
Presentamos a continuación el informe de la última reunión de la Dirección Nacional de nuestro partido realizada el pasado domingo 11 de abril. El texto ha sido levemente editado y actualizado para su publicación luego de las recientes medidas anunciadas por el gobierno.
La primera definiciones que arrancó con fuerza la segunda ola. Es difícil precisar, específicamente, el conjunto de causas que están detrás de esta escalada, pero lo más importante de momento es entender que la misma está creciendo de manera exponencial, impactando también donde durante el año pasado había impactado menos (y donde, eventualmente, hay menos inmunización y el contagio puede ser más exponencial aun).
En esta segunda oleada, sin embargo, difícilmente se reproduzcan, tal cual, los eventos del año pasado. La misma impacta sobre una nueva coyuntura más dinámica, donde al tiempo que debemos luchar contra el contagio, se trata de defender las luchas en curso y el derecho a la movilización, luchas que tienen, en estos momentos, un centro en la histórica pelea de los “Elefantes” autoconvocados en Neuquén.
Por lo demás, contra el carácter social-liberal y reaccionario (anti socialización) que tienen las medidas gubernamentales, nos preocupa tener en cuenta en nuestra política y programa, tanto la salud física como mental de los trabajadores y la juventud; tanto los cuidados sanitarios y los protocolos como los derechos de socialización. Así como también formular un claro programa de medidas contra el ajuste económico denunciando que el gobierno y la oposición patronal nos quieren imponer medidas de control social para garantizar que los empresarios sigan haciendo sus negocios, para imponer el ajuste y sostener el pago de la deuda al FMI y demás acreedores.
En síntesis: difícilmente la actual escalada signifique una repetición tal cual de los acontecimientos del 2020. Estamos en un “choque de trenes” entre la escalada del contagio, la dinamización de la coyuntura, un gobierno, patronal y burocracia que quieren imponer medidas de “cuarentena parcial” con un criterio reaccionario y no progresista. Esto en un contexto donde se aprecian elementos de desborde en el gobierno de Alberto Fernández que anteriormente no se observaron y, como elemento nuevo, muchísima más bronca social y espacio para presentar un programa alternativo desde la izquierda (y no solo desde la derecha).
Esto nos lleva precisar el carácter de las medidas que está tomando el gobierno. El mismo no ha tenido un tratamiento negacionista de la pandemia como los casos de Trump o Bolsonaro. Pero el año pasado, al menos al comienzo-y sin perder de vista que la cuarentena es una medida medieval subproducto de la barbarie sanitaria capitalista-, la manera en que se aplicó la misma fue con concesiones al movimiento de masas; con asistencia económica estatal, aun si esta fue mínima. Este año la cosa es completamente distinta: el gobierno va in crescendo las medidas de cuarentena con ajuste donde no está dispuesto a dar ninguna asistencia, donde quiere sostener los compromisos con el FMI contra viento y marea, y donde le echa la culpa a la sociedad y los jóvenes por el contagio; donde se quiere hacer que las personas vayan “de la casa al trabajo y del trabajo a la casa” y cerrar toda la vida social de los trabajadores y la juventud así como, por elevación, cerrar la conflictividad. Es decir: el gobierno ensaya un combo de medidas neoliberales y de más control social sin una sola concesión al movimiento de masas.
Hace un año, en medio del espanto del inicio de una pandemia mundial inesperada, cerraron mayormente todo, mandaron a la gente a la casa y hubo asistencia, aunque sea muy limitada, pero la hubo económica y social (más allá del desastre que hicieron, por ejemplo, en materia educativa, abandonándola y ajustándola a lo largo de todo un año[1]). Hubo concesiones al movimiento de masas en medio del espanto y del contagio (concesiones miserables, entiéndase bien, pero concesiones al fin[2]). En este momento el tratamiento es completamente distinto: un tratamiento más bien reaccionario donde se manda a la gente a contagiarse en los trabajos sin aumentar la frecuencia del transporte y se le echa a la culpa a la sociedad y a los jóvenes que por su “mal” comportamiento la curva habría escalado…
Aquí hay, entonces, dos elementos respecto de las medidas del gobierno. Por un lado, se condena la vida social: hay un ataque muy grande a la juventud y a la socialización en general. Además, hay que prepararse para un tratamiento más autoritario por parte de los gobiernos nacional, provinciales y municipales. No hay que descartar que, eventualmente, se decreten toques de queda por las noches y los fines de semana así como, lamentablemente, más casos como los de Facundo Castro (cosas que ocurren cuando se les “suelta la cadena” a los policías…)[3].
