Roberto Sáenz en la Conferencia Anticapitalista Internacional: «Nuestra apuesta es estratégica»

El dirigente de la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie en París.

Buenas tardes a todos, a todas y a todes. Estoy orgulloso y feliz por esta reunión, todas las intervenciones fueron hermosas.

Voy a intentar hacer una intervención más reflexiva. Todos fueron muy entusiastas, yo también lo soy. Pero hay que entender el contexto en el que hacemos esta reunión de pre fundación de la nueva organización de Socialismo o Barbarie Francia. Quiero trasmitir algunas definiciones más de fondo sobre el contexto internacional en el que estamos militando y luchando. Hay que comenzar de lo más objetivo a ir hacia lo más subjetivo para entender la situación.

La primera definición es que el capitalismo tiene demasiadas crisis juntas. Vivimos una etapa particular que, en cierto modo, tiende a desbordar a la propia clase capitalista en su gestión del mundo. El sistema-mundo capitalista está marcado por cinco crisis, cuya simultaneidad impone una situación de relativo descontrol. Les están resultando muy difíciles de abordar.

Cada temporalidad de las crisis es distinta, pero el contraste entre el mundo capitalista ordenado de la década de los 90’ y el capitalismo descontrolado de ahora es muy marcado.

Las crisis superpuestas son las siguientes:

La crisis ecológica. Podés negarla o reconocerla, pero hay un desbordamiento de la relación metabólica de la humanidad con la naturaleza que el capitalismo no está logrando encaminar. Hay inundaciones, derretimientos de los polos, calentamiento global. Y en la gestión capitalista del mundo hay impotencia o negacionismo. Entre el desborde y la impotencia del COP30, para pasar luego al negacionismo, tenés por resultado un descontrol ecológico grave y peligroso. La naturaleza cósmica no es controlable por los seres humanos, otra cosa es la situación del planeta: el descontrol ecológico no es el mismo que décadas atrás.

A la gente ya la golpea el cambio climático además de cosas como el salario y el desempleo. Y hay una franja irresponsable de la clase capitalista que directamente quiere negar que esta crisis exista. Y la que la reconoce no puede hacer gran cosa al respecto.

Luego está el descontrol de la crisis económica. Tiene dos aspectos. Por un lado, cierto estancamiento económico, que multiplica la competencia entre empresas y entre Estados. Pero también es un elemento de desestabilización de lo social porque hace al capitalismo muy agresivo. El sistema no logra recuperar impulso vital globalmente. Es un factor de crisis permanente entre Estados y con el mundo social.

Hay otra crisis: la pregunta de quién domina el planeta. El mundo estaba hasta hace poco ordenado en torno a la hegemonía de Estados Unidos. Después de la Guerra Fría, Estados Unidos dominó el mundo. Esa fue la marca de los 90’. Pero hoy hay una crisis de dominación internacional del capitalismo mundial. En Francia tenés la crisis del gobierno de Macron y a nivel mundial está la de Trump, Xi, Putin: es una crisis de gobernanza del mundo.

Todo esto le está dando impulso a las guerras, a la remilitarización y a la competencia de relaciones de fuerzas no resueltas entre Estados.

Finalmente, está la crisis de los centros políticos, que es la crisis de la democracia burguesa tradicional. Las fuerzas políticas tradicionales gobiernan en la estabilidad. Pero ahora hay inestabilidad, de movimiento pendular. No hay estabilidad porque el mundo social, ecológico, geopolítico, está en shock. Y así, las formaciones de centro están a la defensiva. Y así, está la extrema derecha que es reacción, pero también hay respuesta por la izquierda.

