Una declaración de guerra a los explotados y oprimidos que se puede derrotar

El nuevo gobierno de Javier Milei. Informe a la Convención Nacional del Nuevo MAS.

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El nuevo gobierno de Javier Milei
Foto: Sol Atta/Izquierda Web

El 15 y 16 de diciembre, el Nuevo MAS llevó adelante una Convención Nacional con la asistencia de más de 200 delegados y delegadas, y una fuerte presencia de la militancia. A continuación, presentamos el informe editado a partir de la discusión colectiva, y la actualización a partir de algunos hechos posteriores, a cargo de Roberto Sáenz. 

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El primer elemento, que es muy importante y que es metodológico, es saber que estamos sobre los hechos; hechos que están en pleno desarrollo como parte de la ofensiva del nuevo gobierno. No es fácil hacer un plenario tan sobre los hechos, sobre el desarrollo de acontecimientos que son una catarata desde arriba (mega devaluación de Caputo, protocolo contra la protesta social, mega DNU, decreto de despidos en el Estado y ahora “ley ómnibus”), una ofensiva que busca anonadar a la clase trabajadora y donde todos los actores políticos de todas las clases sociales, incluso los actores internacionales, están acomodándose a las nuevas circunstancias, al nuevo período o etapa abierta a partir del gobierno de Milei.

Esta situación hace también que el análisis de los alcances y los límites de lo que estamos viviendo no sea sencillo y requiera una reflexión colectiva para poder encontrar la medida de las cosas. Y encontrar esa medida no va a depender solamente de lo que discutamos acá, sino, fundamentalmente, de la lucha de clases, que arranca en este primer momento de manera defensiva pero podría girar en una suerte de contraofensiva, además de que ya comienza a hacerse una experiencia con el nuevo gobierno. Luego del plenario nacional ocurrió la marcha del 20, los cacerolazos y la formación en estos momentos de las primeras asambleas populares, la movilización de ATE y algunas otras en el resto del país, cortes de vías por la tormenta, la convocatoria de la CGT a Tribunales al cierre de esta edición, etc., que son expresiones importantísimas aunque todavía iniciales dentro del período defensivo que estamos viviendo.[1]

1. Un gobierno extremadamente reaccionario con rasgos bonapartistas

La primera definición es que hay un cambio de frente muy rotundo desde arriba, por parte de un gobierno que intenta llevarse puesta por sorpresa a la sociedad explotada y oprimida: una política de shock antiobrera, antipopular, antidemocrática y entreguista del país. Es un hecho novedoso en los últimos 40 años que un gobierno venga a llevarse puesta a la sociedad “de arrebato”, produciendo cambios radicales en lo económico, lo social, lo normativo, lo ambiental, etc. La política de shock tiene ese carácter de tomar por sorpresa la sociedad. En la experiencia se verá cuánta “nafta” tiene el nuevo gobierno para llevar eso hasta el final; es uno de los interrogantes que hay. Y lo que surge del debate es que es una lucha: Milei se va a encontrar –ya se está encontrando– con los primeros destellos de la “materialidad” de la sociedad explotada y oprimida a la cual quiere conculcarle derechos en todos los terrenos. Está lleno de interrogantes el momento, y la discusión es difícil al haber tanta incertidumbre porque dificulta la medición de las cosas, pero lo que está claro es que se abrió una nueva etapa que será una prueba en la lucha de clases para la clase trabajadora, la izquierda y el partido.

Que te vengan de arrebato es novedoso, y es un elemento que rompe radicalmente con la costumbre que teníamos en los últimos años de gobiernos con elementos de mediación. Esto, en sí mismo, es un elemento bonapartista, es decir, ponerse por encima de las instituciones y de las reglas establecidas para imponer cambios rotundos en un sentido reaccionario.

Esto también es expresión del mundo en que vivimos, con elementos muy reaccionarios (el crecimiento de la extrema derecha) pero también con potencialidades revolucionarias, donde puede haber giros bruscos hacia la izquierda.

Hay giros bruscos políticos y eventualmente sociales, y polarización feroz en algunos casos (ver la situación en Palestina), y la Argentina es parte de eso con sus alcances y sus límites. Este giro brusco y reaccionario todavía se estaba procesando sólo desde arriba cuando realizamos el plenario nacional, desde el punto de vista electoral, político, y desde el punto de vista de la crisis social. La novedad de los últimos días es que está comenzando un procesamiento desde abajo, una serie de respuestas como asambleas populares, en estatales y salud, etc.

