En la calle, codo a codo, somos mucho más que dos.[1]
Traducción del portugués al español de Víctor Artavia
“Las condiciones económicas, inicialmente, transformaron la masa del país en trabajadores. La dominación del capital creó para esta masa una situación común, intereses comunes. Esta masa, pues, es ya, ante el capital, una clase, pero aún no lo es para sí misma. En la lucha, […], esta masa se reúne, se constituye en clase para sí misma. Los intereses que defiende se convierten en intereses de clase. Pero la lucha entre clases es una lucha política” (Marx, Miseria de la Filosofía).
El 31 de marzo y 1 de abril pasado, los repartidores por plataformas realizaron una nueva huelga nacional: el “Breque de los APPs” [breque es una forma coloquial de referirse a un paro en Brasil, VA]. Al igual que en 2020, 2021, 2022 y 2023 (2024 fue el único año en que no hubo una huelga de la categoría), motociclistas en su mayoría, pero también ciclistas (en esta ocasión en mayor número que los paros anteriores), volvieron a tomar las calles para exigir mejores condiciones de trabajo.
De manera centralizada y organizados a nivel nacional, los repartidores demandaron, a partir de la movilización independiente de base, el aumento de la tarifa mínima por entrega a R$10,00; el pago de R$2,50 por kilómetro adicional; la limitación del radio de entregas para bicicletas a tres kilómetros y el fin de las entregas dobles, triples, es decir, el pago de una tarifa por cada pedido entregado.
Los números que circulan en los medios de comunicación burguesa estiman que entre 50 y 70 ciudades se sumaron a la huelga de los entregadores, pero para quienes conformamos el comando de huelga de San Pablo y el comando nacional, los números son mucho mayores: evaluamos que el movimiento tuvo la adhesión de más de 100 ciudades en al menos 20 estados del país.
Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que se trató de la mayor huelga que la categoría de los repartidores ya realizó en el país, una expresión cristalina de la consolidación del movimiento, aunque bajo reivindicaciones de naturaleza económico-sindical, como “una de las principales fuerzas organizadas de la clase trabajadora brasileña” (Gonsales, 2025)[2].
No solo eso. La dimensión de esta huelga también destaca a nivel internacional, pues, más allá del apoyo de diversos repartidores y conductores en países como EE. UU., Argentina, Italia, Suecia, Taiwán, Filipinas, Ecuador y Colombia, no se encuentra proceso de organización semejante en ningún otro país. No existe un movimiento parecido hasta hoy que se acerque a la dinámica, peso y profundidad que se expresan desde hace algunos años en la guerra de los repartidores de Brasil contra las empresas-plataformas. Es un hecho que, lejos de auto-vanagloriarse o de incurrir en nuevas formas de corporativismo, implica para los repartidores de plataforma de Brasil una responsabilidad de magnitud histórica. Un proceso que, dependiendo de su desarrollo, puede llegar a invertir la correlación de fuerzas entre explotadores y explotados y dar paso a un salto en calidad en el enfrentamiento a la precarización del trabajo y, en consecuencia, a un cuestionamiento político cada vez más generalizado de los repartidores y otras categorías laborales en el país y en el mundo sobre la apropiación violenta del trabajo excedente no pagado.
El asfalto como terreno de explotación, pero también de resistencia
En San Pablo, la huelga no dejó dudas sobre las proporciones históricas de esta movilización. Se trató de una verdadera explosión de los repartidores de la mayor ciudad de América Latina, que hoy concentra la mayor parte de los repartidores del país, con aproximadamente 320,000 trabajadores de los más de 1,6 millones de quienes venden su fuerza de trabajo a las plataformas, divididos entre el trabajo de entregas a domicilio y el transporte de pasajeros[3]. De hecho, entre las 50 categorías de trabajo más grandes del país, la de los entregadores fue la séptima que más creció en los últimos años (Krein; Manzano, 2020)[4].
