Argentina: el país del vértigo sin fin

Después de la paliza a Milei en la provincia de Buenos Aires.

“Nada lo mueve a Milei. Su rechazo es absoluto a ver en la situacion económica una causa de la estrepitosa derrota que sufrió la LLA en las elecciones bonaerenses del domingo pasado. Para el presidente-economista, todo es político (…) Para muchos se trata de un diagnóstico que podría derivar en un tratamiento inadecuado para afrontar la decisiva elección de mitad de mandato. «Ningún gobierno gana una elección con salarios en caida», es una maxima que resuena cuando el deterioro del poder adquisitivo de muchos sectores ya supera el trimestre»” (Claudio Jacquelin, La Nación, 12/09/25)

 

“A aquella marejada histórica que empujaba las olas poco a poco hasta las puertas de su palacio, oponía el último Romanov una sorda impasibilidad; tal parecía como si entre su consciencia y la época en que vivía se alzara un velo transparente y, sin embargo, absolutamente impenetrable” (Trotsky, Historia de la Revolución Rusa).

La coyuntura argentina, primera parte. Segunda parte: Un país atrapado en una crisis orgánica

Es muy difícil saber exactamente dónde quedó el péndulo político después de las elecciones en la provincia de Buenos Aires. Estamos en un país, y en un contexto internacional, que va de un vértigo electoral -y de los otros- a otro, lo que es una expresión de la crisis orgánica que se vive el capitalismo y el país. Pasamos del vértigo derechista de las elecciones de agosto de 2023, cuando Milei sacó el 30% y salió primero, al vértigo centroizquierdista de una paliza en la provincia de Buenos Aires, en las que perdió por 14 puntos (insistimos: semejante vértigo electoral sólo puede ser expresión distorsionada de las aguas agitadas de la crisis que la subyace).

El fiel de la balanza político, social, electoral, no se sabe bien dónde se va a estacionar, porque, además, ahora hay un pequeño interregno de calle y palacio en medio de la campaña electoral; menos pueden adelantarse qué aspectos van a tallar sobre los demás en la dinámica política del país, aunque la línea de las relaciones de fuerzas acaban de correrse hacia un punto más a izquierda de lo que estaban antes del 7/09.

Además, la elección no terminó: falta octubre. Cuando Cristina le dice a Kicilloff que para hacer el balance “falta octubre”, aunque podamos imaginar que al gobierno le va a ir mal en un escenario que no será idéntico al de septiembre, alguna razón tiene porque para sacar conclusiones definitivas tiene que terminar la ronda electoral. En este momento no está claro del todo dónde estamos parados, aunque obviamente hubo un cachetazo contra un gobierno de extrema derecha -en medio de un mundo cada día que pasa más polarizado y que incorpora ahora acciones de terrorismo individual contra las provocaciones y la ignominia de la extrema derecha, un mundo en plena combustión (“La era de la «combustión»”, izquierda web).

La dialéctica de la cosa es que gobierno perdió por demasiado, y el peronismo ganó por demasiado, lo cual produce un resultado contradictorio. Por un lado, la derrota del gobierno es un factor desestabilizador, y por el otro, la votación del peronismo es un factor estabilizador; pone al peronismo como horizonte. Es distinto al 2001, cuando no había ningún canal claro frente a la crisis del gobierno de De la Rúa, lo que llevó al “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, es decir, a un desborde del régimen que ahora, al menos por ahora, no está.

Al inicio de una posible, casi inevitable prueba de fuerzas y crisis de gobernabilidad pos-octubre, aparece el peronismo, y ese es un dato que forma parte de la ecuación; que no puede desconocerse.

