A seis años de esa gesta heroica contra los despidos, les compartimos dos artículos que tratan de sacar las conclusiones y enseñanzas para que sirvan de insumo a las nuevas generaciones de activistas, que están enfrentando un redoblado ataque de las patronales y el gobierno de Milei contra las conquistas logradas.
En los textos se van desgranando las principales enseñanzas, en primer lugar como unificar a los que quieren pelear para desarrollar una acción de lucha, porque si de entrada se propone «no luchar» y hacer «presentaciones legales» directamente tiraste la toalla antes de empezar.
El estado de ánimo de los trabajadores, el rol traidor de la burocracia, el marco político general, el acampe como centro coordinador de la lucha que permitió una gran campaña de solidaridad, la pelea de tendencias y el boicot mezquino de otras corrientes en la lucha, el rol del partido para hacer avanzar la conciencia de clase en los activistas más avanzados, en fin un verdadero «manual del luchador clasista» que sólo se puede escribir siendo protagonista de los acontecimientos de la lucha de clases.
Pilkington | Una lucha que recién comienza
Son las 5 AM del 14 de enero del 2019, la cita es en una estación de servicio cerrada (Macrisis mediante) en Av. Ader y 5 de Julio en Munro. El lugar elegido queda a pocos pasos de la fábrica Pilkington dedicada a la producción de parabrisas y autopartes de vidrio para las terminales automotrices. En un abrir y cerrar de ojos caminando, en colectivo, en auto o moto se junta una pequeña multitud, que rompe la monotonía de la madrugada, los vecinos que salen para ir a sus trabajos miran la escena y no saben si es un sueño o es la realidad. Algunos se animan y preguntan “¿qué pasa?”, “hay despidos en Pilkington” responden los trabajadores afectados, mientras siguen su camino alguno masculla “que gobierno de mie…”.
Acompañando solidariamente a los trabajadores despedidos se encuentran trabajadores organizados en la Corriente Sindical 18 de Diciembre, y jóvenes de la juventud del Nuevo MAS y las Rojas, conformando una aguerrida delegación de más de un centenar de compañeros. También se encontraban grupos de otras organizaciones sociales y políticas.
Hay cierto nerviosismo e inquietud durante la espera, cuando se hace la hora comienzan a sonar los redoblantes y los bombos, se levantan las banderas y las pancartas, y se arranca la marcha. El barrio se despierta con los cánticos reclamando la reincorporación de los despedidos, la columna se detiene frente a la fábrica y comienza el bloqueo de las puertas y portones de acceso.
A medida que los trabajadores van llegando, los despedidos hablan con sus compañeros y explican lo que ocurre: “si pasan nuestros despidos, la patronal va a venir por todo”, “por el convenio y las conquistas”, el mensaje es claro “hay que luchar”, “hagamos una asamblea para decidir entre todos”, “hoy no tiene que entrar nadie”.
De a uno, de a dos y de a grupos, la acción consciente de los despedidos va teniendo resultados y los compañeros no entran a la fábrica y se juntan para debatir en la asamblea. Hay desconcierto y miedo, pero también bronca, la cabeza es una coctelera. “¿Y los delegados, el sindicato?” pregunta alguien; “dicen que hay que laburar, que no se puede hacer nada”, “nos dejan en banda, como siempre”, “son cómplices de la patronal” responden otros. Y entonces “¿qué hacemos?”, los despedidos contestan “hay que pelear sino, después va a ser peor”. La asamblea es tensa, los argumentos van y vienen, son momentos decisivos en los que los trabajadores se transforman en sujetos de su historia, donde tienen en sus manos la posibilidad de cambiar el rumbo de los acontecimientos, enfrentando las decisiones de la patronal que quiere por todos los medios mantener el control de sus vidas, para seguir explotándolos a su gusto.
