
En el marco de la campaña electoral, la propuesta de Manuela Castañeira de elevar el salario mínimo a $100.000 ha abierto un profuso debate en las redes sociales. La campaña ha generado inmensa simpatía entre los trabajadores que todos los días hacen malabares para tratar de llegar a fin de mes, mientras aumenta la pobreza y la inflación no para.
Pero también ha generado críticas. En una (no tan) inédita alianza entre peronistas y «libertarios», han calificado la propuesta de «fantasiosa» o «delirante». Los primeros porque reproducen la ideología derrotista de lo «posible», los segundos porque lisa y llanamente son pro empresarios. Ambos se ponen de acuerdo en defender a los empresarios contra los trabajadores.
Pero, ¿esto es así? ¿es realmente una «locura», como nos quieren hacer creer, que los trabajadores tengan un salario que parta de los $100.000? Veamos algunos datos que muestran que no sólo esto es posible, sino también que es necesario.
Costo de vida
Según los últimos datos del INDEC, correspondientes a Julio de 2021, la Canasta Básica Total (CBT) se ubica en los siguientes valores (según la cantidad de integrantes en el hogar):
Tres integrantes = $53.798
Cuatro integrantes = $67.577
Cinco integrantes = $71.075
Pero la CBT no incluye el alquiler de una vivienda, por lo que, en el caso de las amplias franjas de trabajadores que alquilan, ese monto se eleva aun más. Según datos oficiales del GCBA, en octubre del año pasado el alquiler promedio de un departamento de 2 ambientes era de $28.913. Pero el promedio de una unidad de tres ambientes se eleva hasta $40.153. ¿Qué ocurre si a la CBT le sumamos el alquiler? Veamos:
Una familia de tres integrantes con un alquiler de un departamento de tres ambientes suma gastos totales por $93.951. En el caso de una familia de cuatro integrantes, el costo de vida se eleva hasta los $107.730. Si son cinco integrantes y siempre suponiendo un alquiler de tres ambientes, el costo es de $111.228.
Actualmente, el salario medio en nuestro país, según el INDEC, se ubica en torno a los $40.000. A partir de septiembre de este año, el Salario Mínimo, Vital y Móvil llegará apenas a los $29.160. Por supuesto, esto está muy lejos de lo necesario para tener cubierta las necesidades básicas que contiene la CBT, y más lejos aún si se debe pagar un alquiler. ¿Te sigue pareciendo una locura un salario de $100.000? Veamos que ocurre en otros países.
Salario mínimo en Latinoamérica
Considerando el salario mínimo medido en dólares, Argentina se encuentra en el peor puesto en el ranking de los países latinoamericanos, sólo por encima de Venezuela.
Veamos en qué números se ubican los salarios mínimos en dólares en la región. Entre paréntesis ponemos el equivalente en pesos argentinos calculado a partir de la cotización actual del dólar «blue» ($182):
Costa Rica = U$S 513 ($93.366)
Chile = U$S 441 ($80.041)
Uruguay = U$S 423 ($76.774)
Ecuador = U$S 400 ($72.800)
Bolivia = U$S 309 ($56.238)
Colombia = U$S 261 ($47.502)
Perú = U$S 257 ($46.774)
Argentina = U$S 160 ($29.120)
Es decir, en todos los casos, el salario mínimo supera ampliamente al de nuestro país, la mayor parte de ellos incluso más que lo duplican. Incluso si, en vez de considerar el dólar paralelo consideramos el oficial, el SMVyM argentino se ubica en U$S 285,45, es decir, aun así se mantiene en la parte inferior de la tabla. Expresados en pesos, los salarios mínimos de los países de la región son «altos» (en comparación con el nuestro). De hecho, los salarios mínimos de estos países superan el salario medio de Argentina ($40.000).
Como se ve, a la cabeza se encuentra Costa Rica, con un salario equivalente a más de $93.000 pesos argentinos. Hay que tener en cuenta que, antes de la pandemia, el salario mínimo costarricense era de U$S 560, es decir, el equivalente a $101.920 pesos argentinos. En Chile, por su parte, el salario mínimo se ubica por encima del equivalente a $80.000 pesos argentinos.
Si, en cambio, se toma la cotización oficial del dólar en Argentina, la caída del SMVyM no deja de ser estrepitosa. En el siguiente gráfico se ve la comparación con otros países de la región, hasta marzo de 2019
Ahora bien, claramente el contexto regional deja a las claras el tremendo atraso del salario en Argentina. Así y todo, alguien podría argumentar que, si bien es evidente que hace falta aumentar fuertemente el salario mínimo en nuestro país, aun así la cifra de $100.000 es demasiado alta teniendo en cuenta el contexto regional.
Pero el criterio no puede ser sólo comparativo con otros países, entre otras cosas porque los costos de vida son variables de un lugar a otro. Como vimos más arriba, en ese punto es donde entra el costo de vida en nuestro país expresado en la Canasta Básica, donde el salario de $100.000 es fundamental para cubrir las necesidades básicas de la población trabajadora.
¿De dónde sacar los recursos?
Enseguida adviene la pregunta acerca de cómo financiar ese aumento salarial. En su esquematismo ortodoxo estrecho, nuestros críticos «liberales» creen que la única manera posible es emitiendo o subiendo los impuestos. En su lógica rastrera de los empresarios, no se les ocurre pensar que los salarios deben aumentar achicando los márgenes de las exorbitantes ganancias que tienen las grandes empresas.
No hace falta emitir ni un peso. La plata está: los grandes capitalistas han hecho fortunas durante la pandemia. Tal es así que, mientras en el mundo creció el desempleo y la pobreza por la pandemia, al mismo tiempo los multimillonarios aumentaron sus ya abultadas ganancias.
En Argentina, esto no fue la excepción: en particular el agro, la industria alimenticia y las plataformas digitales tuvieron ganancias extraordinarias mientras se disparaban el desempleo y la pobreza.
En una próxima nota discutiremos la idea ampliamente instalada de que los «pobres empresarios» están «ahogados a impuestos». Por lo pronto, nos alcanza con un dato que es más que contundente acerca de que establecer un salario de $100.000 es posible y necesario afectando las ganancias de las empresas.
Sucede que, de hecho, durante el año pasado el porcentaje de participación de los salarios en los ingresos se redujo, mientras que las ganancias brutas y netas aumentaron.
Así lo muestra este dato del INDEC sobre los componentes de valor agregado en los precios básicos:
El porcentaje de la participación salarial se redujo de un 49,8 a un 46,1, mientras que el «excedente de explotación bruto» (es decir, el margen de los empresarios) aumentó más, de un 35,2 a un 40,2. Traducido: en el reparto de la torta, la tendencia que se confirma es que los empresarios se quedan con más y los trabajadores con menos.
Pero si esto es así, entonces esta tendencia puede revertirse para recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores. Se trata de una cuestión de relaciones de fuerzas entre las clases, que excede el mero cálculo económico.
En la actual situación, que un salario de $100.000 sea posible no es una cuestión matemática ni científica, como quieren hacer creer nuestros «economistas» que disfrazan de «ciencia» su trabajo de ser unos arrastrados a sueldo de la clase capitalista.
Se trata, en cambio, de una cuestión profundamente política. Cuando los capitalistas dicen que «no se puede» subir los salarios en realidad debe leerse: «no se quiere». Por eso, propuestas como las que lleva adelante Manuela Castañeira son importantes para desenmascarar estos discursos que buscan mostrar como una «ley natural» a la explotación capitalista.
Y como haria el dueño/a de una pymes para asegurar ese salario de por mes?