el hecho evidente que el asesinato de Fernando fue un hecho aberrante y que los autores deben ser condenados sin atenuantes. Sin embargo, el tipo de condena que se les da, las razones de la misma y el contexto de sus actos, las condiciones políticas en las que opera y la utilización de la misma, etc., son elementos que deben entrar en el análisis para poder hacernos un juicio de valor correcto sobre su carácter.
[1] No es casual que Burlando haya invitado a escuchar la sentencia del caso a Blumberg, un connotado punitivista.






