Daniel vive solo en el noroeste de Inglaterra y debe recibir asistencia del Estado luego de haber sufrido un ataque al corazón. Sin embargo, y pese a que su médico lo calificó como inhabilitado para trabajar, es rechazado el pedido de subvención. Ello debido al test realizado por una empresa privada contratada por el Departamento de Trabajo y Pensiones que lo considera apto para el trabajo. De esta manera, se embarca en una lucha contra los mecanismos burocráticos estatales. Aquí se puede apreciar el continuo vaciamiento del sistema público de salud del sistema, dejando aspectos tan delicados y elementales en manos de empresas capitalistas que buscan engrosar sus ganancias y estrujar hasta el máximo a los ciudadanos trabajadores. También, Daniel sufre ante la imparable digitalización de los mecanismos burocráticos en desmedro de gran parte de la población, siendo que no sabe usar una computadora y esta es la única manera posible de llenar los formularios correspondientes.
En las oficinas donde reclama un plan de asistencia, el protagonista conoce a Katie, quien se encuentra en una situación similar: recién llegada de Londres con sus dos hijos, sin empleo ni vivienda estable y maltratada por los empleados públicos por llegar tarde a la cita. Mientras espera los resultados de la apelación a la que aplicó para que recibir la ayuda social por incapacidad, Daniel repara pequeñas cosas en el albergue de Katie y le enseña a su hijo distintas estrategias para hacerle frente a la miseria, por ejemplo, mantener el calor de los cuartos sin calefacción.
Pero el hambre y la falta de empleo son acuciantes y estallan. La desesperación impulsa a Katie a robar elementos de higiene femenina de una tienda y luego casi se desmaya en un banco de alimentos. Frente a la impotencia y después de que un guardia de seguridad le ofrezca prostituirse, ella se ve forzada a aceptar para poder alimentar a sus hijos.
Ya harto de las dilaciones burocráticas del Estado que continúan sin darle una respuesta, el protagonista decide escrachar las paredes de las oficinas con la frase “Yo, Daniel Blake, exijo la fecha de mi apelación antes de que muera de hambre”, generando la icónica imagen que le da nombre a la película.
El drama en el que se encuentran sumergidos los personajes de Daniel Blake, Katie y sus hijxs se nos presenta como una realidad social, logrando reflejar con lucidez un aspecto general que estructura el desarrollo de la trama: la lógica del sistema capitalista. Lógica que tiene como prioridad la ganancia por sobre las necesidades sociales de las amplias mayorías y donde las innumerables problemáticas que atañen a la población son subordinadas a la acumulación capitalista, conduciendo, en este sentido, a la miseria de la clase trabajadora. Resulta indignante observar las trabas burocráticas que debe enfrentar Daniel en las instituciones a la que recurre ante la pérdida de su trabajo. Rompiendo con la idea que concibe al estado como presente y proveedor de bienestar social, el film muestra fielmente el accionar de la burocracia estatal, representante de los intereses de la clase dominante, que obstaculiza y muchas veces niega el acceso a derechos elementales como lo es la vivienda, la alimentación, el trabajo, la asistencia social, etc.
La cinta da muestra del carácter global de los problemas del capitalismo, pudiéndose reflejar la situación actual de nuestro país. Las cifras de desempleo alcanzan el 13%, la pobreza más del 40%, mientras que un 56% de los niñez viven por debajo de la línea de pobreza, dando cuenta también de uno de los aspectos más graves y agudizados por la pandemia: la falta de vivienda. Las numerosas tomas de tierras en todo el conurbano bonaerense son un síntoma de esta situación, mientras el gobierno se rehúsa a dar respuestas concretas y amenaza con desalojar violentamente, le cede tierras a los millonarios para sus negocios.
En un segundo plano, el film aborda una problemática social que expresa la más profunda deshumanización del capitalismo patriarcal: la prostitución. Ante la desesperación de no poder acceder a una vivienda propia, la falta de empleo, recursos y otros factores que hacen a un escenario crítico, Katie comienza a prostituirse. De esta manera, el film permite vislumbrar la responsabilidad del estado al no garantizar políticas de asistencia y empleo, lo que empuja a miles de mujeres a la explotación sexual. A la vez que deja de manifiesto los condicionantes objetivos que coartan toda posibilidad de elección en aquellas mujeres, trans y travestis que, desposeídas de todo tipo de derecho, encuentran en el sistema prostituyente una única salida a sus problemas y un medio por el cual satisfacer sus necesidades más acuciantes. Así mismo, se puede observar la precarización de la juventud en los vecinos de Daniel, que buscan formas alternativas de subsistir, como vender zapatillas, ante sus bajos salarios.
Ken Loach es un director ya consagrado en el cine británico y mundial. Este film continúa con su estilo de realismo social (heredero del Kitchen sink realism inglés de los 60), dando un trato desnudo y triste, pero a la vez genuino, gentil y paciente de los temas que atañen a la clase trabajadora mundial y el desamparo en el que están sumidos. Yo, Daniel Blake ganó la Palma de Oro en Cannes en 2016, siendo el segundo galardón de estas características obtenido por el director. Es una de sus cintas con mejor recepción de parte del público, que abraza la posibilidad de un arte contestatario, que refleje las preocupaciones sociales de los trabajadores.
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