“Vi cómo los maestros [de alumnos sordomudos] realizaban el milagro del nacimiento del alma y la formación del talento. Son datos sorprendentes. Aquellos que estaban aislados del mundo por un muro impenetrable de sordera, que no tenían ni mentalidad ni conciencia de sí mismos, se convirtieron en personas muy cultas y con talento, con una aguda perspicacia teórica, dominaron las alturas de la cultura mundial y vieron el mundo circundante con los ojos de la humanidad”
Iliénkov, “El derecho a la creatividad”, izquierda web
Presentamos a continuación una reflexión sobre el IX Congreso de nuestro partido, alrededor de las intervenciones del autor de esta nota en el contexto de este, un Congreso histórico a 25 años de nuestra fundación, que sin duda ha sido un triunfo: hemos instalado nuestra corriente en el firmamento del socialismo revolucionario con una identidad propia.
A modo de inicio de este texto, una corta reflexión: llevamos 25 años de trabajo y acumulación, de preparación y formación de la corriente, para, ojalá, eventos histórico-revolucionarios, y tratando de ser protagonistas de esos desafíos que se abren. Desafíos que no pueden tener una resultante revolucionaria sin la construcción de un partido y una corriente revolucionaria. La cuestión es la preparación teórica, política y práctica para cambiar la historia.
No se cumplen 25 años todos los días. Son 35 si agregamos los 10 años preparatorios que, desde 1988/9, ha recorrido el núcleo histórico a partir de la crisis del viejo MAS y la vieja LIT (CI). Esos 10 años preparatorios nos permitieron madurar y confluir con una serie de cuadros medios muy valiosos provenientes de la experiencia del PST, varios de ellos cuadros obreros, y que, a partir de la Conferencia fundacional de 1999, dieron lugar a lo que nosotros llamamos la fundación de nuestro partido/corriente (formalmente, la corriente SoB se formó unos años después a propósito de los eventos de 2003 en Bolivia, que actuaron como elemento disparador).[1]
No es casual que muchos compañeros y compañeras jóvenes de nuestro partido y corriente nos pidan algún texto sobre nuestra historia, porque nuestra composición generacional es muy joven. Es una hermosa tarea pendiente. Hermosa porque está plagada de enseñanzas acerca de la construcción revolucionaria, que, como siempre señalamos, no es muy distinta en sus leyes en lo grande y en lo pequeño.
Las corrientes del socialismo revolucionario (movimiento trotskista) somos aún pequeñas, aunque los avatares por los que hemos pasado son grandes. No podemos desarrollar acá las “leyes de construcción de las corrientes revolucionarias” que planteamos en un texto de unos años atrás, pero sí señalar que la construcción de corrientes revolucionarias combina, como no puede ser de otra manera, hechos “internos” y acontecimientos de la lucha de clases.[2]
Y eso ha ocurrido con nuestra corriente: la reflexión acerca de la experiencia pasada y sus lecciones estratégicas se combinó con la caída del Muro de Berlín y la experiencia del Argentinazo para sentar las bases de lo que somos: un núcleo humano que se abrió paso contra viento y marea y se convirtió en una corriente internacional de elaboración teórica/política y de opinión que, siendo todavía limitada, ya forjó una identidad estratégica propia y ha entrado en la liza de las corrientes internacionales, y de la “cadena de acontecimientos” que están en el porvenir.
Nuestro texto se dividirá en dos partes generales: a) el contexto general en medio de cual realizamos este histórico IX Congreso, y b) una reflexión en materia de construcción revolucionaria.
1- El hilo invisible de la revolución
El primer elemento fundamental para la discusión, colocado en nuestros últimos textos, es que se ha abierto una nueva etapa mundial de desequilibrio, que eventualmente nos va a colocar frente a circunstancias que escapan a la normalidad, a la rutina de los días.[3] Una nueva etapa mundial que marca un quiebre en relación a la estabilidad relativa que vivió el mundo desde la caída del Muro de Berlín en los años 90 (años de la Pax americana), donde las características generales de los acontecimientos internacionales tenían la dinámica conservadora de “los trabajos y los días”: está planteado que los eventos que ya están ocurriendo y que están por delante rompan esa rutina de la cotidianeidad y nos instalen en un mundo preñado de crisis, de barbarie y, eventualmente, de revoluciones. Un mundo que nos impone prepararnos para accionar revolucionariamente en él.
Se puede dar muchos ejemplos que hemos venido procesando. Hay elementos o determinaciones que estaban fuera de la agenda histórica y que volvieron, por ejemplo, la posibilidad de que se utilicen armas nucleares (no pasa un día sin algún elemento de conflicto entre potencias mundiales; hay “líneas rojas” que se están cruzando diariamente). La nueva etapa que definimos como de crisis, guerra, barbarie, reacción y revolución tiene una serie de características, una de las cuales es el regreso de las guerras clásicas. Pero pueden llegar a venir con armas no convencionales, con armas nucleares tácticas, y ese sería un elemento que, evidentemente, escaparía a la normalidad (hasta el momento, las armas nucleares tout court han sido utilizadas solamente en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945).[4]
Como ejemplo actual de barbarie, el caso de Gaza. Hubo otros genocidios en África, pero menos politizados que éste si se quiere. El caso de Gaza es el mayor genocidio político desde la posguerra, el genocidio de un pueblo palestino martirizado, que es un ejemplo de barbarie pero también de resistencia, y que repropone toda la temática de la lucha anticolonial (en este sentido hay que releer a Frantz Fanon, teórico de la violencia anticolonial; Los condenados de la tierra es su obra mayor).[5]
Otro elemento es la ruptura de la normalidad democrático-burguesa, con intentos de golpe de Estado pero también con la frustración de esos intentos. Hay un clima político que desborda la democracia burguesa, que era nuestra normalidad desde el final de los años 70. Pero ahora hay un elemento nuevo: intentos de golpe de Estado –o Estados de excepción– que chocan con arraigados sentimientos democráticos de amplios sectores de masas. Es lo que acaba de ocurrirle al ex presidente de Corea del Sur, depuesto por la presión de la calle sobre el palacio, una marea humana de jóvenes bailando K-Pop. Eso no es normal: es hermoso, extraordinario.[6]
Y es un motivo de reflexión para los escépticos que ven la nueva era sólo como “de catástrofes”. Callinicos, con quien tomamos un café en Londres un mes atrás dando rienda suelta a esta discusión, sacó recientemente un artículo sobre Corea afirmando: “¿vieron?, tenía razón, hay golpes de Estado”. Alex, con toda la fraternidad del mundo te lo digo: ¿no te diste cuenta?, el golpe fue derrotado por los chicos bailando K-Pop. Es como estar tuerto: hay un ojo que ve bien, que ve el golpe de Estado. Pero falta el otro ojo que vea el reinicio de la experiencia histórica, el hecho de que entran nuevas generaciones en la escena histórica, que el golpe fue derrotado (al menos hasta el momento).