La primera manifestación fue el exitoso desafío al protocolo “antipiquete” de Patricia Bullrich, que protagonizamos con una militante columna partidaria en la marcha del 20; la irrupción de los cacerolazos por dos o tres días extendidos a varias partes del país, aunque todavía de amplia vanguardia, salvo en Rosario donde fue masivo, y con represión sólo en Córdoba; la formación de las primeras asambleas populares; una primera marcha de ATE en CABA (en la vereda por presión de la burocracia) y ahora la convocatoria a Tribunales por parte de la CGT para este miércoles 27/12.

De todos modos, no hay que confundirse: la coyuntura inmediata es dura, debe encontrar una respuesta masiva en la clase trabajadora para derrotar el “plan motosierra” de Milei y el empresariado. Esa respuesta va a aparecer en algún punto del camino (ya están apareciendo sus primeros destellos), pero eso no quita que la coyuntura actual siga siendo defensiva aunque con nuevos elementos dinámicos que no estaban a lo largo del año, que están apareciendo ahora y pueden configurar un verano realmente caliente.

Antes de continuar, es importante ahondar sobre el carácter del gobierno de Milei. No se ha visto uno igual desde 1983. Es un gobierno profundamente reaccionario, eventualmente de extrema derecha, con rasgos fuertemente bonapartistas, con elementos plebiscitarios[2], que cuestiona el régimen político. Juega al límite de la constitucionalidad, se apoya en la fragmentación de los partidos políticos tradicionales (sobre todo de JxC), también en que todo el mundo quiere “respetar la institucionalidad del gobierno electo” (incluso los K obviamente). Las incertidumbres que rodean su accionar están justamente en eso: en que sus rasgos bonapartistas pueden encontrar diverso tipo de límites, aunque el límite mayor, el decisivo, lo colocará la lucha de clases, que empieza ya a asomarse en esta primera etapa defensiva.

Si se impone, si impone derrotas a la clase trabajadora, podría transformarse en un régimen abiertamente bonapartista (un régimen que de todos modos está marcado por la inestabilidad); pero esto no está escrito: las reservas, las relaciones de fuerzas en la Argentina no están probadas, y esa es la clave principal de todo el análisis.[3]

2- Un período reaccionario inestable que puede virar en pre-revolucionario

Segunda definición: el triunfo de Milei, con sus características incluso extemporáneas (los rasgos subjetivos mesiánicos del núcleo principal del mileidismo), con todos sus rasgos complejos, con la heterogeneidad del gabinete de un gobierno minoritario, abren una coyuntura o un período reaccionario e inestable que implican una circunstancia inicialmente defensiva, que tiene sus alcances pero también límites que tendremos que medir en la lucha de clases y que ya comienzan a expresarse.

A esta coyuntura o período defensivo inestable –decimos inestable dadas sus fragilidades– no le queremos poner la palabra etapa, porque no sabemos cuánto va a durar: no se puede dar una definición por anticipado porque si hace explotar el país puede haber un giro brusco de un período reaccionario en pre-revolucionario. Vienen de arrebato y el tema es si van a lograr imponer su política, su ofensiva, su programa, que además tiene muchísimos elementos contradictorios y van a ser una prueba quizás histórica para la clase obrera, para la vanguardia y para la izquierda.

Dijimos que se había abierto una coyuntura reaccionaria cuando Milei ganó las PASO el 13 de agosto (nos anticipamos al resto de la izquierda al señalarlo), y hoy podemos decir que se consolidó en lo inmediato. Sin embargo, ante la dureza del ataque ya se empieza a combinar con elementos de respuesta.

Acá lo que hay que apreciar es el choque entre este período reaccionario y unas relaciones de fuerzas que no están probadas. En lo inmediato pesa todavía la confusión entre amplios sectores de masas, sobre todo en los que lo votaron, acerca de su verdadero carácter, aunque comienzan a hacer una experiencia. También está el freno de las direcciones sindicales tradicionales, que van “paso a paso” y que vienen de un profundo inmovilismo a lo largo de los cuatro años del gobierno del FdT. Este es un punto clave, porque de convocarse a un paro general activo a la brevedad, se plantearía un escenario de crisis gubernamental muy rápidamente. Lógicamente, también pesa el elemento institucional: a los partidos de la oposición no les gusta que los “pasen por arriba”, pero al mismo tiempo quieren dar “tiempo”, la mayoría de los gobernadores quieren “acomodarse” y, sobre todo, la burguesía más concentrada de la AEA, la UIA, el agro y las finanzas apoya las medidas de Milei, por no hablar del FMI.

