
El número supera largamente las muertes de la guerra de Vietnam calculadas en 58 mil. Las cifras se encaminan a duplicar las estimaciones más optimistas que manejaba la Casa Blanca y tienden a aproximarse a las más crudas que alertaban sobre la posibilidad de superar los 150 mil casos. Estimaciones que son puestas a prueba diariamente.
Como ha quedado demostrado, la dinámica del contagio del virus se encuentra determinada, junto con los elementos más estructurales (geográficos, socioeconómicos, culturales y demográficos) de cada país, por las orientaciones políticas y las medidas sanitarias tomadas por los gobiernos. Las que a su vez siempre están condicionadas por las relaciones de fuerzas entre las clases.
En este sentido, los parámetros del hemisferio norte son relativos y es de esperar que el virus golpee aún más fuerte en el sur del mundo. Particularmente en regiones caracterizadas por países atrasados con ciudades de alta densidad poblacional, con niveles de pobreza y hacinamiento significativos. A esto habría que sumarle que en este lado del mundo la pandemia está empezando a pegar con fuerza cuando aún faltan dos meses para que comience el invierno. En estas condiciones difícilmente haya pasado inadvertido que el centro mundial dela dinámica del contagio se desplazó hacía América Latina.
Salta a la vista otro dato. Los países cuyos presidentes son más derechistas e incluso más reaccionarios han contribuido notablemente a este desplazamiento del epicentro de la pandemia. Brasil registra jornadas de 11 mil contagios diarios (más allá de las denuncias de diarios como El País de España que hablan de que en el país se registran sólo 1 caso cada 20) con 400 mil contagios en total y cerca de 24 mil muertes. En Perú, con 120 mil contagios y 3.500 muertos, golpea fuerte a Lima que concentra el 60% de los casos pegando particularmente en los barrios pobres. Allí el presidente neoliberal Vizcarra ha dictado la prolongación de la cuarentena y mantiene el toque de queda mientras los hospitales ya está ampliamente desbordados. Se calcula que cerca de 600 personas han muerto en sus casas sin llegar a ser atendidas, una imagen que recuerda a las de Guayaquil (Ecuador). Y por último Chile, que viene de batir un nuevo récord con 4.300 casos en un día, con casi 900 muertes y cerca de 83 mil casos en total.
Más allá del apabullamiento que puedan generar estos números, son todos claros índices del desastre neoliberal en el manejo de la pandemia que genera desastres mayormente entre los más explotados. Un dato que los trabajadores del mundo deben tomaren cuenta para ajustar cuentas llegado el momento.
El avance de la pandemia deja por donde pasa una suerte de “radiografía” del capitalismo en general y de cada país en particular, desnudando la brutalidad congénita de dicho sistema. Una brutalidad aumentada ahora por el azote del coronavirus y que tiende a incrementar la brecha de las condiciones de vida entre los explotados y los explotadores, generando mayor polarización social. En este sentido la pandemia actúa como un mazazo que,más allá del trauma que pueda causar, tiende a evidenciar que la verdadera grieta en el capitalismo es de clase. No por nada el número mayor de muertos los ponen los trabajadores.
Junto con esto, el dato novedoso son los elementos de incipiente polarización política a derecha e izquierda que empieza a reflejarse en distintas protestas a nivel mundial. Aunque la magnitud de esta es variable y el proceso no es homogéneo, podrían estar anunciando el fin del “congelamiento” de la lucha de clases y la reanudación de los enfrentamientos que, de ganar mayor objetividad e incidencia en los asuntos sociales, podrian dar forma a una “nueva realidad”. Por derecha aparecen protestas neo fascistas en España, Alemania y Estados Unidos. Todas numéricamente pequeñas e incluso marginales aun pero que expresan un cuestionamiento por derecha a los confinamientos aplicados en sus países y los efectos económicos.
Al mismo tiempo, han surgido protestas que vienen a tocar campanazos por izquierda. Ejemplo de estos son las movilizaciones ocurridas las últimas semana en Santiago de Chile, en donde las poblaciones de Puente Alto y La Pintana se han sumado a las de El Bosque en reclamo contra el hambre al que son sometidos por la política criminal de Piñera, quien ha demostrado ser un perfecto inútil en materia sanitaria y económica condenando a los trabajadores a una situación aberrante.
