Juan Guaidó, el autoproclamado “presidente de Venezuela”, ha puesto en marcha una provocación golpista para el próximo 23 de febrero. Ella apunta a derivar probablemente en incidentes sangrientos y legitimar así los pretextos para una intervención militar directa del imperialismo yanqui y/o de algunos sus títeres latinoamericanos, como los gobiernos de Colombia y Brasil.
Para eso trata de aprovecharse del desastre a que el “madurismo” ha llevado a Venezuela, y en especial a las masas trabajadoras y populares.
Ese día –el 23 de febrero–, Guaidó cumple un mes de su autoproclamación, en enero pasado, como presidente “paralelo” de Venezuela votado por nadie. O, mejor dicho, votado por Trump, que mueve los hilos de Guaidó, y la pandilla de lacayos regionales que acompañan y acatan incondicionalmente la voz del amo del Norte.
Un operativo para aprovecharse del desastre madurista
Como decíamos, se trata de la distribución, principalmente en las fronteras de Colombia pero también en la misma capital, Caracas, de una cierta cantidad de “ayuda humanitaria” que aún está indefinida en varios sentidos. No se sabe bien de qué se trata esa “ayuda” (¿comida, medicinas o qué?), ni su envergadura, ni quién la aporta y distribuye además de Guaidó y su “gobierno” invisible.
Lo único claro es que detrás de todo eso actúa directamente el gobierno de EEUU, desde Trump hasta sus operadores civiles y militares en la zona (incluyendo sus títeres de Colombia y quizás de Brasil)… con el títere venezolano Guaidó a la cabeza.
“La preocupación aumenta –señala una revista internacional–, considerando que varias de las principales entidades internacionales que se ocupan de ayuda humanitaria han negado categóricamente estar involucradas. El presidente de la Cruz Roja Internacional en Colombia, Christoph Harnisch, declaró a la prensa que el envío «no es una ayuda humanitaria», pues ha sido ordenada por un «gobierno impuesto» (en referencia al autoproclamado Guaidó) en Venezuela, sin la aprobación de las autoridades legítimas.
“Asimismo, la organización Cáritas [gestionada por el Vaticano] también comunicó su posición en contra del envío, calificado por el Gobierno venezolano como el montaje de un show en la frontera colombiana. Cáritas alega que cualquier «posibilidad de ayuda humanitaria» se orienta por «protocolos aceptados internacionalmente» y «no atiende no a intereses políticos»”. [RT, reproducido por Aporrea, 13/02/2019]
Recordemos que hace pocos días Washington anunció con bombos y platillos el despliegue de unos 4.000 soldados estadounidenses en la frontera de Colombia con Venezuela… ¿Ellos también van a ser parte de los distribuidores de la “ayuda humanitaria” que, hasta ahora, también provendría exclusivamente de EEUU? ¿Para eso van a operar esas tropas coloniales yanquis, con un pie en territorio colombiano y otro en el venezolano?
Una última anécdota confirma el carácter provocador, de la “gran demostración de fuerza” de la operación anunciada por Guaidó:
Cuando algunos periodistas le preguntaron cómo sería posible hacer la distribución en Caracas, tan lejos de Cúcuta[1] u otras fronteras, Guaidó los llevó a un gran depósito clandestino, donde ya están las cajas de la supuesta ayuda. Es imposible haber hecho esa acumulación, sin un fenomenal apoyo material que sólo el imperialismo yanqui podría proveer.
Por supuesto, tanto eso como lo que Guaidó pueda haber acumulado en las fronteras es ínfimo en relación a las necesidades populares en una situación atroz. Pero lo hace aparecer ante esas masas necesitadas como preocupado por esa situación, que bajo el gobierno desastroso de Maduro no hace más que empeorar.
Es esta catástrofe social, que ha empeorado en los últimos meses y multiplicado el descontento, lo que hoy da alas a los sectores de oposición más de derecha, agentes directos de EEUU, como Guaidó.
¿Por qué se han envalentonado el imperialismo yanqui y sus sectores afines en Venezuela?
El imperialismo y la burguesía proyanqui se han aprovechado profundamente de la catástrofe madurista. En un artículo anterior, publicado en Socialismo o Barbarie N° 502 (31/01/2019) “Algunas consideraciones sobre el golpe imperialista”, se explicaba detalladamente “la catástrofe insondable del madurismo”, que ha favorecido profundamente a los golpistas:
“Da la impresión de que a pesar del odio histórico de las masas por los escuálidos, la despolitización profunda sufrida en la última década, la degradación completa de sus condiciones de vida, el hambre, el cansancio con las palabras vacías del madurismo, la repugnancia por la burocracia chavista y la boli-burguesía bolivariana, el asco social contra los que lucran con la miseria y la falta de comida, el repudio a la corrupción endémica del capitalismo de Estado bolivariano, la suma de todo esto, es lo que explica, al menos de momento, la falta de reacción popular frente a un golpe de Estado que se presenta con semejante descaro…”. (Roberto Sáenz, “Algunas consideraciones sobre el golpe imperialista”)
Pero subrayemos que esta pintura global, de una situación extremadamente peligrosa, y que puede facilitar el triunfo del actual golpe de Estado, se ve agravada por un hecho: que este desastre político ha sido la desembocadura de un proceso no comenzó ayer, sino que fue “in crescendo”.
El “madurismo”, apoyándose políticamente en las derrotas de los intentos opositores de derribarlo por la fuerza (el último en 2017, con sus guarimbas asesinas), había logrado montar un sistema de “clientelismo” que aseguraba a una parte importante de la población un mínimo de subsistencia. Mediante las llamadas “bolsas CLAPS”, los “carnets de la patria” y otros mecanismos miserables pero efectivos, logró armar una estructura clientelista que parecía relativamente sólida.
Sin conocer bien las causas, hay muchos datos en el sentido de que esto se fue deteriorando progresivamente. Este año, llegó al colmo y ha pesado en la crisis política y su curso.
Aunque la vanguardia de la rebelión opositora no son precisamente los más pobres, la actitud, como mínimo prescindente de los sectores de masas que antes eran chavistas fervientes, es de enorme importancia.
No sabemos por qué el madurismo, a lo largo de los últimos tiempos, fue deteriorando cada vez más el asistencialismo y la situación de muchos sectores que antes podían por lo menos sobrevivir con ese clientelismo de la miseria.
Quizás Maduro y su pandilla, al haber logrado la reelección presidencial, creyeron que todo iba sobre rieles… y podían, entonces, hambrear un poco más a la población. Pero en esa misma votación, el alto grado de abstención –que subrayamos en su momento– fue una advertencia sombría de que el descontento remontaba vuelo.
Otro hecho que confundió a muchos, fue también la enorme crisis de la vieja oposición. Pero a Maduro & Cia tampoco se les ocurrió que el imperialismo podía encontrar reemplazantes más eficaces, más rabiosos y más a la derecha.
En marcha hacia el 23 de febrero
Ahora, esos cambios que durante todo un período parecieron imperceptibles, han tenido un catalizador: el operativo golpista de Juan Guaidó, con el imperialismo yanqui y los gobiernos latinoamericanos de derecha respaldándolo.
Aprovechan, como señalamos, una peligrosa situación preexistente, que es responsabilidad fundamental de Maduro y su pandilla gobernante, de descontento, confusión política, desmovilización e, incluso, ilusiones de algunos sectores populares en el desconocido Guaidó.
Sin embargo, sería un gran error dar por consumado lo que hoy todavía es un grave peligro y no una realidad.
Hay que unirse para rechazar incondicionalmente este golpe de Estado que va a poner nuevamente a Venezuela a los pies del imperialismo yanqui, que va apoderarse otra vez de la renta petrolera en sociedad con la burguesía escuálida, y va a hundir aún más en la miseria a los trabajadores y sectores populares.
Pero también, simultáneamente, esto exige actuar con total independencia en relación a la pandilla de Maduro. El rechazo al golpe de Estado no puede implicar ningún apoyo a esa gente, que no sólo se han llenado los bolsillos a costa de la miseria popular, sino que son los responsables de que pueda triunfar un golpe imperialista.
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1.- Cúcuta, municipio fronterizo colombiano. Constituye de hecho una sola ciudad con las urbanizaciones venezolanas de San Antonio y Ureña. Por eso se suele denominar con ese nombre al conjunto.