Así, mirándose a los ojos y debatiendo abiertamente es como se puede forjar la unidad para luchar, es la base de la democracia de los trabajadores, se discute, se propone y se vota. Los despedidos proponen que no se entre a trabajar, se instale un acampe en los accesos y se exija la presencia de los delegados y el sindicato, la mayoría vota afirmativamente. Una alegría mesurada recorre a los despedidos y a todos los que están haciendo el aguante, sin pérdida de tiempo se empiezan a colocar las carpas del acampe, como para dar la señal a la patronal de que “vamos a dar pelea”.
Por la tarde la escena se repite, aunque con algunos cambios. La patronal avisó que el ingreso se haga por detrás de la planta, custodiando los accesos se encontraba un fuerte operativo de la policía provincial, pese a los llamados de los empleados jerárquicos y delegados vendidos apretando a los trabajadores, nuevamente se logró frenar la entrada y realizar una asamblea que luego de un tenso debate adoptó las mismas resoluciones del turno mañana.
Alguien dice “esto recién empieza”, y tiene toda la razón. Es el primer round de una larga lucha. Luego la historia cambiaría, la patronal redobló los aprietes, la presión fue infernal con amenazas de todo tipo, recursos humanos, líderes, buchones y delegados vendidos se dedicaron a amedrentar a los compañeros para que entren a trabajar, contrataron combis para que nadie pueda parar a los compañeros, todos estos aprietes más la presencia intimidante de la policía hicieron mella en los trabajadores y entraron a laburar.
El conflicto recién entra en su tercer día, todavía es prematuro dar una definición, la actitud de los trabajadores ha sido muy buena, la decisión de no entrar el primer día demuestra las reservas de lucha que poseen, entendiendo todo lo malo que puede venir si pasan estos despidos. Hay una pelea abierta por la cabeza de los compañeros, la patronal mete miedo y presiona; del otro lado están los despedidos y los activistas para convencerlos de pelear. Hay dos bandos que pujan, en un primer momento el fiel de la balanza fue para un lado y luego fue para el otro.
La acción firme y decidida de los despedidos fue el factor clave para logar el paro en un primer momento, aunque después no alcanzó quedó demostrado que fue correcto jugarse de entrada por una acción de lucha, el bloqueo y la pelea de los despedidos para convencer de que la salida es pelear, de que se tienen que hacer cargo de su destino, los coloca ahora en mejor situación para seguir el conflicto, lo contrario hubiera terminado antes de empezar, tener una actitud light de no lucha, con el argumento de no confrontar con los trabajadores dejando que entraran a trabajar enterraba desde el primer día el futuro del conflicto.
La pelea sigue recontra abierta. Se trata de mantener con firmeza el camino de la lucha, manteniendo el acampe, realizando acciones como marchas y actos o festivales en la puerta de fábrica para difundir el conflicto, trabajar a full el fondo de lucha y lo más importante es profundizar el diálogo con los que están adentro, para en el momento oportuno lograr una acción unificada que logre cambiar la relación de fuerzas.
El conflicto en la Pilkington es una pintura de lo que le ocurre a los trabajadores a lo largo y lo ancho del país, al compás de la profundización de la crisis económica que está produciendo una brutal recesión en la industria. Los despidos o directamente cierres de fábrica son moneda corriente, la patronal llora miseria y descarga la crisis sobre los laburantes, y aprovecha para “cepillar” los planteles preparando el terreno para una reforma laboral de “hecho”. Hay infinidad de lugares donde se está peleando, la resistencia está atomizada y aislada por responsabilidad de la burocracia sindical, mientras algunos traicionan abiertamente, otros como Moyano y Yasky organizan marchas de antorchas o peregrinaciones a Luján, esquivando el enfrentamiento con el gobierno, garantizando que gobierne sin mayores sobresaltos hasta las elecciones, rosqueando para posicionarse en la interna del peronismo, llevando todo el descontento para el lado electoral con el slogan “vota bien”, sin importarles que en el camino están quedando miles de trabajadores en las calles y millones que ni siquiera llegan a fin de mes.