Y, por el otro, un esfuerzo desesperado del gobierno por imponer una cuarentena con ajuste. El año pasado el ajuste quedó un tanto desplazado. Estuvieron el IFE y el ATP, que en comparación con los paquetes de asistencia en los países imperialistas y otros fueron una miseria; pero así y todo estas concesiones “desdibujaron” un poco el ajuste[4]. Al principio, cuando el gobierno decía “primero la salud, luego la economía”, había elementos reales en su discurso. Hoy es todo verso: ahora es primero la economía y luego también la economía (y, posteriormente, arruinarle la vida social a los de abajo).
Entonces, hay una serie de diferencias importantes entre el año pasado y este, ya que la cuarentena en un primer momento tenía elementos progresistas y muchas alternativas al confinamiento no había. Hoy las medidas del gobierno no tienen nada de progresistas; incluso algunas son un poco criminales: por ejemplo, mandar a trabajar a compañeros/as que tienen comorbilidades con una sola dosis es peligroso, ya que nadie sabe a ciencia cierta qué cobertura o efectividad provee una sola dosis contra el virus. Y, además, esta medida es regresiva porque si esos compañeros siguieran de licencia, como corresponde, eso daría paso a la contratación de nuevo personal-más allá de las condiciones laborales precarias[5]-.
Lógicamente, nos movemos en un terreno inexplorado, hay que ir precisando el análisis y la orientación a cada momento. Pero digamos que podemos establecer estas primeras definiciones: primero, llegó con fuerza la segunda ola. Segundo, esto ocurre en el marco de una nueva coyuntura más dinámica donde hay que defender tanto la salud física y mental de la clase trabajadora y la juventud como el derecho a la protesta, tanto como alentar la pelea por el salario y el empleo; en primer lugar apoyando incondicionalmente la pelea histórica que están dando los trabajadores de la salud en Neuquén. Tercero, la batería de medidas anunciadas por el gobierno no tienen nada de progresistas y la circunstancia es que hay más bronca y más espacio que un año atrás para plantear nuestro programa contra el ajuste:en defensa de la salud de los trabajadores/as, en defensa del derecho a la movilización y la socialización de las personas, contra toda medida represiva, por la triplicación del presupuesto de la salud; y todos los demás puntos, entre ellos son muy importantes el del transporte (¡no se puede seguir viajando como ganado!), la liberación de las patentes de las vacunas, la estatización del laboratorio de Sigman, las comisiones de higiene y seguridad y protocolos en los lugares de trabajo.
Dicho lo anterior, hay dos o tres definiciones más que son claras: primero, todo esto ocurre en el contexto de una nueva coyuntura más dinámica que no se ha cerrado (ni está claro que vaya a cerrarse). Una nueva coyuntura que tiene que ver con la miríada de conflictos que están en curso(en general, conflictos más bien de vanguardia salvo Neuquén, que amenaza con transformarse en una “pueblada”[6]) y también la tendencia y/o aspiración de la sociedad al retorno a cierta normalidad, que ahora se choca de frente con la segunda ola, lo que le da ciertos elementos caóticos y de desborde a la dinámica actual (no se puede negar que comience a actuar la contra-tendencia del miedo al contagio volviendo a cambiar la dinámica; lo veremos).
Esto es parte de una definición más de conjunto: en la combinación entre el salario, la salud y el empleo-elemento más dinámico el primero y más defensivos los otros dos-, todavía domina el reclamo por el salario, lo que aprieta que la guita no alcance, el cómo se han aprovechado el gobierno y los empresarios de la pulverización del salario real tanto en términos dólares como contra la canasta de bienes. La centralidad del reclamo salarial es un elemento clave en la dinamización de la coyuntura que, claro está, si cede su lugar al miedo al contagio o al despido (temores comprensibles, claro está), podría dar lugar a que la coyuntura se vuelva más defensiva como ocurrió un año atrás, cosa que hasta este instante no ha ocurrido[7].
