Crítica literaria

László Krasznahorkai: El arquitecto del caos narrativo que obtuvo el Nobel

Es urgente recuperar aquellas obras que, como las del escritor húngaro, nos interpelan desde la incomodidad y el desconcierto. Frente a un orden que nos empuja a la atomización y al repliegue, la literatura crítica se erige como espacio de encuentro, como trinchera simbólica desde la cual pensar, sentir y luchar.

El pasado 9 de octubre, se celebró la esperada entrega del Premio Nobel de Literatura, galardón que cada año distingue a las figuras más influyentes del ámbito literario mundial. Entre los candidatos se encontraban nombres diversos, incluyendo a dos destacados representantes argentinos: Samanta Schweblin y César Aira, cuyas obras han resonado con fuerza en la escena internacional.

Sin embargo, fue el escritor húngaro László Krasznahorkai quien recibió el reconocimiento de la Academia Sueca, consagrándose como una de las voces más radicales, profundas y visionarias de la literatura europea contemporánea. Su estilo desafiante y su universo narrativo complejo, lo han convertido en un referente ineludible para lectores y críticos por igual.

A continuación, ofrecemos una breve aproximación al fascinante mundo literario que este autor ha sabido construir con maestría.

El desafío que le presenta László al lector

Krasznahorkai tiene un estilo inconfundible, construye su narrativa desde frases extensas que pueden ocupar páginas enteras, puntuación mínima y un ritmo que somete al lector a leer sin pausas, como si el texto fuera un torrente incontrolable. El talento que posee este escritor de plasmar de manera fluida su narración sin pausas te cautiva; no obstante, es necesario una atención permanente a esta corriente de sucesos, porque es fácil perderse con el flujo de la narrativa y, es en este sentido, que se vuelve tan atractivo el leerlo.

Esta elección de formato no es caprichosa o aleatoria, sino que busca sumergir al lector en un flujo de pensamiento continuo, donde la conciencia se desborda y la lógica narrativa se diluye.

De la página al vértigo: los trucos del arquitecto del caos para construir sus relatos

Algunas de las herramientas que utiliza el autor para construir su narrativa son las frases infinitas, en las que en lugar de capítulos convencionales utiliza un formato semejante al monólogo interno o meditaciones filosóficas, que habilitan a este estilo sin pausa, sin puntos que den descanso imponiendo al lector una atención sostenida, lo que genera una experiencia casi física. Y la voz narrativa es omnisciente y obsesiva, la frutilla del postre que corona a estos relatos como fascinantes, la narración suele ser intensa, paranoica y profundamente reflexiva.

Esta estructura, lejos de ser un impedimento, se convierte en una herramienta para representar el caos, la desesperanza y la descomposición social que Krasznahorkai desea retratar.

Una crítica existencial y política

Las novelas del autor, como “Tango satánico” (la cual es maravillosa y porta este nombre por avanzar seis capítulos hacia delante y luego seis hacia atrás en honor a este estilo de baile), “La melancolía de la resistencia” o “El caballo de Turín”, no sólo explora el colapso moral de sus personajes, sino que también empalma una crítica profunda a las estructuras de poder, la burocracia, el dogma religioso y la alienación moderna.

Krasznahorkai crea una atmósfera de catástrofes cotidianas, no necesita de grandes eventos o imágenes de gran impacto, su apocalipsis es lento, íntimo y profundamente humano. Este autor busca retratar la descomposición social donde no aparecen héroes épicos o salvadores proféticos, sino que busca reflejar la manipulación política y la desesperanza que habita muchas veces en la sociedad.

Su obra se opone a estas narrativas modernas del progreso y bienestar que buscan generar falsas esperanzas, pero ¡ojo! porque no estamos diciendo que el autor sea un catastrofista que solo pronuncia que la humanidad no tiene salvación. László retrata los aspectos más decadentes del ser humano y su entramado social; sin embargo, no por eso juega con ellos para transmitir una idea de que todo está perdido, el autor simplemente expone.

