Filosofía e historia

Nietzsche, Marx y la Commune de París IV

“Las revoluciones tienen necesidad de Libertad, ese es su objetivo y necesidad de Autoridad, ese es su medio”

(Victor Hugo, 1871)

Nietzsche y la “Cuestión obrera”:

Uno de los biógrafos más serios y piadosos, Curt Paul Janz, concluye su primer volumen con la afirmación que Nietzsche “no percibía, ni percibió nunca, la llamada ‘Cuestión Obrera’ como un problema inmediato”. Janz reconoce que Nietzsche en Basilea “sólo se relacionaba prácticamente con las familias patricias” y que por esta alienación social “toda esa temática estaba muy alejada del círculo de sus ideas, y por eso, en su obra como en sus cartas, sus tomas de posición frente a la ‘Cuestión Social’ son más bien escasas y se caracterizan por una información unilateral.”[1] Es una idea muy común en el Nietzschéisme la radical distancia olímpica de Nietzsche con respecto a la Política y ni hablar de la Arbeitsfrage, la cuestión social candente en su tiempo.[2] Pero nada más alejado de la realidad y de sus textos. En la primera mitad de fines del siglo XIX la llamada Arbeitsfrage irrumpió con “pavorosa importancia” en la agenda de la forma republicana burguesa de dominio. Según el sociólogo Ferdinand Tönnies, socialdemócrata que había hecho un importante estudio sobre el culto a Nietzsche, en su libro Die Entwicklung der sozialen Frage (El desarrollo de la Cuestión social de 1907)[3] la define como “el conjunto de problemas que se plantean por la cooperación y convivencia de clases, estratos y estamentos sociales […] los cuales se encuentran separados entre sí por sus hábitos de vida y por su ideología y Visión del Mundo […] en nuestro tiempo la Cuestión social, con su importancia verdaderamente pavorosa, ocupa la atención de todos los filósofos y pensadores del Mundo”.

Para los contemporáneos de Nietzsche la soziale Frage designaba el problema de un nuevo tipo de pobreza que se diferenciaba de la miseria endémica y las hambrunas medievales, ya que era efecto directo de la lógica económica basada en la anarquía productiva y el desequilibrio con la distribución de la riqueza. Era el efecto necesario de la lógica del Capital. La paradoja más evidente era que la Humanidad generaba una riqueza sin precedentes en la Historia con un pauperismo nuevo en los mismos sujetos que la generaban: los trabajadores asalariados. En sí misma la Cuestión social era un problema general de la Europa industrializada del siglo XIX, lo que era peculiar en la Alemania recién unificada como Reich era el intento de resolverla con intervención autoritaria del Estado, medidas legales y de política social, el Volksstaat guillermino, que prefigurará el Estado de bienestar post 1945 y el Populismo tercermundista. Estas medidas populistas-conservadoras las emprendió el mismo Bismarck entre los años 1860 y 1870, basándose en contenidos teóricos desarrollados por economistas e historiadores sociales pertenecientes una corriente denominada Kathedersozialisten (socialistas de cátedra); consecuentemente su doctrina se bautizó como Staatssozialismus (Socialismo de estado). La teoría económica estricta se basaba en un intento de ser la punta de lanza “contra el lado sombrío del Liberalismo, contra la Manchestería (Manchestertum) materialista y contra el optimismo acrítico y doctrinario de los socialistas”. El Populismo estatista de corte bismarckiano no era una estrategia a largo plazo, sino una reacción táctica al crecimiento de la izquierda y al movimiento obrero organizado, eran reformas para “bloquear”, suprimir o al menos integrar al Estado cesarista-monárquico a partidos socialistas y sindicatos de clase. No es casualidad que Bismarck tuviera como cínico motto aquello de “contra los socialistas sólo sirven los soldados”.[4] En política social un Bismarck sagazmente preventivo se dispuso a “erradicar los males sociales estructurales”, y elaboró una serie de reformas que incluía un “sistema centralizado y unificado de seguros, que protegerán a todos los grupos económicamente débiles, incluidos los jornaleros del campo, de los peligros esenciales que amenazan su vida y les garantice indemnizaciones y ayudas.” En una serie de decretos otorgó un seguro contra las enfermedades e invalidez, para la vejez (jubilación), etc. En política laboral creó el famoso y polémico Recht auf Arbeit (Derecho al Trabajo), una ley que entró en vigencia en 1869, que buscaba reducir el nuevo tipo de desempleo e incluso generar oportunidades laborales de empleo público a través de bolsas de trabajo.[5] Aunque parecía revolucionario, Kautsky reconocía que en realidad “el ‘Derecho al Trabajo’ es, por lo tanto,una consecuencia necesaria del modo de producción moderno, es una de sus condiciones de vida.” Para Nietzsche, sed contra, la recete de Bismarck, a pesar de su temprana admiración hacia su Gran Política, era un reformismo populista inaceptable y suicida.

