Una posibilidad de barajar y dar de nuevo en la izquierda

El anuncio del frente NMAS-PO Tendencia en Salta produjo un “bombazo” en la izquierda. Hasta el momento debe haberse cruzado unas 20 notas sino más al respecto por parte de las fuerzas de la misma y lo más probable es que sigan apareciendo nuevas en los próximos días una vez que se oficialicen las listas.

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Por nuestra parte, lo primero que queremos señalar, es que estamos felices con el acuerdo no solamente por las posibilidades constructivas que ofrece a nuestro partido y también el PO Tendencia de Salta, sino por el precedente que podría significar a nivel nacional.

Impacto nacional

Si solo se tratara de la elección salteña, strictu sensu, en definitiva, una elección provincial, aunque de una provincia donde la izquierda supo tener sus “5 minutos de fama”, cuestión que de por sí no explica semejante revuelo. Es evidente que se trata de algo más: del impacto nacional de una novedad electoral en su seno luego de años de aburrida cantinela del FITU de ser la “única izquierda”…

Un interrogante obvio, repetimos, es cuál es la razón de semejante impacto nacional del que hasta el momento es un mero acuerdo electoral provincial y de una provincia donde difícilmente levantemos el amperímetro (las próximas elecciones salteñas no se aventuran fáciles aunque sirvan como una enorme palanca para la construcción partidaria).

El fondo del asunto es que el acuerdo entre nuestro partido y el PO salteño, que reviste en la tendencia nacionalmente, conmueve no solamente ni fundamentalmente en Salta: impacta nacionalmente por lo que podría significar un frente entre nuestras fuerzas en los principales distritos del país[1].

Lógicamente, al estar tan osificado y cristalizado el acuerdo del FITU nacional desde hace años, y al ser un acuerdo estrictamente electoral que no ha logrado avanzar un centímetro más que eso-un armado electoral y de rotación de los cargos y el dinero obtenido; una cooperativa electoral en definitiva-, el que aparezca una alternativa por la izquierda a tanta osificación, un punto de apoyo para un barajar y dar de nuevo, desnuda potencialmente la endeblez del FITU como un mero armado electoral, que para colmo arrastra -de manera creciente- elementos de oportunismo y adaptación: afirmaciones como las de Nicolás Del Caño de que “con 20 diputados” se solucionarían las cosas, cretinismo respecto de la ley proscriptiva, votación por unanimidad en el parlamento burgués de la tramposa ley de “emergencia alimentaria”, cerrada negativa de sus principales fuerzas (PTS  y PO) a plantear el fuera Macri que cuestionara la gobernabilidad en su momento, etcétera.

En todo caso, esto es lo primero que hay que retener: ante la pretensión monopólica y de aparato de que la izquierda tenga una sola representación, ante la cerrada negativa a discutir una alternativa realmente unitaria de independencia de clase entre todas las fuerzas de la izquierda, ante el desarrollo inercial y la involución oportunista del FITU, la emergencia de un frente de la izquierda alternativo que aparece como una novedad en el firmamento, hace temblar la estantería del FITU; lo que se expresa no solamente en la cantidad de notas aparecidas, lo que ya es todo un dato “objetivo” por así decirlo, sino, sobre todo, en una serie de argumentaciones e improperios tacticistas de bajo vuelo que no ayudan a politizar a nadie ni a entender los desarrollos[2].

Un programa mínimo de independencia de clase

Veamos el acuerdo alcanzado. Desde el punto de vista programático es un acuerdo mínimo de independencia de clase que es lo básico que debe tener un acuerdo de este tipo. Ni el NMAS fundado en 1999 ni la tendencia cuando era parte del PO oficial y en la actualidad (tomamos los últimos 20 años y no cierto acuerdo con un figurón radical en Tucumán de un tiempo anterior) han tenido una tradición de acuerdos que cuestionen la independencia política de clase como sí ha sido el caso, por ejemplo, del MST, que como todo el mundo sabe llevó adelante acuerdos con Pino Solanas y Luis Juez en tiempos relativamente recientes.

En este aspecto, disentimos con los compañeros de la tendencia cuando señalan que todo acuerdo de frente único de este tipo sería un acuerdo “oportunista”[3]… Si fuera oportunista, algo estaría mal porque los frentes únicos oportunistas son frentes únicos llevados adelante bajo criterios equivocados -aunque podemos entender la argumentación de Altamira de que todo frente electoral y de lucha también deba pasar por la experiencia de la vida[4]-.