Una obra que les invitamos a leer

Por sólo tomar un par de renglones, deseamos exponer una pequeña presentación de lo que es una de sus obras más reconocidas:

“Melancolía de la resistencia” es la novela que consolidó el prestigio internacional de László y lo posicionó como uno de los grandes renovadores de la narrativa europea. Publicada en 1989, la obra se presenta como una alegoría inquietante sobre el totalitarismo, la pasividad social y la fragilidad del pensamiento crítico en tiempos de crisis.

A grandes rasgos, la historia transcurre en una ciudad pequeña en Hungría que se encuentra sumida en un escenario de decadencia. La llegada repentina de un circo que tiene como función principal la exposición de una ballena muerta, desencadena una serie de eventos, uno tras otro, que van intensificando el clima de terror.
El circo no presenta una atracción o entretenimiento aparente, sino una especie de acto vacío que sustituye el pensamiento por la contemplación pasiva. Los personajes no se cuestionan o espantan por el origen o el sentido de la ballena, simplemente pagan la entrada y se instalan como observadores. Esta metáfora, aunque un poco rebuscada, se convierte en una alegoría a la aceptación al horror cotidiano y como las masas comienzan a alejarse – muchas veces- del pensamiento crítico hacia estos sucesos.

Krasznahorkai construye un escenario en el que la inteligencia es anulada por la fuerza bruta, y donde la violencia —más simbólica que explícita— arrastra a los personajes hacia un estado de parálisis existencial. Entre el conformismo, la insignificancia y la incapacidad de imaginar un orden alternativo, los habitantes de la ciudad se ven atrapados en una espiral de caos.

Retomando un poco a Marx, en esta obra podemos evidenciar la alienación del trabajador convertido en un engranaje del entramado productivo, sin ser consciente de su situación de explotación y desventaja. Los personajes parecen atrapados en una rutina absurda donde son incapaces de reaccionar ante el caos que se avecina.

“Melancolía de la resistencia” es una experiencia, se atraviesa, se siente en el cuerpo y en la conciencia. Con una narrativa muy al estilo de Krasznahorkai, contiene frases extensas y densamente filosóficas que, con un ritmo lento, pero sin pausas y una sintaxis compleja, le prometen al lector una experiencia inmersiva que lo absorbe cada vez más, hasta el punto que cuesta separarse de la historia para volver a la realidad.

En definitiva, la obra -como la mayoría del autor- funciona como una advertencia hacia la costumbre del horror, la apatía disfrazada de orden y la renuncia al pensamiento crítico.

Cuando la literatura arde: luchar contra el orden establecido

En un presente marcado por el ascenso de fuerzas reaccionarias y la prevalencia de un sistema que prioriza las ganancias por encima del bienestar colectivo, se vuelve urgente recuperar aquellas obras que, como las de László Krasznahorkai, nos interpelan desde la incomodidad y el desconcierto, que nos dejan una impresión que nos someta a reflexionar sobre aquello que ignoramos en el flujo del día a día.

Su literatura, densa y visionaria, no ofrece consuelo, sino una invitación a la lucidez: nos obliga a mirar de frente el vacío, la parálisis, el conformismo que se instala cuando el pensamiento crítico es desplazado por la obediencia silenciosa.

En este contexto, la lectura se transforma en acto político. Necesitamos volver a textos que no solo narran el derrumbe, sino que lo denuncian; que no se resignan a la melancolía, sino que la convierten en impulso para imaginar otras formas de estar en el mundo. Obras que nos atraviesan, que nos desestabilizan, que nos recuerdan que la organización política, la acción consciente y la reflexión profunda, son herramientas imprescindibles para resistir la lógica del mercado y reconfigurar el horizonte social.

Frente a un orden que nos empuja a la atomización y al repliegue, la literatura crítica se erige como espacio de encuentro, como trinchera simbólica desde la cual pensar, sentir y luchar. No para habitar el mundo como lo hacen los personajes de Krasznahorkai —sumidos en la resignación y el desencanto—, sino para transformarlo desde la potencia de lo común, desde la palabra que incomoda y desde la imaginación que no se rinde.

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