
Por Tofi Mazú
Hoy es un día clave. En todas las universidades del país, el movimiento estudiantil refrendará o discutirá en asambleas la decisión de tomar medidas de fuerza, ocupando las facultades con vigilias de cara a la marcha nacional educativa. La UBA, la UNC, la UNLP, la UNLu, Comahue, UNLaM, UNLa, UnQui, UNSaM, UNMDP y muchas instituciones más se encuentran en el centro de la discusión. El conflicto, que se inició a partir del paro docente reclamando aumento salarial, cuenta ahora con la irrupción del estudiantado, que ha dinamizado la pelea educativa. Se ha convertido ésta en la lucha nacional del momento.
El conflicto llega a todos los rincones; y la juventud, que viene de haberse plantado en la primera línea por el aborto legal, reaparece en escena con fuerza. Los estudiantes, que cuando se levantan hacen temblar el país, tienen el desafío de desarrollar su propio programa y su estrategia para batallar contra Macri.
En cada facultad, está el mismo reflejo: la marcha y las tomas están instaladísimas y para cualquiera son un hecho indiscutido de la realidad. El problema es qué se hace con eso para potenciarlo y que estalle una verdadera rebelión educativa, que vaya hasta el final, hasta torverle el brazo al macrismo.
En diversas facultades, las asambleas son autoconvocadas. En otras, llamadas por la izquierda. Empieza a haber elementos de desborde en aquellas que son dirigidas por la Franja Morada, como en Medicina de la UBA, donde una asamblea construída por el activismo pasó por encima de la burocracia estudiantil y resolvió encarar una vigilia. En la UNC se echó a las patotas radicales y peronistas que intentaron romper la asamblea interfacultades. Sin embargo, pareciera que el ánimo del estudiantado está por delante del de la mayoría de las organizaciones políticas que intervienen. Los estudiantes están delante de ellos.
El conflicto ya traspasó la pelea salarial. Lo que está en cuestión no es únicamente el sueldo de la docencia, aunque esto es un punto crucial. Macri no intenta únicamente aplastar a los trabajadores y dilapidar el presupuesto para pagarle la deuda al FMI. También se apresta a cuestionar a la educación como un derecho y una necesidad de la juventud. El mejor ejemplo para graficar esta política son las declaraciones de Vidal, cuando se atrevió a decir que sobraban estas instituciones en el conurbano bonaerense, porque “los pobres no van a la universidad”. La política de Cambiemos es la confluencia de la derrota material con la derrota ideológica sobre el conjunto del pueblo trabajador. Sin embargo, la mayoría de las corrientes no parecen ver esto y van a la rastra de la burocracia docente, presentando las decisiones de la misma como algo indiscutible y objetivo, como si la voz de la misma fuera más importante que la del estudiantado que desborda a sus propias conducciones.
El kirchnerismo se juega a que nada se desborde. En la UBA, por el momento, pareciera que se suma a tomar, pero siempre detrás de las gestiones. Llamando a movilizar “como facultad” en cada lugar, tratando de mostrar a los estudiantes y los docentes como una misma cosa que las gestiones, siempre cómplices de la política macrista. Bregan por marchar detrás de la burocracia de la CONADU, acompañados por los decanos kirchnerista solo hasta la Plaza Pizzurno. Buscan dejar ahí varadas a las columnas de miles y miles de estudiantes para que no lleguen a la Plaza de Mayo, para así evitar que las luchas de los de abajo impongan su agenda política. Otras organizaciones estudiantiles con menor peso –vinculadas a la CTEP de Grabois- , pero que dirigen algunos centros de estudiantes, han tenido la misma ubicación. Su orientación es: que gane el macrismo con su ajuste para nosotros ganar electoralmente en 2019, pero que antes gane el macrismo.
Por su parte, sectores de la izquierda, centralmente el PTS, han elegido mantener en las votaciones que el recorrido de la marcha termine frente a la Casa Rosada, pero traicionar la posibilidad de que se radicalice el proceso para que sea una verdadera rebelión educativa ¿Cómo?: votando en contra de las tomas y vigilias en todo el interior del país y el Conurbano. Esta tibieza responde, al igual que la de los K, a la política que tienen de que Macri termine su mandanto, de meter algún diputado. En su electoralismo rabioso, se han puesto decididamente en contra del crecimiento de la rebelión educativa para hablar de luchar en la campaña electoral, más confortable que esas cosas incómodas como luchar y tomar facultades.
En un momento como este, donde el cuestionamiento al gobierno está a flor de piel entre amplias capas del pueblo trabajador, la mujeres y la juventud, no se puede frenar este proceso que está a punto de estallar. El Nuevo MAS, el ¡Ya Basta! Y Las Rojas se juegan a llevar hasta el final esta pelea. No solamente para defender la educación pública, el presupuesto educativo y al acceso a la universidad del conjunto de la juventud, sino para que la docencia y el movimiento estudiantil se constituyan como un actor que radicalice la situación política, y ponga contra las cuerdas al gobierno reaccionario y ajustador de Macri.
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