Y no se trata sólo de Callinicos. Ya señalamos que otros intelectuales marxistas padecen de esta misma “ceguera del juicio” (judicial blindness, como la llamaba Engels): la incapacidad de ver más allá de la primera impresión observable. Pierden de vista que estamos en un período de reversibilidad dialéctica: una serie de desarrollos que se inclinan demasiado para un lado, pueden rebotar brutalmente hacia el otro, pasar de extrema derecha a extrema izquierda.
Entonces, la primera definición es que ha habido una ruptura de la normalidad y que se ha abierto una nueva etapa mundial, que va a durar décadas, de ruptura de la normalidad y de feroces choques geopolíticos y de clases. Porque es obvio que no hay una conciencia socialista, que la extrema derecha gana elecciones con lo más atrasado de la sociedad, que la nueva etapa arranca desde el polo reaccionario. Pero también es cierto (¡y hay que verlo, no ser tuertos!) que en lo más avanzado de la sociedad, su vanguardia de masas por así decirlo, hay un sentimiento democrático profundamente arraigado que no deja pasar todas las cosas.[7]
La etapa tiene una cierta reversibilidad: no hay acción sin reacción. La iniciativa la tienen la burguesía y la extrema derecha; la coyuntura es reaccionaria, no es revolucionaria porque la iniciativa la tienen ellos. Pero hay respuesta. Y la coyuntura podría cambiar si la iniciativa la agarramos nosotros, los explotados y oprimidos: “(…) el más leve cambio en el interior de [un] (…) cuerpo, provocado por la influencia de otros cuerpos sobre él, se expresa inmediatamente para él como cierta mutabilidad en su modo de acción (…)” (Évald Iliénkov, Lógica dialéctica).
Esta nueva etapa mundial que estamos transitando tiene una serie de bases materiales. Ya hablamos del retorno de la puja geopolítica, las guerras y la militarización, y alertamos de que también está volviendo el servicio militar obligatorio, incluso para las mujeres en algunos países.[8] Después de la caída del Muro, el mundo había ido a la desmilitarización. Esto se ha acabado: se ha reiniciado una época de remilitarización de las naciones (hay que revisar los textos de Rosa Luxemburgo sobre la crítica al militarismo, que han cobrado renovada actualidad).
Segundo, un tema sobre el cual hay un crecimiento de la conciencia social pero que no resuelve nada en sí misma, que es la crisis ecológica. Salió el ranking de las diez familias más ricas del mundo: ¡ocho de ellas están vinculadas al negocio petrolero! Eso quiere decir que no hay solución reformista al tema ecológico.
Tercer elemento, la crisis económica no resuelta desde el 2008; volveremos someramente sobre ella más adelante.
Cuarto, la condición “natural” de precarización de la nueva clase obrera.
Y por último, elemento clave para la dinámica de la lucha de clases, el vaciamiento de la democracia burguesa.
Son todos elementos que, si se reflexiona en profundidad, marcan un período histórico distinto. Nuestro ángulo es que es un período de ruptura del equilibrio mundial que llama a una respuesta revolucionaria de las masas, dada su agresividad. La preparación de nuestra corriente y nuestro partido es para ayudar a ese “llamado”: a la respuesta revolucionaria frente a las condiciones de vida insoportables que impone el capitalismo voraz del siglo XXI.
Acá hay una astucia importante: una viva contradicción que está detrás de todos los desarrollos de la lucha de clases actual y que la mayoría de los intelectuales marxistas no ve: las amplias masas pasivas votan a la extrema derecha; la vanguardia de masas está genéricamente a la izquierda (ejemplo: el interior de Francia vota a Marie Le Pen, París vota abrumadoramente al NFP).[9] Las masas están en las redes sociales, y a la hora de una persona/un voto, ganan las elecciones. La vanguardia de masas son las movilizaciones, pero no sólo eso: Valencia inundada recibió una cadena humana de solidaridad para ayudar a los valencianos a sacar el barro de la ciudad. ¿Con qué realidad te quedás? Con las dos, con la barbarie de la inundación, pero también con la cadena de solidaridad; la mirada hacia el mundo tiene que ser bifronte, no puede ser unilateral, no puede ser de mera lógica formal: tiene que ser dialéctica y ver ambos terrenos. Porque si no, no es una mirada militante: nos quedamos sin puntos de apoyo para la acción.
De ahí que uno de los conceptos que más giró en el Congreso fue el de dialéctica. Y se entiende, porque la lucha de clases y la construcción del partido están cruzada por sus leyes: “[Nuestro] (…) enfoque conserva, como una de las definiciones de la dialéctica, la definición que dio Engels de la dialéctica como ciencia de las formas y las leyes generales de todo desarrollo, comunes al pensamiento y al ‘ser’, o sea con un desarrollo histórico-social y natural, y no de las formas y leyes del pensamiento ‘específicamente subjetivas’” (Évald Iliénkov, Lógica dialéctica, p. 6).
Acá hay otra cuestión, quizás un poco general, pero para abrir la discusión antes de pasar a la Argentina. ¿Qué es lo que permite “saltar” de la rebelión a la revolución? No decimos socialista: para la revolución socialista hacen falta elementos de conciencia que todavía no están, una mayor subjetividad. Pero hay un problema clave: el grado de agresión sobre un cuerpo de la humanidad que está vivo, que no está muerto. Si el grado de agresión se pasa de rosca, puede desatar una revolución; hay límites en la realidad, la realidad tiene una materialidad que no puede ser pasada por arriba.
