¿Se enciende la interna en el Frente de Todos?

La interna desatada en el frente de todos que se está viviendo a estas horas no es un rayo en un cielo sereno. Se trata de la expresión pública de las tensiones internas de un gobierno que, lejos de ser K "puro", representa un ala más conciliadora del peronismo, en momentos en que la crisis sanitaria (y también económica) desatada por el Covid-19 pone a prueba la política y capacidades del gobierno.

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Indudablemente la pandemia del covid-19, un evento de proporciones mundiales, ha puesto al presidente en el centro de la escena política del país. Un gobierno que asumió con votos otorgados por la ex presidenta Cristina Kirchner, con una estrategia de «unidad para gobernar» frente a la férrea oposición de derecha y el desprestigio de su figura ante un sector importante de la sociedad, con un candidato que ha pasado de ser el designado por «la jefa» a indudablemente la figura central de la política argentina a estas horas.

Sin embargo, es a la hora de la gestión donde las diferencias y tensiones se ponen sobre la mesa. Alberto, con un tono «más conciliador» (nosotros definimos como social-liberal) intenta darle al ejecutivo nacional una impronta de alas anchas, de unidad nacional. Es lo que intentó expresar el pasado 9 de julio con la foto del acto por el día de la independencia, así como con los múltiples gestos hacia su «amigo» Larreta (Junto a Axel Kiciloff, inseparable acompañante de cada aparición pública de Fernández).

La dura tensión económica a la que está sometida el país ha puesto a Alberto ante pruebas que, indefectiblemente ha resuelto hacia el centro-derecha, retrocediendo sobre sus propios pasos de lo expresado en un primer momento.

La estafa monumental montada por la importantísima empresa agroexportadora Vicentín, su amague a la expropiación y su posterior «pedido de disculpas» por osar violar la sacrosanta propiedad privada; la propuesta de acuerdo con los bonistas, que pasó a representar un valor en dólares muchísimo más elevado de lo que la economía argentina puede soportar (según las previsiones del FMI); el decreto anti-despidos que fue ignorado olímpicamente por empresarios como Paolo Roca sin que ésto tenga ninguna consecuencia práctica.

Como decimos, un gobierno que mantiene un discurso social, de inclusión, tributario de los amplios sectores populares que apoyaron al gobierno, pero que en su política económica defiende la propiedad privada y la ganancia capitalista, a pesar de decir en cada ocasión que «defiende la salud». Eso es lo que explica, entre otras cosas, la apertura de la cuarentena en momentos en que el país atraviesa el pico de contagios, cediendo a los intereses de las patronales que no quieren perder sus ganancias, mientras miles de trabajadores se exponen al contagio.

Los descontentos de estas tensiones políticas se expresaron a través de una carta escrita por Hebe de Bonafini, donde le achacaba al gobierno haber sentado en su mesa a «aquellos que apoyaron la dictadura y que explotan a los trabajadores». Al mismo tiempo, Cristina retwiteaba una nota que criticaba el rumbo económico del presidente.

La interna derramó hacia abajo y provocó un violento intercambio de twits entre Grabois y De Vido. Donde Grabois acusó a De Vido de haber sido funcional a la derecha al quedar expuesto en sus chanchullos, y De Vido a Grabois de haber recibido dinero del Macrismo (e alusión a la hipócrita política contención social de Macri que incorporó a los movimientos sociales).

En definitiva, a pesar de que los desarrollos todavía no han desencadenado una crisis política en regla, son alertas que ponen al gobierno ante un nuevo frente, el de la tensión interna que intenta condicionar su acercamiento a la oposición patronal.

Por abajo comienza a haber un cierto sector que cuestiona al gobierno por izquierda. Los K y el peronismo, con su control de los movimientos sociales y los sindicatos han servido como tapón para que no se exprese ese cuestionamiento de manera generalizada en acciones de lucha, regalándole la escena pública a los anti-cuarentena, la derecha y los defensores de Vicentín.

Esta crisis política no hace más que dejar de manifiesto ante los trabajadores y sectores populares que, más allá de su discurso progre, el peronismo no es una alternativa consecuente para defender hasta el final las reivindicaciones de los de abajo. Para defender el salario, el empleo y los derechos adquiridos, hay que construir una alternativa independiente, socialista y anticapitalista.

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