En medio de la cuarentena, emergen las tensiones sociales
La Argentina está inmersa en la misma dinámica ascendente del virus de Latinoamérica. En los últimos días se viene evidenciando un salto evidente en el número de contagios diarios registrándose varios días de entre 500 y 700 contagios y que al momento suman 13.300 en total y cerca de 500 muertos. En este marco, el gobierno social-liberal de Alberto Fernández, ha extendido una cuarentena que ya venía fuertemente flexibilizada. Mientras tanto los campanazos a izquierda y derecha se han hecho escuchar también en el país y la política vuelve a ganar terreno.
Para entender la dinámica de esta incipiente polarización es preciso tener en cuenta que en Argentina cerca del 80% de los casos se encuentran en el AMBA. Pero si al comienzo de la pandemia en nuestro país los casos se registraban por unidades principalmente en los barrios de clase media alta y clase alta, en la actualidad el perfil social de la epidemia está dando el giro que todos esperaban y tiende a ensañarse con los habitantes de los barrios más pobres y hacinados, hecho que da cuenta de la polarización social incrementada por la pandemia.
En CABA los casos continúan incrementándose fundamentalmente en la Villa 31 (Retiro) y la 1-11-14 (Flores). Pero el Covid-19 no conoce de divisiones territoriales administrativas, y como ya anticipamos en este periódico, más temprano que tarde el virus iba a llegar al conurbano bonaerense. Así las cosas, el hecho que ha resaltado por estos días es la bestialidad con la que está actuando el gobierno provincial de Axel Kicillof ante el brote en la Villa Azul situada entre Quilmes y Avellaneda. El “gueto” al que está sometidos por estas horas los trabajadores del barrio cuenta con el silencio cómplice del gobierno nacional que ha puesto a disposición de la provincia a miembros de ejército y la gendarmería. Junto a estos, la policía bonaerense al mando de Berni ha vallado el perímetro de la Villa Azul impidiendo que la gente pueda entrar o salir. Una decisión política reaccionaria que no tiene nada que ver con el cuidado de la salud de los habitantes de allí y que tiene como objetivo que el virus quede encerrado en el asentamiento a costa del contagio de los 5 mil habitantes hacinados en apenas 800 viviendas precarias.
Un día antes de esta medida brutal los vecinos habían cortado la ruta en reclamo por la falta de atención a un trabajador de allí que presentaba síntomas pero que le fue rechazada la prueba en el hospital.
Advertimos lo reaccionario y peligroso de este hecho. Aunque el accionar de la provincia aún no está generalizado (principalmente por ser hasta el momento el primer evento de este tipo) lo cierto es que la reacción del gobierno bonaerense marca la orientación que Kicillofy Berni tienen pensada frente a los contagios en los barrios populares de la provincia: hacer de las villas un gueto, cercarlos militarmente para evitar que el virus se escape de ella. ¿Acaso pretenden Kicillof, Berni y Fernández sentenciar al contagio compulsivo al conjunto de los habitantes de cada barrio pobre del Gran Buenos Aires donde haya focos infecciosos?
Como denuncian los vecinos de allí,los testeos se realizan exclusivamente a quienes presentan síntomas incluso si conviven con gente cuyo resultado dio positivo: “Hay que mentir para que te hagan el test, le dice Javier a su mamá. La Sole no tuvo ningún síntoma. Yo vine y no me querían hacer nada. Le mentí que todos teníamos tos para que me lo hicieran, pero menos a ella que no tengo el documento, cuenta y señala a su hija de siete años que tose sentada en el piso”. A esto se suma la denuncia de que «sólo le dieron mercadería a los que son positivo (…) Los proveedores no entran. Algunas madres traen bolsas con pan y algo más y les dan a sus hijos a través de la reja. Como si fuera una cárcel.” (La Nación, 26/05).