Lo que sí es verdad, evidentemente, es que el nuestro es un simple acuerdo de frente único electoral: un acuerdo táctico limitado alrededor de un principio político fundamental que es la independencia de clases; ni más ni menos.

Otra cosa diferente es que, efectivamente, el programa suscripto podría haber sido más ambicioso del que finalmente firmamos (en parte bajo la presión de los plazos legales). Desde nuestro partido propusimos que se contuvieran los reclamos de las mujeres, lo que finalmente se hizo en parte, también los reclamos de la juventud, algo que está, pero muy en general. Más importante aún insistimos en que se hiciera un planteo hacia la Asamblea Constituyente salteña de que ampliara su temario, se hiciera soberana y discutiera las bases sociales y políticas de Salta, punto que no quedó incluido como tampoco el cuestionamiento general a las PASO proscriptivas y los pisos electorales como el que rige en la provincia del 5% de los votantes para acceder en el reparto de las representaciones. Puntos que tienen su importancia porque van contra el régimen político en su conjunto y no solamente contra el gobierno y la oposición patronal pero que no quedaron incluidos en esta primera formulación programática.

Junto con esto, además de otro conjunto de matices y diferencias, claro está, insistimos en excluir toda referencia al rechazo incondicional a la presencialidad en pandemia, cuestión que consideramos equivocada. El procedimiento, correcto, fue excluir todas aquellas cuestiones en las que no hubiera acuerdo, o que no tuvimos tiempo de discutir de manera sopesada; que se mezclaran las banderas de manera confusionista.

Está claro que sobre la presencialidad tenemos posiciones opuestas con los compañeros y compañeras de la tendencia pero coincidimos en que no podía ser un obstáculo para hacer el acuerdo en la medida que no es un punto principista o estratégico y que cada fuerza política conserva, en esto como en todo lo demás, su libertad de agitación política.

Nuestra posición general, lo señalamos desde noviembre pasado, es que es una tragedia social que se vuelva a perder un año de escolaridad y que si esto está ocurriendo no es solamente producto de la pandemia en sí misma, sino porque el gobierno y la oposición patronal no tomaron las medidas presupuestarias y demás recaudos necesarios (aumento del transporte, etcétera) para que se pudiera dar y recibir la educación en condiciones seguras.

Se trata de una cuestión social y política de fondo que debe ser encarada rechazando cualquier enfoque corporativista. Rechazamos no tener en cuenta el aspecto psicosocial de docentes y alumnos en medio del encierro. Y rechazamos también desconocer la función social de la educación y regalarle a la derecha una bandera fundamental, lo mismo que rechazamos regalarles la juventud estudiantil y los problemas de sus espacios de socialización, todas cuestiones candentes cuando cursamos el segundo año pandémico.

Un escenario electoral complejo para la izquierda

Pasemos ahora a una somera caracterización del proceso electoral. Parece una obviedad que las elecciones salteñas no van a ser sencillas para la izquierda. Si bien somos una fuerza nueva en la provincia, venimos acumulando una experiencia sobre todo en las distintas luchas del último período vinculándonos incluso a algunas de las principales activistas del sector de la salud en Salta capital[5].

Lo que se aprecia en la actividad es quela izquierda va a pagar en cierto costo político por el retroceso del Partido Obrero en los últimos años. Sin entrar en detalles era previsible que caracterizaciones pasadas de rosca como “Salta la troska” o que la “ruptura del peronismo” estaba más o menos que a la vuelta de la esquina, iban a terminar haciendo crisis y desequilibrando la construcción y las expectativas del PO en dicha provincia y les iba a pasar factura. Una factura bajo la forma de una grave crisis como se está viendo hoy, tanto en el desprestigio de las figuras públicas que supieron ser parte del PO provincial (Del Plá y López), como en el colectivo militante del PO tendencia que es mayoría en la provincia y hace parte del acuerdo electoral con nuestro partido.

La enseñanza elemental aquí es que cuando se obtienen triunfos electorales incluso resonantes como haber ganado -en el 2013- las elecciones en Salta capital y obtener una mayoría propia en el Concejo Deliberante, no se deben perder las proporciones de las cosas(¡en estos casos menos que en ningún otro!). Desde el vamos ha estado claro que los éxitos electorales del FITU, incluso nacionalmente, han sido menos orgánicos que los del viejo MAS; viejo MAS cuyos éxitos electorales eran menos rimbombantes pero cualitativamente más orgánicos en el seno de la clase obrera.