Electoralmente, viendo los datos surge que el peronismo mantuvo sus votos. En 2021 sacó 38,5% en provincia de Buenos Aires; en 2023, 43,7%; ahora, en 2025, 47,3%; en porcentaje, aumentó un poco (4 puntos, prácticamente los puntos que perdió el FITU). En 2023, Milei sacó 51% en el balotaje en la provincia (en octubre, JxC había sacado 26.6% y LLA, 25.5%); en 2025, la suma de ambas fuerzas perdió la friolera de 20 puntos, la LLA sacó el 7/09 el 33.7%, que fueron, digamos, a los 2 millones y medio de la abstención (la misma pasó de 2.5 a 5.0 millones). Dicho mecánicamente, el peronismo conservó sus votos (sumó entre 300.000 y 400.000 votos), el sector popular que votaba a LLA se quedó en la casa, y LLA se llevó el voto cheto del PRO. Algo socialmente parecido a lo que pasó con el voto en CABA, pero allí el 30% que sacó le alcanzó a LLA para ganar.[1] (Los sueños ridículos de Karina et Al. de sacar el 50% de los votos quedaron en eso, ridículos sueños. Son una fuerza inorganica que tiene algo en torno al 30% nacionalmente hablando, ¡y eso ya es un montón para lo marginales que son!, y es dificilísimo pensar que puedan sacar algo más en octubre.)[2]

Estos números, ¿cuál es el contenido político que expresan? En 2023 hubo una votación archi-reaccionaria que abrió un etapa reaccionaria; toda la ronda electoral estuvo aspirada por el régimen desde la derecha facilitada por la pasividad impuesta por la pandemia y Alberto Fernández y el peronismo (la contención, siempre la contención). Hubo sectores de la izquierda que dijeron que el voto a Milei era “un voto castigo contra el peronismo” (típicamente, el PO y el PTS, carentes de todo análisis de clase sumergidos en su electoralismo eterno), y nosotros dijimos que no, que aunque había elementos de voto castigo, lo que pesaba más era el contenido reaccionario del voto a Milei. Ahora sí hubo un voto castigo clásico, que recogió el peronismo porque es lo que hay: ¿cuánto hay de voto “positivo” al peronismo y cuánto de utilizar al peronismo para el voto castigo contra Milei? Nos parece que muchísimo más de lo segundo que de lo primero (aunque no desconocemos que el peronismo tiene el mayor aparato de la Argentina, un aparato, por ejemplo, mucho mas fuerte que el del PT en Brasil, sin embargo, los elementos de descontento con él que se apreciaron antes del 7/09 no pueden desconocerse por el resultado electoral -y tampoco la interna que lo atraviesa y sus motivaciones).

El peronismo ganó con la agenda que la calle le dio al Congreso, que es lo que recogió Kicilloff en su discurso: discapacidad, jubilaciones, educación, el Garrahan (además de repetir como con un tic y hasta el hartazgo el latiguillo: “las urnas, las urnas, las urnas”). Lo interesante respecto de 2023 es que hubo un vuelco político espectacular, que no sabemos qué alcance tiene, del reaccionarismo al voto castigo clásico más “por la izquierda” amén de alegría y cierto sentimiento de alivio al otro día en los lugares de trabajo. Ese giro hay que ver dónde se estaciona; en provincia de Buenos Aires llegó a la centro-izquierda, en el país seguramente quedará más en el centro-centro. La elección del conjunto del país va a ser más por tercios porque en el interior va a tallar la “liga de gobernadores”, que son una suerte de “internacional dos y media”: “superávit fiscal y social” [sic].[3]

La comparación con 2023 sirve para ver el desplazamiento político del país, porque quedó muy deslegitimado el ajuste fiscal, fue un voto contra el ajuste. En 2023 hubo un voto reaccionario, más radicalizado que con Macri en 2017, que tenía el contenido de “agarrá la pala, son todos vagos”, etc. El de 2023 parecía más un voto individualista contra la idea misma de la “justicia social”, apoyado, es cierto, en el desprestigio del «estatismo de cartón pintado» vaciado de contenido del peronismo (por ejemplo: un “Ministerio de la Mujer” sin un peso de financiamiento y cosas así, que en esta elección no pesaron).