Por otra parte está el 44% que no lo votó, la experiencia del voto democrático contra Milei, e incluso la experiencia que comienzan a hacer los que sí lo votaron y que empieza a expresarse en los acontecimientos que vivimos la semana pasada: marcha del 20, cacerolazos, asambleas populares, primeras manifestaciones sindicales, etc.

Más adelante vamos a desarrollarlo, pero nuestra impresión es que la experiencia con Milei es como en dos tiempos que pueden ir solapándose: un primer tiempo marcado por una coyuntura defensiva (aunque ya muestra inicios de respuesta de amplia vanguardia) y otra coyuntura contraofensiva donde se puede dar vuelta la taba e iniciarse un período pre-revolucionario, es decir, una irrupción masiva de las y los trabajadores contra la ofensiva ultraliberal, antiobrera, antipopular y reaccionaria del gobierno de Milei.

3. Una declaración de guerra a las y los trabajadores

Estamos ante un gobierno encabezado por dos figuras de extrema derecha (Milei y Villaruel), que tiene elementos de “rompecabezas”, con personajes de distintos orígenes y con una heterogeneidad que en determinadas circunstancias puede hacerle crisis. Lógicamente que un gobierno que viene de arrebato no es “débil” aunque tenga profundas fragilidades. No es un “gatito mimoso” como definió públicamente el PTS, sino el gobierno más peligroso y enemigo de la clase trabajadora desde 1983, que, sin embargo, no está consolidado: tiene que consolidarse para hacerse valer hasta el final y no está claro que lo logre.

Sin embargo, a pesar del apoyo que tiene inicialmente de parte del régimen y los distintos sectores empresariales y políticos, no deja de ser un gobierno en minoría: no es un gobierno de unidad nacional, que se integra con fuerzas políticas orgánicas.

Las fuerzas políticas orgánicas, como el peronismo, están en “dejar hacer”, que Milei haga el trabajo sucio, lo cual constituye una traición histórica. Pero el peronismo no está dividido todavía aunque sí se está reconfigurando (el peso de los gobernadores pasa a ser central, pero hay muchísimos matices todavía en este sentido). Y JxC es una explosión. En cualquier caso, todos los gobernadores comienzan a aplicar ajustes en sus provincias.

Es un gobierno con rasgos extremadamente reaccionarios, que juega al límite del régimen político por la fragmentación de la “oposición”, por el “enredo” institucional, por el apoyo de la gran patronal y el imperialismo, pero no está claro que pueda traspasar al régimen, sobre todo porque todas la mediaciones y matices que existen expresan en realidad, distorsionadamente, las relaciones de fuerzas subsistentes. Por supuesto, hay que ir midiendo y andar con cuidado: si se consolida, puede ser un gobierno de extrema derecha. Pero tiene que terminar de consolidarse y ya comenzó el cuestionamiento.

Veamos sumariamente las medidas que ha ido tomando en estos primeros días y semanas.[4] La primera fue la macro devaluación de Caputo (“Paquete de medidas de urgencia económica”), que respecto de los salarios y todos los ingresos de las y los trabajadores de todas las categorías, significa una fenomenal transferencia de recursos de los explotados y oprimidos hacia los capitalistas: un empobrecimiento generalizado de la clase trabajadora. Se espera una inflación de al menos 30% este mes y quizás los meses siguientes, que reduzca sustancialmente el consumo e induzca a una fuerte recesión que podría alcanzar en 2024 el 4 o 5% de caída del producto. El dólar oficial se fijó en 800$ y la brecha con los paralelos se redujo a un 20%. El BCRA comenzó a recomponer reservas comprando un promedio de 300 millones de dólares por día. Al dólar exportador se le fijó un precio mayor (más pesos por dólar) pero también se le impuso una retención del 15% por razones fiscales y se aumentaron las retenciones agrarias (salvo las de la soja) al 15%, todo supuestamente de manera “transitoria”.