En ese marco nacional la tarea de la izquierda y los agrupamientos clasistas es jugarse a fondo para que ganen las luchas. Desde la Corriente Sindical 18 de Diciembre proponemos a las comisiones internas y delegados combativos, al Plenario Sindical Clasista y otros agrupamientos desarrollar una campaña de apoyo y solidaridad con el conflicto de los trabajadores de Pilkington para que su lucha triunfe.
Héctor “Chino” Heberling
Corriente Sindical 18 de Diciembre
Pilkington: algunas conclusiones de la experiencia
Por Rodolfo Torres
Un gobierno fracasado pero agresivo
El gobierno de Macri vive en crisis desde las jornadas de diciembre del 2017, donde obtuvo un triunfo pírrico –impuso una reforma jubilatoria– y una derrota estratégica: los mercados empezaron a desconfiar en su capacidad de derrotar al movimiento de masas y este mostró sus reservas de lucha.
Las corridas contra el peso que se iniciaron en abril del 2018 (17$ por dólar) y que llevaron al dólar a $46 en menos de un año son la manifestación de esa desconfianza.
Los acuerdos con el FMI impusieron una lógica de ajuste sin fin y sin anestesia.
El gobierno es un fracaso total, pero esto no lo hace menos agresivo: “vamos a pulverizar el salario, a un ajuste brutal, vamos a impulsar una recesión brutal, vamos a descargar la crisis sobre los trabajadores” ese es más o menos el mensaje que transmitió el gobierno a los empresarios.[1]
Despidos y persecución
La ola de cierres de empresa, de despidos, suspensiones y de cambio de las condiciones de trabajo no tiene pausa desde finales del año pasado.
La reforma laboral de hecho, gremio por gremio, fábrica por fábrica, es la forma en que descargan las empresas la crisis sobre los trabajadores con el aval explícito del gobierno.
En la Pilki esta política tenía un obstáculo, una mediación: el activismo y la Lista Marrón como expresión de lo mejor de la lucha del 2009.Por eso, para ir al ajuste, al cambio de convenio y de condiciones de trabajo, la empresa debía sacar al activismo de la fábrica.
La mejor demostración que su premura era más política y no económica es que hasta el momento no avanzó con las condiciones de trabajo de forma cualitativa[2]. Recordemos que el convenio de Pilkington es en lo económico el doble que el nacional por ejemplo.
Los despidos responden a razones políticas, es decir, son persecutorios y discriminatorios del activismo, obvio, la excusa perfecta es la recesión y la crisis de la industria.
Pero en Pilkington más que una crisis estructural, lo que hay es una baja de ventas. La patronal quiere ir a un aumento de la productividad vía el aumento de la explotación lisa y llana, y sacar conquistas de los trabajadores.
La coyuntura en el movimiento obrero
En los lugares que dirige la burocracia, podemos ver que los cierres, los despidos y las suspensiones pasan casi sin resistencia; es ella la garante de que pasen. Esta es casi una norma general. En cambio donde hay activismo independiente, delegados, internas o gremios independientes, hay lucha y resistencia. Se gana o se pierde pero hay lucha.
Esto remite a tres cuestiones distintas. Por un lado, el rol de las direcciones: donde hay direcciones independientes, hay resistencia; donde está la burocracia, se entrega todo sin pelear.
Pero por otro lado, remite a la coyuntura particular que vive el movimiento obrero. Los despidos son un mecanismo disciplinador social terrible. El quedarse sin trabajo es como estar muerto: una muerte social. Esto hace que los compañeros se pongan mucho más conservadores: se aferran a la máquina, al puesto de trabajo. Cosas que ayer les parecían intolerables, ahora les parecen aceptable[3]. El despido de un activista que hasta ayer era irritante, ahora se justifica porque “si te pagan todo, es legal”…
Además también hay un factor político: se vienen las elecciones y el voto se ve como el mejor instrumento y el menos costoso para cambiar las cosas. “Para que vamos a pelear, con todo lo que esto significa, si faltan pocos meses para las elecciones y estos ya se van…”, esto lo que piensan muchos compañeros y un factor más para no resistir que lleva a cierta parálisis del movimiento obrero.