El primer día de la huelga, la categoría se reunió en la Plaza Charles Miller, frente al Estadio de Pacaembu, y salió en una caravana de motociclistas, con la participación de muchos ciclistas (aproximadamente tres mil trabajadores/as) en dirección hacia la Avenida Paulista y luego hacia la sede de iFood en Osasco-SP, empresa que hoy monopoliza casi el 90% del mercado de entregas por plataformas en Brasil.
La caravana de motos y bicicletas impresionó por el ruido[5], el tamaño y por la actitud ofensiva que mostraron los repartidores, en una clara demostración no solo de indignación por las condiciones actuales de trabajo, sino también del odio de clase que se reflejaba en los rostros de los miles de repartidores.
En nuestra parada frente al MASP, dos hechos llamaron la atención. El primero fue la incapacidad de la Policía Militar de garantizar la ocupación de solo un carril, una exigencia realizada aún en la concentración del acto. Se ocuparon tres carriles, debido a la propia correlación de fuerzas que impuso el movimiento al brazo represivo y armado del Estado burgués – el mismo que semanalmente se ocupa en realizar confiscaciones ilegítimas de las motos (¡las herramientas de trabajo!) de los repartidores. El segundo fue que, más allá de la demostración de fuerza en ese momento, una importante parte de los repartidores exigían de manera espontánea la parada de motos o bicicletas que circulaban por la zona para investigar si eran “rompe huelgas”.
Se retiraron mercancías de las “bags” [las mochilas que utilizan los repartidores, VA] de algunos trabajadores de manera más o menos agresiva, hechos que rápidamente fueron procesados colectivamente y que permitieron alcanzar un consenso de que “nadie entrega nada hoy” y que “trabajador no agrede a trabajador”. Por otro lado, y de manera cobarde, estos sucesos han sido sistemáticamente utilizados por la derecha para intentar deslegitimar la huelga y atribuir, bajo una serie de prejuicios sociales y raciales, una naturaleza marginal y criminal al movimiento.
Organizada la salida desde la Avenida Paulista, las motos y bicicletas partieron con sus motores y pedales más calientes que nunca hacia la puerta de iFood, y lo que no faltaron fueron puños levantados al cielo en ese trayecto que paralizó importantes avenidas, como la Rebouças y la Marginal Pinheiros. Durante el trayecto, se hizo un intercambio de turnos entre los denominados “liderazgos” de la ciudad para hablar y agitar en el camión del sonido que encabezaba la caravana. “¿Sabes conducir?”, “toma mi moto”, “sujeta el volante del camión de sonido”, y así fue hasta el destino final. Yo mismo cambié de moto tres veces, y en una de ellas, la batería falló, pero el empujón para ayudar a arrancar de nuevo fue inmediato.
La llegada a la puerta de iFood fue emblemática. Allí, en la Avenida de los Autónomos, casi en la entrada de esta empresa parasitaria (una de las principales responsables de la precarización masiva del trabajo en el país – por la materialización de una “nueva morfología del trabajo”[6]), hay un semáforo. Pasó el camión de sonido y el semáforo se puso en rojo. En ese momento, yo estaba acompañado de otros compañeros en el camión, mirando una masa de motociclistas esperando a que el semáforo nos diera paso. La imagen era impresionante, y cuando el semáforo cambió a verde, ¡el “grupo” llegó con los dientes apretados y la rabia en los ojos!
Rápidamente el camión de sonido se posicionó frente a iFood, y las motos fueron deteniéndose en la avenida mientras los repartidores se concentraban lo más cerca posible de las puertas de la empresa. Era una imagen contundente de un “cuerpo social” que llegaba allí para arrancar algún tipo de justicia – ¡y con sus propias manos! En cuestión de minutos, las pancartas ya estaban colgadas en las puertas y barandas con algunos repartidores encima de ellas y los demás aglomerados en la entrada exigiendo una respuesta a las demandas del movimiento.