Un elemento importante es que hay un conjunto de conflictos que son, en general, independientes de la burocracia sindical. El conflicto estrella, de masas, es el de la salud en Neuquén, donde la base rechaza un aumento miserable pactado por la burocracia, y la desborda. Un conflicto que, en estos momentos, tiende a endurecerse y radicalizarse rechazando la maniobra de quebrar los cortes a partir de la apretada y una oferta miserable de un bono en negro de 30.000 pesos en tres cuotas que no resuelve nada y es una pura provocación. Un conflicto, donde por lo demás, el gobierno nacional, los k y la burocracia juegan a hacerse los distraídos, al quiebre de la lucha mientras la UIA y los empresarios presionan para que “se despejen las rutas a Vaca Muerta”[8]…
El conflicto de la salud en Neuquén es el más radicalizado en años en una provincia que tiene mucha tradición de lucha. Es, también, la acción colectiva independiente más importante desde la ocupación de tierras en Guernica. Tiene, lógicamente, menos impacto nacional de momento, aunque tiende a nacionalizarse a estas horas. Pero es un conflicto de sectores de trabajadores estratégico en medio de la actual pandemia y que expresa elementos de democracia por la base y radicalidad con la medida de los cortes que tiene enorme trascendencia. Un conflicto donde la izquierda está cumpliendo un rol de importancia entre la vanguardia con peso en varios hospitales y donde nuestro partido está haciendo una riquísima experiencia.
De todos modos, el de la salud, podríamos decir que en cierta forma, a estas horas, es ya un conflicto nacional. Más allá que el paro de la sanidad en el sector privado haya sido regimentado por la burocracia, los conflictos en el sector tienden a extenderse nacionalmente por las condiciones de trabajo y salario deplorables en medio de la pandemia, y, también, por el reconocimiento social conquistado por el sector por su rol de primera línea. Hay una miríada de conflictos de la salud: el Hospital Larcade en San Miguel, clínicas que fueron al cierre en Tres de Febrero, el HIGA en Mar del Plata, la lucha contra los despidos en la salud en Salta, etcétera. Los trabajadores/as argumentan que “nos dicen la primera línea, pero nos pagan chaucha y palito”… Luego de un año de aguantárselas, el sector de la salud en cierta forma estalló o está estallando en un proceso de conflictividad que difícilmente se apague ahora. Y un poco la sensación que hay por la base es “aprovechemos y luchemos ahora que ya arrancamos, no vaya a ser que después se cierre todo y que no podamos hacer nada”.
De cualquier manera, la conflictividad también se extiende por abajo a otros sectores por un elemento que ya señalamos y es común entre la población trabajadora: el hundimiento del salario. No es, todavía, el temor por la salud lo que ordena los conflictos, aunque esto va a empezar a pesar. El del salario es un reclamo menos defensivo que la salud. Parte importante de la población trabajadora ha aprendido a moverse en medio de la pandemia y los contagios y, además, la malaria aprieta el zapato.
Entonces, una coyuntura donde predomina el reclamo salarial (aunque esto pueda cambiar de un momento a otro), es menos defensiva que aquella donde el elemento excluyente es la salud. Y habrá que ver qué pasa cuando el elemento predominante pase a ser el de la salud, lo que puede suceder en cualquier momento porque a la salud hay que cuidarla. Pero la coyuntura de momento no cambio y difícilmente se repita un escenario calcado al del 2020.
Recordemos, también, que es más defensivo el problema del empleo. Y hay que estar atentos con esto porque si bien por ahora, a raíz de la reactivación económica (un elemento de la nueva coyuntura), la tendencia ha sido más bien a la recuperación del empleo (precario), esto podría cortarse con la nueva escalada del contagio y las nuevas medidas restrictivas.
Entonces, tenemos los tres elementos de esta coyuntura: salario, salud y empleo. Siendo el primero el que todavía domina, la coyuntura es menos defensiva que si predominaran la salud o el empleo. Si bien hay una escalada de contagios que luce feroz, la entrada a la segunda ola, el elemento predominante es el salario aunque, insistimos, esto podría acabar de un momento al otro. Hay que considerar el conjunto de los elementos que configuran la realidad para tener una política justa; una política que mida todo minuto a minuto y, lógicamente, no sea unilateral: está clarísimo que la vuelta de los contagios complejiza los desarrollos nuevamente.
