Primeras señales de Massa: beneficios a exportadores y restitución de funcionarios de Guzmán (y de Cavallo)

Tanto por nombres como por medidas, el 'superministro' intentará utilizar el volumen político que no tenían sus predecesores para hacer pasar el duro ajuste que pide el Fondo Monetario.

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Cuando Sergio Massa asuma como Ministro de Economía el próximo miércoles habrá pasado casi una semana desde que se anunció su designación. Tiempo de sobra para que, frente a tan importante giro político, se hayan sobrealimentado las expectativas sobre su próxima gestión.

Sobre todo de aquellos actores económicos -en especial los grandes empresarios y del mundo de las finanzas- que miran con buenos ojos a un personal 100% orgánico del establishment político y económico capitalista como Massa. Las altas expectativas no se verifican por igual en el resto de la sociedad ‘de a pie’, que cada vez observa con más desdén la incapacidad de toda la clase política capitalista de sacarnos del barro de la crisis.

A pesar del hermetismo con que el «superministro» prefirió transitar estos días previos a su asunción formal, algunos trascendidos como comunicaciones oficiales ya dieron un pantallazo de hacia dónde se dirigirá la gestión del tigrense: beneficios para exportadores (el campo en particular), para los bancos (algunos de ellos con estrechos vínculos con Massa) y la restitución de varios funcionarios clave que venían de trabajar con Guzmán en el acuerdo con el Fondo, y que habían sido desplazados por Batakis.

El amigo de ‘los mercados’

Varios trascendidos periodísticos indicaron el sentido de algunas de las primeras medidas que anunciaría el nuevo ministro. Entre ellas se hace especial hincapié en «incentivos» para los sectores exportadores. Se habla puntualmente de tres sectores: el agrario, el hidrocarburífero y el minero.

Con «incentivos» estamos hablando, como es obvio, de que estos sectores tendrán aun más beneficios, a pesar de ser el sector que mayor riqueza concentra en el país. Se profundizará así con lo que el gobierno ya había empezado a hacer con Batakis: ceder ante los reclamos de los sojeros y los agroexportadores que presionan por una violenta devaluación para multiplicar aun más sus ganancias.

Aun habrá que ver que forma toman estos «incentivos». Una posibilidad cierta es que el gobierno oficialice el desdoblamiento cambiario (asegurándole un tipo de cambio más competitivo a los exportadores) en la misma línea del «Dólar soja», pero haciéndolo ahora un mecanismo permanente. Sería una manera mediatizada de convalidar una devaluación o semi-devaluación, contentar a las patronales agrarias y lograr -por fin- que liquiden los dólares que tienen atesorados. El principal objetivo de esta medida sería calmar la montaña rusa del dólar -y la grave escasez de reservas- que se descontroló las últimas semanas.

Tampoco hay que descartar que como parte de estos «incentivos» se apliquen rebajas de impuestos, de retenciones o algún otro beneficio fiscal. De esta manera, se avanzaría aun más en la ya extremadamente regresiva carga impositiva en nuestro país, bajándole impuestos a los más ricos (que ganan en dólares) mientras los ingresos de la mayoría de la población siguen en caída libre.

Párrafo aparte se merece la oda al subdesarrollo y atraso económico de la clase dirigente Argentina: no se les cae otra idea que no sea el extractivismo. La única forma de generar dólares sería reventar los recursos naturales en todas sus formas: con el avance del agronegocio, la minería contaminante y el fracking.

Otra de las medidas que ya se rumorean sería la emisión de un nuevo bono en pesos pero con una tasa de interés real positiva, con el objetivo de absorber parte de la masa de pesos circulante y desacelerar la inflación. Si para calmar al dólar se busca beneficiar a los exportadores, para calmar «al peso» (la inflación) los beneficios serán para los bancos.

A este respecto y en línea con lo que exige el FMI, el gobierno ya venía dando pasos en ese sentido. Como la fuerte suba de 800 puntos básicos a la tasa de interés de referencia que instrumentó el BCRA la semana pasada. El bono que piensa Massa -de gran cercanía con los banqueros privados que operan en el país, en particular con Brito/Banco Macro- continuaría e incluso profundizaría esta línea, no sólo a través de una muy conveniente tasa sino con garantías contra la inflación. Como es sabido, esta política suele implicar un enfriamiento de la actividad económica por el encarecimiento del crédito.

‘Expertos’ del acuerdo con el Fondo

Otra señal de importancia que Massa envía en la previa de su asunción tiene que ver con los nombres (estos sí anunciados oficialmente) que integrarán su equipo económico. En este punto, el dato es la continuidad: volverán a sus cargos algunos de los funcionarios más relevantes de la gestión de Martín Guzmán.

El Secretario de Hacienda será Raúl Rigo, que negoció junto a Guzmán tanto la reestructuración de la deuda privada como el acuerdo con el FMI. Sea con Guzmán, con Batakis o con Massa, el acuerdo con el Fondo para el gobierno es intocable, y sigue siendo la base de cualquier plan económico. Lo que significa la continuidad del ajuste. Para instrumentarlo, Massa se rodea nuevamente de aquellos que lo diseñaron.

Los otros funcionarios anunciados son Jorge Domper y Claudia Ballestrini. El primero es un funcionario de larga carrera en el Estado, como tesorero de la Tesorería General de la Nación. Ballestrini, por su parte, ingresó a la gestión pública en la Subsecretaría de ingresos públicos, de la mano de Alfonso Prat-Gay, en los comienzos del gobierno de Macri. Continuó en ese cargo hasta la llegada de Batakis, y ahora retoma ese lugar menos de un mes después de haber sido desplazada.

Massa los anunció hablando de «mantener orden y control en las cuentas públicas», lo que va perfectamente en línea con el ajuste fiscal que exige el Fondo. En los tres casos se trata de funcionarios más técnicos que políticos, con experiencia en gestionar los presupuestos del Estado. Serán quienes tengan que instrumentar de manera efectiva las medidas de ajuste.

En las últimas horas también se conoció el nombre de Daniel Marx, un archiconocido en la troupe de economistas neoliberales de nuestro país con amplia trayectoria en la función pública, específicamente en el ámbito de la deuda. Fue funcionario de Menem y de De La Rúa. Bajo el gobierno de este último, Marx fue uno de los responsables de diseñar el «megacanje» que aumentó sideralmente el monto de la deuda externa en 2001, apenas unos meses antes de que todo estalle. Su presencia en el gobierno expresa un giro netamente conservador en la política económica.

Tanto por nombre como por medidas, todo indica que la llegada de Massa al gobierno abre una etapa más corrida a la derecha en el oficialismo. El ‘superministro’ intentará utilizar el volumen político que no tenían sus predecesores para hacer pasar el duro ajuste que pide el Fondo Monetario.

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