Ahora hubo un giro de 180 grados hacia un voto progresista, que afirma que “hay cosas que no se pueden tocar”, como la contención a los discapacitados. Son tareas colectivas de la sociedad que el Estado tiene que encarnar, tutelar. No se toca la justicia social, ese fue el mensaje demoledor de las elecciones (discapacidad, salud, universidad, jubilaciones, etc.). No fue la explotación, obviamente, la relación capital-trabajo, los convenios, siquiera el salario aunque está en boca de todes, eso sería anticapitalista en el contexto actual, sino las cosas que la sociedad ve como colectivas, cosas que además se politizan, que no son puramente reivindicativas o económicas, ni sector por sector, sino demandas que se le reclaman directamente al Estado, al poder político (¡sólo el perfil anticapitalista puede evitar que el empresariado le escape el bulto a la cosa!).[4]

En cierto modo, fue la calle, los que tienen sensibilidad social, la que le armó el programa a la oposición; la oposición le dio forma legal en el Congreso, y Kicilloff recibió los votos. Ni siquiera le había dado forma electoral a los reclamos antes del 7/09. Simplemente, movió el aparato. Como aparece en el debate entre Cristina y Kicilloff, el programa de la elección lo dio el Congreso nacional, donde dirige el kirchnerismo, no Kicilloff y su gris gestión en la provincia (¡el supuesto «soviético» es un funcionario gris que administra el ajuste en la provincia, solo que con más tacto y otro discurso que Milei!). Todo el mundo dice que el gobierno se equivocó al nacionalizar la elección de provincia de Buenos Aires, porque la gente no votó pensando en la provincia -con iguales salarios de miseria que el resto del país, con servicios públicos que se caen a pedazos, con frecuencias de los transportes destruidas, etc.-, sino, en el ajuste nacional, y el péndulo se movió muy hacia la izquierda –centro izquierda peronista, se entiende–.

Octubre seguramente no va a ser exactamente igual. El kirchnerismo es más débil en el interior, y hay que ver qué pasa con la liga de los gobernadores (una parte de la cual es peronista, Schiaretti). Se puede aventurar, muy grosso modo, que el peronismo esté arañando un 40%, LLA en el 30% y la liga de los gobernadores un 20 o 25%, aunque este es un ejercicio puramente “teórico” porque de acá al 26/10 falta, ¿una eternidad?.

Hay unos días en los que va a tallar la lucha de clases en el camino a octubre. El gobierno fue tan unilateralmente brutal, que si Milei no se reafirma, puede caer; si retrocede en el ajuste se tiene que ir, porque se queda sin nada: se resbalaría hasta el fondo del abismo sin solución de continuidad. Vis a vis, Trotsky afirmaba lo siguiente sobre las capitulaciones, algo homólogo a lo que estamos señalando (es decir, de otro orden pero con la misma mecánica): “La capitulación es una pendiente resbaladiza (…) Una vez que has entrado en ella, no puedes evitar deslizarse hasta el final (…) El absolutismo estalinista no reconoce capitulación a medias: todo o nada, no hay término medio” (Stalin: 2020: 578).

El gobierno se va a jugar a reafirmarse para frenar su caída, porque, además y por ahora, nadie en el régimen quiere que se vaya porque no tienen armada una coalición para reemplazarlo y porque la burguesía no quiere que quede tan golpeado y desprestigiado el ajuste. Los empresarios dicen que están en contra de las «formas» de Milei, no del plan, aunque es verdad que crecen las protestas por cómo se está manejando la macro (el atraso del dólar y la dinámica recesiva que comenzó a comienzos del año y terminó de profundizarse con las tasas siderales del 75%, están despertando cada vez mas críticas en el empresariado).[5]

