Una corta semana duró el alivio generado por el apoyo público de Trump y Bessent a Milei. Este miércoles, el dólar tocó los $1465 para la venta, a sólo 10 pesos del techo de la banda acordada en abril con el FMI. Y esto con casi 20 ruedas cambiarias de camino al 26 de octubre.
El salvataje de Trump quedó en el aire hasta las elecciones, el gobierno no absorbió los dólares sojeros y la vergonzosa performance política del oficialismo genera ruido hasta en el establishment trumpista.
Un puñado de empresas agroexportadoras liquidaron unos u$s 6.300 millones de dólares como parte del paquete de retenciones cero que el gobierno impuso por unos efímeros 3 días. Pero el Tesoro compró apenas u$s 2.200 millones de esos dólares. En la última rueda de septiembre, apenas entraron u$s 30 millones netos porque la divisa rozó la banda y el gobierno intervino en el mercado vendiendo más de u$s 2.000 millones a una cotización basura (u$s 1.380 vs. los $1.450 que cotizaron el martes) para contener la corrida.
«En el MLC aparecieron órdenes de venta por u$s2.200 millones en $1.380. Por el volumen estimamos que es el Tesoro. Si bien se operó poco en ese nivel, la verdad es que es preocupante que haya aparecido ahí. No encontramos explicación para hacer tanto esfuerzo en comprar dólares en $1.350 para luego venderlos en $1.380″ (Ámbito, 30/9).
Resulta profética la recuperación en V de los valores del dólar futuro. El mercado está priceando el valor del dólar para diciembre en $1.610. El valor es prácticamente igual al techo que se había alcanzado antes del anuncio de salvataje yanqui ($1.640 el 19 de septiembre). El efecto Bessent había llevado la cifra a $1.487, en lo que el gobierno celebró como prodigio de un plan económico iluminado. La pantomima no aguantó una semana.
Viendo las cotizaciones a largo plazo, lo que queda claro es que la expectativa de devaluación aleja cada vez más el dólar del techo de la banda. Para julio del año que viene, el esquema actual prevé una banda superior en $1.715. El mercado de dólar futuro lo pricea en $1.861.
Los grandes especuladores y tenedores de divisas son personas prácticas, que gustan de los números claros. Todo el mundo sabe que, con o sin salvataje, después de octubre el esquema de bandas quedará en el pasado con una viene una brutal devaluación. Hasta el gobierno yanqui dejó claro que parte de las condiciones tácitas para que el salvataje se efectivice es el fin del sistema cambiario actual. Sin dólares contantes y sonantes engrosando las reservas en el corto plazo, la idea de frenar la corrida es pura ficción.
Una macro «ordenada» es otra cosa…
El gobierno de Milei está haciendo escuela en la construcción de falsas promesas e ilusiones efímeras. Hace una semana sintieron que tocaban el cielo con las manos luego de llorarle a Trump. Pero Trump se limitó a los gestos políticos y para contener la corrida hacen falta miles de millones de divisas contantes y sonantes. En esos 7 días, la maldita brecha cambiaria (una de las enfermedades que el oficialismo condenaba como propias de políticas económicas anteriores) se triplicó, pasando del 3,4% al 11,7%.
Al 1° de octubre, el dólar oficial abrió el mercado entre los $1.465 y $1.450 en el MULC. Pero el blue está en $1.475, el MEP en $1.518 y el Cripto en $1.540. Y el contado con liquidación (CCL) es la estrella de la brecha, alcanzando los $1.563 como valor de referencia. La triplicación de la brecha cambiaria, que se estabiliza en torno al 10%, señala irracionalidades en la gestión cambiaria y la persistencia del cepo.
El gobierno festejó en abril el cierre de la brecha, tras el supuesto «fin del cepo» que en realidad fue una mera flexibilización para las personas físicas. Seis meses después, la brecha está más viva que nunca y el gobierno comienza a endurecer (de la forma más irracional posible) el cepo en distintos niveles.
La semana pasada el oficialismo anunció la restricción de operaciones cruzadas o arbitrajes. Quienes compren dólar oficial no podrán vender dólares financieros (MEP y CCL) para evitar el llamado «rulo» entre ambos mercados. Este mecanismo especulativo se llevó unos u$s 1.878 millones sólo en agosto, más de la mitad de los dólares operados por personas físicas en ese período. Y eso fue antes de lo peor de la corrida y de la triplicación de la brecha.
El último martes el gobierno dió de baja la venta de dólares a través de billeteras virtuales. El BCRA alegó una ridícula «infracción» de estas operaciones, que se venían operando desde abril bajo la explícita aprobación del gobierno. Fue el mismo mileísmo quien estimuló la habilitación de estas operaciones a través de su cercanía con los sectores parasitarios de las high tech como Galperín y compañía.