Para darnos una pista de la efectividad real de estas medidas en 1894, después de casi 30 años de aplicar su política, el desempleo en el Segundo Reich era tan sólo de un 2%. ¿Cuestión social, Arbeitsfrage, derecho al trabajo… le importaban al filólogo Nietzsche estos problemas de vida o muerte para la mayoría de los pensadores de su época, o seguía insensible a la cuestión social, como sostiene su biógrafo Janz y el Nietzschéisme en general? Después de vivir en carne propia el surgimiento vigoroso del movimiento obrero alemán en Leipzig, convivir con el conflicto social más importante de la Basilea moderna (las huelgas salvajes de 1868/1869) y el despliegue del congreso de la odiosa “Hidra Internacional” (como llamaba despectivamente a la Iº Internacional), un Nietzsche estresado tiene unas vacaciones en Lugano. Allí en el cuaderno VII (fines de 1870-abril de 1871) escribe amplios comentarios sobre la cuestión social, la lucha de clases, reflexiona sobre su teoría del Poder y el Estado, fragmentos que no serán incorporados, por sugerencia de Richard Wagner y su musa Cósima, a su primer libro El Nacimiento de la Tragedia.

Debemos señalar que la “Grecidad” (tanto en Schopenhauer como en Wagner, Burckhardt y en muchos ideólogos reaccionarios contemporáneos de Nietzsche) es una categoría filosófico-política, que funge como filo de la Kulturkritik a la Modernidad burguesa y principio de legitimación de autores, épocas, instituciones, superestructuras y regímenes históricos. La primera tarea que se propone Nietzsche es justamente desmantelar, deconstruir, la idea sobre Grecia que tiene la Modernidad burguesa (vía el llamado Neohumanismo de los Graecophiles como Winckelmann) como aquel lugar dorado de la “jovialidad serena”, del “bienestar inmutable”, del “imperio de la Lógica y la Razón” y de la legendaria democracia ateniense.[6] La Grecia de Sócrates y Eurípides es auscultada por Nietzsche con un ojo constantemente fijado en la situación caótica de la Europa de su tiempo y, en particular, de Francia, devastada por un permanente ciclo revolucionario, cuyo culmen momentáneo era la Commune de París. Sólo así pueden entenderse anacronismos inverosímiles que aparecen una y otra vez en El Nacimiento de la Tragedia y en su Nachlass, como cuando llama a Sócrates “plebeyo” y “revolucionario”[7] o a Eurípides portavoz del “quinto estado”, de la “Oclocracia”[8] nombre despectivo con que los aristócratas denominaban a la polis basada en el voto mayoritario. La Oclocracia era una degeneración plebeya, o en palabras de Polibio “la tiranía de las mayorías incultas”, la mobile vulgus. Para Nietzsche la polis de Atenas, en contraposición con el Staat dórico (Creta y Esparta) era una decadente Ochlokratie, incompatible con la generación de genios, tarea culmen de la Vida. El objetivo de la próxima revolución reaccionaria, auténticamente alemana, será recomponer la verdadera (y natural) imagen trágica y pesimista que poseía la verdadera esencia helénica (dórica) y su adecuada expresión en el mismo Estado.