La lógica es que un gobierno de extrema derecha no puede retroceder (menos que menos uno que tiene la debilidad orgánica de Milei). Más allá que tiene a Trump y el FMI que lo respaldan, atención, la lógica misma de este tipo de gobierno no es la de uno de centro. Los gobiernos de centro, sea centro derecha o centro izquierda (por ejemplo, Macron acaba de retirar de su plan de ajuste la eliminación de los dos feriados que incendió a los franceses dias atrás) que expresan mayor estabilidad o, al menos, otro tipo de flexibilidad precisamente porque son de centro y pueden ir de centro izquierda a centro derecha y viceversa; pueden jugar con eso. Pero los gobiernos de extrema derecha, por su propia lógica, sólo pueden «radicalizarse»; es más: en medio de las crisis suelen radicalizarse.[6] Aunque está claro que, por ahora, el gobierno tuvo que archivar el protocolo, por ejemplo: su “radicalización” pasa por afirmar que no retrocederá un centímetro en el ajuste (mientras más y más editorialistas le dicen “es el ajuste, estúpido”, aunque sin ofrecer ninguna alternativa sobre como podría el gobierno salir de esa lógica que en ciertos aspectos es más política que económica porque discapacidad o el Garrahan no mueven el amperímetro desde el punto de vista del gasto).

El gobierno va a plantarse, y si explota todo se van… No se dan por muertos, todavía: recibió un cachetazo y devolvió los vetos. Ahora tiene que responder la sociedad, y en el medio está el peronismo, que imaginamos que no va a querer movilizar. Eso abre una ventana en la lucha de clases, porque hay que ver cómo responde la sociedad a los vetos (tanto en la calle como electoralmente). Es una pelea abierta, donde el parlamento tiene que volver a reafirmarse aunque con una larga dinámica procedimental que la oposición de todos los colores aprovecha para hacer campaña electoral y no para lograr efectividades conducentes.[7] Mientras tanto, la CGT sigue borrada y va a seguirlo porque anunciaron que eligen nuevas autoridades en … noviembre y que hasta entonces no pueden anunciar medidas de lucha; ¡unos chantas a 4 manos!

Todo esto tiene que ver con el marco mundial: en el mundo nadie se retira de la liza, y menos la extrema derecha. A Bolsonaro lo acaban de condenar por golpista, lo cual es un triunfazo democrático pero, al mismo tiempo Tarcisio de Freitas, que compite cabeza a cabeza con Lula para las presidenciales del 2026, promete indultarlo, y el parlamento hablar de amnistiarlo, aunque por las noticias más recientes, esto no sería sencillo. Daría la impresión que la mayoría de la burguesía y de los medios de comunicación burgueses están a favor de la condena de Bolsonaro; no se justifica, dada la situación política, la desestabilizacion de un golpe de Estado en Brasil.[8]

No se pierde por nocaut; tampoco la extrema derecha gana por nocaut; hay golpes de ambos lados por ahora sin nocaut aunque, en el caso argentino, el país podría ir a una crisis de gobernabilidad posoctubre precisamente por la reafirmación provocadora -en el aire, si es derrotado electoralmente- del gobierno. Hace unos días le metieron un balazo a ese fascista Kirk en Ohio, un monstruo de la extrema derecha yanqui que defiendía la esclavitud y así terminó; hace unos meses un pibe mató a un CEO de una gran aseguradora en Manhattan y dos jóvenes cisjordanos se inmolaron en un ataque terrorista en una parada de colectivos en Jerusalén que va camino a asentamientos de colonos. Al mismo tiempo, Netanyahu bombardeó Doha, una locura. Milei no tiene esa envergadura, pero es parte de una corriente internacional en un proceso que no está cerrado y que es de polarización.

Ahora hay un round, que empezó con los estudiantes, sigue con el Garrahan, la marcha universitaria del miércoles, etc. Después, la pelota vuelve al campo de las elecciones. El lunes va a anunciar el presupuesto nacional, y va a haber cacerolazo nacional seguro; además, promete las reformas: ¿con qué Congreso? Todo apunta a la desestabilización, pero la partida no terminó.

Por el lado de la izquierda, el FITU cayó del 7 al 4%; mantuvieron los dos diputados provinciales por 5 mil votos, y en CABA habían retenido un legislador por 1.200 votos, con el 3,19%. Perdieron los diez concejales de provincia, aunque les fue bien en La Matanza y otras zonas populares. El FITU acumula un lento desgaste porque no logra responder a las expectativas de los que los votan, porque ellos jamás alertan que con los diputados no alcanza (al revés: Bregman, al igual que Cristina, insiste con con “dos, cuatro o 20 diputados tales cosas no pasarían”, un argumento típicamente reformista).