¿Cómo se llaman estas medidas sino reimposición o endurecimiento del cepo? Endurecimiento que expresa la absoluta desesperación e impotencia del oficialismo para controlar las fuerzas centrífugas del mercado cambiario, que dispara la cotización y seca las reservas y la oferta de divisas a un mismo tiempo. Son además medidas fracasadas de antemano: su efecto inmediato es la explosión de demanda en el mercado de dólares paralelos y financieros, ensanchando todavía más la brecha con el MULC. Del rulo se pasa el dólar puré ya conocido en la Argentina, la compra sistemática de dólares oficiales para la venta en el mercado blue, y de dólares blue para la venta en las cotizaciones financieras.
Fracasos y fracasitos
Para mediados de semana el clima de corrida cambiaria es absolutamente nítido en los mercados y en las casas de cambio semiclandestinas. El mileísmo está inmerso en una crisis financiera y cambiaria que no puede controlar y que no para de fogonear. Cada pequeña crisis lleva al gobierno a imponer nuevas medidas que no hacen sino aumentar la presión devaluatoria.
¿Cuál es el estigma que condena al gobierno a esta espiral de crisis? No se trata ni de la cultura del dólar que algunos analistas aducen a los argentinos ni del riesgo kuka del que habla el gobierno.
El fracaso del mileísmo es tanto económico como político. El programa económico libertario está agudizando todas las contradicciones estructurales de la economía argentina. La política de flotación sucia sumada a la destrucción del entramado productivo y el liberalismo de la timba son una receta explosiva para una economía que se caracteriza desde hace décadas por una configuración de déficit crónico de dólares. Como si fuera poco, la recesión está solo comenzando (septiembre fue el tercer mes consecutivo de contracción económica) y deprimirá todavía más la existencia de dólares disponibles para saciar la demanda.
Pero fue la crisis de proyecto político del gobierno la que detonó la corrida y el derrumbe inminente del esquema cambiario. Quizá fue la gestión de Trump la que mejor graficó el fenómeno. El trumpismo se ofreció a poner hasta el último dólar de los vencimientos de deuda del Estado argentino para salvar a Milei del default, siempre y cuando Milei gane las elecciones. ¿Por qué tanta predisposición a soltar dólares y por qué la condición política? Porque a Trump no le importa demasiado la racionalidad de la gestión interna de la economía argentina. Lo que le importa es la estabilidad política del mileísmo para mantener uno de sus puntos de apoyo (casi el único) en la región sudamericana, en dura competencia con China. Si Milei no sobrevive políticamente a las elecciones de medio término, si no logra garantizar las condiciones de gobernabilidad mínima, deja de serle útil a Trump.
El sentido de este cálculo va al fondo de la razón de ser del gobierno Milei. No hay tal cosa como un plan económico sustentable ni racional. La única medida del plan de gobierno mileísta es aplastar las relaciones de fuerza que imperan en la sociedad argentina desde hace décadas. Su razón económica no es más que la destrucción del aparato productivo local, la depredación de los recursos a manos de capitales multinacionales, la sumisión geopolítica al imperialismo yanqui y, último pero no menos significativo, el parasitismo absoluto de los sectores más improductivos del capital.
Ni siquiera en lo más álgido de la crisis del gobierno se detiene los negocios parasitarios del capital financiero, de los especuladores de la deuda, de los grandes tenedores de divisas y de los especuladores bursátiles. El negocio de las retenciones cero es claro: 5 grandes exportadoras se ahorraron $1.500 millones de dólares y el Estado perdió la misma cifra en retenciones que podrían haber incrementado las reservas. La idea era frenar la corrida y engrosar reservas con la oferta liquidada.
Pero una semana después la corrida continúa y las reservas solo ganaron u$s 2.200 millones. Una cifra exigua que se puede evaporar en cuestión de horas apenas la cotización supere la banda superior. En agosto se fueron u$s 1.800 millones en el rulo del CCL y en septiembre podrían haberse ido muchos más con lo más álgido de la corrida. El BCRA no para de perder dólares, la presión hacia la devaluación no para de crecer y los fugadores y parásitos amasan miles de millones mientras el gobierno se hunde en su propia crisis. Los elementos de la crisis se retroalimentan y reducen al mileísmo a un factor más en una espiral que no logra controlar.
El cuadro general es el de una banda de lumpen – capitalistas que jugó con fuego demasiado tiempo y ahora no sabe donde puede terminar su propia crisis. Una vez le rezan a Trump, con quien Milei se reunirá el 14 de este mes. Pero sin dólares contantes y sonantes en el Central, todo es ilusión. Y el trecho que resta hasta el 26 de octubre es una eternidad en los tiempos de una corrida incontrolable.