El sentido final de todo esto es: a) “sincerar” brutalmente todos los precios en dólares salvo el salario; b) recuperar las reservas por parte del BCRA; y c) recuperar el frente fiscal con el objetivo del “déficit cero” bajo la teoría de que la inflación es generada por la emisión monetaria.[5]

Días después, el miércoles 20 a la noche, Milei anunció el mega DNU 70/2023. Incluye decenas de leyes derogadas y 336 artículos, cuyo sentido general es hacer valer la “ley del mercado” en todos los terrenos: la ley del más fuerte sobre el más débil (igualando falsamente en el terreno jurídico lo que es desigual en el terreno real). En el capítulo laboral se declara “servicio esencial” a un conjunto de actividades, entre ellas la docencia, donde se exige un 75% de presencialidad en caso de medidas de fuerza. También se habla de actividades “trascendentales” que incluyen casi todos los rubros, donde se exige una asistencia del 50% en caso de medidas de fuerza: industria, farmacéutica, alimenticia, siderúrgica, aluminio, plástico, neumático, etc. En general, las condiciones que se ponen para realizar medidas de fuerzas son copiadas de la Tatcher, que prácticamente prohibió el derecho de huelga en Gran Bretaña: prohíbe hacer asambleas en horarios de trabajo, permite el despido por hacer paros o bloqueos en puerta de fábrica o lugares de trabajo, etc.

En materia de contratación laboral, el período de prueba se pasa de 3 a 8 meses y se quita la “solidaridad” en materia de indemnización por despidos por parte de la empresa principal contratante: todo quedaría a cargo de las agencias de contratación, que, por su parte, no pagan indemnizaciones en caso de prestación de personal. También elimina las multas a las empresas por tener trabajadores en negro.

El DNU tiene varios capítulos que incluyen la derogación de la ley de alquileres, contratos por dos años pero sin ningún límite a los alquileres mensuales ni en qué moneda transarlos, lo que ya está generando tremendos abusos por parte de los dueños. También hay capítulos dedicados a las obras sociales, la transformación de las empresas estatales en sociedades anónimas para facilitar su privatización, la venta de tierras sin límites ni distinción geográfica a cualquier empresario nacional o extranjero. Una serie de medidas donde se hacen valer los intereses empresariales e imperialistas en detrimento de las y los trabajadores, con la pérdida de derechos adquiridos por décadas de lucha de los trabajadores.

Luego tenemos el decreto sobre trabajadores del Estado, a los cuales ya se les habían desindexado los aumentos por inflación; lo mismo para los “planes potenciar trabajo” cuyo monto se mantendrá en el nivel del 2023, una tremenda licuación de sus ya magros ingresos –la mitad del SMVyM que alcanza escasos 156.000$ en estos momentos–. Ahora se anuncia la baja de los contratos establecidos en 2023, lo que alcanzaría a más de siete mil compañeros y compañeras (exceptuando casos específicos como el cupo LGBTT y otros), así como la puesta en revisión de las autoridades de los contratos que vienen de años atrás. La planta permanente no se tocaría, pero es minoritaria ante años de contrataciones sin pases a planta de parte de los gobiernos kirchneristas y del macrismo.

Por otra parte, la famosa “ley ómnibus” está a punto de mandarse al Congreso Nacional incluyendo una reforma del Estado, retrotraer la baja del impuesto al salario y una reforma política cuyos verdaderos alcances no se saben pero que seguramente será híper reaccionaria.

Completando el combo reaccionario y antiobrero está el protocolo contra la protesta, que prácticamente prohíbe el derecho a la movilización y obliga a marchar “por las veredas”; rige en el orden federal, pero no adhirió provincia de Buenos Aires y tampoco, en todos sus términos, CABA, y fue desafiado exitosamente en la marcha del 20 y en los cacerolazos. Aunque cometeríamos un error si pensáramos que ya fue derrotado: esto todavía hay que apreciarlo en la experiencia.

Hay que tener ciertos cuidados en su evaluación. El protocolo es una amenaza a los cortes y la movilización, pero no a todo: luego de la marcha del 20 –mayormente sin detenciones ni enfrentamientos– se les pasó una desprolija factura a las organizaciones de desocupados, ¡incluso a las que no estuvieron en la marcha!, fácilmente judicializable, y no se atacó ni a las figuras políticas ni a los partidos políticos.

Por otra parte, se verá qué ocurre en la concentración en Tribunales convocada por la CGT este miércoles 27/12 (ATE realizó su convocatoria la semana pasada obligando a la gente a permanecer en las veredas), pero tenemos la impresión de que no les será tan fácil aplicar el protocolo en marchas de trabajadores; además se realizaron cortes por la tormenta en los barrios populares que también lo desafiaron.