Pasamos varias horas ahí. La presión del movimiento era feroz, un reflejo inverso y clasista de la voracidad con que iFood y las demás compañías explotan a la categoría de los repartidores. En un primer momento, hubo dos posiciones: 1) entrar tan pronto como fuera posible para negociar y 2) exigir que los representantes de la empresa salieran a negociar con nosotros afuera, en nuestro terreno. En un ensayo inédito de una asamblea de base, de una asimilación colectiva de los métodos de la democracia obrera, muy caldeada, la segunda posición terminó perdiendo fuerza por una serie de razones, entre ellas el papel de contención de algunos sectores de la izquierda reformista que estaban allí. Así, se determinó que entrara una comisión.
La empresa exigió que los teléfonos móviles de todos los que entraron fueran dejados en otra sala para evitar cualquier tipo de comunicación entre la masa de trabajadores y la comisión representativa. Afuera, se distribuían meriendas preparadas por los propios repartidores y otras ofrecidas como contribución solidaria por parte de otros movimientos sociales. El hambre de muchos fue saciada, pero las caras largas seguían. El tiempo cambiaba, se acercaba una fuerte lluvia, y cuando llegó, los repartidores hicieron lo que mejor saben hacer: enfrentar la dureza de la realidad, tal como es. Además, ¿alguien ha visto a un repartidor con miedo de la lluvia?
Durante algunos minutos se formó un círculo de baile, un intercambio constante de movimientos y pasos que arrancaban sonrisas, que tejían lazos de solidaridad y que, inevitablemente, sorprendieron a los empresarios que observaban todo a través de las cámaras y pensaban que con el diluvio la categoría se iría a dispersar poco a poco.
Finalmente, salió la comisión de representantes. La noticia que traían era dura, dado que había una expectativa colectiva: ninguna reivindicación sería atendida.
Pero, aún bajo una fuerte lluvia, recuperamos el método asambleario. No hubo desmoralización, al contrario: en cuestión de minutos se decidió continuar con la huelga y la orientación de “paralizar” esa misma noche y al día siguiente los principales puntos de distribución de la capital y la región metropolitana [se refiere a los centros comerciales o restaurantes desde donde salen los pedidos para repartir, VA].
Los entregadores se fueron poco a poco de la sede de iFood y, por las calles, por el asfalto, se dirigieron a los principales comercios de “delivery” para imponer colectivamente una nueva y vieja herramienta de lucha: los piquetes. Y así fue, pues no salió ningún pedido de los principales centros comerciales y restaurantes durante todo el día siguiente en São Paulo y en varias otras ciudades del país. Según la Asociación Brasileña de Bares y Restaurantes de la ciudad (Abrasel/SP), en los restaurantes que dependen exclusivamente de las plataformas para el servicio de entrega, la caída llegó al 100% en muchos establecimientos.
La conformación del Breque
Ahora hagamos un breve recorrido para comprender mejor la materialización de esta huelga de repartidores. En nuestra evaluación, el detonante ocurrió debido a una combinación de varios elementos que desarrollaremos a continuación.
- La condición social de los repartidores. La categoría es predominantemente masculina (entre el 95-97%) y el 68% se declara negro o mestizo. El ingreso mensual de la categoría coloca a sus trabajadores en las clases D y E de la estratificación social brasileña: aquellas que presentan un ingreso familiar de hasta R$2,9 mil mensuales [equivalente a 493 dólares al cambio actual (12/04/2025), VA] y que, según datos del Instituto Brasileiro de Geografía y Estadística (IBGE, 2022), constituyen el 50,7% de la población brasileña, es decir, más de la mitad del contingente poblacional. De esta manera, casi tres años después del último reajuste de las tarifas de entrega realizado por iFood en julio de 2023 (de R$6,00 a R$6,50 y de R$1,00 a R$1,50) como concesión al «Breque» realizado en ese mes, las ganancias de los trabajadores, siempre por debajo del valor/hora del salario mínimo, se hicieron cada vez más distantes de garantizar la subsistencia material. A esto se suma también la alta inflación alimentaria, que alcanzó el 7,69% el año pasado, un valor mucho mayor que el 1,11% registrado en 2023. Estos datos terminan por materializar condiciones de existencia que rozan constantemente con la miseria; no en vano, actualmente 3 de cada 10 repartidores pasan hambre en el país y se encuentren en situación de inseguridad alimentaria [cuando las personas no tienen suficiente para comer diariamente y, además, no saben si podrán garantizar su próxima comida, VA]. Es decir, la realidad objetiva en la que se encuentran hoy los repartidores generó y sigue gestando un profundo malestar, el cual fue uno de los principales elementos para la explosión de la última huelga.