Esto no quiere decir que no haya una bronca terrible contra Macri e, inclusive, contra las direcciones burocráticas.
Pero termina pesando el factor conservador, agarrar la indemnización: mejor “agarremos ahora y después veremos…”.
Unir a los despedidos y la asamblea como método
Los telegramas llegaron cuando los compañeros estaban en sus justas vacaciones. Intentar unir a todos los despedidos y emprender una lucha colectiva fue la primer pelea y una constante durante los más de 100 días de acampe.
Obvio que entre los compañeros hay distintos pareceres y la única manera de resolverlos es actuar colectivamente y desarrollar la democracia de los trabajadores; no cambia la cuestión que los despidos sean 100 o 10: la asamblea y democracia obrera son el único método para zanjar las diferencias y hacer la experiencia con las resoluciones votadas. Es elemental respetar las resoluciones votadas.
Junto con esto hay que destacar la actitud, el aguante de los compañeros, la voluntad inquebrantable de luchar hasta las últimas consecuencias, cosa que sigue hasta el día de hoy.
Sin esa determinación, sin esa decisión política consciente tampoco se hubiese mantenido el acampe 100 días y no se seguiría luchando hasta el día de hoy.
Asamblea y paro
El 14 de enero los trabajadores despedidos acompañados por la Corriente Sindical 18 de diciembre y la juventud del Nuevo MAS, fueron a las puertas de la empresa a hablar con los compañeros e intentar hacer una asamblea afuera de fábrica, lo cual se logró, pese a las presiones de la patronal, los delegados carneros y la policía.
La asamblea resolvió parar en rechazo a los despidos y en solidaridad con los compañeros. A la tarde la asamblea estuvo más peleada pero también se votó el paro y la solidaridad. Ya en el turno noche la empresa puso combis y un operativo policial enorme y no se pudo parar.
La relación de fuerza dio hasta ahí, no se podía forzar más, el riesgo era dividir la fábrica por la base. Estas asambleas conjuntas fueron exigidas a los delegados. Se exigió pero también se peleó hombre a hombre para que se hagan, obvio los delegados patronales no participaron y llamaban a no ir. Luego se pudo parar ADC una vez.
La exigencia no puede ser convertida en estrategia, hacerlo es capitular. La exigencia es una táctica más, es una herramienta pero no la única. También hay que usar la denuncia, el escrache, la imposición por abajo, etc.
Unir la fabrica para luchar
Durante los 100 días que duró el acampe se hicieron varios volantes, se dialogó con los compañeros de adentro, se hicieron colectas, la solidaridad se mantuvo todo el tiempo; los escraches en los baños y los papelitos que circularon todo el tiempo son la muestra de la simpatía y la solidaridad. Pero la relación de fuerzas no daba para volver a intentar parar planta Munro.
La campañas de la patronal y los delegados vendidos contra los compañeros de adentro que apoyaban a los despedidos se hizo intensa. Hubo escraches, wasapp y volantes denunciando con nombre y apellido a los compañeros solidarios y acusándolos de querer provocar el cierre de la fábrica. La campaña de terror llegó a su clímax.
Las provocaciones de los delegados incluidas las amenazas de muerte fue toda una política divisionista que llevaron los delegados por orden y cuenta de la empresa.
A pesar de todo esto un sector mayoritario mantiene el apoyo a los compañeros, pero por el momento pasivo.
