El de Milei no es un gobierno como cualquier otro anterior durante la democracia burguesa, tampoco es una dictadura. Intenta hacerse valer con elementos bonapartistas y le gustaría llevarse la institucionalidad puesta, aunque tiene muchas dificultades y fragilidades.
La intención de poner a tono a la Argentina con una serie de contrarreformas de shock es lo que hace a sus características avasallantes. Tiene que arrasar con usos y costumbres, los más clásicos y reaccionarios de la democracia burguesa tradicional argentina y también los conquistados en el 83 y el 2001.Tenemos que hacer una evaluación de cómo le está yendo en esa dinámica.
El gobierno juega al límite del régimen político en varios planos, por ejemplo al haber ido a sesión parlamentaria por la Ley Ómnibus sin dictamen, y con el recorte y modificación de tantos artículos que no quedaba (ni queda claro aún) que persistía y qué no. O el ensayo represivo, aunque con muchos límites y más para la TV. Claro que si el gobierno se estabiliza la represión se va a incrementar. En las jornadas frente al Congreso fue de despeje y contención. El miércoles y jueves no pudieron meter provocadores porque estaba la izquierda, era una cosa más orgánica, pero el viernes después del festival armaron una provocación prendiendo fuego tachos de basura; eso es un elemento nuevo y hay que tener cuidado para no pasarse de rosca en esas situaciones.
El segundo elemento es que el gobierno tiene poca base social activa, o ninguna. El 56% plebiscitario que lo votó todavía no está claro que haya empezado a procesar una experiencia con el gobierno, pero los que lo apoyan tampoco han mostrado ninguna capacidad de movilización. Cuenta con el apoyo total del empresariado y del FMI y lo va a recibir el Papa el 12 de febrero, lo que le da un reconocimiento internacional. Y se apoya sobre todo en el aparato del Estado, no en los militares; en el hecho de que ninguna de las fuerzas políticas del régimen quiere que caiga, ni los K, y en la fragmentación del sistema de partidos.
El tercer elemento –muy importante y que puede ser bisagra entre lo que estamos viviendo hoy y lo que puede empezar a partir de marzo– es que la economía es tanto un factor de ajuste brutal muy duro como un factor de inestabilidad. En materia de despidos vamos a paso lento, no hay una escalada. También cuesta que los trabajadores saquen conclusiones porque los aumentos de colectivo, por ejemplo, todavía son bajos. Lo más brutal por ahora es el derrumbe del salario y de los ingresos de desocupados y jubilados, pero es un derrumbe dramático.
El gobierno, en la puja por consolidarse
El gobierno se juega su estabilidad todos los días, porque no está claro que el tiempo le corra a favor. Habíamos dicho que había una carrera de tiempos entre el gobierno que arrancaba desde arriba con el 56% de los votos y el movimiento de masas que arrancaba desde abajo pasmado; según esa dinámica, en algún momento se iban a encontrar. Y es así: no parece ser un gobierno que se adapte a una idea gradualista, y el movimiento de masas, al no habérsele impuesto una derrota, va a su encuentro, va a un enfrentamiento.
Entonces hay que ver qué ha venido ocurriendo estos dos últimos meses.
En el plenario nacional hicimos una buena definición acerca del carácter del gobierno, el resto de la izquierda ajustó más tarde su definición a “plan de guerra”. Convencimos al resto de las corrientes de que no era “ajustazo” sino algo más global, incluso el PO llegó a hablar de gobierno de excepción, en lo que coincidimos porque hay un intento de gobierno de excepción, que hay que ver si se consolida, además de seguir lo que ocurra con las facultades delegadas que se votarían el martes próximo.
El gobierno tiene efectivamente un plan de guerra contra los trabajadores y trabajadoras, pero empezaron a aparecer, todavía en el marco de mucha desigualdad, dos factores mediadores de importancia.
El primero es la lucha de clases, que apareció bastante rápidamente con jornadas históricas: la del 20 de diciembre con la izquierda, en la que se desafió el protocolo; el 24/1 el paro general marcó un inicio de emergencia de los trabajadores, aunque no todavía de irrupción, y que puso un elemento nuevo en una coyuntura que sigue siendo defensiva. Y por último las jornadas del 31/1 y el 1/2 en la calle frente al Congreso, que aun siendo minoritarias plantaron un diálogo entre plaza y palacio que tuvo muchísima importancia y donde la izquierda jugó un rol protagónico. El marco lo dio el paro y marcha del 24 que le puso un condicionamiento al gobierno: sin el marco del paro quizás las jornadas callejeras no hubieran sido iguales. Es claro que la CGT se vio amenazada, si no, no hubiera convocado el paro. Movilizó “a reglamento” pero abrió una puerta, y eso significa algo. Aparentemente Moyano habló de paro de 48 horas sin movilización, habrá que ver si negocian o no.
Decimos que esto se da en el marco de mucha desigualdad en el interior, sobre todo las provincias con menos tradición y menor concentración urbana, o el Gran Buenos Aires donde el proceso también es distinto. La desigualdad se da entre la emergencia de un sector de amplia vanguardia y otro sector que aún no ha hecho su experiencia con el gobierno. Una tendencia le juega a favor al gobierno en la carrera de los tiempos, y la otra le juega en contra. Son dos tendencias que están en competencia en un ensayo de un gobierno de ultraderecha, que es tan peligroso como frágil.