El elemento del salario es para entender por qué la coyuntura no ha pasado a ser defensiva; por el momento. Además, el grueso de la clase trabajadora sigue estando convocada a trabajar salvo en los lugares donde hay contagio y los trabajadores se hacen fuertes en reclamar el cese de actividades.
Luego entran a jugar toda una serie de presiones y elementos dinámicos. Estemos en alerta por el estudiantado universitario, porque, aunque no haya clases presenciales, está más dinámico. En algunos casos, el Ya Basta! está realizando clases virtuales y se conectan centenares de personas. El año pasado no había presión del estudiantado por hacer nada; ahora hay inquietud sobre todo en los estudiantes de los primeros años de la universidad, o de los últimos del secundario. Hay que entender la manera de apropiarnos de esa inquietud. Aunque no haya clases, la de ahora no es la misma pasividad que la del año pasado. En este momento reclamar presencialidad segura se hace más difícil; podemos quedar desubicados. Hay que tener sensibilidad política para eso; tener ciertos cuidados reafirmando nuestro enfoque no corporativo pero adaptándolo a las condiciones reales (existen un conjunto de iniciativas que se pueden tener: el reclamo siempre en las calles y activo; aprovechar con todo la virtualidad para hacer convocatorias amplias; volver con la presencialidad segura cuando el contagio ceda, etcétera). Hay que tener iniciativas porque hay mucha vacancia política en la juventud estudiantil (parálisis de los organismos estudiantiles por la acción de los k, crisis en la juventud del PO, etcétera). Hay que tomar nota que la situación ha cambiado más allá que el contagio vuelva. El año pasado dominó el temor y la actitud conservadora. Hoy ya hay hartazgo y necesidad de la juventud de salir de esa situación lógicamente que sin descuidarse sanitariamente.
Entonces, hay dos cambios subjetivos importantes: hay un ánimo general de reclamo entre los trabajadores (más allá de los docentes, que hoy todavía se ubican en la retaguardia) y, a su vez, tenemos una juventud estudiantil hastiada del encierro y más dinámica. Está el sector de la salud y un conjunto de conflictos de vanguardia como el del frigorífico Arrebeef (ahora contra los despidos). En La Matanza hubo una marcha por un conflicto de los municipales de la salud que fue inmensa. También está el crecimiento del movimiento piquetero producto del ascenso de la pobreza con movilizaciones multitudinarias (del sector que es independiente del triunvirato piquetero).
Otro elemento fundamental es que hay una disputa creciente en la vanguardia; política y constructiva. Hay una realidad nueva en la vanguardia. Empecemos por el PO: se fue a otro lado, se debilitó. No se escuchó a nadie que lo nombrara en los conflictos. El PO se fue a otro sector que no es la juventud ni trabajadores: se fue a desocupados. Trata de impactar en la vanguardia desde afuera. Es otra cosa, es otra pelea. En desocupados peleará con el triunvirato piquetero, peleará con Barrios de Pie, lo que sea. Atención, el movimiento de desocupados es una retaguardia importante de los trabajadores; hoy es más un movimiento social que movimiento piquetero como era 20 años atrás. No tiene elementos de autodeterminación y espontaneidad. No emerge espontáneamente desde abajo. La vanguardia sí emerge desde abajo. Está el ejemplo inmenso de Neuquén. Pero en lo grande como en lo pequeño la vanguardia emerge desde abajo; no tiene nada que ver con el movimiento de desocupados que es demasiado conducido hoy desde arriba (demasiado estatizado aunque, insistimos, no son iguales los movimientos que están en la calle que los que no lo están).
Lógicamente, en la mayoría de los lugares estamos en competencia y/o enfrentados con el PTS (que está en tándem con el MST como parte de las internas del FITU). Es una pelea doble con ellos: por la política y por la construcción (además de una pelea programática y estratégica de concepciones[9]).
