El reciente intento de golpe de Estado militar el 30 de abril, encabezado por el autoproclamado “presidente interino de Venezuela” Juan Guaidó Márquez, fracasó con detalles grotescos que superaron los de la también fallida operación de “ayuda humanitaria” en febrero frente a Cúcuta, ciudad fronteriza de Colombia. (Ver “Una cosa es ir a un concierto. Otra, es derribar por la fuerza a un gobierno”, https://izquierdaweb.com /26/02/2019).
No vamos a entrar en detalles sobre este último intento del 30 de abril, que los puso aún más en ridículo que la citada “operación Cúcuta”. El problema es que esta nueva derrota de los títeres del imperialismo en Venezuela encabezados por Guaidó y el asesino Leopoldo López, tiene aspectos y consecuencias contradictorias.
Por un lado, es muy positivo que hayan fracasado. Pero, por el otro, hay que advertir que ese fracaso se da más bien “por defecto”, porque los sectores militares que muy probablemente mantenían negociaciones “bajo cuerda” con Guaidó” –y por su intermedio con Washington– decidieron a último momento dar un paso atrás… Y eso no es ninguna garantía de que mañana o pasado mañana no vayan a decidir dar el paso adelante que les reclama EEUU.
Elliott Abrams, uno de los principales operadores de Washington para impulsar la “guerra sucia” contra Venezuela y organizar el fallido golpe, confirmó a su manera esta sospecha. Refiriéndose a los altos funcionarios y militares con los que habría negociado, decía que: “Hablaron y hablaron, pero en el momento de pasar a la acción, no estuvieron dispuestos”.
Y es muy probable que, efectivamente haya sido así. Guaidó y Leopoldo López son dos siniestros “vende-patria” de larga trayectoria, e incondicionalmente fieles a la burguesía tradicional de Venezuela y a su amo, el imperialismo yanqui. Pero además, simultáneamente, no son tan idiotas como para lanzarse a una acción ridícula como la del 30 de abril frente a la base aérea «La Carlota» en Caracas, sin tener cierta confianza en los acuerdos tomados con esos generales que “en el momento de pasar a la acción, no estuvieron dispuestos”.
¡Alerta, porque no hay garantías de que mañana no estén dispuestos… si las ofertas del Norte mejoran!
Variaciones en el centro de gravedad del poder
¿A qué conclusiones nos lleva esto? El golpe no fracasó porque las masas trabajadoras y populares se movilizaron, salieron a la calle, y corrieron a los golpistas. El golpe no tuvo efecto porque los sectores militares negociadores faltaron a la cita. Y no hay ninguna garantía que –en medio de un desastre económico social como el que se viene agravando bajo el gobierno de Maduro– la próxima vez los generales hagan lo contrario. Se inclinen por echarlo… y hacer las paces con EEUU.
Esta perspectiva se hace más peligrosa porque el golpe, aunque no tuvo efecto, deja un nuevo escenario político. En ese nuevo cuadro, son las fuerzas armadas –y no Maduro y el PSUV– las que se instalan de hecho en el centro del poder.
Por supuesto, en el chavismo, desde su misma prehistoria, con el propio Chávez intentando un golpe de Estado militar en 1992, el tema de las Fuerzas Armadas fue una cuestión central. Más luego, ya con Chávez electo presidente, la derrota en el 2002 de otro golpe de Estado pero de signo opuesto (de derecha y auspiciado por EEUU) fue decisiva para conformar una nueva Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) que expresaba políticamente al nuevo régimen… aunque de ninguna manera fue nunca un ejército realmente “popular” ni “revolucionario”.
En la configuración del Estado, de alguna manera, aunque relativa y parcial, la FANB ha sido siempre un “poder detrás del trono”. Pero una cosa eran las relaciones de fuerzas en tiempo de Chávez y sobre todo de la “bonanza petrolera” de su época. Y otra cosa son las actuales relaciones de fuerza, en tiempos de un desprestigiado Maduro, y en medio de un desastre económico-social que no tiene límites.
Por supuesto que, en los últimos tiempos, bajo el gobierno de Trump, la cosa se ha agravado por medidas directas tomadas desde Washington. Pero la catástrofe de Venezuela –no nos engañemos– venía desde mucho antes. Y, como explicamos repetidas veces en su momento, las raíces estructurales de este derrumbe vienen desde el mismo Chávez, que no intentó hacer el menor cambio en la vulnerabilidad histórica de Venezuela como país monoproductor de petróleo.
