
“Hay que prohibir la actividad PARTIDARIA en la Universidad. Ahí solo se estudia y mucho más si es estatal porque hay mucho pobre que nunca irá, pagando impuestos a lo pavo para que otros estudien”. Esto dijo Espert en su cuenta de Twitter.
Me dejó pensando en cuantas personas deben pensar como él. Recordé que yo mismo había dichos cosas similares cuando arranqué la facultad. Es por eso que, en vez hacer lo que haría en otras ocasiones (tirarle con una ametralladora de argumentos) voy a dedicarme simplemente a contar mi historia. La de un pibe laburante (pobre como le gusta decir a Espert) que sí pudo ir a la universidad.
Cuando pisé por primera vez la universidad, me recibió un barbudo vendiendo torta. En ese momento, trabajaba subido en una bicicleta, recorriendo almacenes por barrios de calles de tierra, gente laburante y perros feroces. Llegaba a la universidad cansado, pero cada vez que veía mi pantalón manchado de barro, me impulsaba a seguir estudiando.
A ese barbudo y a otros similares me los seguí cruzando durante mi primer año de facultad. Los odiaba a todos ellos. Odiaba sus carteles hablando de otros países, odiaba sus consignas románticas. Odiaba que siempre estén vendiendo torta, pan relleno o periódicos en contra del capitalismo. Yo sentía que a mi todo me costaba muchísimo y que ellos no se estaban esforzando lo suficiente. Que, en vez de hablar mal del capitalismo, de la decana de la facultad y de la pobreza, podían ponerse a estudiar y trabajar para progresar como lo hacía yo y tantos otros.
Algo pasó en segundo año. En introducción a la sociología leí a Marx… Todavía mis neuronas se están recuperando del mazazo que significó leer La ideología alemana, La acumulación originaria y El manifiesto comunista.
Todo lo que había pensado del mundo, de la vida, de como hay que vivirla, era una reverenda estupidez. Hay una clase que vive de nosotros. No siempre fue así y puede dejar de serlo en un futuro. Las ideas de muchos de los pensadores que me gustaban, en realidad, eran una justificación de esta desigualdad.
Mi mente estaba llena de conceptos que servían como guardianes del status quo. Fue como darme cuenta que la película Matrix se quedaba corta, que la dominación de una aplastante mayoría del mundo por un puñado de multimillonarios y sus gobiernos ya era una realidad. Y que justamente se alimentaban de nuestra energía, de nuestra fuerza de trabajo.
¿Cómo podían dejar que se leyera a Marx? ¿Qué cualquier pibe laburante como yo leyera este partecerebro? La respuesta llegó del lugar menos pensado. Un volante de los barbudos decía que “en el año 2000 el ministro López Murphy quiso arancelar las universidades y el movimiento estudiantil acompañado por los docentes, tomaron todas las facultades, derrotaron esta avanzada privatizadora y lograron echar a López Murphy”. No lo podía creer, gente como ellos, a quien yo había odiado en secreto, a quien veía como vagos Quijotes románticos que malgastaban su tiempo, habían posibilitado que yo pudiera estudiar y leer a Marx.
Después descubrí que el movimiento estudiantil fue victima de la dictadura militar y que acompañó desde siempre a las Madres y Abuelas para meter presos a todos los genocidas. Descubrí que para que yo, un pibe laburante, pueda ir a la facultad, leer a Marx y descubrir el mundo, hubo miles de estudiantes desaparecidos y cientos de años de lucha. Luego de darme cuenta de todo esto, empecé a militar en mi facultad ¿Podría haber echo otra cosa? Tenía que hacer algo por los otros pibes laburantes que no pueden venir a la facultad. Tenía que lograr que cada vez más de los pobres, de los que tanto habla Espert, lean a Marx.
Cuando Espert dice que hay que prohibir la militancia política en la facultad porque hay muchos pobres que la pagan con sus impuestos y no puede ir, se contradice en el acto. Justamente, como todavía hay tantos trabajadores que no pueden ir a la universidad es que hace falta más militancia, no menos. Espert quiere una universidad para pocos, por eso quiere barrer a todos los que le hacen frente a su proyecto. No le molesta la política en la universidad, eso sería ridículo partiendo de la base que hay todo tipo de contenido político en todas las áreas del conocimiento. Lo que le molestan son los pobres, los laburantes en la universidad.
Cuando uno ve que Espert quiso ir en una misma lista en las PASO con López Murphy, entiende todo. La declaración de uno se corresponde con las acciones del otro.
Afortunadamente el movimiento estudiantil sigue firme y se demuestra en las enormes campañas militantes para centros de estudiantes que vimos la semana pasada. En todas las facultades se ven carteles rojos que denuncian al FMI, al ajuste a la educación, pintados por varios barbudos y compañeras del movimiento estudiantil. Mientras siga habiendo militancia, los que quieren a los laburantes fuera de la Universidad, van a estar complicados.