Entonces, lo que hay es una disputa por la nueva clase obrera y por la vanguardia que emerge. Sobre la nueva clase obrera está el ejemplo de Amazon, un proceso histórico más allá de sus dificultades y mediaciones. Ahí entran los procesos de organización de la juventud trabajadora precarizada. Este es uno de los lugares donde el partido tiene que calificarse, donde venimos desarrollando una serie de experiencias riquísimas. Hay una pelea en la vanguardia que se modificó. Porque la piqueterización del PO y su crisis, lo está sacando en gran medida de la pelea en la vanguardia trabajadora y estudiantil.
Luego, hay dos cuestiones respecto de la política y respecto del programa que son importantes precisar. De la política nos preocupan los cuidados de la salud tanto física como mental (social). Eso suscita un cierto matiz a la hora de las medidas y del tipo de cuarentena. O sea, no es ni el negacionismo de Juntos por el Cambio, ni tampoco la cuarentena con ajuste que quiere imponer el gobierno.
Es decir, hay más espacio para un programa, para medidas del cuidado de la salud de los de abajo y contra el ajuste desde la izquierda. Algunos puntos simples. Uno es el del transporte público. Es una vergüenza. Se nota en el AMBA en cómo se viaja como “ganado”. Es una aberración. Han bajado la frecuencia de los trenes en vez de subirlos; es ridículo siendo uno de los transportes con más concentración. Los colectivos ahora la directiva es “abrir las ventanillas” pero nada se habla de las frecuencias. Está la teoría estúpida e interesada de que el contagio se da en las reuniones sociales, en la noche, pero en el trabajo está la madre Teresa de Calcuta y no te contagiás… Si te juntas luego del trabajo con cuatro compañeros/as a tomar una cerveza, te contagiás. Pero si estuviste minutos antes en la fábrica y en los vestuarios, ahí no te contagiás…
Después está el problema de las escuelas y las burbujas, que es un tema complejo. En todo caso, donde no se puede hacer ninguna burbuja es en el transporte. La gente se agolpa para llegar a horario a su trabajo.
Otro punto evidente es el de la salud, que empalma con la variable de los conflictos. Es una aberración la miseria salarial dado que el personal de salud viene del agotamiento de estar un año en la primera línea de combate a la pandemia. Han trabajado como burros en la pandemia y la post pandemia dado que se han incorporado todas las terapias que se habían pospuesto, y ahora siguen trabajando como burros en la segunda oleada de contagios, pero nada, les pagan miseria y ni hablar de las más que deficientes condiciones de trabajo. Pasa que sus salarios tanto como los de docentes y jubilados son grandes cajas desde el punto de vista presupuestario del Estado y están sometidas al ajuste del gasto que prometió Guzmán al FMI (además del aumento de las tarifas para bajar subsidios que también se han comprometido).
Después está, junto con esas dos cuestiones, el tema de la vacuna. El planteo no puede ser voluntarista. Pero hay un laboratorio que hace las vacunas en la Argentina, que acá no se fracciona, y aunque es cierto que faltan insumos para empaquetar la vacuna en todo el mundo, aunque sea propagandístico lo de la estatización del laboratorio y administrar masivamente la vacuna (aunque ojo que es cada vez menos propagandístico porque incluso lo están tomando figuras y medios k), está en curso una polémica creciente a nivel internacional sobre la liberación de las patentes; un debate que está entrando más que antes y se hace más concreto. También romper con el FMI y un conjunto de medidas más anticapitalistas.
En fin, vuelve el debate del programa. El gobierno no está bien. JxC es negacionista, genocida, no quiere ninguna restricción. Pero el gobierno está aplicando ahora medidas de “cuarentena liberal”, de cuarentena con ajuste y con peligros represivos. Entonces se abre más el espacio para el debate del programa; queda menos propagandístico. Esto más allá de la centralidad que tiene el apoyo a los conflictos, el desarrollo de los procesos independientes por abajo y su coordinación donde sea posible. Eventualmente, puede ser que cobren más fuerza y concreción los comités de higiene y seguridad en los lugares de trabajo, así como el reclamo de cierre liso y llano al 100% del salario donde hay contagios efectivos.
También el programa mínimo como las IFE o la campaña que venimos llevando adelante desde nuestra corriente sindical por elevar el salario mínimo a $60.000. Son varias cuestiones que hay que armar porque todo el empleo creado en la nueva coyuntura, con la recuperación económica, es precario.
