9- El partido como fuerza permanente organizada

La crisis mundial en curso y la extensión universal de un ciclo de rebeliones populares están creando mejores condiciones para la construcción de partidos revolucionarios internacionalmente. Aquí nos referiremos sólo a un aspecto del problema: aprender a hacer valer los intereses del partido como factor organizado permanente.

El partido no agrupa a los trabajadores por su condición de tales, sino solamente aquellos que han avanzado a la comprensión de que la solución a los problemas pasa por la revolución socialista: el partido agrupa a los revolucionarios y no a los trabajadores en tanto que miembros de la clase obrera (cuya abrumadora mayoría es de ideología burguesa, reformista y no revolucionaria). Quienes se agrupan bajo un mismo programa constituyen un partido. Pero si sus militantes no construyen el partido, no lo construye nadie: el partido es lo menos objetivo y espontáneo que hay respecto de las  formas de la organización obrera. Todo lo contrario: requiere de un esfuerzo consciente y adicional, con leyes propias.

Un problema muy importante es el de la combinación de los intereses del movimiento en general y los del partido en particular a la hora de la intervención política. Un error habitual es sacrificar unos en el altar de los otros. En el caso de las tendencias más burocráticas (o las sectas), lo que se sacrifica son los intereses más generales de los trabajadores en función de los del propio aparato (ya Marx sostenía que los comunistas sólo se caracterizaban por ser los que, en cada caso, hacían valer los intereses generales del movimiento).

Pero es también una concepción falsa creer que los intereses del propio partido nunca valen, que sólo vale el interés supuestamente “general”, sacrificando ingenuamente los intereses del propio partido en aras de “los intereses comunes”. Así se hace imposible construir el partido, cuya mecánica de construcción es la menos “natural”. Precisamente por esto, hay que aprender a sostener ambos intereses: las condiciones generales de la lucha y la construcción del partido a partir de ellas.

Además, hay que saber evaluar qué interés es el que está en juego en cada caso. Nunca se puede correr detrás de toda lucha, de todo acontecimiento; no hay partido que lo pueda hacer, salvo que sea realmente de masas (y quizá ni aun en ese caso). Pero cuando se trata de organizaciones de propaganda, o incluso de vanguardia, hay que elegir. Hay que jerarquizar considerando a la vez el peso del hecho objetivo y también las posibilidades reales del partido de responder y construirse en esa experiencia.

Esto significa que no siempre la agenda partidaria se ordena alrededor de la agenda “objetiva” de la realidad. También hay que considerar la agenda de la propia organización a la hora de construirse, sus propias iniciativas. Por supuesto, esto tiene determinados parámetros. Una organización que fije su agenda exclusiva o esencialmente en función de sus propias necesidades e independientemente de la realidad no sería ya un partido sino una secta (y las hay a montones). Pero tampoco será un partido (esto es, nunca logrará serlo) si en cada caso, al lado de los intereses generales, no logra hacer valer también sus imperativos de construcción.

Como hemos dicho, esta construcción es lo menos “objetivo” que hay, y, sin embargo es lo más esencial a la hora de producirse los acontecimientos históricos. Explica Gramsci: “La observación más importante que se puede hacer a propósito de todo análisis concreto de la correlación de fuerzas es que estos análisis no pueden ni deben ser análisis en sí mismos (a menos que se escriba un capítulo de historia del pasado), sino que sólo adquieren significado si sirven para justificar una actividad práctica, una iniciativa de voluntad. Muestran cuáles son los puntos de menor resistencia donde puede aplicarse con mayor fruto la fuerza de la voluntad; sugieren las operaciones tácticas inmediatas; indican cómo se puede plantear mejor una campaña de agitación política, qué lenguaje entenderán mejor las multitudes, etc. El elemento decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente organizada y dispuesta desde hace tiempo, que se puede hacer avanzar cuando se considera que una situación es favorable (y sólo es favorable en la medida en que esta fuerza existe y está llena de ardor combativo); por esto, la tarea esencial es la de procurar sistemática y pacientemente formar, desarrollar, hacer cada vez más homogénea, más compacta y más consciente de sí misma esta fuerza [es decir, el partido]” (Gramsci, cit., pp. 116-7).

Cada vez se hace más evidente que se vienen tiempos de una lucha de clases incandescente, más dura y polarizada. Para ese escenario hemos concebido el presente folleto, que ponemos a disposición de la formación de las nuevas generaciones. Porque lo que está en el horizonte es la reaparición de la época de crisis, guerras y revoluciones, y una lenta pero sistemática acumulación de condiciones para el relanzamiento de la lucha por la revolución socialista en el siglo XXI.

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