Hay un elemento de aventura al lanzarse a semejante shock sin que haya claridad sobre la resultante. Hay que ser cuidadosos y no podemos medir acá esa resultante, pero está clarísimo que lo que dijimos el 14 de agosto de que Milei venía con una declaración de guerra contra la clase obrera, es así, ya se puso en marcha y ya comienza a haber un nivel de respuesta que tiene su importancia.

Hay un intento de disciplinamiento social. Porque, sin hablar del protocolo, la amenaza de despidos es un elemento disciplinador, un elemento nuevo.

Hay una cuestión que es importante: ¿cuál es el modelo de país de Milei? Toda la burguesía está a favor de la declaración de guerra contra la clase obrera, pero un modelo de país retrógrado, del siglo XIX, que se come todo el proceso de industrialización de la Argentina, que plantea la apertura a las importaciones, puede dividir a la burguesía en algún punto. Y no hay procesos pre-revolucionarios o revolucionarios sin crisis en las alturas.

Ahora estamos en el momento de mayor impacto de las medidas, entonces hay que ver cómo se desarrolla la película, pero llevarte puesta a la sociedad no es tan sencillo. El plan es de remate del país, de racionalización ultra neoliberal del país, quitando todas las protecciones; pero eso no es tan simple de aplicar.

4. Una dinámica en dos tiempos que pueden ir solapándose

De cualquier manera, el elemento principal, el que tiene que emerger –que ya empezó a emerger sin cambiar la coyuntura de ofensiva del gobierno pero mostrando las reservas que hay–, es que es un ataque feroz a la clase obrera después de un año insoportable en el que se procesó todo desde arriba, y hay que encontrar los puntos de apoyo en la acción cuando la clase obrera empiece a responder. Es una prueba, un desafío para nuestra clase; hay una cierta degradación en las relaciones de fuerzas por varios años de pasividad, pero no se ha procesado ninguna derrota todavía. Por el contrario, comienzan a aparecer dichas reservas.

Eso es lo que está manifestándose por ejemplo en las iniciales asambleas populares que comienzan a formarse luego de los cacerolazos. En varias de ellas ya comenzamos a proponer la coordinación entre asambleas. Desarrollar esta clase de organismos independientes puede ser un elemento de enorme importancia, que puede llevar adelante el sector juvenil del partido que no tiene clases en estos momentos.

La pregunta es: este gobierno ultra reaccionario, minoritario pero que en lo inmediato tiene el apoyo mayoritario de los sectores burgueses, ¿va a hacer pasar sus medidas o va a hacer estallar el país? Ha sido muy de cambio de frente la situación, y no ha habido un procesamiento en la lucha de clases. Y tiene que haberlo, aunque arranque siendo defensivo, como tiene que serlo cuando el gobierno de Milei y el empresariado quieren llevarse al país de arrebato.

Todo el resto del plan de Milei también está, pero se juega primero en el capítulo del DNU, un ataque económico-social y con elementos antidemocráticos como el protocolo antipiquetes; se juega ahí su futuro. Hay que participar con todo en la defensa activa en este capítulo, hay que probar los alcances y límites de este capítulo, para ver cómo son los demás capítulos; sería un error anticipar todas las definiciones.

En un período de este tipo puede haber momentos distintos: este momento es defensivo, pero también puede haber –aunque por ahora sea anticiparse demasiado– momentos de rebote feroz hacia la izquierda. Y hay que tener presente esta perspectiva, sin minusvalorar el momento actual que es defensivo. Se podría pensar que la coyuntura es en dos tiempos: un primer tiempo de defensa activa, de rodear de apoyo los conflictos que surjan, de hacer la experiencia con nuestra clase, de frente único y unidad de acción, de participar en todos los elementos de desborde que surjan, de la emergencia de una nueva vanguardia, también de cuidar al partido. Y un segundo momento en el que la irrupción de la clase obrera haga explotar el ajuste, haga dividir a las demás clases sociales. El momento de defensa activa es para preparar esa contraofensiva: una irrupción masiva de las y los trabajadores que derrote a Milei.

Esta es la posición general en este momento; hay que evitar extrapolar los desarrollos del momento al conjunto de la película. Y hay que tener el cuidado de no estar ni un milímetro adelante pero, sobre todo, ni un milímetro atrás de los desarrollos reales, lo cual no es sencillo, hay que medirlo en la experiencia. Por ejemplo, no tuvimos ningún problema para hacer este plenario nacional, no hay afectación a las libertades individuales democráticas en general.