En fin, está claro que la campaña electoral comenzará a ser parte de la coyuntura en la medida que se resuelva el calendario electoral. De momento parece ser una postergación de las PASO, pero no su suspensión y, mucho menos, su eliminación como defiende nuestro partido. En este sentido, como en muchas otras cosas, lo del FITU (salvo IS), su posición de mantenerlas tal cual, es una afrenta a los principios porque el único elemento que tiene es utilizar la ley proscriptiva contra nuestro partido: usar las leyes del régimen contra otra fuerza de la izquierda.
[1]Entre los varios desastres uno de ellos fue el abandono de la educación a lo largo de todo el 2020. No hubo nada en la dinámica del contagio que obligara a ello (sobre todo a partir de los meses finales del año), pero es un hecho evidente que uno de sectores por donde llegó la poda del ajuste fue la educación, donde no solamente no se garantizó masivamente la conectividad –aun con todos los límites de la educación virtual- sino que, lisa y llanamente, se abandonaron a su suerte los lugares de estudio.
La crisis en la educación -en todos los niveles- es múltiple porque sencillamente se arrastra un año perdido en momentos donde la pandemia vuelve a impactar y ninguna solución resulta buena al respecto de cómo evitar que se hunda la educación pública evitando el contagio (sin duda la presencialidad es irreemplazable; la educación es un evento social. Pero también es verdad que no se han garantizado las condiciones para poder llevarla adelante en condiciones seguras más allá que haya todo tipo de desigualdades).
[2]Nos referimos, básicamente, a las IFE y los ATP (esto a las patronales) así como la prohibición de despidos y desalojos en materia de alquiler, todas medidas que hoy no rigen más (salvo los despidos que están a punto de vencer).
[3]De todos modos, atención, las relaciones de fuerzas en el país son lo que son y Alberto Fernández se cuidó mucho en su discurso de no aludir al reclamo social callejero (otra cosa es que C5N y los medios hagan campaña contra las luchas y movilizaciones).
[4]No nos olvidamos como fueron abriendo cediendo a la presión empresaria, como retrocedieron en chancletas en el caso Vicentin, etcétera.
[5]Esto es algo que viene ocurriendo como subproducto de la recuperación económica aunque en este momento de desborde y anuncio de nuevas medidas todavía no se sabe cómo la situación de conjunto terminara impactando en la economía (hay rumores que las automotrices y afines resolvieron frenar la contratación de nuevos trabajadores).
[6]Todavía no es una “pueblada” provincial aunque muchísimos sectores ven con simpatía esta lucha histórica y no se puede saber cómo reaccionará la sociedad si el gobierno de Quiroga se lanza abiertamente a reprimir. De desbordarse del todo el conflicto ya pasaría al plano directamente político y hay que pensar un planteo del estilo “asamblea popular” o algo así para nuclear a todos los sectores en lucha o que se vayan a involucrar.
[7]Recordemos aquí la atrofia en la movilización que ocurrió durante los primeros meses de la pandemia un año atrás, cuestión que solo terminó despejándose con Guernica. Hoy día, de momento, esto no es así; la coyuntura, aun, no ha pasado a ser defensiva, aunque esto podría cambiar dependiendo de las medidas del gobierno y como sean recibidas, así como dela dinámica del contagio. De cualquier manera, donde un año atrás había aceptación y pasividad hoy parece haber proporciones variables de enojo y bronca social, parte de la cual comienza a dirigirse contra el gobierno difusamente desde la izquierda.
[8]En Neuquén propiamente dicho la burocracia oficial de Quintriqueo es abiertamente traidora (fue la que le puso el mote de “Elefantes” a los auto-convocados en el sentido de que “no tendrían forma”, mote que los trabajadores de la salud recibieron bien e hicieron suyo). Hay que ver ahora si los anuncios de Alberto Fernández le ofrecen a Quiroga excusas para la represión.
[9]Ver la polémica sobre el balance del estalinismo que se desarrolló en los meses de verano y ahora, como de costado, cierto debate por la valoración de la obra de Louis Althusser, filósofo estalinista tardío.
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