Y en este renacer de lo trágico en su totalidad juega un papel exclusivo el Segundo Reich de Bismarck: “El Socratismo (Socratismus) de nuestra época […] no tiene el sentido de la Patria, sino sólo del Estado. Insensible hacia el futuro del Arte germánico”.[9] Nietzsche no tiene dudas que Deutschland als eigentlicher Orakelsitz der Kunst (Alemania es la auténtica sede del oráculo del Arte).[10] En Nietzsche este trabajo recompositivo de la “Grecidad” auténtica es generado (y constantemente retroalimentado) por contraposición a todo aquello que hay de afeminado, amanerado y débil en el mundo del Capitalismo, por todos aquellos rasgos que se opongan por contraste al Genius, a la Aristocracia natural. Este “granadero prusiano” estaba apasionadamente entregado a la agenda de su tiempo, se puede comprobar con tan sólo recorrer sus lecturas y cuadernos de notas de esos años. Nietzsche no sólo lee temas de su especialidad (Filología clásica), no sólo descubre a Schopenhauer en clave aria (“Schopenhaueres el filósofo de un clasicismo reanimado, de un Helenismo germánico”), sino mucha Historia moderna e incluso Literatura política. Sobre la guerra franco-prusiana (1870/71), preámbulo de la Commune, Nietzsche no tiene problema en realizar analogíasanacrónicas entre lo prusiano-griego: “podría imaginarme que se ha hecho la guerra, de parte alemana, para liberar la Venus del Louvre, como una segunda Helena. Esta sería la interpretación pneumática de esta guerra”.[11] O cuando comparando el nacimiento del Segundo Reich de Bismarck con… ¡las guerra médicas! afirma que “Der Mythus der Germanen ist dionysisch (el Mito de los germanos es dionisíaco)”[12] Otro título tentativo a su libro sobre la Tragedia del verano de 1871 es revelador: Nietzsche pretendía titularlo Die Wiedergeburt Griechenlands aus der Erneuerung des deutschen Geistes. (El renacimiento de Grecia a partir de la renovación del Espíritu alemán). Más adelante anota: “Wir sind der Kultur zugekehrt: das “Deutsche” als erlösende Kraft! (Nosotros nos interesamos por la Cultura: ¡lo Alemán como fuerza redentora!)”[13] En una nota recopilatoria anuncia que “wir müssen ungeheuer zurückgreifen zum deutschen Menschen” (debemos hacer un esfuerzo gigantesco para recuperar al Hombre alemán), para producir “el retorno del Espíritu Germánico sobre sí mismo (Rückkehr des germanischen Geistes zu sich selbst)… Al mismo tiempo la Filosofía más seria: Kant y el Ejército alemán (Gleichzeitig die ernsthafteste Philosophie: Kant und das deutsche Heer.)”[14] Una síntesis epocal que preanuncia el Eterno retorno de su madurez, recapitulación total que requería la mediación de la Filosofía kantiana y la victoriosa organización del ejército de Bismarck.

El Nacimiento de la Tragedia (1872), su primer libro, era el manifiesto del partido reaccionario, el Wagner Partei. Sabemos cómo fue el desarrollo interno de este extraño libro “sobre los griegos”: a principios de 1870 Nietzsche da dos conferencias públicas en el museo de la universidad invitado por la influyente y conservadora Sociedad Académica Libre: Die grechische Musikdrama y Sokrates und die Tragödie. Se las envía de regalo a los Wagner, quienes con admiración le estimulan a que escriba un libro sobre la Tragedia. Nietzsche redacta en julio de 1870 un ensayo titulado Die dyonisische Weltanschauung, inconcluso. Estos tres trabajos conformarán la primera parte del libro. El trabajo se ve interrumpido por la guerra entre Prusia y Francia, en la que Nietzsche se presenta como fervoroso voluntario. En Navidad de 1870 Nietzsche reescribe todo el conjunto, lo titula Die Geburt des tragische Gedankens y el manuscrito es vuelto a enviar a los Wagner. En febrero de 1871 Nietzsche se traslada a Lugano a descansar, escribe la parte final de su libro, trabaja hasta abril (la Commune como tal existió desde el 28 de marzo al 21 de mayo). El 2 de abril vuelve a consultar a los Wagner y el 26 de abril le envía el manuscrito a un potencial editor, Engelmann, pero ahora con el título Musik und Tragödie, al que Nietzsche llama mi Bröschure, ocupa ahora tan sólo 90 páginas.[15]

