Con la morbosidad propia de los genocidas de los 70′, las botas militares hicieron de un hospital un centro de muerte y tortura. Miguel Etchecolatz fue el jefe que regenteó, con participación personal sistemática, el genocidio en la provincia de Buenos Aires. Allí terminaron sus días decenas de trabajadores de la salud.

Organizaciones de Derechos Humanos, partidos de izquierda y trabajadores del hospital realizaron hoy un acto contra la presencia de ese repugnante criminal.

«Memoria, Verdad y Justicia». «No olvidamos, no nos reconciliamos». Esas consignas, que no por clásicas pierden actualidad, fueron enarboladas en la convocatoria.

«El Posadas es un hospital histórico, donde funcionó el excentro clandestino ‘El Chalecito’ y donde hace unos años se encontraron los restos de un médico desaparecido; es el hospital donde se atiende Nora Cortiñas, donde muchos hijos e hijas hemos sido traídos a la vida por nuestras madres» dijo a Télam una representante de HIJOS.

Y prosiguió diciendo que «por todo esto el repudio a la presencia de Etchecolatz es general. No nos podemos cruzar con los asesinos de nuestras madres y las Madres (de Plaza de Mayo) no se pueden cruzar con este genocida».

Denuncian que detrás de los turnos conseguidos en el hospital hay un intento de tramitar la prisión domiciliaria. Además, sostuvieron que el genocida los consiguió en tiempo récord: apenas unos días mientras en promedio esos estudios de alta complejidad se hacen con meses de espera. “Estamos convocados para repudiar la presencia del genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz que, vía judicial y rapidísimamente, consiguió turnos que cualquier vecino común no pude conseguir en este hospital antes de seis o siete meses”.

El Nuevo MAS de la zona fue parte de la convocatoria de repudio. Días antes había emitido un breve comunicado: