Ni olvido ni perdón

Un colegio, cueva de un genocida

Testimonio de una egresada del colegio “San Diego”, cuyo dueño acaba de ser condenado por sus crímenes en el “Pozo” de Banfield.

Dos días después de la jornada histórica del 24M, se dio el veredicto y dictaron las condenas del juicio a las brigadas de los centros de detención de Quilmes, Banfield, San Justo y Lanús, donde se condenó a cadena perpetua a 10 genocidas, entre ellos, Horacio Luis Castillo. El mismo cumplió funciones en el “Pozo” de Banfield entre el 10 de agosto de 1976 y el 3 de marzo de 1977, donde fueron vistos por última vez les estudiantes secundarios de la Noche de los Lápices.

Además, formó parte del “staff” de “El Infierno” de Lanús-Avellaneda desde el 3 de septiembre de 1975 al 10 de agosto de 1976 y del 9 de marzo de 1977 hasta febrero de 1979 y según consta su legajo desde ese momento era oficial principal de seguridad de la Brigada. Castillo se retira de la policía bonaerense en 1986 con el rango de comisario.

En 1979 funda junto a su esposa, María Marta Sosa, el “Colegio San Diego” ubicado en Wilde (Avellaneda), que en sus comienzos funcionaba en el sótano de su casa como guardería para las primeras infancias. El San Diego se convirtió en una institución prestigiada en la zona debido a la alta disciplina que se ejerce allí dentro hacia los pibes y pibas. Por supuesto que en esta institución la enseñanza sobre la última dictadura o el terrorismo de estado es prácticamente nulo. El negacionismo es tan profundo que incluso en un pasillo hay una placa conmemorativa al 24 de marzo: “el día en que se recuerda el último Golpe de Estado llamado Proceso de Reorganización Nacional”.

Horacio L. Castillo, genocida, durante el juicio.

Quien escribe realizó jardín, primaria y secundaria en esta institución. En todo momento estaban presentes en el colegio tanto Castillo como su esposa y entre los recuerdos compartidos con mis compañeros está el miedo continuo hacia estas dos figuras que, lejos de ejercer la pedagogía, infundían pánico entre les pibis, que temíamos recibir algún tipo de maltrato.

Horacio L. Castillo siempre se paseaba por el edificio con traje y un bastón largo que utilizaba para golpear el piso, bancos o pizarrones cuando quería que les estudiantes hiciéramos silencio. Durante los campamentos de primaria teníamos prohibido llevar caramelos y había una regla por la que si alguien hablaba de noche, marcaban tu carpa y debías lavar los platos de todo el campamento al día siguiente. Otros compañeros recuerdan que los hicieron salir de las carpas descalzos y caminar sobre el piso mojado hasta el comedor y preparar el desayuno, teniendo nueve años en el momento, por el mismo motivo de haber conversado a la noche.

Horacio Luis Castillo fue juzgado por abuso sexual con agravantes, aborto forzado y reducción a la servidumbre, sustracción de menores, tortura, homicidio calificado con alevosía, desaparición forzada agravada por muerte de embarazadas y menores. Pese a este macabro prontuario, perteneció a la comunidad educativa por más de 40 años, avalado por el gobierno nacional, provincial y municipal de Avellaneda. Yo misma no tuve conocimiento del pasado de Castillo hasta 2022, cuando comenzó a hacerse público el juicio que había comenzado en los tribunales de La Plata, y todas las piezas del funcionamiento de la institución empezaron a encajar.

Este 24M le dimos un cachetazo al gobierno de Milei, negacionista y apologista de los discursos de odio y también a su vice Villarruel, defensora de Videla que quiere dejar libres a los genocidas. Movilicé junto a otro compañero del “San Diego” en la columna del Nuevo MAS y el ¡Ya Basta! Ser parte de esta columna fue realmente emocionante porque llevamos adelante una enorme intervención artística en homenaje a les estudiantes, docentes y no-docentes detenides-desaparecides de la UBA, tendiendo puentes entre nuestra generación y la de les compañeres de los 70’. Levantar las banderas anticapitalistas es refrendar esa lucha por transformar la realidad que les 30 mil emprendieron con coraje y valentía; entre ellos, les estudiantes secundarios desaparecidos en la Noche de los Lápices. El domingo pasado construimos una movilización histórica y el martes 26 de marzo tuvimos este gran triunfo político arrebatándole a la justicia la cadena perpetua para estos 10 genocidas, que no volverán a caminar por el “San Diego” aterrorizando estudiantes ni por ninguna otra institución. La tradición de lucha contra la impunidad es enorme en nuestro país y lo demostramos en las calles ¡No pasaran!

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