Al momento, según el Ministro de Salud provincial Daniel Gollán que justifica este criterio negligente, se han realizado sólo 300 tests (insistimos, sobre 5 mil habitantes) cuyo resultado ha sido que el 57% de los testeados dan positivo. (La Nación, 27/05)
Mientras tanto los casos positivos que no necesitan terapia intensiva son aislados en la Universidad de Quilmes donde se montó un centro de aislamiento transitorio, pero sin médicos como viene denunciando el personal de enfermería… otra perla del gobierno social liberal. Mucho chamuyo “social”, pero en los hechos los únicos beneficiados son los empresarios.
Desde estas páginas exigimos el fin del “gueto” de Villa Azul y el retiro inmediato del ejército, la gendarmería y la policía; hay que realizar testeos inmediatos a la totalidad de la población de la Villa Azul y cada asentamiento donde haya posibles contagios para poder tomar las medidas de aislamiento necesarias y brindar atención medica de calidad a quienes estén infectados a la vez que se cuida a quienes no hayan contraído el virus poniendo a disposición de la población hacinada los hoteles y viviendas en desuso del AMBA y poder cumplir una cuarentena en condiciones humanitarias.
Al mismo tiempo, esta semana han vuelto a sonar las cacerolas gorilas. Más allá de una concentración marginal en Plazade Mayo que agrupó a liberales, anti vacunas, neonazis y gente que cree que la tierra es plana, estuvo en Tigre(norte del conurbano) la caravana de autos que partieron de los exclusivos barrios cerrados de la zona. Una caravana de unos 600 chetos que reclamaron el fin de la cuarentena desde los autos. Como hemos desarrollado en otras ocasiones estos sectores reaccionarios, muchos burgueses pequeños o medianos que logran arrastrar a sectores de “clase media” tras la política ultra liberal que se expresa en otros lugares del mundo, y que llaman a poner los negocios de los empresarios antes que la salud de los trabajadores.
Cuando las avivadas de los de arriba genera la reacción de los de abajo
Por su parte los elementos de polarización a izquierda también irrumpen en la escena política. En estas semana los trabajadores de Córdoba han reaccionado frente a los ataques del neoliberal Schiaretti que venía de flexibilizar la cuarentena al punto que el incremento de casos de Covid-19 lo obligo a retroceder parcialmente (cerrando comercios céntricos en la capital mientras mantiene la producción industrial) y de atacar las jubilaciones votando un ajuste en la Legislatura.
A esto se han sumado la judicialización a dos médicos a quienes el gobierno y la justicia quieren culpabilizar para desligarse de la responsabilidad por la falta de condiciones en los hospitales provinciales, y el ataque al estatuto de los trabajadores municipales y el intento de reducción salarial.
La caravana de médicos contra el intento de culpabilizarlos y en reclamo por insumos necesarios para enfrentar el coronavirus, sumado a la enorme movilización de municipales de la capital cordobesa realizada horas atrás son elementos aún incipientes pero muy progresivos que ante los pinchazos por derecha irrumpen en la escena.
Días atrás en Salta capital la movilización del personal médico en reclamo por el bono de 5 mil pesos prometido por Fernández que nunca les llegó marca que quienes están en la “primera línea” de la lucha contra el Covid-19 puede ser uno de los sectores más dinámicos en medio de la crisis económica que se profundiza. O los trabajadores de repartos precarizados que avanzan en su organización y están llamando para el próximo 29 de mayo a un paro y movilización en distintos puntos del país.
La izquierda debe ser conciente de que cada irrupción de los laburantes, y cada acción solidaria desarrollada que nos permita afianzar lazos con los trabajadores son puntos de apoyo que en lo inmediato pueden ser incipientes, pero que de desarrollarse la dinámica de polarización, pueden ser la materia prima para poner definitivamente los intereses de los trabajadores en el centro de la escena política nacional.
Negarse a abrir los sindicatos, a realizar acciones solidarias, o a llevar adelante concentraciones y manifestaciones levantando los derechos de los trabajadores, las mujeres, y la juventud es agachar la cabeza ante la realidad como si la misma fuera un hecho consumado.
Desde el Nuevo MAS llamamos a impulsar cada lucha y acción solidaria, a la vez que insistimos con aumentar los cuidados y criterios de higiene y seguridad porque los casos comienzan a incrementarse y la pandemia empieza a ser menos “abstracta” y más “real”.