Sobre todo está ahí la primera prueba, en los cortes y las movilizaciones, y hay que medir. Y en eso también es muy importante dialogar con la clase trabajadora, movilizar dialogando, al menos en las marchas grandes, evitando todo sesgo corporativo.

En todos los debates es importante encontrar el equilibrio; está plagado de contradicciones el nuevo gobierno, y todavía no explotaron, tienen que explotar, y recién estamos a quince días de su asunción. Es fundamental cuidar al partido y acompañar la experiencia que vaya haciendo la clase, y no confundirnos en los alcances y límites de las cosas. Donde las movilizaciones sean orgánicas, de trabajadores, de docentes, etc., van a tener muchísima más dificultad para atacar, más allá de los límites que ponga conscientemente la burocracia para frenar y evitar desbordes.

Es un momento para mantenerse firmes, medir cada paso, saber que no hay un ataque a la organización partidaria, a los partidos políticos, sino que hay un ataque al salario de los trabajadores, la posibilidad de despidos, y un ataque a los movimientos sociales que va desde licuar sus ingresos hasta castigar los cortes. Y mantenerse en la defensa activa interviniendo en los procesos que ya están en curso para preparar la contraofensiva cuando la sociedad empiece a reaccionar.

5. Una perspectiva de enormes choques de clases

Hay que contener el momento difícil que se está viviendo dentro de una perspectiva general. El plenario fue de una madurez extraordinaria, asimilando circunstancias extremadamente difíciles, un ataque muy duro cuando no está todavía hecha una experiencia de conjunto, aunque comienza a procesarse una experiencia al momento que publicamos este informe.

Hay dos cosas importantes de ubicar, porque no hay discusión sin perspectiva. Hay que ubicar la perspectiva y hay que ubicar el momento en el que estamos, no perder la perspectiva y no diluir el momento, que es defensivo aunque con respuesta.

En la perspectiva, lo que se está concretando es una declaración de guerra contra la clase obrera, incluso la clase obrera industrial, como no ha habido en décadas en la Argentina y que no sabemos cómo puede llegar a procesarse. Aunque este momento es duro, esta política de pauperización contra la clase obrera en general va a generar una experiencia y una respuesta.

Pero cometeríamos un error si confundimos los momentos, porque está colocado un lenguaje de guerra en la realidad, y en las guerras se tienen tropas que actúan en el frente y reservas estratégicas. Estas reservas estratégicas tienen que ver con los cuidados para no quemar las fuerzas en el primer momento sin que nos queden fuerzas para después.

La ubicación de los tiempos y la síntesis, que no es solo equilibrio, es síntesis dialéctica, es que el momento es defensivo, y hay que asimilarlo vinculándonos a los nuevos procesos que ya comienzan a surgir, siempre pegados a la clase, porque es muy factible que la clase salte; es factible que salten conflictos, ya comienzan a expresarse manifestaciones de resistencia. ¿Cómo combinar los tiempos, cuál es la síntesis? Porque el ataque es abrumador y es global, y es fácil escribirlo pero no es tan fácil vivirlo ni asimilarlo. No es Macri, es una declaración de guerra, es más complejo, y la respuesta va a haber que construirla pegados a la clase, sin rifar al partido, una respuesta que en cierto modo ya está construyéndose aunque no va a ser fácil superar el corset de los cuerpos orgánicos burocráticos en los núcleos más concentrados de la clase obrera.

Pero como todo debate tiene perspectivas, hay una materialidad del ataque a la clase obrera que difícilmente pase sin grandes luchas. Hoy comienza a procesarse una respuesta y hay que participar con todo en ella. Al mismo tiempo, hay que evitar el desacople con el conjunto, que todavía está procesando la cosa. Hoy el momento es el de aprender qué significa la defensa activa.

También es verdad que la relación de fuerzas no está probada en la Argentina; es de arrebato el gobierno, y ni el gobierno sabe si le va a salir bien, el arrebato es peligroso y aventurero. Y si quemamos todos los cartuchos en el momento, ¿qué nos queda para las perspectivas?

Un elemento clave es el elemento organizador, que ya comienza a aparecer, por ejemplo con las asambleas populares o en los lugares de trabajo, sobre todo estatales o salud. Tener un elemento organizador en la defensa activa es muy importante; tenemos que aprovechar todas las oportunidades que surjan en ese sentido.

