Números, datos y análisis del resultado electoral

Análisis de los datos nacionales y por distrito del resultado electoral, de las tendencias que revelan y de la comparación que, con los cuidados del caso, puede hacerse con las elecciones nacionales anteriores.

En primer lugar, a modo de base de matriz de datos, presentamos en forma de tabla el resultado electoral de las tres fuerzas nacionales principales: La Libertad Avanza, el frente Fuerza Patria –que en algunos casos cabe ampliar a ciertos sectores del PJ, en otros no– y la alianza semi formal de Provincias Unidas, que agrupa a gobernadores y legisladores de la llamada “oposición amigable” al gobierno, aunque mejor cabría denominarla oficialismo crítico. En los casos en que lograron resultados electorales apreciables (por encima del 20%), se consignan también algunas de las fuerzas provinciales.

Aclaración previa: aunque algunas tablas comparativas que hemos visto incluyen también la cantidad absoluta de votos, nos parece que ese dato más bien tendría a distorsionar el análisis, en razón de que la cantidad de votantes totales depende del porcentaje de participación, que fue en esta elección la más baja (no llegó al 68% del padrón) de cualquier elección nacional desde 1983.

En ese sentido, la única comparación posible sería con la elección de la provincia de Buenos Aires de septiembre pasado. Pero, con lo importante que es, al tratarse de un solo distrito es imposible intentar comparar datos en un análisis que abarque el conjunto de la elección nacional.

Por lo tanto, incluimos solamente los porcentajes –redondeados a un decimal– tomados de la página oficial resultados.gob.ar, con el 99% de los votos escrutados (la fuerza ganadora en cada distrito tiene la cifra en negrita):

La claridad del triunfo de LLA no admite discusión: se impuso en 15 distritos sobre 24 y logró una diferencia de nueve puntos sobre Fuerza Patria – PJ. Al respecto, algunas puntualizaciones sobre picardías varias. El ministro del Interior, Guillermo Francos, al anunciar los resultados oficiales con un 90% de mesas escrutadas el domingo a la noche, habló de una victoria del 41% de LLA sobre el “24%” de Fuerza Patria. El dato era interesadamente erróneo, ya que LLA y Francos deliberadamente omitieron sumar a FP los votos de fuerzas provinciales que, aunque llevaban un sello o nombre algo distinto, formaban evidentemente parte del mismo espacio político. La operación era muy burda: poder presentar un triunfo claro como si hubiera sido una victoria aplastante. El mismo cargo, pero en sentido inverso, cabe hacerle a medios pro K como Página 12, que en su afán por mostrar una distancia menor a la real entre LLA y FP hizo una suma de “FP-PJ” que le daba casi un 35%. Donde el gobierno hacía una resta espuria, el diario kirchnerista hacía una suma espuria. Medios más serios y la más elemental aritmética política establecen la diferencia real entre las dos fuerzas principales en unos nueve puntos.

Por otra parte, y en particular en el caso de las formaciones provinciales “peronistas”, hay que admitir que la capacidad proteiforme del PJ complica bastante las cosas, porque tenemos desde peronismo K hasta peronismo mileísta, con todas las variantes intermedias imaginables. Incluso en Santiago del Estero, escenario de una de las victorias más contundentes del peronismo en todo el país, Fuerza Patria se presentó por fuera de la lista del gobernador, aunque a los efectos de la suma total no tiene sentido computar al peronismo santiagueño como “fuerza provincial”, cosa que sí puede hacerse con el partido del gobernador Valdés, de Corrientes (aunque éste es de origen radical, partido que parece encaminarse decididamente a su extinción).

Otro dato que se destaca de esta elección, y que tiñe bastante la evaluación del desarrollo de cada fuerza, es la virtual desaparición del PRO, que sólo se presentó con ese nombre en Santa Cruz y en ningún otro lugar del país (resultado: 7% de los votos en esa provincia). Salvo Macri (y María Eugenia Vidal, de futuro aún más incierto que su presente), las figuras más conocidas del partido amarillo se encolumnaron sin fisuras con Milei, y ya ni siquiera bajo el púdico taparrabos de “Alianza La Libertad Avanza”, como en la elección bonaerense de septiembre. Patricia Bullrich y Luis Petri (ambos miembros del gabinete), Diego Santilli, Cristian Ritondo, Rogelio Frigerio y el resto de la troupe macrista se pintaron de violeta sin el menor remilgo.

Dicho esto, la comparación con la elección de octubre de 2023 es interesante en cuanto a que operó a la vez una redistribución y una reducción del conjunto del caudal de votos de las fuerzas de derecha, con excepción de partidos provinciales de perfil también de derecha. Es lícito comparar las cifras de 2025 de LLA con la suma de LLA y el PRO en 2023 porque se trata de dos fuerzas que se han cuasi fusionado; más exactamente, LLA fagocitó al PRO a todo nivel, tanto de votantes como de dirigentes y cuadros políticos. Con lo que, a nivel nacional, en la práctica todo el espacio de derecha quedó hoy no sólo hegemonizado sino casi monopolizado por LLA. El PRO es a esta altura un partido residual, al que le queda la figura de Macri y no mucho más, lo que puede ser potencialmente un grave problema para el régimen político. Por dos razones muy gordas: una, que el armado político y la estructura de LLA son infinitamente menos serios y menos orgánicos que los del PRO, con un nivel de improvisación pavoroso, un elenco colmado de advenedizos, chantas y arribistas coordinados por un personaje marginal como Karina Milei. Y dos, que precisamente en virtud de esa fragilidad estructural, en la eventualidad de un desfondamiento político del gobierno por crisis económica, política, de gobernabilidad o lo que fuera, la capacidad de absorción del sistema político de esos cimbronazos será sin duda mucho menor.