- El rotundo fracaso del Grupo de Trabajo anunciado el 1 de mayo de 2023 por el actual gobierno liberal-social burgués de Lula-Alckmin, cuyo objetivo era discutir y ejecutar un proyecto de regulación del trabajo de entregas y circulación de pasajeros por plataformas. En su momento dijimos, desde el colectivo «Repartidores Unidos por la Base», que se trataba de una trampa, un espacio para contener los ánimos de la categoría. Por eso no es casual que 2024 haya sido el único año en que no tuvimos un «Breque de los APPs»: se apostó mucho en este espacio de negociación por la superestructura y se dio poca atención o prioridad a las calles, a la organización de base. Es decir, se estableció una relación entre la «plaza» y el «palacio» completamente desbalanceada y muy por debajo de los desafíos planteados en la lucha contra la precarización del trabajo mediante plataformas. Así, el fracaso del Grupo de Trabajo terminó por evidenciar no solo la naturaleza de clase del actual gobierno federal, que presentó un proyecto patronal de cabo a rabo (PLP 12/2024), sino también la necesidad de retomar la movilización desde abajo, desde las calles.
- La conformación de un frente único nacional para luchar. Durante algunos meses se convocaron reuniones virtuales para discutir la necesidad de un nuevo “Breque”. La adhesión tuvo un dinamismo creciente y se sumaron «liderazgos» regionales, algunos sin experiencia en la lucha y otros con mayor acumulación. Se construyó así una síntesis: era necesario volver a «paralizar», y esta vez con la mayor amplitud territorial posible. Aunque era un espacio ideológicamente muy heterogéneo, se asimiló que allí había un objetivo común y que todos los presentes buscaban difundir y materializar una nueva movilización de base de la categoría: frases como «basta de tanta explotación», «héroes en la pandemia, esclavos en el día a día» y otros pronunciamientos como estos que dieron origen a las banderas levantadas en el acto en São Paulo, demuestran categóricamente que el discurso sobre si se trata de un trabajo autónomo o algo por el estilo ha perdido fuerza y espacio dentro de la categoría. Así, se eligió la fecha y se jerarquizaron las demandas; la tarea estaba dada: ¡construir y construir! Así, junto con el método clásico de los piquetes, reapareció otra herramienta fundamental del movimiento obrero, ahora constituida desde la virtualidad: el frente único para luchar.
Estas fueron las causas principales que propiciaron la realización de la mayor huelga de repartidores en el país. Sin embargo, no se puede dejar de mencionar los límites y contradicciones expresados en la organización y construcción del movimiento, elementos sectarios, corporativistas y economicistas que persisten y que requieren, de una manera u otra, una superación política para conseguir conquistas históricas. Abordaremos esto a continuación.
Arrancar, pero ¿hacia dónde y cómo?
La suspensión del “Breque” fue anunciada al final del día 1 de abril, y el sentimiento mayoritario que resonaba en el ambiente era «¡vamos por más, vamos para arriba!». Eso no es poca cosa, tratándose de condiciones laborales extremadamente precarizadas, en las que el repartidor cobra por cada carrera (el salario por pieza que Marx afirmaba ser la forma por excelencia de remuneración del capitalismo), paralizar las actividades laborales durante dos días significa una pérdida importante de ingresos para la categoría.