En Brasil, Bolsonaro trató de convencer a los generales de hacer un golpe de Estado y matar a Lula (¡efectivamente, una locura reaccionaria sin antecedentes en los últimos 40 años!). Los generales en servicio le dijeron “ni locos; es una locura porque estalla el país y puede llamar a la revolución” (nuevamente, la necesidad de no tener una mirada “tuerta”).
También para la burguesía la ruptura de la normalidad es un “salto a lo desconocido”, atención. De ahí que su primera opción en los años 30 no fuera el nazismo; la burguesía alemana probó de todo antes de inclinarse por Hitler. El mundo capitalista imperialista de hoy está preñado de eventualidades de “salto al vacío”, donde si “metés los dedos en el enchufe” puede saltar la térmica. Podemos decir que este siglo XXI está preñado de barbarie y de revolución (la dialéctica histórica material supone a ambas; no hay acción sin reacción), aunque las revoluciones todavía no hayan llegado: “Cualquier golpe que se aplique “rebota”, porque es del orden de las fuerzas que tienen vida, que no están muertas. Hay que esperar que cualquier golpe que se dé, tenga una respuesta: “Revolución y contrarrevolución están amarradas una a la otra igual que la reacción está ligada a la acción, dando lugar a un planteamiento histórico que (…) es al mismo tiempo dialéctico e impulsado por la necesidad” (Arendt citada por Mayer citado por Sáenz, La política revolucionaria como arte estratégico, de próxima aparición).
El tema es cómo preparamos a la corriente y al partido para esa eventualidad, para el retorno de las revoluciones en un periodo histórico donde hace 50 años que no hay revoluciones; y esto aunque no sean revoluciones socialistas todavía: revolución quiere decir destrucción del Estado existente.
Este IX Congreso lo hacemos en condiciones de anormalidad histórica, que nos pueden poner ante desafíos inmensos. Porque esta anormalidad histórica agarra mal a la mayoría de las corrientes del marxismo revolucionario, y a nosotros, aunque seamos una corriente chica, nos agarra bien.
Que seamos una corriente muy chica es un elemento que está en el debe; que la situación nos agarre muy bien, política y humanamente, es un elemento que está en el haber de estos 25 años. Nos podría agarrar desmoralizados, confundidos, sin juventud, sin perspectivas, y nada de eso es lo que ocurre: ¡nos agarra a la ofensiva! Lo que sí ocurre es que nos agarra pequeños (entre organización de propaganda y de vanguardia; como una corriente internacional de pensamiento y acción). Y el debate de este Congreso es cómo vamos a hacer para ser menos pequeños, apropiándonos de todo lo conquistado para pegar un salto constructivo en este mundo anormal que por su agresividad desafía a las masas a la revolución.
Esta es la reflexión central de este IX Congreso y de nuestro 25º aniversario, al que llegamos con un capital teórico, político y humano muy valioso, y en el que se nos abren puntas por todos lados.
El 20 de enero asume Trump. The Economist está sacando artículos todos los días donde la palabra que más se repite es “imprevisibilidad”; como si la historia volviera a empezar el 20 de enero. No vuelve a empezar. Pero Trump es un efecto de la imprevisibilidad del mundo, un intento de cambiar las reglas de juego del orden mundial de la posguerra que no se sabe bien adónde va a ir.
2- Un laboratorio de la extrema derecha
Estamos en la “nube de las fiestas” de diciembre; no es un buen indicador de lo que pasa realmente en las entrañas de la sociedad. La sociedad, harta de este año horrible, lo único que quiere es vacaciones. Hay dos resultantes contradictorias en el primer año de gobierno de Milei: una es que no logró quebrar el régimen político ni las relaciones de fuerzas; la otra es que logró sostenerse. Paradoja: ¿cómo es que un gobierno como el de Milei se sostiene y acapara la vida política, pero hasta el momento no ha impuesto una derrota categórica, ejemplificadora, a los trabajadores?
Frondizi impuso el Plan Conintes, militarizando a los ferroviarios. Alfonsín se fue anticipadamente; no impuso ninguna derrota significativa. Menem sí: derrotó a los ferroviarios y a los telefónicos, conflictos históricos, inmensos; Menem derrota y estabiliza (y, de paso, se revienta al viejo MAS).[10] ¿Cuál es la derrota hoy? Hay ajuste, caída del salario, el desempleo creció un poco, pero ¿cuál es la derrota significativa?
Hay una disparidad entre la agresividad del gobierno y el hecho de que no haya impuesto por ahora una derrota categórica. La única prueba categórica que hubo en el año fue la de Aerolíneas, y no fue una derrota: ¿a cuántos pilotos echaron?, dos o tres, y no privatizaron Aerolíneas.
En el hecho de que Milei se sostenga, ¿cuánto hay de Milei y cuánto del régimen político y del peronismo que operan para Milei? Del peronismo, la traición es colosal, histórica.
“Queremos ser como Perú”, afirma el idiota de Milei. ¿Saben lo que pasó en Perú? Hay 80 mil desaparecidos por Fujimori en la década del 90. Perú no fue derrotado por la dictadura de Velazco Alvarado (años 70), ni por Belaúnde Terry (comienzos de los 80), ni por Alan García (primera década de los 80); lo derrotó Fujimori con muchos más desaparecidos que en la Argentina en un país más chico; el “Chino”, como le decían en Perú, ganó las elecciones con un discurso populista en 1989 y dio un autogolpe exitoso en 1991/2. Fujimori hizo que las mujeres indígenas se ligaran las trompas, cosas así, brutales. Hoy el 95% de la población es informal, y la CGTP, que era una potencia, tiene sindicalizado al 1% de la clase trabajadora… En Chile, otro país tomado como modelo por este idiota, gobernó Pinochet. Les pregunto: ¿Cómo va a hacer Milei para convertir a la Argentina en un país importador sin industria, sin imponer una derrota a la clase obrera?
