Tres reflexiones sobre la construcción partidaria

Reflexiones militantes

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La crisis del PO y del propio FIT es de sumo interés para la militancia de izquierda en general, y en particular para la formación de las nuevas generaciones militantes. Con el objetivo de aprender y sacar conclusiones generales sobre la construcción partidaria, comparto tres pensamientos generales acerca de la construcción partidaria escritos desde una perspectiva militante.

 

La teoría

La fundamentación de toda acción política de un partido de revolucionario parte de su teoría política y programa, que es su estrategia para transformar la realidad de fondo, y que se establece sobre las tareas de la etapa histórica concreta en la que interviene la organización en cuestión. El abordaje y construcción de este «norte» debe ser crítico, no dogmático. La experiencia histórica tiene que nutrir la elaboración para aportar luz sobre las concepciones teóricas clásicas que orientan la fundamentación general de nuestro marxismo. No se puede hacer política revolucionaria sin Lenin, Trotsky, Marx y Engels, pero tampoco se puede hacer política sólo con ellos si no se aborda críticamente la realidad efectiva y el momento histórico presente.

La historia siguió avanzando desde ellos y los acontecimientos obligan a un enriquecimiento de las concepciones teóricas con la experiencia histórica viva, aún a pesar de las limitaciones que pueda tener la organización, es insustituible la elaboración teórica propia. No es lo mismo construir un partido en un momento de ascenso revolucionario de las masas, de crisis guerras y revoluciones, que en un momento de recomienzo histórico de la experiencia de los explotados y oprimidos como el actual. No son las mismas tareas inmediatas ni desafíos planteados, ni se parte del mismo lugar que cuando se escribieron los clásicos del marxismo.

 

Vida interna

El régimen interno de un partido no es condicionado sólo por definiciones teóricas (también entran en juego las presiones de la intervención política, inercias históricas, quizás personalismos en la dirección, etc) pero sí se constituye efectivamente en base a las concepciones teórico-estratégicas del partido en cuestión. Qué lugar se le da a la subjetividad de la clase, como se interpreta el vínculo entre clase y partido, cómo se comprende la adquisición de la conciencia histórica del proletariado en sus luchas, etc… son definiciones que hacen a una educación política que moldea a las generaciones partidarias, a los cuadros y militantes del partido, que son en definitiva la estructura del partido mismo.

Así se conforma la vida interna de una herramienta política que se construye en la combinación de su norte estratégico y la intervención efectiva en la realidad, ‘lo que se es para afuera se es para adentro’. Un abordaje sesgado o que ignore las inercias o los problemas fundamentales históricos planteados sólo puede abonar a la acumulación de contradicciones que, más temprano que tarde, se plantean como problemas en la propia vida interna partidaria, y amenazan en estallar en profundas crisis internas.

 

Tradición y nuevas generaciones

Toda formación política tiene un carácter histórico. La valoración de la tradición de un partido revolucionario es imprescindible porque representa la memoria histórica de la vanguardia revolucionaria, que le es negada a la clase obrera por la burguesía y sus instituciones. La valoración de la tradición forja el vínculo entre las generaciones precedentes y las presentes y venideras, y prepara con las lecciones del pasado los desafíos del futuro. Pero todo abordaje de la tradición debe ser asimilado críticamente, equilibrando la importancia insustituible de la experiencia y tradición con la militancia imprescindible de las nuevas generaciones que se incorporan a las filas del partido. Cada generación militante se forja en sus peleas históricas y tiene sus cualidades específicas que la han moldeado, su propia manera de ver la experiencia constructiva y revolucionaria.

El partido debe poder contener y sintetizar tanto su tradición como sus nuevas generaciones en un proyecto político que apunte hacia el futuro. Ningún recambio de generacional soluciona mágicamente inercias estratégicas de fondo, ni tampoco la experiencia de la tradición asegura de por sí una línea acertada. El abordaje crítico de la tradición tiene que equilibrar la audacia inexperimentada de las nuevas generaciones, sin someterlas a una autoridad dogmática, sino enriqueciéndose ambos polos en un proyecto revolucionario superador.

 

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