Según el Comité Nacional Electoral, Maduro ganaba las elecciones con un 51% de los votos frente al 44% de la oposición con el 80% de los sufragios escrutados. Los números fueron cuestionados por todos los aliados del imperialismo norteamericano y por el propio secretario de Estado yanqui, Antony Blinken. El funcionario de Biden anunció las «serias preocupaciones» de la Casa Blanca sobre los resultado y advirtió que «la comunidad internacional está observando de cerca y responderá en consecuencia».

Una advertencia que recuerda la ya clásica táctica intervencionista del imperialismo yanqui sobre Venezuela, que tuvo distintos capítulos durante los últimos años. La idea de una intervención de la OEA fue reforzado por el principal empleado latinoamericano de la Casa Blanca, el ultraderechista argentino Javier Milei.

«Quiero condenar el fraude electoral perpetrado por el régimen del dictador Nicolás Maduro en la República Bolivariana de Venezuela» dijo esta mañana Manuel Adorni, vocero presidencial del gobierno argentino. Pocas horas después el la Cancillería argentina firmó junto a Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay un comunicado en el que se pide «una reunión urgente del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) para emitir una resolución que salvaguarde la voluntad popular» respecto a las elecciones venezolanas.

Ya antes de que terminaran los comicios había sido el propio Milei quien «anunció» una supuesta victoria de la oposición en X / Twitter: «Los venezolanos eligieron terminar con la dictadura comunista de Nicolás Maduro. Los datos anuncian una victoria aplastante de la oposición y el mundo aguarda que reconozca la derrota luego de años de socialismo, miseria, decadencia y muerte».

Milei es un felpudo incondicional del imperialismo estadounidense en la región y especialmente del trumpismo. El fantasma de la intervención de la OEA ya es una figurita conocida para estos sectores, que plantean básicamente una intervención militar sobre el Estado venezolano para barrer lo que queda del chavismo – madurismo e implantar un gobierno títere del imperialismo y las multinacionales (al estilo Guaidó).

La gestión de Biden venía ensayando una suerte de deshielo en las relaciones con el madurismo. En la previa de las elecciones, el gobierno yanqui había levantado algunas sanciones económicas contra Venezuela como intento para seducir al chavismo ante una eventual salida del poder.

Esa perspectiva no estaría prosperando. Luego de anunciar el triunfo, Maduro fue investido para un nuevo mandato de 6 años. Lo cierto es que de ninguno de los dos lados hay certezas. El madurismo no proveyó actas electorales que respalden la cifra de un 51% de los votos. Y la derecha viene jugando con la idea de intervención extranjera desde hace mucho tiempo, sin que importara ningún fraude. Sin mencionar que del lado de los que hoy gritan por la «democracia» desde la derecha son apologistas de los genocidas argentinos, y quieren su impunidad.