Hay un elemento más, muy importante: hay un cambio profundo en el mundo social, la emergencia de una nueva clase obrera y una juventud cosmopolita, migrante, multirracial, diversa y feminista. El mundo social está muy transformado, es hermoso, aunque también esté muy precarizado. Ese mundo social choca con el conservadurismo y tiene a los movimientos reaccionarios por respuesta. Hay un choque entre la modernización de las relaciones humanas y los resabios de la vieja sociedad. Hay un choque entre la universalidad de las nuevas generaciones y los particularismos. La universalidad es una fuerza revolucionaria y el particularismo es una fuerza reaccionaria. En su choque se pueden abrir tendencias revolucionarias.

Esos elementos de capitalismo desequilibrado, ese choque entre universalidad y conservadurismo, abre el debate sobre la coyuntura. La situación política internacional es reaccionaria. En ese movimiento pendular, hoy el movimiento es predominantemente hacia la derecha. La reacción trumpista, mileísta, lepenista es provocación y abre la posibilidad de respuestas.

Hay fenómenos sociales y políticos hacia la izquierda, movimientos de lucha pero también políticos y electorales. Mamdani en Nueva York es reformista pero tiene en frente una prueba: el 1 de enero asume y tiene detrás un movimiento social que tiene muchas expectativas. Y estamos todos mirando qué va a hacer si Trump le envía al ICE. The Economist está más preocupada por Trump que por Mamdani. Porque les preocupan las posibles provocaciones. Les preocupa que haya una respuesta popular al trumpismo. Y si están preocupados es porque no hay derrota. Si la hubiera no habría posibilidad de reacción. Por eso para nosotros los de la extrema derecha son gobiernos reaccionarios pero no fascistas. El fascismo implica un cierre muy profundo a las posibilidades de enfrentarlo: pero las relaciones de fuerza están abiertas. Las reformas propuestas por Mamdani son mínimas: la principal preocupación de la burguesía es que las provocaciones de Trump puedan desatar un movimiento social de respuesta.

El gran problema es que la desestabilización del capitalismo mundial, la reacción de la extrema derecha y la impotencia apaciguadora del reformismo, la preocupación de la clase dominante es que las provocaciones tengan como respuesta una nueva ola de radicalización. Es lo que todavía falta, y a lo que apostamos desde Socialismo o Barbarie a medida que se desarrolle, es que haya una nueva ola de radicalización política.

Acá, en Francia, ustedes conocen 1793, 1848, 1871, la huelga de 1936, la resistencia la Francia de Vichy, la movilización contra la Guerra de Argelia, el mayo del 68’. La pregunta es cuándo será el próximo levantamiento revolucionario, que está inscrito en la lógica misma de la lucha de clases de hoy. Como subproducto de las horribles condiciones generales a las que nos somete el capitalismo.

Nuestra apuesta es estratégica. No es posibilista. No es para conseguir algún carguito. Nuestra apuesta es construir una izquierda revolucionaria militante en el siglo XXI, que haga trabajo de base, que exprese las necesidades de las y los trabajadores, del feminismo y las diversidades, que para hablar al público en general hable primero a los explotados y oprimidos. Que le dé la palabra a los migrantes. Que recupere la perspectiva revolucionaria, transformadora, militante. Estas no son solamente palabras. Son vínculos reales con las masas. Y para eso es necesario sacar conclusiones estratégicas del siglo pasado, de las primeras experiencias anticapitalistas y del estalinismo anti socialista. Y también del reformismo socialdemócrata. Es algo muy importante en el mundo, en especial en Francia. Porque aquí hay una tradición socialista, comunista, de izquierda enorme, pero confusa porque no tiene balance de qué pasó en el siglo XX.

Ya en la tercera década de nuestro siglo, tenemos que relanzar la perspectiva del socialismo revolucionario sobre la base de la experiencia realizada, de una crítica independiente de la burocratización de la revolución, del estalinismo. Construyendo organizaciones militantes, partidos que recuperen una simple bandera: que la emancipación de las y los trabajadores solamente puede ser obra de los trabajadores, de los explotados y oprimidos. Con esas banderas queremos fundar una nueva organización en Francia. Muchas gracias.

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