El manuscrito de Lugano, finalmente no incorporado al libro por consejo de los Wagner (lo consideraron ¡excesivamente reaccionario!: ungeschickte Schroffheit), fue pensado y escrito antes y durante la rebelión de París y bajo la duradera impresión de la lucha de los trabajadores de Basilea y el VI Congreso de la Internacional. Es de destacar que una de las diferencias en estos encuentros era la simpatía de Richard Wagner por los communards de París, recordemos que Wagner en su juventud fue un socialista romántico (su formación incluirá lecturas de Saint-Simon, Fourier, Feuerbach y Proudhon), participó en las luchas de 1848-1849 en las barricadas en Dresde con su amigo el radical-demócrata August Röckel y que fue camarada de un joven Bakunin (incluso existía l rumor que Wagner había participado en incendios intencionales). Estas posturas políticas opuestas son las que pre figuraron la futura ruptura entre el maestro y Nietzsche. La obsesión teórica nietzscheana por fundamentar políticamente su libro sobre los griegos y blindar su Kulturkritik a la Modernidad puede seguirse en el Nachlass.En un plan para un libro inconcluso titulado Socrates un der Instinct, del invierno de 1869, Nietzsche planea un capítulo enteramente dedicado a la Política, el IV, titulado Staatslehre, Gesetze, Volksbildung (Teoría del Estado, Leyes, Formación del Pueblo); en el mismo cuaderno anota una crítica pendiente al Der Sokratismus in der Staatslehre (Socratismo en la Teoría del Estado); y más adelante se pregunta indeciso: Ein Buch zur Staatslehre? (¿Escribir un libro sobre la Teoría del Estado?). En uno de las primeros esbozos sobre el título de su primer libro, El Nacimiento de la Tragedia, Nietzsche pretendía titularlo “Die Tragödie und die Freigeister. Betrachtungen über die ethisch-politische Bedeutung des musikalischen Drama’s”. (La Tragedia y los espíritus libres. Consideraciones sobre el significado ético-político del Drama Musical), señalando en el subtítulo el peso específico político de su crítica. En un listado de temas para otro libro proyectado en septiembre de 1870, Nietzsche anota como un capítulo a desarrollar Der tragische Staat (El Estado trágico). A finales de 1870 vuelve a anotar para su futuro libro un capítulo sobre “Der griechische Staat” (“Staat und Kunst.”): el Estado griego y al relación entre Arte y Estado; en un índice de temas tentativo en las mismas fechas anota como posible capítulo I de su libro Der Staat. (El Estado). En un cuaderno del invierno de 1871 Nietzsche anota Umarbeitung des Abschnittes Staat Weib Mysterien (Re elaboración del capítulo sobre el Estado, las mujeres y los misterios…), y más adelante amplía el tema: “Si nosotros hemos considerado hasta ahora el Estado en su origen (in seinem Ursprung), cómo se produce el proceso de la Sociedad (den Gesellschaftsprozeß), que no habría tenido lugar sin él: ahora se plantea la cuestión de saber cómo se relaciona el Estado con la Sociedad, después que ésta ha efectuado su separación química (chemische Scheidung) y ahora, ya construida en forma piramidal (pyramidenförmig), trata de alcanzar sus intenciones supremas. En esto consiste su tarea.”[16]

En un plan de cursos que impartió Nietzsche en la universidad en el Sommersemester de 1871, una de sus clases, en la semana 13 y 14, fue justamente sobre Staat und Gesellschaft (Estado y Sociedad); en el verano de 1872 anota como tarea pendiente der politische Sinn der älteren griechischen Philosophen, ebenso nachzuweisen als ihre Kraft zur Metapher (Demostrar el sentido político de los filósofos griegos más antiguos, así como su fuerza para la metáfora)”[17] Lo cierto es que la fundamentación socio-política del nacimiento de la Tragedia es eliminada del libro final por consejo de los Wagner y pasará a ser un fragmento autónomo, ahora titulado Der grieschische Staat.[18] Nietzsche comienza abruptamente el texto: “La ‘Dignidad del Trabajo’ (Würde der Arbeit) es una idea moderna ilusoria (moderne Wahnvorstellung) de los más tonta. Es un sueño de esclavos (raum von Sklaven). Todos se atormentan por seguir vegetando miserablemente […] El Estado (ideal) surge del modo más cruel mediante la sumisión y la generación de una especie de zánganos (Drohnengeschlechts) […] el Estado ha de preparar la generación y la comprensión del Genio (Genius) […] La situación respecto al Lenguaje es análoga: el Lenguaje es una criatura de los seres más geniales, para el uso de los seres más geniales, mientras el Pueblo (Volk) lo usa para cosas más nimias y, por decirlo así, sólo utiliza los desperdicios […] debe afirmarse la necesidad de los esclavos (Nothwendigkeit der Sklaven) para el interés de una Cultura. Hay que luchar contra la opinión de que el objetivo de la Humanidad está en el Futuro, por ejemplo, una completa negación en masse. La Humanidad no existe por sí misma.”[19]

Nietzsche es antes que nada filólogo, las palabras que utiliza no son casuales o fortuitas: la “Dignidad del Trabajo” (y del Hombre) nos reenvían inmediatamente a las reformas sociales del Volkstaat de Bismarck, y más allá a la proclamación de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa, a la polémica sobre la Esclavitud y la campaña abolicionista en Europa, al derecho a un trabajo digno durante el Jacobinismo (la nefasta Ley Le Chapelier). Más atrás: incluso cabe encontrar ya alusiones al Derecho al Trabajo en la legislación inmediatamente prerrevolucionaria. Así, en el célebre Edicto Turgot de 1776, la consagración de la “libertad de industria”, ariete dirigido contra las trabas corporativas gremiales, aparece de la mano de un más amplio “Derecho al Trabajo” de base iusnaturalista y hasta bíblica. Decía el Edicto: “En la medida en que Dios crea las necesidades de los hombres y les ha obligado al mismo tiempo a trabajar para satisfacer esas necesidades, ha hecho del derecho al trabajo un patrimonio de cada hombre[…]Nosotros consideramos uno de nuestros primeros deberes de justicia y uno de los hechos que más nos dignifican el liberar a nuestros súbditos de las trabas que limitan este derecho humano irrenunciable.”

El blanco polémico de Nietzsche también apunta a la revolución de 1848, cuyo gobierno republicano provisorio anunció la abolición de la Esclavitud como “atentado contra la dignidad humana”. La idea del Derecho al Trabajo en los términos más progresistas de la etapa revolucionaria fue recogida por los socialistas utópicos (Fourier, Victor Considérant y Saint-Simon) que la alimentaron teóricamente y los trabajadores franceses la llevaron a la práctica: el 24 de febrero de 1848, los obreros recorrieron las calles de París gritando: “¡El Derecho al Trabajo, en una hora!”, obteniendo satisfacción si no en una hora, sí en un día, puesto que el 25 de febrero el Gobierno provisional dictaba un decreto, redactado por Louis Blanc (a quien Nietzsche conocía), en el que se comprometía “a garantizar la existencia del obrero por el trabajo” y a garantizar “el trabajo a todos los ciudadanos.” Por otra parte, el proyecto de Constitución presentado por Marrast el 19 de junio de 1848, decía en el artículo VII°: “Con el Derecho al Trabajo se garantizará a todos el derecho a obtener medios de subsistencia. La sociedad está obligada a crear trabajo para todos aquellos que no encuentran posibilidad de trabajar, mediante la utilización de los medios de producción de que disponga la sociedad.” A todos estos antecedentes debe sumarse la creciente propaganda obrera: Lasalle (y su admirado Bismarck) en Alemania y la AIT en la misma Suiza. En su escrito de juventud sobre Napoleón III, Nietzsche sabía que era el que había eliminado el “Derecho al Trabajo” de la Constitución francesa de 1848 y el gran reaccionario Thiers (futuro genocida de los communards) afirmaba que “el Derecho al Trabajo equivale a conceder salario a los perezosos”.

El Derecho al Trabajo pretende re establecer una justicia universal que es pura ficción: “La Humanidad no es un concepto griego”, repetía Nietzsche, o sea: no es germánico y la forma Estado debe adoptar las propias necesidades de la Vida, de la lucha por la existencia, del orden jerárquico natural, so pena de llevar la Kultur y la entera civilización a un suicidio. El Estado ideal no tiene nada que ver con la Humanidad, el optimismo distributivo o la felicidad común: “el Estado es, en cuanto a su fin supremo (etzten Zweck), una institución de defensa y de cuidado (Schutz- und Pflegeanstalt) para los individuos, o sea: para el Genio (Genius)”. La masa es indiferenciada, medio para que la Voluntad genere los genios, los mejores, que Nietzsche llama “la Aristocracia de nacimiento del Espíritu” (Geburtsaristokratie des Geistes). En su Nachlass la revolución de París, la rebelión de los “demasiados” (die Viel-zu-Vielen), de los “superfluos” (Überflüssigen), de los esclavos, zánganos y moscas comunes, se transforma en obsesiva: “El servicio de esclavitud de la gran masa (der Sklavendienst der großen Masse) es una necesidad (Nothwendigkeit) […] nosotros, los modernos, nos pavoneamos de poseer antes que los griegos de dos conceptos que nos han sido dados como medios de consolación (Trostmittel) en un Mundo que se comporta de un modo completamente digno de esclavos, y que además evita angustiosamente la palabra ‘Esclavo’: nosotros hablamos de la ‘Dignidad del Hombre’ y de la ‘Dignidad del Trabajo’ (‘Würde des Menschen’ und von der ‘Würde der Arbeit’). Todos se atormentan por seguir perpetuando miserablemente una vida miserable […] ¿Qué otra cosa podemos encontrar en la necesidad de trabajar de todos esos millones de hombres sino la pulsión (Trieb) a seguir vegetando a cualquier precio? […] Tal fantasma (Phantome), como la ‘Dignidad del Hombre’, la ‘Dignidad del Trabajo’, son los productos mezquinos (dürftigen Erzeugnisse) de una esclavitud que se oculta a sí misma. ¡Época funesta, en la que el esclavo ha sido estimulado para reflexionar sobre sí y más allá de sí! ¡Funestos corruptores, que han aniquilado el estado de inocencia del esclavo (Unschuldsstand des Sklaven) mediante el fruto del árbol del conocimiento! Para que esos seductores sobrevivan deben ahora entretenerse con tales mentiras evidentes (durchsichtigen Lügen), tal y como son reconocibles para quien mira con más profundidad en los supuestos ‘derechos iguales para todos’ (‘Gleichberechtigung Aller’), en los ‘Derechos Fundamentales del Hombre’ (‘Grundrechten des Menschen’), del género humano, en la dignidad del trabajo […] Para que exista el suelo que permita un mayor desarrollo del arte, es preciso que la gran mayoría (Mehrzahl) esté sometida al servicio de una minoría (Minderzahl), como esclavos a la necesidad vital, y sobre los límites de la necesidad individual. A expensas de esta mayoría y gracia a su plustrabajo (Mehrarbeit) aquella clase privilegiada (bevorzugte Klasse) debe ser sustraída de la lucha por la existencia.” Y si hay dudas Nietzsche las despeja sin eufemismos: Große Genies sind den Alltagsfliegen unfaßbar und recht eigentlich unberechenbar (Los grandes genios son inalcanzables y verdaderamente imprevisibles para las moscas comunes)”[20]

Sí: es Nietzsche el que habla a través de conceptos políticos como masas, esclavitud, clase, castas, estamentos, necesidades, lucha, trabajo, estado. Su modelo no es la forma republicana del Estado, ni siquiera la idealizada Atenas, sino Esparta y el ethos aristócrata-militar dórico de la constitución de Licurgo, sistema brutal que elogia sin reparos en el Nachlass.[21] Lo que asegura una Eticidad en los ciudadanos es la coerción brutal, la competencia ciega de instintos y la segregación orgánico-química entre una minoría y el resto de los habitantes, único cemento de la Sociedad que permite florecer el genio y la cultura trágica. En su Nachlass Nietzsche cita veladamente un autor clave en el desarrollo de una corriente ideológico-histórica muy particular en Prusia, se trata del filólogo-arqueólogo Karl Otfried Müller, cuyo libro Die Dorier (Los Dorios, 1824) no sólo inspiró su idea de Apolo sino además la conexión mítica/misteriosa entre dorios y prusianos, muy de moda en esos años, y entre ambos y la Raza aria.[22] La Historiografía prusiana y alemana después, puso especial énfasis en las peculiares características raciales de los dorios, en su carácter “indo-germánico”; se buscaba en la antigua Esparta el modelo y el ejemplo para el Segundo Reich de Bismarck. Se sostenía que las diferencias entre la forma Estado en Esparta y la democracia en Atenas estaba condicionada por motivos de raza: los espartanos eran dorios (arios emigrantes) y los atenienses jonios. Cada raza se habrá especializado en vocaciones derivadas de su propia naturaleza: los dorios a la arte y la guerra, los jonios al comercio. Esta corriente ideológica llegó intacta al Nacionalsocialismo y generó una ideología estatal para legitimar al SS-Staat. Los nazis llegaron a crear una revista especializada dedicada al elogio de la forma-Estado de Esparta y a la pseudolegitimación del dominio de los señores sobre los seres inferiores.[23] Müller, iniciador de los estudios modernos sobre los mitos griegos,produjo un pseudolibro de Historia antigua donde la pavorosa servidumbre de los ilotas y el trabajo forzado eran elogiados como condición necesaria y suficiente para una Cultura masculina, virtuosa y auténtica; aparte Müller no dejaba de propagandizar entre líneas su ideología reaccionaria, como cuando afirmaba que “a la Democracia le gusta las grandes masas y odia a todas las divisiones sociales”. No es casualidad que el libro fuera leído y estudiado con atención además por Richard Wagner, según cuenta su esposa Cósima (musa de Nietzsche) en su diario personal. Además de los abanderados de la tradición nacional-racial enfrentada a la Graecophilie humanista, desde la perspectiva filosófica Nietzsche utilizaba positivamente como núcleo de su Filosofía política aristocrática a Platón. A la Commune se le debía contraponer el Estado dórico como contraejemplo y contratendencia.