Porque es cierto que ahora hay poco ambiente en las fábricas, y hubo despidos en el neumático y otras plantas, pero, ¿qué peso objetivo tiene eso? Opinamos que hay por delante la posibilidad de enormes enfrentamientos de clase, si es que Milei arrasa en las elecciones y nos vuelve a someter a un verano caliente en 2026. Porque no hubo una derrota este año, hubo un empate. Impuso una “Ley Bases” rebajada, pero no pudo cambiar el régimen político; sigue pretendiendo cambiarlo y tiene elementos bonapartistas (es una suerte de “bonapartismo débil”), pero los grandes enfrentamientos de clase para derrotar las relaciones de fuerzas creadas en el 83 y en el 2001, siguen por delante. El único triunfo que se puede computar Milei hoy, es contra los piqueteros, que es lo más epidérmico de todo (era evidente que el movimiento piquetero era orgánicamente débil; sólo el PO podía dudar de eso).
Por ejemplo, si Milei, como parte de su plan global, quisiera avanzar con la re penalización del aborto, no creemos que le sea fácil. El ajuste se impone como “ley de la naturaleza”, ese es su principal triunfo (ayudado, repetimos, de manera sustantiva por la gobernabilidad que le dan el régimen, el peronismo y la burocracia sindical); en lo macro logró un triunfo, pero no hay una derrota de la clase trabajadora estructural.
Esta es una de las primeras lecciones del “laboratorio Milei”: las pretensiones son estratégicas, los resultados todavía magros, y, contra todos los llorones que en el marxismo hay, todavía no hay derrota en la Argentina.
El “marxismo llorón”, por lo demás, se desgarra las vestiduras por el frente único como mantra. Y nosotros estamos a favor del frente único. Pero el problema es que ha habido casi nulo espacio para él, porque la burocracia y el peronismo se atrincheraron en la gobernabilidad a casi cualquier costo. La única verdadera jornada histórica de frente único fue el tempranero semi paro general del 24 de enero de este año. Luego, mayormente, la burocracia se guardó, los K hicieron show en el Congreso Nacional, Cristina juró y perjuró por la gobernabilidad además de tener un pacto “secreto” bajo la mesa con Milei, y las grandes jornadas de los primeros seis meses frente al parlamento fueron protagonizadas por la vanguardia y la izquierda; fueron jornadas de vanguardia, ni siquiera de vanguardia de masas: el peronismo inoculó miedo con el protocolo para evitar la movilización.
Esta imposibilidad de poner en práctica en los hechos el mantra del frente único se repite en Brasil y en Francia: el ex reformismo y la burocracia sindical se niegan a movilizar contra la extrema derecha. Las movilizaciones por Palestina en Gran Bretaña son otra historia, ahí sí funciona; pero en Brasil y Francia, el frente único sólo sirve para capitular a los frentes populares con el ex reformismo.
Por otro lado, esto no significa tener una mirada facilista, porque el peronismo goza de buena salud; no hay una ruptura por izquierda con el peronismo, aunque hay “desgajamientos” individuales por la base de gente enojada con los K. Pero no va a haber la “ruptura con el peronismo” con la que sueña el FITU si la etapa no gira de reaccionaria a revolucionaria, es decir, si no hay un ascenso; por ahora la hipótesis electoral más probable es el triunfo de Milei, la polarización con la liquidación de la centro-derecha, y el mantenimiento de los votos de la izquierda, votos más, votos menos.[11]
Tampoco es que la izquierda va a sacar “una montaña de votos” como espera el PTS: para que la haya tiene que haber un giro a la izquierda en serio. Lo que hace el FITU es reagrupar los votos de la izquierda, no llega a rozar en serio los votos del peronismo (Patria Grande y otros grupos funcionan para evitar eso). No hay ni un posibilista al que convenzas hoy de que el posibilismo no es la única receta para sacar las cosas adelante. Es decir, la perspectiva de la revolución aún no es convincente, no hay radicalización, y la resultante de esto es que el posibilismo aún es un fenómeno mundial. De ahí el éxito electoral de los nuevos frentes populares como en Brasil y Francia.
Por supuesto que los acontecimientos que pueden venir, pueden cambiar esto: no frenas una bomba nuclear con posibilismo. Todavía no cayó ninguna, pero si cae una bomba nuclear (táctica) va a surgir un movimiento antinuclear por el desarme, y entonces vuelve a vivir Rosa Luxemburgo, que decía que imperialismo es igual a militarismo.
En este marco (y pasando de lo sagrado a lo profano, la berretada electoral argentina), los tipos preparan una campaña electoral para llevarse todo entre Milei y Cristina y reventar el centro (Macri vive yendo al psicólogo, tiene doble personalidad, está esquizofrénico). ¿Va a haber PASO o no? No se sabe, el mileísmo no sabe qué le conviene; si fuera por Milei, hace las elecciones ya, no está claro que le convenga que no haya PASO (en CABA se acaba de llamar a extraordinarias para suspenderlas hasta el 2025). Pero ¿cómo va a llegar el país económico a octubre del año que viene? No se puede saber, hay que llamar a un astrólogo. Repetimos: vemos muy difícil que el proyecto mileísta se estabilice sin derrotas. Pero ojo, sean cuando fueren las elecciones, el tipo ya dijo que si gana viene con “tres mil proyectos” en diciembre de 2025, así que disfrutemos estas vacaciones porque el año que viene no vamos a tenerlas.
Dentro de estas coordenadas, nos parece que hay, mundial y nacionalmente, un enorme sector de vanguardia de masas receptivo a las ideas “piolas”, desde el progresismo hasta la izquierda (¡el marxista que no ve esto, es ciego o no milita por la base!).[12] Si les preguntamos a los compañeros de fábrica, van a decir que “es un embole y no pasa nada”; pero en fábrica todavía no hay vanguardia de masas. Si les preguntamos a los compañeros de la juventud, dicen que hay “un espacio bárbaro”. La única explicación de esa contradicción, sin que se haya producido una ruptura de vanguardia de masas hacia la izquierda, sin que haya cambiado el hecho de que el FITU acapara el millón de votos que hay para la izquierda, lo único que explica ese espacio para el partido es que el partido está mejor y el FITU está peor. En diferentes terrenos, unos ganan y otros pierden, el espacio de la “izquierda en general” todavía no se amplía, y difícilmente lo haga si no se modifican las condiciones reaccionarias que dominan la generalidad de las cosas hoy.