Desde ya que cada período histórico tiene sus características propias y no pueden ser copia fiel. Y que, además, los éxitos electorales “rimbombantes” pueden ayudar para dar pasos constructivos y orgánicos cualitativos. Pero esto será así sólo si uno no se marea con dichos éxitos; si se evita el electoralismo[6].

Es evidente que esto último no es lo que pasó con el PO de aquellos años y es parte de la crisis en la cual terminó, aunque no es el único elemento. Pero en todo caso, incluso en una versión quizás demasiado “izquierdista” hoy, al menos el PO tendencia parece tener una conciencia mayor de estos problemas que el PO oficial –si bien no parece ser parte de un balance más orgánico y público- por no hablar de sus partners en el seno del FITU (léase el PTS y el MST[7]).

El exitismo, el creer que era factible sin un mayor desarrollo orgánico ganar la intendencia de Salta capital, etcétera, fue parte de lo que encegueció al PO en las internas del 2015 y de lo que termino llevándolo a la crisis y división posterior. Y, sobre todo, es un costo político endosado al resto de la izquierda hoy en la provincia, costo al cual habrá que mirar de frente pasando el balance que corresponde y no barrer bajo la alfombra, si se pretende construir algo superador.

Es imposible que esta tarea la encare el FITU con su enfermante autoproclamación. Pero sí debería ser parte de la campaña electoral de nuestro frente. Es decir: dar cuenta públicamente de los errores cometidos, lógicamente que dentro de las debidas proporciones de una campaña anticapitalista contra los enemigos de clase.

Razones de una división

Esto último nos lleva a una somera caracterización de la crisis del PO. Para el PTS sería una mera crisis de “personalismo” y como siempre para esta secta estalinoide, bajo los patrones del doble estándar: lo que le pasa a ella sería siempre “histórico” y lo que les pasa alos demás, menudo[8]

La crisis del PO tiene elementos inicialmente empíricos como cualquiergran crisis de este tipo. También ocurrió lo propio en el viejo MAS. Porque es difícil que una crisis de semejante magnitud en una corriente histórica de la izquierda no remita a problemas reales y profundos -más allá que los problemas de régimen partidario y de personalismo no sean menos graves[9].

Pero nos parece que reenvía a dos cuestiones más objetivas y que, en parte, sobrevolaron –y sobrevuelan- el estallido del PO.  Primero, a problemas de balance del siglo pasado; de la revolución y el estalinismo en el siglo pasado que salvo nuestra corriente y en un instante determinado Altamira, nadie más ha puesto sobre la mesa en esta región del mundo[10]. El problema aquí es que ese instante o esa intuición de ir a una discusión más de fondo, no fue más que eso: un instante y una intuición y enseguida se rumbeo para otra parte[11]

En segundo lugar, obviamente, está la justa crítica –aunque tardía- al electoralismo, aparatismo, sustituismo, cantidad de rentados, falta de estructuración obrera, etcétera, de la tendencia hacia el PO oficial. E, incluso, cierta crítica al extremo piqueterismo movimentista que también expresa dicha “mayoría”, aunque ha sido parte de lo que disolvió los criterios de construcción de todo el Partido Obrero (aparato oficial y tendencia). Todo esto exigiría un balance público sopesado que hasta el momento no se ha visto por parte de ninguna de las dos tendencias que en definitiva han dividido al Partido Obrero histórico.

Incluso la crítica –correcta insistimos- a determinados aspectos de las prácticas del PO oficial y del FITU nos parecen “pasadas de rosca”; desproporcionadas en algunos casos. Pero esto podría evitarse haciendo un balance explícito de los problemas acumulados no solamente en el PO oficial, el PTS y el FITU sino también de cuando el PO unificado gozó de cierta “hegemonía” en la primera versión del FIT y tuvo los desequilibrios que tuvo; no solo políticos sino en materia constructiva.