[1] Janz, Curt, Paul; op. cit., Tomo II, p. 221.

[2] Janz, Curt, Paul; op. cit.; Tomo I, p. 234. Es una inveterada tradición interpretativa que nació con el mismo Nietzscheanismus: en 1899 Falkenfeld que había escrito un libro sobre las desafinidades electivas entre Marx y Nietzsche, sostenía que “Nietzsche es totalmente extraño a los fundamentos económicos de los combates que se producen en la Historia”, en: Falkenfeld, Max; Marx und Nietzsche, Wilhelm Friedrich, Leipzig, 1899. Tesis repetida ad nauseam por el Nietzscheanismo y el Posmodernismo.

[3] Tönnies, Ferdinand; Die Entwicklung der sozialen Frage, Göschen, Leipzig, 1907. En español: Desarrollo de la Cuestión Social, Editorial Labor, Barcelona, 1927.

[4] Bismarck, Otto, Eduard Leopold; op. cit., p. 527. Sobre el contexto político y social de Bismarck: Matter, Paul; Bismarck et son temps, Alcan, Paris, 1905.

[5] Véase: Ueberfeldt, Werner; Bismarck und das Recht auf Arbeit, Leipzig, Lühe Verlag, Leipzig-Berlin, 1947. También el lider teórico de la socialdemocracia, Kautsky, Karl; “Das Recht auf Arbeit”, en: Detlef Joseph (Hrsgb.); Rechtsstaat und Klassenjustiz. Texte aus der sozialdemokratischen ‘Neuen Zeit’ 1883-1914, R. Haufe, Freiburg, 1996, 1, p. 126.

[6] El paradigma del filohelenismo basado en la Ilustración, enemigo polémico de Nietzsche, era Winckelmann y su programa estético-político escrito en su Geschichte der Kunst der Alterthums de 1764. p. 130 (en español: Historia del Arte en la Antigüedad, Iberia, Barcelona, 1994). Winckelmann afirmaba que en la Atenas clásica existía la “Libertad Política” (politische Freyheit), de la cual el Arte “recibe inmediatamente la Vida” y cuya pérdida origina “necesariamente” su caída y hundimiento. La decadencia del Arte de los griegos se debió a la pérdida de su libertad, isonomía y politeias democráticas. La belleza normativa es el “analogon” de la razón normativa de la Ilustración, exactamente a lo que se opondrá radicalmente Nietzsche. Por el contrario, Wagner mantenía, a pesar de todo, la postura ilustrada y Graecophile sobre Grecia: en sus escritos de Zürich llama a los atenienses Harmonisch, Heiter, Naiv, Frei, etc., calificactivos que repetirá el propio Marx véase: Schadewaldt, Wolfgang; op. cit., p. 149-174. Sobre la obsesión europea y alemana por el ideal helénico y el rol de Heyne y Winckelmann: Constantine, David; Los primeros viajeros a Grecia y el ideal helénico, FCE, México, 1984. Sobre la relación entre Nietzsche y su relación con la tradición alemana clasicista: Bishop, Paul; op. cit., section 5, p. 372.

[7] En: KGA, II, 4.

[8] En: Nachlass, Hefte VII, 1, 79.

[9] En: Nachlass, Hefte I, “Herbst 1869”, 8.

[10] En: Nachlass, Hefte III, “Winter 1869-70 – Frühjahr 1870”, 60.

[11] En: Nachlass, Hefte VII, “Ende 1870 – April 1871”, 88.

[12] En: Nachlass, Hefte VIII, “Winter 1870-71 – Herbst 1872”, 48.

[13] En: Nachlass, Hefte XIX, “Sommer 1872 – Anfang 1873”, 36.

[14] En: Nachlass, IX, “1871”, 31.

[15] Hemos reconstruido brevemente la historia interna de El Nacimiento de la Tragedia basándonos en la biografía de Janz, op. cit., Tomo II, capítulo “El año del ‘Nacimiento de la Tragedia’ (1871)”, p. 116. Además: Brobjer, Thomas, H., “Sources and Influences on Nietzsche’s The Birth of Tragedy”, Nietzsche-Studien 34 (2005), 277-298 y Reibnitz, Barbara, von; “Ein Kommentar zu Friedrich Nietzsches ‘Die Geburt der Tragödie aus dem Geiste der Musik’”, en: Kapitel 1 –12, Metzler-Pöschel, Stuttgart, 1992.