Esto demuestra una convicción colectiva en la importancia de luchar: para arrancar cualquier conquista debe apostarse en la movilización desde la base, en la autoorganización de los trabajadores, aunque esto pueda retrasar algunos pagos y facturas al final del mes.
De esta forma, ante una negativa de iFood de atender las reivindicaciones de la categoría y el silencio de las otras empresas-plataformas, la categoría decidió esta semana, en una plenaria nacional abierta que contó con aproximadamente 200 repartidores de todo el país, la realización de un nuevo «Breque de los APPs» dentro de un período de 3 meses y un acto nacional el 1 de mayo, Día Internacional del Trabajador.
Estos acuerdos, los cuales alentamos y defendimos en la plenaria, son un paso importante para la conformación de un calendario de luchas de la categoría. Sin embargo, los desafíos para consolidar tales iniciativas requieren la combinación de algunos elementos indispensables: a) la realización de plenarias estatales y municipales que centralicen la categoría a partir de una democracia de base; b) la independencia financiera con la creación de fondos de huelga locales para la distribución de materiales y cualquier tipo de iniciativa solidaria con los compañeros de la categoría; c) la lucha para concretar la unidad entre los repartidores y otras categorías de trabajo, sobre todo con aquellos que hoy se ven obligados a trabajar en la escala 6×1 [jornada de seis días de trabajo y uno libre, VA]; d) la exigencia al gobierno federal para la realización de una audiencia pública que obligue a las empresas a responder a las reivindicaciones de la categoría a través de la voz de los propios trabajadores.
Expuestos los elementos de carácter táctico presentes en este proceso de movilización de la categoría, es necesario también reflexionar sobre las perspectivas más estratégicas de la lucha de clases en la que el movimiento de los repartidores juega una partida decisiva; es decir, sobre aquello que está más allá de las actuales reivindicaciones económicas y sindicales.
Es categórico que estamos ingresando a un “mundo nuevo” que está dejando atrás el viejo orden, que está en ruptura con la “antigua normalidad” y, ante todo, se presenta como un mundo disruptivo. En el contexto de esta nueva etapa global marcada por los desequilibrios y la combinación de múltiples crisis en todos los terrenos del desarrollo histórico (guerras, colonialismo, barbarie, reacciones y posibles revoluciones), se acentúa de manera dramática la contradicción capital-trabajo.
Está en curso un proceso ultra contradictorio que combina el hiperdesarrollo tecnológico con condiciones laborales análogas a las del siglo XIX. La lucha de los repartidores en Brasil y en el mundo, así como la de otras categorías precarizadas y sobreexplotadas, no es más que un pulso de resistencia frente a los imperativos más violentos del capitalismo del siglo XXI. Es decir, una reacción contra las acciones depredadoras que tienen como objetivo el aumento de la apropiación y control del trabajo excedente no remunerado.
Los choques entre las clases sociales serán cada vez más directos –e impetuosos– y es necesario prepararse para un salto cualitativo en la guerra de clases desde la perspectiva de la reversibilidad dialéctica: la capacidad de apoyarse en los elementos más progresivos y dinámicos de la realidad para impulsar nuevos procesos revolucionarios.
Por ello, la categoría de los repartidores tiene un potencial estratégico para esta tarea; una lucha de dimensión histórica-decisiva que puede imponer un revés decisivo a las nuevas formas de explotación laboral y consolidar condiciones materiales (objetivas) y espirituales (subjetivas) para vincular la lucha por reformas con la lucha revolucionaria.
Así, por más que afirmemos que hoy los repartidores se imponen como uno de los principales movimientos en lucha de la clase trabajadora en el país, dicho movimiento carece, sin embargo, de un programa y una dirección revolucionaria (de la consolidación, en última instancia, de una identidad de clase que ha avanzado lentamente).