Esto se agravó con Trump. Obama, bajo sus presidencias (2009-2017), mantuvo un perfil relativamente bajo, aunque alentando medidas que iban desde la competencia del fracking en EEUU hasta las campañas antichavistas en el continente. Y el desastre cada vez mayor del gobierno de Maduro ha sido el mejor “combustible” con que se las alimenta.
Ya con Trump, llegó la hora para el imperialismo yanqui de pasar a la ofensiva… y de volver a los tiempos del “Gran Garrote”.
Tanto el desastre de Maduro y el PSUV en el gobierno, como las amenazas e intentonas golpistas alentadas desde Washington han conducido a que sean los militares, o más precisamente la cúspide de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) la que hoy esté realmente en el centro del poder… con Maduro como un personaje que habla y habla… pero que realmente decide cada vez menos.
Advertir este desplazamiento relativo del poder político es fundamental para estar listos ante cualquier sorpresa.
Esta vez la cúpula militar dejó solos a Guaidó y López… y era en cierto modo previsible, porque no iba a entregar gratuitamente a estos personajes el poder no sólo militar sino también político y económico del que ya dispone. Como hemos explicado en anteriores artículos, la alta oficialidad de las fuerzas armadas “bolivarianas”, a diferencia de Bolívar que murió en la miseria, está comprometida en los más escandalosos negociados.
Pero, en la próxima coyuntura, nadie debe poner las manos en el fuego por la “lealtad” y “patriotismo” de esa casta de generales.
Una catástrofe que sigue sin aliviarse
Los intereses y apetitos de ese nuevo sector de la burguesía han sido un factor no menor para que el descenso de la renta petrolera se transformase en una catástrofe económico-social sin paralelo entre los países productores de hidrocarburos. Un economista marxista venezolano resume así la situación:
“La magnitud de la crisis venezolana no tiene parangón en América. Venezuela perdió el 50 por ciento del PBI. El PBI per cápita cayó 60 por ciento en los últimos años. Ni Guatemala ni El Salvador, con guerras civiles, cayeron a ese extremo; esto es realmente pavoroso. Hubo una destrucción inenarrable de capital y fuerzas productivas, no hay producción, la productividad se ha venido al piso, la importación también ha caído mucho y hay miles de empresas que han cerrado, un 70 por ciento de ellas. Las que se mantienen en actividad trabajan al 10 o 15 por ciento de su capacidad. Las estatales también han cerrado masivamente, la tercera siderúrgica más grande de América trabaja al 10 o 5 por ciento de su capacidad. La extracción de petróleo cayó entre 60 y 65 por ciento. Pdvsa, que era una de las principales petroleras de la región, no puede pagar los sueldos y depende de los préstamos que salen de un dinero inorgánico, capital ficticio. En términos de Marx, la población obrera sobrante venezolana, maquillada por el petróleo, explotó, porque ese maquillaje ya no existe.
“A pesar de los enormes subsidios, como el regalo de la gasolina, el gas, la electricidad, el agua, sus ingresos no permiten a la gente comprar más que el 10 por ciento de lo que necesita para comer. Hay desnutrición, pero para el gobierno no hay desempleo, no se publican cifras desde 2015. Tampoco hay datos del PBI, ni de la inflación. Se dice que en el sector formal hay 6 por ciento de desempleo, probablemente porque nadie quiere trabajar en el sector formal. Muchos trabajan por su cuenta o se han ido del país, unos tres o cuatro millones, fácilmente, el 12 o el 13 por ciento de la población, equivalente a 20 o 25 por ciento de la población económicamente activa (unos 16 millones). No hay desempleo porque el salario es extremadamente bajo.
“Quisiera dejar claro que este proceso no tiene nada que ver con el socialismo ni con una revolución. Aquí no ha fracasado ni el socialismo ni la revolución ni un proyecto emancipador…” (Manuel Sutherland, “Estoy en contra de una invasión militar, pero no puedo aplaudir a este gobierno”, sinpermiso.info, 02/02/2019.)
El imperialismo yanqui pretende capitalizar este desastre
En esta coyuntura, el mayor peligro de este desastre político, económico y social del chavo-madurismo en Venezuela,son las operaciones del imperialismo yanqui para aprovecharlo y capitalizarlo, apoyándose especialmente en los sectores de la vieja burguesía, encabezados por personajes de la extrema derecha como Leopoldo López y Guaidó.
Para eso operan también sobre los militares “bolivarianos”. Aunque, por el momento no han tenido mayores éxitos, no hay tampoco que depositar en ellos la menor confianza. Su plana mayor es parte de la “boliburguesía”, y está en la primera fila de los negociados.
En esta grave situación, la única alternativa que llevaría a un cambio radical y progresivo, sería la movilización independiente de la clase obrera y los trabajadores venezolanos.