
Esta medida retrograda no es ni más ni menos que un guiño para todos esos sectores que bogan por denunciar docentes, los mismos que instauraron el clima de delación cuando desapareció Santiago. Se trata de seguir insistiendo con la idea de que la docencia es la responsable de todos los males que acarrea el sistema educativo y elaboran un instrumento ultra reaccionario contra les trabajadores.
Pero en definitiva, en primer lugar atacan directamente al modo de relacionarse de les pibis, de construir su propia cosmovisión del mundo, de nombrarse por fuera del binarismo en el que muches no se sienten incluides. Y sobre todo va en contra del interés superior de les niñes y adolescentes; y a contra mano de la ley de identidad de género, que establece entre otras cosas la libertad de poder expresar la autopercepción en el marco de instituciones que deben respetarlo y acompañarlo.
Si indagamos, incluso los mismos “especialistas” en pedagogía que acompañan al gobierno comienzan a despegarse tibiamente de semejante decreto que parece prehistórico. La misma Tiramonti amiga del gobierno porteño declaró hoy en una nota de Clarin “…De manera que a mí me parece que (no sé si prohibir) no hay que recomendar la lengua inclusiva en los primeros años de la escuela primaria, cuando los chicos muestras complejidades en el aprendizaje de la lectoescritura». Si bien no se anima a contradecir la medida de su jefe político, deja entrever tibiamente que la prohibición resulta un atropello. Es que el mismo Ministerio de educación porteño tiene secuencias para la escuela media, en el ciclo orientado de la materia lengua y literatura, donde se reflexiona sobre las variedades del lenguaje. Se hacen recorridos por las distintas variaciones de nuestro idioma como el lenguaje rioplatense, el lunfardo y distintos argentinismos que aplicamos en nuestra comunicación diaria; de este modo se llega al análisis del lenguaje no binario para pensar de manera crítica este nuevo modo de relacionarnos. Lenguaje que no es la consecuencia del capricho de un sujeto, sino el resultado de un contexto donde miles y miles de jóvenes han decidido cuestionar el patriarcado en todas sus manifestaciones, también en el lenguaje.
Parafraseando a Valentín Volóshinov la palabra es polisémica, se interceptan acentos de distinta orientación porque la misma lengua es utilizada por varias clases sociales donde se vislumbra la lucha ideológica por imprimirle el sentido a las cosas. El signo es la arena de la lucha de clases dice el lingüista ruso, es el lugar donde las clases dominantes se esfuerzan por imprimirle un sentido eterno a las palabras en particular y a los signos en general. La lucha es por estamparle un sentido único al signo, volverlo eterno y superclasista y ocultar o extinguir la lucha por los juicios sociales de valor que aparecen en él. Continúa Voloshinov exponiendo que le signo tiene dos caras y esta cualidad interna permanece por lo general oculta y sólo se exterioriza en los tiempos de crisis o cambios revolucionarios.
Esta medida para sacarle votos a Milei es un escalofriante, aunque finalmente estúpido, intento de ir contra el propio movimiento de la lengua, o sea de la vida. Las lenguas son creaciones humanas, cambian constantemente mientras haya pueblos que las hablen, las lean, las escuchen, las escriban. Y son profundamente políticas. Y a través de las lenguas se expresan las batallas por las ideas. Es peligrosa, muy peligrosa, la estupidez de los censores de la lengua. María Elena Walsh en su famoso texto del país de Jardín de Infantes, ya nos habló de esos señores que prohibieron un libro sobre la historia del cubismo…
¡Este es el tiempo de les maestres y estudiantes!