Una perspectiva superadora

Uno de aquellos graves problemas que siguen lastrando al FITU y que cada año que pasa se hace más pesado (es verdad que recientemente IS se deslindó de ello), es su capitulación a la ley proscriptiva; el valerse de la misma para dirimir las relaciones de fuerzas en la izquierda, lo que constituye un grave problema no solo político sino de principios. La tendencia denuncia los elementos de adaptación del FITU al régimen político, a la democracia de los ricos. Pero llama la atención que no subraye este punto que, efectivamente, está presente desde el 2011 y que ha dejado a este “frente de izquierda” militando este año con Juntos por el Cambio en defensa incondicional de un régimen electoral que deja a parte del electorado sin representación en las generales, y que más temprano que tarde va a ser utilizado contra el conjunto de la izquierda sino logramos eliminarlo.

Los temores que acechan al FITU hoy están vinculados, sobre todo, a la posibilidad de que nuestro partido y el PO tendencia (y quizás algún otro desprendimiento del FITU que está nuevamente en plena “riña de gallos”) pongamos en pie un frente nacional. La cooperativa electoral tiene miedo a que la tierra se mueva bajo sus pies y podamos construir una alternativa de izquierda independiente al susodicho tramposo “frente de toda la izquierda” que posibilite un barajar y dar de nuevo y rompa supuestas “hegemonías” osificadas; un status quo conservador que no ha respondido a las expectativas generadas en la mayoría de la vanguardia obrera y estudiantil de que dicho frente sea algo más que un ámbito de repartija de porotos.

Nuestra orientación es clara y la decimos abiertamente: para unificar al conjunto de la izquierda independiente electoralmente y, sobre todo, para poder generar un canal que vaya más allá de este solo terreno, hace falta primero obligar materialmente a una rediscusión en el seno de toda la izquierda; una renovación que plantee un camino superador al oportunismo y los manejos sin principios del FITU.

 


 

[1]La tendencia ha anunciado públicamente que está buscando el reconocimiento legal en CABA, provincia de Buenos Aires y Santa Fe.

[2]Sobre todo, por su bajeza estalinista y su nivel sotánico destacamos el artículo del PTS: “Debate. Política Obrera: ‘Si no le gustan, tengo otros”, de Guillo Pistonesi, donde no cabe ningún criterio objetivo para la argumentación sino solamente los caprichos de la secta.

[3]“Acerca de los frentes de izquierda y las elecciones”, Jorge Altamira.

[4]Disentimos, si, de todas maneras, cuando afirma que si dicho frente no fuera “oportunista” se debería ser parte entonces de un mismo partido. Sin embargo, la experiencia histórica indica que pueden coexistir varios partidos revolucionarios como base de cualquier criterio de democracia obrera y socialista incluso si dichos partidos revolucionarios están necesariamente en competencia. No necesariamente una clase obrera segrega un solo partido revolucionario; la cosa ha resultado históricamente más compleja (ver la argumentación de Trotsky en La revolución traicionada).

[5]El PTS nos acusa de ser “un sello de goma” en Salta… Con un “sello de goma” es imposible obtener legalidades provinciales, presentar listas eventualmente completas para todos los cargos en Salta capital –es lo que íbamos a hacer de participar solos en las elecciones- y participar en las principales luchas de dicha ciudad. La secta estalinoideolvidó señalar en sus notas que su “columna” el 24 de marzo fue menor que la nuestra; que su fuerza militante en dicha provincia sigue siendo irrisoria.

[6]El electoralismo remite a criterios que se hacen valer por fuera de la lucha de clases y de una construcción orgánica en el seno de la clase.

[7]El MST es oportunista congénito y el PTS carga con una autoproclamación que lo hace orgánicamente incapaz a toda autoevaluación mínimamente objetiva (no es verdad que pueda existir un muro de piedra entre lo que se dice para afuera y lo que se piensa internamente; más bien lo contrario, pero es cierto que esta corriente rechaza la dialéctica por “hegeliana”).

[8]El doble estándar en política revolucionaria es medir a los demás con una regla distinta que a uno mismo.

[9]Los problemas de régimen partidario siguen como la sombra al cuerpo a los problemas políticos y estratégicos, pero también es verdad que pueden gozar de cierta independencia que les es propia. Para esa ida y vuelta ver Trotsky y Rakovsky.

[10]En su momento el PTS cerró el pico sobre la cuestión lo que se evidencia por su falta de todo balance del estalinismo.

[11]La tendencia no ha podido, por ejemplo, sacudirse de encima el objetivismo; es más, en este aspecto parecen menos equilibrados que el PO oficial, además de llevar adelante una batalla sobre bases demasiado tacticistas.

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