Renato Assad: “El partido es fundamental para apuntar a otra sociedad”

Referente de Socialismo o Barbarie Brasil, dirigente de la juventud Ja Basta! y miembro de Entregadores Por la Base en la Conferencia Anticapitalista Internacional en París.

Buenas tardes. Lo siento mucho, yo no hablo francés.

Lo primero que me gustaría decir acá hoy es que nosotros, los marxistas, no tenemos razones para desesperarnos. El marxismo revolucionario no está derrotado. Al contrario, cobra cada vez más actualidad en el presente.

No hay dudas de que la extrema derecha es muy peligrosa y que la actual situación política internacional es reaccionaria y difícil. Pero, lejos de aquellos que pintan la realidad como de la “era de las catástrofes” o como un “invierno siberiano”, sabemos que el movimiento de lucha de los explotados y oprimidos no está derrotado.

En Brasil enfrentamos al gobierno de extrema derecha de Bolsonaro. Bolsonaro quería cerrar el régimen [expresión en portugués que quiere decir giro autoritario del régimen político]. ¿Pudo hacerlo? No, evidentemente no. La situación política le permitió gobernar pero no fue suficiente para que logre lo que quería lograr. Él, como figura, era un facho asqueroso. Pero su gobierno no era un gobierno fascista, sino de intenciones bonapartistas, y el régimen se quedó en los marcos de la democracia burguesa. No lo pudo cerrar. Las correlaciones de fuerzas no le permitieron ir más allá.

Eso se explica porque sigue habiendo disposición de lucha y reservas de los explotados y oprimidos en Brasil y en el mundo entero.

Cuando Bolsonaro ganó las elecciones, las posiciones de la izquierda fueron muy diferentes. El PT y el PSOL en la en la Universidad decían que el fascismo había triunfado y nos quedaba quedarnos en casa parta proteger nuestras vidas. Nosotros dijimos: no. A la extrema derecha se la enfrenta en las calles. Por eso entre 2019 y 2022, nosotros tomamos las calles todos esos años contra el gobierno de Bolsonaro. Y no lo derrumbamos antes de que terminara porque el lulismo y la izquierda del orden no quiso movilizar para la caída del gobierno de extrema derecha.

Y ahora, desde el gobierno, siguen desmovilizando aún más. El resultado electoral del 2022 no fue una derrota del lulismo sino una victoria de los explotados y oprimidos, que después de su experiencia con Bolsonaro cuatro años más de su gobierno les iban a hacer aún mucho más daño en sus vidas. Por eso en masa fueron a las calles a votar contra Bolsonaro, incluso cuando la policía quiso obstaculizar que vayan a las urnas.

La intentona golpista de Bolsonaro del 2023 fue derrotada a pesar de Lula y de la izquierda del orden. Pero el peligro de la extrema derecha persiste a pesar del gobierno de Lula. Vamos a caracterizarlo: antes era un gobierno social-liberal burgués, hoy es un gobierno más a la derecha, “liberal-social”. Es un frente amplio de intento de normalización del régimen. Antes era reformismo sin reformas, hoy es reformismo de contrarreformas, de duros ataques a los trabajadores.

Lula tiene tanto a la extrema derecha como a la “izquierda” en sus ministerios, y lo hacen justificándose en nombre de la “democracia”. Es como si la Francia Insumisa se hubiera aliado con el Frente Nacional de Le Pen: en las últimas elecciones el PT y el bolsonarismo hicieron frentes electorales en más de cien municipios. Fue en ese momento que el PSOL entró a ese gobierno, abandonando los principios del marxismo, que son pocos, pero son innegociables. Con la excusa de enfrentar al fascismo, el PSOL se auto liquidó como instrumento de organización y movilización de la clase obrera. Tiraron por la basura lecciones básicas de la época del ascenso de los nazis en 1933, cuando Trotsky sostuvo que los acuerdos parlamentarios con la socialdemocracia sirven a la socialdemocracia, pero que los acuerdos políticos para la acción y la lucha con la socialdemocracia sirven a los revolucionarios. Por eso planteó: ni una plataforma, ni publicación, ni cartel conjunto. Marchar separados, golpear juntos.

La del PSOL fue la táctica del posibilismo o reformismo, que como ala izquierda del liberalismo, hipotecan el futuro de la izquierda revolucionaria en nombre de cosas mínimas del presente.

Para terminar, voy a hablar de la experiencia de organización de los repartidores en Brasil. Se trata de un nuevo sector del proletariado, que es parte central del recomienzo de las experiencias de lucha de los trabajadores. Este año, en Brasil, hicimos la más grande huelga de la historia de la categoría, quizás en el mundo. Se paralizó la actividad en más de cien ciudades, con más de 50 mil trabajadores en huelga.

Hoy es la categoría más dinámica de la lucha de clases en Brasil. Primero porque están sujetos a condiciones ultra violentas de trabajo. Y, al mismo tiempo, los repartidores no están sujetos a las direcciones clásicas del movimiento obrero. Por eso hacen su propia experiencia. Y, para sorpresa de nadie, la izquierda del orden, rutinaria, no es parte de la lucha de los trabajadores de reparto. Pero nosotros sí, SoB sí.

Para concluir, la izquierda a nivel internacional, va a un proceso profundo de reorganización. Por eso hay que entender que lo viejo –como el lulismo, el PSOL y otras corrientes-, se están terminando como experiencia. Pero lo viejo todavía no murió, pero lo nuevo todavía no nació. Por eso la cuestión del partido es fundamental. Frente a un capitalismo agresivo que nos obliga a luchar, lo partidario es fundamental. Y si no lo construimos nosotros, nadie lo va a construir. El partido es fundamental para estar con los repartidores, con la juventud, con los migrantes, con todos los explotados y oprimidos, en las calles para enfrentar a la extrema derecha, el cambio climático, la opresión y la explotación, para apuntar a otra sociedad. Hay que prepararse para choques más duros, que vendrán. Como decía Trotsky: la época de los revolucionarios puede estar aproximándose y por eso es necesario prepararse y militar en Francia, en Argentina, en Brasil, en Palestina y en todos los costados del mundo.

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