El otro factor mediador es la institucionalidad, que juega a favor de que Milei se afirme e imponga parte de su programa, y le deja correr otra parte que les interesa menos, como todo el aspecto reaccionario sobre género. Pero el tratamiento de la ley ómnibus, aunque obtuvo la aprobación en general, resultó un triunfo “magro” como caracterizó La Nación. Tiene que lograr la sanción definitiva, ir a Senadores y no volver… Ahora hay que ver qué queda adentro de ese triunfo magro: por ejemplo, facultades delegadas en manos de este gobierno es peligrosísimo, porque puede volver a imponer cosas que tuvo que sacar durante el tratamiento, como lo laboral y lo que hace a seguridad, que es lo que más nos interesa, y también lo de cultura que es parte importante del desarrollo de la lucha. Al mismo tiempo, está el tema del DNU; la Justicia va a ver cómo se desarrollan las cosas para fallar.
Todo esto sabiendo, como dijimos antes, que salvo la izquierda y sectores del movimiento de masas, todas las fuerzas políticas institucionales cuidan la gobernabilidad, nadie quiere que Milei se vaya. Ese es un dato estabilizador, porque este mono con navaja tiene a la burguesía que no quiere que lo corran. El kirchnerismo no movilizó nunca, ni siquiera movilizó mucho en el paro general y nada en el Congreso. Quieren que Milei se quede, y eso es un peligro, es un problema: para echarlo hace falta una movilización de masas.
Preparar un Encuentro Nacional de trabajadores ocupados, desocupados, asambleas, movimiento estudiantil y el movimiento feminista
Estamos en una situación extraordinaria, muy exigente, donde empezó a haber factores dinámicos de los que debemos dar cuenta, pero hay que evitar el facilismo y ver todas las tendencias en obra. Hay un sector de vanguardia que comienza a irrumpir, las asambleas populares, el sector de cultura y la izquierda. Hay otro sector más amplio de trabajadoras y trabajadores que comienza a hacer su experiencia, algunos haciendo de todo para poder llegar el día del paro a la movilización: en Metalsa la burocracia los citó en Retiro y se vinieron 500 trabajadores cada uno por su lado a Retiro; pero eso todavía no tiene expresiones organizativas, es “por la base” por así decirlo.
Hay dos puntas por donde entra el proceso de lucha contra Milei. Una es la vía democrática, por la que están entrando las asambleas populares y cultura. Esa es una punta directamente política. La otra punta es reivindicativa, por la que están entrando algunos sectores de trabajadores y por la que va a entrar el resto de la clase cuando empiece a moverse. La punta reivindicativa se aproxima a medida que llega marzo, y en marzo podrían juntarse las dos puntas porque están el 8 y el 24.
Febrero es una especie de mes de transición, para el gobierno y para el movimiento de masas. Esta semana se juegan los resultados del gobierno, qué queda de la ley ómnibus; se juega incluso la caracterización del gobierno. Esta situación es así, una dinámica feroz que puede girar de reaccionaria a prerrevolucionaria en un santiamén. El gobierno se juega los resultados políticos y también económicos, porque hacer otra devaluación –hay una presión terrible para hacerla– es otro mazazo más. Por eso la economía es también un factor de inestabilidad, sobre todo porque se confirmó lo que veníamos afirmando, que en la Argentina no se impuso una derrota, y esto hace que el ensayo de Milei se juegue un poco todos los días. Por eso hay que ver cómo llega el gobierno a marzo.
También hay que ver cómo llega el movimiento de masas a marzo. Ahí hay que evitar los esquematismos, pero en marzo y abril va a estar el cuadro más de conjunto que ahora.
La dinámica de la situación se está revelando como bastante acelerada, porque el paro general puso un piso alto.
A favor del gobierno está la desigualdad que hay en la respuesta de lucha y en el procesamiento de la experiencia. Hoy es más fácil hablar de lo democrático que de lo reivindicativo, el centro de estos días fue el Congreso, fue lo que concentró la agenda política, y fue un mamarracho. Pero es muy factible que a partir de marzo empiece a tallar lo reivindicativo y entonces confluyan los dos elementos.
Por eso es necesario preparar un Encuentro Nacional de trabajadores ocupados, desocupados, asambleas, movimiento estudiantil, y al movimiento feminista. Un encuentro de carácter global, no sólo reivindicativo, sino político que contenga lógicamente los aspectos democráticos y también reivindicativo. Por qué el problema que está planteado en el país no es economicista sino global, que implica rechazar todo el plan de Milei, no sólo el aspecto del ajuste. Y para eso hay que involucrar a todos los sectores de la sociedad dándole lugar y privilegiando lo orgánico sobre lo menos orgánico, a las estructuras desde las que se organiza y prepara el enfrentamiento a Milei, y para empezar disputarle la dirección a la burocracia.
La clase trabajadora todavía no irrumpió, pero impulsada por la presión inflacionaria y el derrumbe salarial puede entrar de lleno en la palestra, así como también apostamos a que ocurra en movimiento estudiantil por el tema presupuestario. La dinámica es acelerada y es bastante política, es para tirar abajo a Milei, porque no hay pelear estrictamente reivindicativa, salarial, o presupuestaria la que le de por tierra al plan reaccionario. Vamos en perspectiva a un choque de clases con más presencia de la izquierda y con más calidad que en el Argentinazo.
Nota elaborada en base al debate del reciente Comité Central del Nuevo MAS