Una cautelar favorable hubiese significado sacarle el único argumento que le queda a la patronal y sus lacayos: los despidos son “legales”…
El aspecto judicial se pensó como una herramienta más para intentar dar vuelta la relación de fuerza adentro, no como una solución en sí misma. Lamentablemente, también por el clima político general del país, las cautelares fueron denegadas por el momento.(Ver Abajo)
Acampe y solidaridad de clase
Ese mismo día 14 de enero se decidió montar el acampe. No solo era el símbolo cotidiano de la lucha que veían todos los compañeros. No solo era un puñal clavado a la empresa, sino que el acampe fue el centro organizador de toda la lucha, todas las iniciativas salían de ahí y se organizaron allí.
El acampe además permitió poner en acción otra pata fundamental de la lucha: la solidaridad de clase.
Todos los días distintos trabajadores de la zona se quedaban charlando, aportaban con lo que podían, con plata , con comida, con pan o facturas, los vecinos colaboraron incondicionalmente. La infinidad de recorridas con el fondo de lucha a los distintos lugares de trabajo (Astilleros, FATE, Ford, Garrahan, etc.). La solidaridad del movimiento estudiantil, etc. El acampe puso en acción el apoyo político de los trabajadores con la lucha contra los despidos que se manifestó en el fondo de lucha pero también en la simpatía generalizada con la lucha.
Apoyarse en ese factor dinámico fue fundamental en todo sentido, también es lo que explica que no pudieron desalojar el acampe, que tampoco pudieron reprimir en las acciones que se llevaron acabo en el centro y la repercusión política y mediática que tuvieron.
Otro aspecto muy importante y destacable fue la conformación de la comisión de mujeres; las compañeras de los compañeros despedidos que se pusieron la lucha al hombro y conquistaron un inmenso fondo de huelga.
100 días de aguante
Esta primera etapa duró 100 días:100 días de una experiencia extraordinaria de una camada de jóvenes obreros, con la juventud de nuestro partido. Una generación muy joven, muy inexperta, pero que se mostró a la altura de los acontecimientos no solo por lo que significa compartir la lucha y la vida cotidiana con los trabajadores las 24 horas del día durante 100 días, sino por el compromiso militante con la infinidad de actividades que se desarrollaron. Un acampe que fue ejemplo de coherencia y abnegación militantes.
Pero hay otra aspecto a destacar: un grupo pequeño de despedidos, de una fábrica también relativamente pequeña, apoyados por un partido muy juvenil, con una política correcta, pudo instalar un conflicto en la agenda de la vanguardia y mas allá: se logró instalar en los grandes medios.
Se logró molestar al gobierno, se logró la solidaridad de un gran arco político, sindical y social. Y, sobre todo, se pudo empalmar con un gran sentimiento contra los despidos.
Es decir: una cantidad pequeña de luchadores obreros con una política correcta, con el apoyo de un partido juvenil, con una política revolucionaria, es una gran palanca que puede hacer grandes cosas.
Tenemos el orgullo de haber pasado modestamente esta pequeña pero real prueba que nos puso la lucha de clases.
Como muestra basta un botón
Esta lucha muestra algo muy importante y que en este momento es muy importante destacar: la recomposición obrera sigue presente. Para decirlo de otra manera: desde el Argentinazo a esta parte surgió una vanguardia que tuvo muchos avatares y momentos, pero que claramente, como lo muestra la lucha de Pilkington, hay una acumulación de experiencias que se traducen en organización, conciencia, y es claramente un haber para el conjunto del movimiento obrero.
Esta vanguardia prefigura, de alguna manera, lo que puede dar la clase obrera si se termina de configurar un ascenso obrero en los próximos años.
[1] Las formas en que se descarga el ataque son distintas desde el cierre y el despido directo, hasta el más “sofisticado” de los PPC ( Procedimiento preventivos de crisis).
[2] Aumento la producción solo en un horno un 15 % y esto solo después de haberse levantado el acampe.
[3] Como ejemplo digamos que en VW las suspensiones mensuales se pagan actualmente a un valor del 53% del salario, cuando lo habitual era que es se paguen entre un 70 y 80 % del salario.