Nosotros sacamos 0,5, una elección modesta pero respetable al competir sin figuras conocidas ni sigla conocida. El partido, yendo en soledad contra un frente de izquierda consolidado desde el 2011, tiene un piso que oscila según la elección entre el 0.5 y el 1%, lo que no es un piso despreciable (hay que tener en cuenta que, por ejemplo, en Brasil, el PSTU compitiendo contra el PSOL, otro “frente de izquierda” consolidado, suele sacar el 0.0%). Para octubre nos presentamos con Manuela Castañeira, lo que es otra cosa: es una enorme oportunidad político-electoral para nuestro partido cuando por una vez en la vida no hay las PASO por la cuales el FITU… da la vida.[9]

En los próximos meses en la Argentina se va a ratificar o rectificar la etapa reaccionaria. La reafirmacion del mileísmo plantea una prueba de fuerzas política y electoral. Además, también, obviamente, juega la contención del peronismo, que se verá que alcance tiene. La posibilidad está abierta que la etapa reaccionaria se revierta, ni más ni menos: “(…) se viene de un período mayormente adverso, aunque con la contradicción marcada de que las relaciones de fuerzas no fueron desafiadas: esto no lo iba a hacer el gobierno del Frente de Todos, basado en otro tipo de arbitraje entre las clases (…) Sin embargo, lo que amenaza hacer el gobierno de Javier Milei con su política, en principio de shock, es evidentemente desafiar las relaciones de fuerzas: un desafío del cual es imposible adelantar una resultante, aunque advertimos que si se «pasa de rosca» podría hacer estallar el país” (“Un análisis materialista del nuevo gobierno de Javier Milei”, izquierda web, 22/11/23).

Ni más ni menos, lo que se viene, y se viene con un gobierno debilitado. Y en este contexto el partido llega por primera vez en más de una década con candidaturas a octubre, lo que significa la posibilidad de ser protagonistas en la crisis política. Si hacemos una elección digna -a pesar de todas las adversidades- con la fuerza de nuestra joven militancia y figuras, salimos de la marginalidad electoral, amén de ser protagonistas en el desborde que pueda ocurrir y en las estratégicas elecciones que se vienen en el neumático.

Bibliografía

Roberto Sáenz, “La era de la combustión”, izquierda web, 24/08/25.

-“Un análisis materialista del nuevo gobierno de Javier Milei”, izquierda web, 22/11/23.

Leon Trotsky, Stalin. Una valoración del hombre y su influencia, Fondo de Cultura Económica, México, 2020.

-Historia de la Revolucion Rusa, Antidoto-Gallo Rojo, Tomo 1, Buenos Aires, 2012.

[1] Para ver un análisis detallado de los números de provincia de Buenos Aires, ver el análisis de Marcelo Yunes “Cuando truena el escarmiento electoral”, en esta misma edición de nuestro suplemento “Marxismo en el siglo XXI”.

[2] En este contexto, sí entran los problemas políticos del “armado” libertario: la escupió en la cara a todos los posibles aliados y así quedo, desnudo. ¡El idiota quedó desnudo!: “«Lo quiero yo, y así tiene que ser». Esta divisa -escribe el conde Witte- se manifestaba en todos los actos de aquél gobernante débil de voluntad, a quién su debilidad llevó a todo lo que caracterizaba su reinado: un derramamiento constante y, en la mayor parte de los casos, absolutamente innecesario de sangre más o menos inocente… Alguna vez se ha comparado a Nicolás II con el zar Pablo, aquel antepasado suyo medio loco (…), y no dejaba de haber, en efecto, entre estos dos Romanov cierta afinidad: la de su desconfianza hacia todo el mundo, nacida de la falta de confianza en sí mismos; la suspicacia de la nulidad omnipotente (…)” (Trotsky: 2012: 71).

[3] Cómo obtener un superávit fiscal y social en un país endeudado hasta los tuétanos y qué no crece hace 15 años y donde la inversión está en mínimos históricos, sólo ellos lo sabrán…

[4] En realidad, sólo la campaña de nuestro partido es anticapitalista. No alcanza con criticar al FMI para ser anticapitalista sino se cuestiona las ganancias del empresariado.

[5] No tenemos paciencia acá para desarrollar la cosa pero el empresariado se queja cada vez mas de que la cancha está demasiado inclinada, que no hay condiciones coherentes de competitividad, que en agosto la producción se paró en seco, que esto no cambiaría en septiembre, que el esquema económico se agotó, etc. Señalan que el gobierno necesita un reseteo global después de octubre: tanto político como económico amén de que la devaluación que se puede venir nadie sabe exactamente donde dejaría el dólar. Por lo pronto, el techo de la banda está en 1460 en estos momentos pero en la serie histórica el dólar debería estar, al menos, en 1600$ y cuando la crisis de Macri en 2019 el dólar saltó lo que serían hoy esos 1600 a 2000$. No hay con qué darle: ¡estamos en el peor de los mundos con el dólar atrasado y todos los costos dolarizados! Y, encima, ¡al borde del default porque nadie sabe cómo hará el gobierno para pagarle al fondo las obligaciones del 2026! Todo delirante: ¡el país quedo nuevamente al borde de una crisis histórica!

[6] Los ejemplos que tenemos a mano son demasiado extremos pero sirven de todos modos para entender la lógica: el nazismo se radicalizo más y más a medida que más perdía la guerra. Esa irracionalidad tenía su lógica: fidelizar más y más su base social que, es verdad, cada vez se reducía más y, lógicamente, no le solucionaba el problema material de perder la contienda.

Otro ejemplo más cercano es el de los intentos fallidos y medio destartalados pero reales de golpes de Estado de Trump y Bolsonaro.

[7] En lo inmediato el Congreso Nacional va a tratar en senadores y diputados los vetos del gobierno a la ley educativa y la del Garrahan; también los gobernadores comenzando por el senado van a insistir con su ley de reparto de los ATN con lo cual comenzará una nueva ronda parlamentaria para revertir los vetos. Hasta el momento el único veto concreto revertido es el de discapacidad que el gobierno acaba de anunciar que reglamentara pero de manera restrictiva para evitar que, supuestamente, afecte un superávit fiscal que no sirve para nada: el gobierno mismo lo horadó con las super tasas que le paga a los bancos y, por lo demás, no sirve para recaudar divisas para pagarle la deuda al Fondo (un superávit que como variable independiente de la crisis del país es una vulgaridad y, para colmo, científica y técnicamente no sirve realmente para nada; solo para agigantar la recesión).

[8] La condena de Bolsonaro es un enorme triunfo político en Brasil: es como una garantía para las libertades democráticas en el más grande país del continente, un país que, por lo demás, vive en vinculo político directo con la Argentina. Corrientes como el PSTU y el MRT (el PTS de Brasil) que mantuvieron la posición contra la prisión de Bolsonaro porque eso “fortalecería al poder judicial” sostuvieron una posición estúpida y de aparatos totalmente de espaldas a las necesidades de las masas populares, que mucho más sensibles salieron a las calles y los bares a brindar por su prisión.

[9] La defensa cerrada de Bregman de las PASO es otra de sus insensibles capitulaciones al régimen. El FITU en general y el PTS en particular acumulan, más y más, elementos de adaptación al régimen que las corrientes del trotskismo en el exterior, evidentemente, no aprecian, en parte también porque la gente se embelesa con los “resultados”, lo cual es un criterio pragmático que no es propio, en sí mismo, del marxismo revolucionario (aunque es obvio que resultados hay que tener). Recordamos acá una justa crítica de Nahuel Moreno al pragmatismo en una obra dedicada a Vietnam (Revolución y contrarrevolución en Indochina).

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