Pero estos problemas son hipotéticos y para el futuro. En lo inmediato, el resultado de la elección también altera la aritmética parlamentaria en un sentido claramente favorable al gobierno, que si bien no logra convertirse en la primera minoría en el Congreso en ninguna de las dos cámaras, ni mucho menos quórum propio, sí consigue blindarse en principio hasta 2027 de cualquier posibilidad de veto parlamentario a eventuales decretos presidenciales de necesidad y urgencia. Veamos los cambios en la composición de los principales bloques:

El retroceso del peronismo se hace más visible en Senado, mientras que LLA se ubica claramente como el segundo bloque en ambas cámaras, mucho más cerca de FP-PJ y dejando atrás la situación de estrepitosa minoría que obligó al mileísmo a reclinarse sobre el PRO y los bloques del “oficialismo crítico” (radicales con peluca, peronistas tránsfugas, provinciales siempre prestos a recibir ofertas, etc.).

El carácter cuasi residual del PRO y la UCR es explícito en que lo poco que tienen es el resto que les quedó de pasadas épocas de gloria, o al menos de cierta cosecha parlamentaria que resultó inexistente en 2025. En cuanto a Provincias Unidas, fue quizá el fracaso más estrepitoso de la elección: de postularse como uno de los eventuales “tres tercios” en que aspiraban a que se dividiera tanto el electorado como la composición del Congreso, quedaron reducidos a un lugar que, sin ser marginal, está lejísimos de las expectativas previas y queda casi como un conglomerado un poco más estructurado y orgánico que la diáspora de partidos provinciales. De hecho, si se revisan los datos de la elección nacional, el porcentaje de Provincias Unidas en 2025 prácticamente replica el obtenido por la candidatura presidencial de Schiaretti en 2023. Es decir, algo menos del doble de los votos de la izquierda trotskista, lo que decididamente es poquísimo para una fuerza que en algún momento tenía la aspiración de designar el presidente provisional en caso de derrumbe de Milei.

Concluiremos este análisis con una mirada sobre cómo quedan el gobierno y la oposición peronista a la luz de los resultados. Una paradójica resultante posible para ambos es que, por razones opuestas, se les abre un camino potencialmente muy peligroso. Veamos cada caso.

El peronismo ya muestra que está digiriendo muy mal su sexta derrota en las últimas siete elecciones generales, y su quinta derrota consecutiva en una elección de medio término. La ya muy mal disimulada interna entre el kirchnerismo cristinista-camporista y el kicillofismo, con todas las variantes peronistas imaginables por dentro y por fuera de esos dos campos está estallando ahora, como siempre, en pases de factura y acusaciones cruzadas. Por supuesto, todo en función de cargos y egos, no de diferencias programáticas, porque lo que brilla por su ausencia en el peronismo es, hoy como desde hace décadas, aunque más no sea que un esbozo de proyecto de país –capitalista, desde ya, pero proyecto al fin– que no sea quejarse de lo malos que son Milei, Macri, el FMI y el neoliberalismo. Esa vaciedad programática, sin ninguna duda, contribuyó a que la sensación de pánico ante un posible desplome del gobierno de Milei seguido de crisis generalizada no tuviera ningún contrapeso electoral desde la oposición peronista. No está nada claro que la consigna “frenar a Milei” alcance para alinear a un peronismo en crisis de proyecto, en crisis de dirigencia y en profundo desconcierto frente a las iniciativas de un Milei ahora agrandado.

Hemos llegado aquí al problema de cómo reaccionará el gobierno a una victoria en buena medida inesperada. Y las primeras señales son pésimas para sus propios intereses y los de sus patrocinantes del Norte. Como era de esperar, la lectura de Milei y el mileísmo del triunfo electoral parece ser, simplemente, que creen que el electorado los considera un gobierno espectacular y una gestión brillante que ahora reciben un cheque en blanco para retomar la agenda que quieran en las condiciones que quieran. Si eso llega a ser así, se pueden llegar a poner el país de sombrero antes de lo que muchos imaginan.

Por supuesto, el triunfo electoral y los cambios en la aritmética parlamentaria representan un respaldo político muy importante para el gobierno, que tendrá toda la intención de avanzar su agenda de contrarreformas siniestras para las mayorías populares. Pero lo que le gritan y susurran, en todos los tonos posibles, los analistas y consejeros de la clase capitalista, desde los grandes medios hasta la embajada de EEUU, es que el gobierno debe administrar este capital político aumentado con inteligencia. Esto es, aprovechar para tejer alianzas con gobernadores y la oposición light, aislar y confundir más a la oposición peronista en crisis, darle institucionalidad y viabilidad a las contrarreformas. En una palabra, hacer una gestión de gobierno capitalista de derecha coherente. Pero eso es precisamente lo que al mileísmo, y en particular a la figura y la personalidad de Milei, les ha resultado casi imposible desde el minuto cero de su mandato. Las elecciones le dieron a Milei una carta muy favorable. Está por verse si es capaz de jugarla o si, como en la fábula del escorpión y la rana, no podrá con su propia naturaleza. Cuidado con eso, porque una cosa son los votos de un domingo soleado y otra muy distinta cuando una economía que sigue atrapada en la misma red de siempre no le dé respuestas al hartazgo de la calle.

Seremos directos: Te necesitamos para seguir creciendo.

Manteniendo independencia económica de cualquier empresa o gobierno, Izquierda Web se sustenta con el aporte de las y los trabajadores.
Sumate con un pequeño aporte mensual para que crezca una voz anticapitalista.

Me Quiero Suscribir

Sumate a la discusión dejando un comentario:

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí