
Por Ana Vázquez
Primero queremos decir que no es poca cosa. Porque una parte de nuestra historia, de los sufrimientos y de la vida de miles de trabajadores, mujeres y jóvenes están selladas en esas macabras páginas. Páginas que escribieron con el sufrimiento de ellos sus torturadores, ejecutores, los que programaron y llevaron a cabo el nefasto plan de exterminio de la vanguardia luchadora.
Por este profundo significado es que opinamos que no es una donación bondadosa, sino que es un paso más conseguido con la lucha contra la dictadura y por juicio y castigo a sus responsables materiales y políticos.
¡Pero es un logro de todas las generaciones que luchamos a brazo partido! ¡No un presente bondadoso del amo del Norte al gobierno de Macri!
El mismo amo todopoderoso que quiere levantar el muro contra los inmigrantes mexicanos y el mismo presidente que, tres días después de este pomposo anuncio, arremete contra las Madres de Plaza de Mayo, intentando usurparles su sede y sus archivos.
Podemos decir, creemos, que es un regalo que tiene una cintita que dice: ¡Felices elecciones 2019!, tratando con este presente, poner un punto arriba al jefe del Ejecutivo que, desde el inicio de su gestión, no ha hecho más que negar el genocidio cometido en nuestro país, tratar de denostar y reprimir a los que luchan, que su aparato represivo asesinó a Santiago Maldonado y Rafael Nahuel.
Esos archivos usufructuados por este gobierno para tratar de tapar su mugre, tienen que estar no para mostrarlos en una vidriera, sino tienen que ir a sus auténticos dueños: los organismos de derechos humanos, los luchadores que acompañaron a Madres, Abuelas, exdetenidos desaparecidos y presos políticos. Aunque hayan pasado tantos años y nuestros enemigos presupongan que ya no vamos a encontrar nada útil porque, lógicamente, la mayoría de los represores han fallecido, a las víctimas y familiares seguro sí les van a ser útiles para seguir la lucha implacable por la memoria, el juicio y castigo.
Así fue en el juicio a los asesinos de Ana María Martínez. 36 años después de ese crimen, dos de sus responsables fueron a parar a la cárcel con sentencia de prisión perpetua.
Por eso seguimos exigiendo la entrega de todos los archivos, los que siguen en las oficinas de los servicios de inteligencia yanky, los que están enclaustrados dentro de las paredes del Vaticano, en otras dependencias de organismos internacionales de represión que colaboraron con la dictadura argentina.
La lucha por la memoria y la justicia continúa, a pesar de las bravatas de los gobernantes de turno.
Nuestras demostraciones están en las calles, en la lucha cotidiana que se ha transmitido a través de generaciones y mal que les pese a todos los gobiernos que le han sucedido, perforó las conciencias y siguen presentes.
¡Justicia por los crímenes de ayer y de hoy! ¡Ahora y siempre!