Esto es un ensayo con elementos completamente nuevos y extraordinarios, porque al reaccionarismo político se suma la crisis social. Pero bueno, este plenario es un elemento organizador, nos juntamos e hicimos un debate maduro, y empezamos a digerir la dureza de la situación. Pero hay que entender cosas básicas, estamos frente a un ataque histórico; si después explota todo, bueno, habrá sido un ataque histórico que no pasó. Desde la última dictadura militar, nunca la clase obrera fue tan desafiada como ahora.

Hay cosas que se dijeron en el plenario que marcan el momento, por ejemplo que hay que afiliarse a los sindicatos. En el desarrollo de la lucha capaz podemos desbordar a los sindicatos, pero hoy la reacción de algunos sectores de trabajadores es afiliarse a los sindicatos, y eso marca algo, una necesidad de resguardarse.

Otra cosa importante: ¡ningún sectarismo con los votantes de Milei! Sería un crimen confundir el hecho de que ese votante decantó su voto de manera reaccionaria, con creer que en sí mismo es un reaccionario; no, empieza una experiencia con el gobierno. La empieza a la derecha, pero ser sectario es criminal, como la burocracia peronista que le echa la culpa a la gente por lo que pasa sin hacerse cargo de su balance, que es una porquería porque hicieron un país de cartón pintado, como el Ministerio de la Mujer, que no tenía presupuesto –aunque igual hay que defenderlo–.

Hay que aprender colectivamente cómo transitar esta experiencia, no tenemos una receta, aunque hay índices, elementos. Y hay que aceptar, asimilar y asumir la dureza del momento, y hay que saber que hay perspectivas, que no hay derrota en frío y que ya comienza a procesarse una respuesta que nos da terreno para la intervención.

Lo de los dos momentos es una dialéctica y también es una apuesta; se prevé un desafío a la clase obrera industrial inmenso: ¿les van a sacar todo así nomás? Vienen de arrebato porque consideran que no estamos preparados, pero cuando se advierta la materialidad de estas medidas va a haber respuesta y hay que tener partido para llegar a ese momento.

La síntesis es que el arrebato es peligroso y la coyuntura es defensiva; pero hay algo que no está probado y que no puede resolver el partido ni la izquierda por sí misma. Por ejemplo, con la pauperización, ¿va a haber saqueos? El bono a los desocupados es de diez mil pesos… ¿Van a empobrecer masivamente a todas las trabajadoras y trabajadores de la Argentina, y a los jubilados, y a la juventud? Parte del arrebato es que largan todas las medidas a fin de año.

Pero toda acción militante revolucionaria tiene una perspectiva, y ahí sí entra el hecho de que las relaciones de fuerzas no están probadas desde el punto de vista material, aunque podemos sufrir muchos meses. La dialéctica está en la desproporción entre el ataque y las relaciones de fuerzas.


[1] Los elementos de “imprevisibilidad” o de pronósticos alternativos son parte del período que se ha abierto y se deberá convivir con ellos, aunque la perspectiva más probable es que en algún punto del camino la ofensiva gubernamental se encuentre con una respuesta masiva que es factible que irrumpa de manera independiente, o con alguna combinación de medidas llamadas por la burocracia sindical y desborde por abajo. Una respuesta que ya está comenzando, como acabamos de señalar.

[2] El elemento plebiscitario es reaccionario. El 56% se construyó como una mayoría electoral artificial por el mecanismo del balotaje, y la trampa plebiscitaria es apelar al voto popular digitando las preguntas y pasando por encima de todo otro tipo de representación.

[3] La experiencia en Brasil es que, finalmente, la Justicia le impuso límites a Bolsonaro para saltar por encima del régimen. No lo hizo por “vocación democrática”, sino porque las circunstancias no lo requerían. Hay que ver, en ese sentido, la dinámica que se desató cuando el 6 de enero Bolsonaro hizo su movilización golpista y comenzó a haber respuesta –que podría haberse descontrolado– desde los sectores populares.

[4] Un análisis económico pormenorizado requerirá de otro texto.

[5] Es real que un desacople entre la cantidad de dinero, su ritmo de circulación y la cantidad de mercancías genera inflación, pero la razón de fondo de la depreciación de la moneda tiene que ver con la producción y la productividad de la economía; la inflación no es algo puramente monetario.

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