Pero esto no es responsabilidad de la categoría, ni tampoco de sus direcciones orgánicas y heterogéneas, sino de la crisis de una alternativa socialista que aún no ha podido ser superada frente a la crisis de dirección de la izquierda revolucionaria.
Muchos sectores de la izquierda intentaron algunos acercamientos con el movimiento de repartidores, pero fueron aproximaciones caracterizadas por una lógica oportunista y clientelista que en nada contribuye a los desafíos planteados en la orden del día para los repartidores y para la clase trabajadora en general. Otros sectores de la izquierda independiente ni siquiera intentaron ese acercamiento, sea cual fuere la justificación para semejante pecado y falta de sensibilidad política.
Sin embargo, de manera contraria y progresiva, la acumulación de experiencias de lucha de los repartidores ha forjado, a nuestro parecer, la posibilidad de construir un nuevo tipo de sindicalismo de base e independiente que supere las burocracias sindicales y sus direcciones, que viven del producto de la lucha, pero que jamás se dedican a ella.
No es casualidad que la categoría haya verbalizado cada vez más la necesidad de formar asociaciones o entidades para una representación orgánica y combativa propia, un salto en la subjetividad de los repartidores que debe ser ampliamente impulsado.
Es decir, la categoría que hoy expresa el recomienzo de las experiencias históricas de lucha del proletariado, también ensaya un recomienzo de la (re)organización sindical que puede ser histórica y decisiva en la etapa actual de la lucha de clases.
Por último, no nos caben dudas sobre lo que puede significar una victoria concreta de los repartidores –la conquista de mejores condiciones laborales–, condición básica para seguir avanzando en la lucha contra las nuevas y viejas formas de explotación del trabajo.
No obstante, tampoco dudamos en resaltar una de las principales lecciones que nos dejó la revolucionaria Rosa Luxemburgo: las principales conquistas de los trabajadores son siempre en materia de conciencia (revolucionaria) y organización (independiente de gobiernos, burocracias y patrones).
¡Viva el “Breque” y la autoorganización de la clase trabajadora!
[1] Parte final de poema “Te quiero” de Mario Benedetti, fallecido poeta, escritor y ensayista uruguayo que hizo parte de la llamada “generación del 45”, que a su vez constituyó la tercera fase del modernismo que se desarrolló hasta los años setenta del siglo XX.
[2] Gonsales, Marcos. Breque dos apps: a ascensão do novo proletariado de serviços, Blog da Boitempo, 2025. https://blogdaboitempo.com.br/2025/04/03/breque-dos-apps-a-ascensao-do-novo-proletariado-de-servicos/
[3] El número exacto de entregadores en el país es extremadamente difícil de calibrar con precisión. Esto se debe a dos razones principales: a) la falta de transparencia por parte de las empresas de plataformas sobre el número de °socios° de las plataformas y b) la elevada rotación de la categoría, en la que intervienen una serie de factores sociales, económicos y políticos. Pero para que tengamos en cuenta el tamaño del contingente social de este nuevo proletariado en el sector de los servicios, la categoría hoy en día, incluso con la ya mencionada dificultad para identificar con precisión el número de repartidores de las plataformas, equivale numéricamente a más o menos el 20% de la mayor categoría laboral del país: el trabajo doméstico, que cuenta con cerca de seis millones de trabajadores empleados, principalmente mujeres negras.
[4] Manzano, Marcelo; Krein, André. A pandemia e o trabalho de motoristas e de entregadores por aplicativos no Brasil. REMIR Trabalho, 2020.
[5] Antes de salir del estadio de Pacaembu, la policía exigió que no se hiciera ruido acelerando las motos, pero nadie obedeció y el ruido era ensordecedor (solamente se detenía conscientemente cuando pasábamos al frente de los hospitales).
[6] Antunes, R. (2014). Desenhando a nova morfologia do trabalho no Brasil. Estudos Avançados, 28(81), 39-53. https://www.revistas.usp.br/eav/article/view/83893