[16] En: Nachlass, Hefte VIII, “Winter 1870-71 – Herbst 1872”, 27.

[17] En: Nachlass, XIX, “Sommer 1872 – Anfang 1873”, 192.

[18] Texto de filosofía política y Sozialphilosophie fundamental de Nietzsche inexplicablemente subestimado y olvidado por el Nietzschéisme. Es sintomático del clima interpretativo que dentro de la supernumeraria bibliografía sobre Nietzsche exista una única discusión detallada del texto: Reibnitz, Barbara, von; “Nietzsche’s ‘Griechischer Staat’ un das deutsche Kaiserreich”, en: Der altsprachliche Unterricht III, Heft 3, 1987, p. 76-89. Importantes conclusiones sobre la concepción estatal de Nietzsche y su relación bidireccional con Burckhardt y Wagner en: Ruehl, Martín, A., “Politeia 1871: Young Nietzsche on the Greek State”, en: Bishop, Paul; op. cit., p. 79.

[19] En: KSA, 7, 79.

[20] En: Nachlass, Hefte II, 20.

[21] En este caso, como en la gran mayoría de su filosofía práctica, en Nietzsche no hubo cambio, sino acumulación, continuidad, endurecimiento y retorno, o en sus propios términos Anhäufung. Hubert Cancik reconoce que el ideal político de Nietzsche al final de sus días, en 1888, era la forma-estado dórica, la institución de la esclavitud y la sociedad basada en el sistema de castas; en: Cancik, Hubert; Cancik, Hubert; Nietzsches Antike: Vorlesung, p. 147.

[22] Müller, Karl Otfried; Die Dorier, Josef Max, Breslau, 1844. En realidad es un libro de propaganda sobre la Rasse doria y su noble descendencia de germanos que emigraron hacia el Sur en un avance de conquista. Müller también destacaba especialmente la pederastia entre los espartanos, negando que hubiera sido una aberración moral. Un respetado historiador de la Antigüedad como Finley llama al libro de Müller “una fantasía de mil páginas de perniciosa influencia” que con “vergonzosas justificaciones” legitima el régimen social esclavista espartano. Como Nietzsche, el arqueólogo y filólogo Müller, señala Finley, no es “ni ‘ilustrado’, ni ‘liberal’”, en: Finley, Moses, I.; Esclavitud antigua e ideología moderna, Crítica Grijalbo, Barcelona, 1982, p. 25. Sobre la Laconophile y la ideología racista-nacionalista como una larga tradición alemana en los estudios clásicos, Cánfora, Luciano; La Germania di Tacito da Engels al nazismo, Liguori, Napoli, 1979 y en especial: Ideologie del classicismo, Einaudi, Roma, 1980 (en español: Ideología de los estudios clásicos, Akal, Madrid, 1991). Nietzsche habla de reconstruir un “Helenismo germánico” en sintonía plena con esta tradición ideológica.

[23] Ya el biólogo Ernst Haeckel, autor de influencia en el pensamiento de Nietzsche, había debatido en 1868 la eugenesia de Esparta, en especial las medidas de infanticidio sobre los nacidos con defectos, como medidas de efectos benéficos para la expansión y fortalecimiento de una Rasse, en: Natürliche Schöpfungsgeschichte, traducida al español en 1879 como Historia de la Creación. Sobre la influencia del materialismo antidialéctico de fines del siglo XIX en Nietzsche, en particular Haeckel: Janz, Curt, Paul; op. cit.; Tomo II, p. 42; Stiegler, Barbara; op. cit.; capítulo II, p. 44. Sobre la influencia en Nietzsche de biólogos neodarwinistas como Roux y Haeckel: Orsucci, Andrea; Dalla Biología cellulare alle scienze dello Spirito, Il Mulino, Bologna, 1992, capítulos 4 y 5. Recordemos que en 1868 Nietzsche había convencido a su amigo Rohde de estudiar ciencias naturales para completar su formación filosófica. Como curiosidad Hitler ya en 1929 había considerado positivamente a Esparta como el primer Estado racial de la Historia: “Der klarste Rassenstaat der Geschichte, Sparta”, en: “Reden, 4.8.1929”, en: Hitler, Adolf; Reden, Schriften, Anordnungen, K. G. Saur, München, 1994, Tomo I, p. 348. Sobre la Lacophilia desde incios del siglo XIX hasta el surgimiento de la nueva derecha alemana y el IIIº Reich, véase: Christ, Karl; Hellas: griechische Geschichte und deutsche Geschichtswissenschaft, C. H. Beck, München, 1999.

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