Desde el punto de vista de su orgánica, de sus ideas, de su carácter militante, el partido está mejor, y por varias razones el PTS y el PO están peor. Esto no ocurre sólo acá. En Francia hay un espacio inmenso. El resto del trotskismo francés –salvo la FT– está mal: oscila entre el liquidacionismo y el doctrinarismo más estúpido. “Espacio” quiere decir que el resto de las corrientes tienen poca capilaridad por abajo, porque en general han perdido carácter militante a nivel internacional. Y nuestra corriente, al revés, ha fortalecido, no su tamaño, pero sí su carácter militante, su capilaridad.
M. se lo quiere llevar a J.P. a Malasia el año que viene. Es completamente delirante, pero algo objetivo debe reflejar, algo pasa, hay una falta de representación que estamos cubriendo (estamos “juntando cosas”, esto es una parte central del balance de este histórico Congreso, nuestra nueva capacidad de unir cosas). Algo pasa para que una corriente internacional objetivamente tan pequeña como la nuestra, tenga tantas posibilidades de desarrollo. Y creo que nos damos cuenta; la cosa es cómo lo aprovechamos, y ese es el desafío del pos congreso, la aplicación práctica de las resoluciones que votemos.
3- Una mirada dialéctica
Ahora vamos a abordar algunas cuestiones metodológicas del debate y después vamos a lo político. En lo más metodológico y más abstracto, tomándolo como ideas fuerza, hay que preguntarse: ¿Cuándo empezó la nueva etapa mundial? ¿Cuándo empezó el siglo XXI desde el punto de vista político?
Huyendo de todo economicismo, da la impresión de que lo más propio del siglo XXI empezó con la pandemia; así también lo habíamos definido en su momento. Desde el punto de vista material, estructural, empezó con la crisis de 2008. Pero esa crisis, con lo importante que es y las consecuencias que tiene, y siendo la crisis económica más importante desde la Gran Depresión, es una crisis clásica, una de las crisis cíclicas del capitalismo –exageramos para que se entienda; obviamente no hay que perder de vista que por más clásica que sea, esta crisis se desarrolla en las condiciones del nuevo imperialismo, de la competencia geopolítica, etc.–. Pero la pandemia introdujo otro elemento, de otro orden, que es la incorporación en la vida cotidiana del elemento distópico. Es del orden de lo anti-utópico, del orden de lo inaudito, de lo inesperado; aunque los marxistas vulgares no lo entiendan, las dimensiones de lo utópico y lo distópico tienen mucho peso hoy sobre la conciencia de las masas. Sigue estando más presente en ellas la posibilidad de destrucción de la Tierra que la del capitalismo: para ver esto alcanza con repasar el listado de las películas de Netflix.[13]
Y hay otra distopía: el calentamiento global no sólo libera gases de efecto invernadero, sino también metano, que dicen que es mucho más peligroso. Y si el permafrost (suelo congelado del Ártico) se fundiera, también podría liberar bacterias para las que la humanidad no tiene anticuerpos.
Son cosas de la barbarie capitalista del orden de lo distópico, de un orden que, en apariencia, la humanidad no puede controlar. La inteligencia artificial también es de este orden, porque la pregunta es si la humanidad la va a controlar o si la IA va a controlar a la humanidad. Son cosas de la ciencia ficción hecha realidad que remiten, en realidad, a debates clásicos (nuestra posición es que la humanidad es el sujeto y puede “controlar todo” si respeta las leyes de la naturaleza. Otra cosa son las fuerzas productivas devenidas en destructivas en manos del capitalismo).
Otro hecho de este orden es la conquista del espacio en manos de Elon Musk, es decir, un asunto público puesto en manos privadas, lo que hace que la humanidad tampoco tenga control sobre él. La NASA, institución imperialista si las hay, por lo menos es una institución pública. Pero ahora Space X, una empresa privada, tiene un montón de acuerdos con la NASA, y los que han leído el tomo 1 saben que en la propiedad privada no hay nada de política, la sociedad no la puede controlar.
También es un signo de este mundo en el que entramos el hecho de que Elon Musk, que no es un político, es uno de los principales políticos del mundo, que transforma la política en hecho privado. Se supone que la política es por antonomasia un hecho público, pero resulta que uno de los principales personajes de la política mundial, además de ser de extrema derecha, pertenece al orden de lo privado, no de lo público. Con el auge de la extrema derecha hay una colonización del orden de lo público por lo privado. Y esto es “pesado”, es profundo, y muy propio del siglo XXI.
Obviamente hay temas clásicos en este siglo, que vienen de la economía: la globalización que entra en crisis, el renacimiento de la competencia interimperialista, la vuelta del debate sobre el imperialismo, etc. Pero lo loco es que algunos temas no tienen antecedentes, aunque hay algunos autores que los tratan. Por ejemplo, el marxista existencialista Günther Anders, el primer compañero de Hannah Arendt, tiene un libro muy unilateral, cuyas posiciones no compartimos porque considera a la humanidad como no-sujeto, que se llama La obsolescencia del hombre y refleja el primer impacto de la cuestión nuclear.
Esta idea de lo distópico se combina con otro concepto profundo, que viene de Ernst Bloch: el de “no contemporaneidad”, es decir, la convivencia de fenómenos de órdenes distintos en un mismo punto; una manera más rica de hablar del desarrollo desigual y combinado.
Por ejemplo, que en la misma Corea del Sur distópica, que durante la pandemia aparecía como uno de los países donde más reconocimiento facial hay y donde más se controla la vida privada, aparece un elemento de no contemporaneidad insospechado: un movimiento de masas juvenil y un movimiento obrero de los de mayor tradición del mundo, los cuales, cuando les quisieron dar un golpe de Estado, sacaron a todo el mundo a la calle. ¿Y eso con qué se come, cómo entra ese elemento en el análisis?
Para apreciar eso, un tercer elemento es cómo entramos de forma materialista y dialéctica al análisis del mundo. Se puede entrar a ese análisis de dos maneras: desde el punto de vista melancólico, donde todo tiempo pasado fue mejor; o desde un punto de vista “utópico”, que es el nuestro, donde lo mejor está por venir. ¿Es una lectura interesada? Sí, obviamente, porque el mundo está lleno de contradicciones. Pero el elemento utópico es genial, porque como dice Ernst Bloch en El principio esperanza, en los explotados y oprimidos anidan sueños que se sueñan despiertos, sueños de una vida mejor. ¿Y cómo se matan los sueños de los explotados y oprimidos? No hay manera.
En el contexto de reapertura de una etapa de crisis, guerras, barbarie, reacción y revolución, y en el marco de una coyuntura que es reaccionaria, que arranca por la derecha y no por la izquierda, donde domina la extrema derecha y no las revoluciones, hay un montón de elementos de “no contemporaneidad”, y esos son los puntos de apoyo para la acción de los revolucionarios.
Podría no haberlos, o podría haberlos y nosotros no verlos; pero cuando hablamos de nuestra sensibilidad, no nos referimos sólo a sentir el sufrimiento de los demás, sino a que frente a lo más visible, que es la extrema derecha y la distopía, también vemos elementos de no contemporaneidad insospechados. No es casual que en Deraa, donde Assad padre masacró a 30 mil personas en 1982, aun en un proceso que no sabemos adónde va y encabezado por jihadistas que se dicen “progres”, hubo una marcha de masas festejando la caída de Assad. ¿Adónde entra eso en la mirada escéptica del mundo, la que solo ve el elemento distópico? ¿Y dónde entra eso en relación a una corriente que se pretende revolucionaria, que quiere cambiar el mundo?
Hoy el mundo todavía no se ordena por la revolución, se ordena por los elementos reaccionarios. Pero los elementos reaccionarios tienen un problema, que es la famosa reversibilidad. Obviamente que por ahora Rusia, China, India, se ordenan por la vía reaccionaria (sin límites). Pero en el mundo occidental no es así: hay límites, hay relaciones de fuerzas no probadas.
Venimos diciendo que las relaciones de fuerzas en la Argentina no están resueltas; pero en EE.UU. tampoco lo están y, además, no hay consenso en el libreto: la burguesía mundial está dividida y no tiene un libreto único sobre qué hacer con el mundo. Por la espontaneidad de lo económico va el capitalismo voraz, pero en relación a la dominación, no hay claridad sobre si va a seguir en el terreno más normal de la dominación capitalista, que es el de la democracia burguesa, o no.
Entonces, si nos preguntamos cómo están hoy en el mundo las relaciones de fuerzas, está abierto, tienen ellos la iniciativa pero no está cerrado, no terminan de probarse las relaciones de fuerzas. El ex presidente de Corea creyó que las tenía probadas, y la intentona golpista le duró un suspiro.
Tiene la iniciativa la derecha pero no tiene la vaca atada, porque las relaciones de fuerzas no están resueltas, están por probarse. La mayoría de las corrientes de izquierda están con el tema de que “volvió el fascismo”… Pero a Hitler le dieron el poder en enero de 1933, y en febrero quemó el parlamento. Trump asume el 20 de enero; ¿va a quemar el Capitolio? Vamos a ver, no parece que le sea tan fácil. Lo de Alemania en el 33 fue una situación definitiva: se derrotó a la clase obrera alemana, se definió. Hoy en el mundo no se definió nada todavía, no les da para quemar el Reichstag, en Occidente por lo menos –en China y Rusia es más complejo, porque no hay sociedad civil organizada de ningún tipo–. Entonces son conflictos y luchas que están por delante, llenos de vida, llenos de perspectivas, y esas relaciones de fuerzas no resueltas, aunque la derecha tenga la iniciativa, están ligadas a la no contemporaneidad, al reinicio de la experiencia histórica.
¿Y por qué la revolución? No hay conciencia socialista, ni movimiento de masas socialista, ni direcciones socialistas; pero si se pasan de rosca y hay un desborde a las instituciones, un paso en falso como en Corea… ¿Qué es una revolución? Es colgar a un jefe de Estado en la plaza. ¿Puede pasar eso en el mundo? Sí. ¿En esta última etapa de nuestra experiencia ha sucedido? No. Pero si las cosas pasan de castaño oscuro, puede pasar.
¿Qué es el terror revolucionario? El terror rojo y el terror de los jacobinos, ¿para qué se inventó? Para contener el terror indiscriminado de las masas, que mataban sin ningún límite; es una vía institucional del terror revolucionario, de la venganza de las masas contra sus opresores.
Estamos hablando de situaciones que aún no han ocurrido porque todavía hay mucha mediación de la democracia burguesa, pero que pueden ocurrir si se va a situaciones sin democracia burguesa. Es el peligro que entraña para la burguesía ir a situaciones sin democracia burguesa pero al mismo tiempo sin que las masas estén derrotadas.
Hay sectores de la burguesía que quieren correr la democracia burguesa, y eso era lo que temíamos el año pasado respecto de Milei. Nuestra preocupación era que, aunque decíamos que las relaciones de fuerzas no estaban probadas, no podíamos jurarlo, y tenemos un partido muy juvenil; nos preocupaba que Milei impusiera una derrota en frío. Derrota en frío es cuando te noquean en el primer round, como hacía Tyson en los 80.
No fue así; “exageramos” los cuidados, y fue correcto, porque inclinamos siempre la vara, todo análisis es interesado; somos una fuerza política, no forenses que analizan cadáveres para ver de qué se murieron. El forense no apuesta a nada, el “fiambre” ya se murió; nosotros apostamos a los elementos vitales de la realidad social.
Callinicos nos decía, en ese café de Londres, que “tenemos que reconocer que estamos peor que hace veinte años”, porque estaba el Foro Social Mundial, etc. Pero ese era otro mundo, todavía era el mundo de la estabilidad de la posguerra, no tiene nada que ver con este mundo distópico. Al mismo tiempo, no somos objetivistas, hay peligros, no es una joda. Este año se pasó por una prueba en la Argentina; ahora es todo anodino y no pasa nada, pero en la primera mitad del año no paramos de intervenir en los procesos de lucha, porque armamos al partido más a la defensiva y cuando empezamos a ver agua en la pileta pasamos a la contraofensiva. En muchos casos, fuimos los últimos en retirarnos cuando el gobierno lanzaba la represión.
Milei estuvo a punto de caer. Ahora con las elecciones se verá qué sustento propio tiene; por ahora depende de los demás, hoy no es un gobierno fuerte: el régimen es fuerte, que no es lo mismo; el peronismo es fuerte, son ellos los que sostienen a Milei. Pero ¿puede volverse fuerte? Sí, el carácter que dijimos que podía tener, es real; este año que viene no, pero en 2026, si gana las elecciones, va a ir por el derecho al aborto si considera que tiene una mayoría social que lo apoya.
No hay mejor preparación para el partido que decirle que si se pudre va a haber muertos, es así, porque estamos acostumbrados a que no los haya. Moverse en la calle sin balas de verdad es una joda; manejar una columna con balas de verdad es otra cosa, nos tenemos que ir, porque no hay condiciones todavía para eso. Las cosas empiezan a salir del terreno romántico y entran en el terreno real.
En las jornadas del 14 y 18 de diciembre de 2017 no hubo balas, pero hubo un montón de pibes plebeyos que tiraban piedras. Si entra la clase obrera a la lucha cambia todo, porque la clase puede estar años sin hacer nada, pero cuando sale a luchar se manda todas las “ultradas” del mundo: el primer gendarme que agarran lo cagan a trompadas y capaz que lo matan, por más que les digamos “paren un poco que se nos vuelve en contra”. La clase obrera pasa del reformismo más “abyecto” al revolucionarismo más incontrolable (las y los trabajadores son concretos: cuando pasan a la acción son incontrolables). Por eso para mí estamos entrando en un mundo de revolución y contrarrevolución.
Pero la extrema derecha actual tiene un aspecto reactivo y preventivo, en defensa del orden burgués en el sentido más lato del término, no importa con qué modelo; en defensa de las ganancias del capitalismo neoliberal. A diferencia de la extrema derecha de la primera posguerra, que era una respuesta frente a la iniciativa de la revolución. En la época previa a la Primera Guerra Mundial no había fascismo; había restauración, bonapartismo, etc., pero no fascismo; eso vino en la entreguerras.
Esperamos que haya quedado claro que la preparación para el partido no es solo aprovechar el estudiantazo; es hacer un puente hacia algo que no hemos vivido, que es la eventualidad de situaciones revolucionarias o contrarrevolucionarias. No es sólo un estudiantazo: es un poquito más profundo y más peligroso.
Lo de Milei es sencillo: las relaciones de fuerzas están por probarse. Si arrasa en las elecciones, que puede ser, las va a probar. ¿Eso qué quiere decir? El año que viene puede ser en dos tiempos: un primer momento de lucha de clases y después elecciones. Pero el tipo viene por todo para después de las elecciones, quiere un parlamento propio para ir por todo. Si gana las elecciones va a ser difícil, porque va a tener legitimidad, y el régimen político trabaja para la extrema derecha; a la extrema izquierda del FITU parece tenerla cooptada. Acuérdense del debate del PTS con Manu: “con veinte diputados de izquierda esto no pasaba”… No es así, ni con cien: la socialdemocracia alemana tenía cien diputados y vino Hitler igual. Lo correcto sería: “esto no hubiera pasado si dirigiéramos cien comisiones internas”, pero no dirigimos ni la cuarta de Chacarita…
Hay más discusiones; por ejemplo, qué es hoy lo clasista y qué es lo policlasista, refiriéndose al estudiantado y al movimiento de mujeres. Es una discusión estúpida: el movimiento estudiantil está cada vez más integrado por trabajadores, la universidad pública Argentina es de masas y además en un país dependiente. Citan a Trotsky para decir que el movimiento estudiantil es “pequeñoburgués”, pero la universidad pública es un invento de la segunda posguerra, Trotsky ya no vivía. ¿Saben cuántos alumnos había en la universidad adonde iba Marx en Bonn? Doscientos; los mejores profesores de Europa… para 200 alumnos. Entonces, “Trotsky dijo, Marx dijo…” es ridículo en este y otros temas: hay que aprender a pensar con la cabeza propia, con las herramientas legadas por el marxismo.
Argentina conserva una conquista que se está perdiendo en el mundo, que es la universidad de masas pública. En Brasil no la hay; la gran universidad pública, la de San Pablo (USP), tiene 90 mil alumnos, y San Pablo tiene 20 millones de habitantes.
El movimiento de mujeres sí tiene corrientes burguesas y pequeñoburguesas. Pero decir que es “policlasista” para condenarlo tout court es una definición economicista estúpida. Lo que hay que decir es que la abrumadora mayoría de este movimiento está ubicado a la izquierda del gorilaje, y que es un movimiento de lucha. Después hay estúpidas que hacen cabildeo parlamentario, pero es minoritario al lado del movimiento que está en las calles. En un sentido similar está el desarrollo en el mundo del movimiento LGBTT, que tiene más componentes “policlasistas”, pero, de nuevo, es inmensamente progresivo, como progresivos son los movimientos de emancipación nacional aunque no sean “clasistas.[14]
Son definiciones de secta, que sirven para dejar al movimiento obrero sin aliados y sin revolucionarse, inconducentes para cualquier política revolucionaria.
[1] El documento fundacional de nuestra corriente se titula “Aportar al relanzamiento de la batalla por el socialismo”, noviembre 1999, y todavía no lo tenemos subido a izquierda web.
[2] El texto se titulaba algo así como “Panorámica general sobre el movimiento trotskista en el siglo XXI” pero no está disponible en la web. Es obvio que tenemos un gran trabajo de digitalización de archivo de nuestra corriente por delante, sobre todo cuando nos alejamos de los últimos años.
[3] Esta idea de la “rutina de los días” y su ruptura se nos ocurrió a partir de un concepto de la obra del crítico de arte John Berger.
[4] “Una vez más sobre la alternativa ‘socialismo o barbarie’”, izquierda web.
[5] Fanon, no casualmente, era psiquiatra de profesión, y hace un retrato de la persona bajo la condición colonial que es enormemente penetrante. Otra cuestión es la de sus tácticas terroristas, que no son el método del socialismo revolucionario.
[6] También acaba de ser depuesto el primer presidente provisional nombrado por la Cámara Legislativa, por razones que no vienen al caso acá.
[7] El marxistas brasileño Valerio Arcary es otro ejemplo de esta unilateralidad: mira al mundo desde Brasil y no viceversa, como corresponde a los socialistas revolucionarios. Y con esta mirada cada vez profundiza más su teorización derrotista y reformista.
[8] Tenemos una mirada no pacifista respecto del servicio militar obligatorio. Pero no vamos a desarrollar acá esta temática que requiere una puesta al día en el contexto del siglo XXI.
[9] Acá también se da la contradicción entre lo electoral y lo estructural. En general, los “centros nucleares” de los países de Occidente, las capitales más cosmopolitas, votan a la centroizquierda (aunque existen excepciones, está claro: San Pablo, Buenos Aires, etc.). Se trata de un dato nada menor que, en general, no es tomado en consideración. Es por esto también que el mecanismo electoral y el régimen político trabajan para la extrema derecha: por sus características, una persona-un voto, hacen valer lo más atrasado sobre lo más avanzado (esta enseñanza es útil también para aquellos izquierdistas que defienden el voto universal bajo la dictadura proletaria).
[10] Es obvio que la derrota del viejo MAS fue una combinación de acontecimientos internacionales, nacionales, desarme estratégico, la muerte de Nahuel Moreno, las presiones del régimen político, etc. Fue impactante que significara una vergonzosa desbandada de toda su vieja dirección; no quedó ningún dirigente importante de pie (salvo por las corrientes morenistas residuales, todas en decadencia estratégicamente hablando). El viejo MAS tuvo elementos de adaptación al régimen, pero no es que traicionó; traicionar es entrar a un gobierno burgués, y ese no fue el caso. Su adaptación al régimen se parece bastante a la que hoy protagoniza el FITU.
De la crisis del morenismo sin Moreno nacieron dos corrientes que aparecen con perspectivas estratégicas, más allá de lo que podamos valorar más “subjetivamente”: las corrientes emergentes del PTS (FT) y del NMAS (SoB). El resto sólo es polvo.
La otra corriente latinoamericana de cierto peso es el altamirismo, dividida hoy en dos y a la cual es difícil encontrarle perspectiva internacional en su pragmatismo “perro”. Una corriente que carece de toda elaboración estratégica en cualquier terreno del marxismo que no sean “análisis” de coyuntura y piqueterismo. Es lógico que, a partir de esta carencia, sea una corriente que solo sabe ir a la rastra de las demás, aunque haga muecas: el último bochorno es su artículo contra las PASO que les duró un día: cuando el PTS los llamó al orden, enseguida se volvieron a cuadrar como gendarmes de las PASO.
[11] A pesar de la vergüenza insigne que es el peronismo, que no es muy visible más allá de la amplia vanguardia, el voto útil, aun en elecciones parlamentarias, puede funcionar muy bien. El dirigente de ATE, Aguiar, prometió cortarle la cabeza al león (Milei)… con los votos de 2025 al peronismo. Por su parte, Bregman hace reverencias todos los días a los K y juega el juego del oportunismo parlamentario día y noche; la gran “batalla” del día del PTS y sus adláteres es rasgarse las vestiduras por el sostenimiento de su negocio: las PASO proscriptivas.
[12] Personalmente, me molestan muchísimo los “dirigentes” o intelectuales marxistas que no hacen militancia de base; son de “cartón pintado”, no pueden ver nada porque sólo con la militancia de base se ve la realidad.
Para “ver”, hablando en términos marxistas o de cualquier otra “ciencia práctica”, hay que militar. Está lleno de tipos que hablan sobre la dialéctica, que te arman grandes esquemas, pero que no la viven, no saben practicarla y, por lo tanto, no saben lo que es.
La dialéctica es un arte y, como tal, hay que practicarla; en esto es sólido Ilienkov: “Después de este trabajo [se refiere al trabajo sobre los sordomudos, R.S.] estoy convencido, basándome en los hechos: se trata de la capacidad de un cuerpo humano para actuar y comportarse con los cuerpos del mundo exterior según su propia lógica. Todo niño, no sólo el sordo o ciego, se convierte en un ser pensante cuando aprende a actuar con objetos creados por el hombre para el hombre: una cuchara, un plato, un juguete, una manta, etc. Cuando asimila este mundo y comienza a actuar en forma humana obtiene lo que llamamos pensamiento humano, mentalidad” (“El derecho a la creatividad”, ídem).
[13] Las distopías de ciencia ficción vienen estando de moda desde hace varias décadas. Primero con la cuestión nuclear, ahora con la crisis ecológica, la ciencia ficción distópica se renueva. Estamos en un contexto donde cuesta pensar en un mundo emancipado, como si fuera algo irreal esa aspiración; como si el comunismo fuera imposible.
[14] Lógicamente, hay que saber diferenciar a los movimientos de sus direcciones.
[…] No se cumplen 25 años todos los días. Son 35 si agregamos los 10 años preparatorios que, desde 1988/9, ha recorrido el núcleo histórico a partir de la crisis del viejo MAS y la vieja LIT (CI). Esos 10 años preparatorios nos permitieron madurar y confluir con una serie de cuadros medios muy valiosos provenientes de la experiencia del PST, varios de ellos cuadros obreros, y que, a partir de la Conferencia fundacional de 1999, dieron lugar a lo que nosotros llamamos la fundación de nuestro partido/corriente (formalmente, la corriente SoB se formó unos años después a propósito de los eventos de 2003 en Bolivia, que actuaron como elemento disparador).[1] […]